Hola, soy Rodrigo Juri, y acabo de descubrir este foro, y esta discusión. Junto con saludarlos a todos, me permito la libertad de transcribir un artículo que escribí para mi blog (rodjuri.wordpress.com) sobre el tema, a propósito de la primera sesión de un Taller de CF que dirigí en el 2016. Para vuestra consideración:
¿QUE ES LA CIENCIA FICCIÓN?
Todos estamos familiarizados con la dificultad de establecer definiciones. Señalar lo que es una mesa, es un ejercicio tradicional en cualquier clase introductoria de filosofía. ¿Algo que tenga cuatro patas y una superficie? Hay mesas de tres patas o de una, o incluso mesas que cuelgan desde lo alto. Por otro lado, si nos concentramos en la función de la mesa, que es comer sobre ella, pues entonces tampoco sirve pues al comer sobre la cama, ¿ahora nuestra cama ha dejado de ser una cama para convertirse en una mesa?
No voy a extenderme en este punto. La idea es tan solo dejar claro los obstaculos que pueden surgir al intentar definir cualquier cosa. Sin embargo, insistimos en generar definiciones, y elaboramos largos diccionarios en el esfuerzo de definirlo todo; cada objeto, cada idea, cada palabra. Algunos dirán que es una empresa inútil y hasta sin sentido. Que las definiciones son fluidas y que ningún concepto debiera tener límites precisos. Que así son las cosas en una realidad post-moderna. Todo subjetivo. Todo relativo. Donde todo dogma solo existe para ser demolido por el transgresor y el irreverente. Incluso el dogma implícito en una mera definición.
En muchos casos uno adhiere a esta posición, convencido de que da lo mismo como se definan ciertos conceptos; lo importante son sus efectos en la vida y la realidad. ¿Que le puede importar a un aficionado al rugby la diferencia entre el rap y hip hop? Pero un rapero quizás se extienda por horas al respecto. ¿Y qué pasa con el rugbista si le decimos que su deporte es igual al futbol americano? Pues entonces sí que le importará hacernos ver las diferencias entre ambas disciplinas, recurriendo incluso a los reglamentos oficiales.
Así que es normal que las personas no perdamos tiempo preocupándonos por la definición de lo que no nos importa, pero cuando se trata del objeto de nuestras pasiones, ya sea la música, el futbol, o la ciencia ficción, la cosa cambia.
Ahí está la razón de porque a muchos aficionados les ha interesado desde siempre, más allá de cualquier pretensión académica, entender que es esto que llamamos ciencia ficción. Y en un taller sobre el tema parece aún más necesario el tener claro que es aquello que pretendemos estudiar.
Se puede señalar que la ciencia ficción es, originalmente, un género literario, que con el tiempo se ha extendido hacia otras formas de expresión narrativa, como el cine y la televisión, o el comic occidental y el manga japones. Pero esto no nos dice mucho respecto de los elementos fundamentales de una historia de ciencia ficción y de cómo diferenciarla de una de terror o policial, por ejemplo.
Una forma rudimentaria, pero muy práctica, para reconocer una obra de ciencia ficción (o de cualquier género para el caso) es nombrar obras que ya se consideren, por tradición, parte de la categoría. Por ejemplo, si se necesita explicar de qué se trata la fantasía heroica lo más fácil será decir que son historias como El Señor de los Anillos.
Es lo que hace Hugo Gernsback en 1926 cuando dice:
“Por “cientificción” me refiero al tipo de historias de Julio Verne, H. G. Wells y Edgar Alan Poe –una encantadora aventura mezclada con hechos científicos y visión profética.”
Esta definición aparece en el primer número de Amazing Stories y es considerada por muchos como el momento en que la ciencia ficción se reconoce a sí misma como algo diferente de otras formas de literatura.
Pero no cabe duda que es una definición muy ambigua. Muchas obras que hoy día nunca serían entendidas como ciencia ficción, como Tarzán o Conan, podían ser publicadas en Amazing o revistas similares sin que eso generará cuestionamientos sobre la identidad del género.
De hecho, uno de los primeros en objetar la validez de la propuesta de Gernsback es el propio H. G. Wells, en en 1933, en el prefacio de “Romances Científicos”, donde se recopilan varias obras de su autoría, declara:
“Estas historias han sido comparadas con los trabajos de Julio Verne e incluso hubo una moda por parte de los periodistas literarios de tildarme como el Julio Verne inglés. De hecho, no hay ninguna similitud literaria entre las invenciones anticipatorias del gran Francés y estas fantasías. Su trabajo trata casi siempre con las posibilidades de la invención y del descubrimiento, y ha realizado notables predicciones (…). Pero mis historias reunidas aquí no pretenden exponer cosas posibles; ellas son ejercicios de la imaginación de un ámbito bien diferente. Pertenecen a la clase de narraciones como El Asno de Oro de Apuleyo, Historia Verdadera de Luciano, Peter Schlemihl y la historia de Frankenstein. Incluye también algunas admirables invenciones del Sr. David Garnett, De Dama a Zorro, por ejemplo. Todas ellas son fantasías; no pretenden proyectar una posibilidad real. En verdad, solo aspiran al mismo nivel de convicción que uno le da a un sueño bueno y fascinante. Pretenden conducir al lector hasta el final a través del arte y la ilusión más que por la fuerza del argumento…”.
Desde ya H. G. Wells está anticipando uno de los principales ejes en la evolución del género, la que dará origen a la distinción entre Ciencia Ficción Dura y Blanda, y que además será recogido por el discurso renovador y transgresor de la Nueva Ola. Pero me estoy adelantando mucho.
Lo interesante de la respuesta de H. G. Wells es que rechaza la idea de que él y Verne son parte de un mismo movimiento, pero sin poder establecer criterios concretos que se puedan usar para reconocer las diferencias y termina recurriendo al mismo recurso de Gernsback; nombrar obras con elementos comunes con la esperanza de que esas semejanzas sean suficientes como para establecer una categoría.
Por supuesto, Gernsback va a tener mucho más éxito que Wells en esta empresa y hoy el inglés es reconocido como uno de los grandes precursores de la ciencia ficción moderna y raramente es asociado con los escritores y obras en cuya compañía habría preferido pasar a la posteridad.
Hacía fines de la década de los 30′ parecía urgente la necesidad de una definición clara de ciencia ficción con elementos objetivos que permitieran reconocer una obra del género sin apelar a su semejanza con otras. Y muchos van a concurrir al llamado. Entre ellos los propios escritores de la Edad de Oro que parecían más ansiosos que nadie de entender exactamente lo que estaban escribiendo.
Por ejemplo, Isaac Asimov nos dice:
"La ciencia ficción es la rama de la literatura que trata sobre las respuestas humanas a los cambios en el nivel de la ciencia y la tecnología."
O Kingsley Amis que señala:
La ciencia ficción es esa clase de prosa narrativa que trata de una situación que no podría darse en el mundo que conocemos, pero que es hipotetizada sobre la base de alguna innovación en ciencia o tecnología, o pseudo-ciencia o pseudo-tecnología, ya sea de origen humano o extraterrestre.
Y Theodore Sturgeon indica que:
Una historia de ciencia ficción es una historia construida alderedor de seres humanos, con un problema humano y una solución humana, lo cual no habría pasado en lo absoluto sin su contenido científico.
Estas tres definiciones, y muchas otras de tono similar, coinciden en afirmar que la presencia de contenido científico, de manera explícita y reconocible, es esencial al momento de determinar si una historia es ciencia ficción o no. Se trata entonces de un criterio objetivo, que permite discriminar con precisión lo que pertenece y lo que no pertenece al género. Aquí no importan las intenciones del autor o las percepciones del lector, tampoco el contexto histórico y social, ni las relaciones e influencias con otras vertientes de la literatura.
O eso parece a primera vista. Lo cierto es que todas estas definiciones son equivalentes ya que coincidirán plenamente cuando se usen para determinar la categoría de una obra en particular. Todas ellas estarán de acuerdo que el arquetipo de una historia de ciencia ficción se corresponde con lo que solían publicar revistas como Astounding durante la Edad de Oro. Ese era el modelo que estos hombres tenían al momento de proponer sus definiciones, y por supuesto, van a dejar fuera de la ciencia ficción todo aquello que no se ajuste a ese modelo, fuertemente influenciado por la particular visión que de la ciencia ficción tenía John W. Campbell, y que de todas maneras ha permanecido en el tiempo constituyéndose en una especie de concepción ortodoxa y tradicional del género.
Sin embargo, había historias que nadie dudaría en considerar dentro del género y que no cumplían con los requisitos de las definiciones previamente señaladas. Narraciones sobre futuros distópicos, por ejemplo, donde se exponen realidades donde ya ni siquiera existe la ciencia como tal. Es así como algunos, enfrentando esta discusión con algo de sarcasmo, van a preferir definir el género desde lo que el público y el mercado piensan que es la ciencia ficción.
“Ciencia Ficción es a lo que señalamos cuando lo decimos” va a proponer Damon Knight, y luego Norman Spinrad, en esa misma línea, sentenciara “Ciencia ficción es lo que se publica en las revistas y libros de ciencia ficción”.
Más allá de lo divertido que puedan parecer estas afirmaciones, dan cuenta de una nueva forma de enfrentar el problema. El que algo sea ciencia ficción ya no depende de que posea un elemento objetivo que lo distinga como tal, sino que del hecho de que sea aceptado como ciencia ficción por parte de las editoriales, las comunidades de aficionados y los lectores. La ciencia ficción como movimiento cultural y producto comercial.
Por otro lado, estaban quienes sostenían que la ciencia ficción era por sobre todo una forma de literatura, y parte del desarrollo literario general, y que como tal debía incorporar en su definición, y también en su praxis, este hecho fundamental. Eran los escritores y editores que formarán parte de la Nueva Ola de la ciencia ficción en los años 60’, y tal era su celo en este sentido que muchos de ellos proponían incluso modificar el nombre del género para pasar a llamarlo Ficción Especulativa.
Judith Merrill, una de las principales apologistas de estas nuevas ideas va a definir Ficción Especulativa como:
"Historias cuyo objetivo es explorar, descubrir y aprender, por medio de la proyección, extrapolación, uso de analogías y contrastación de hipótesis propuestas, algo acerca del universo, el hombre o la realidad".
Ya no hay referencia directa a la ciencia y la tecnología, aunque todavía es posible apreciar aspectos de su método. Michael Moorcock, editor de New Worlds, la revista que se convertiría en portavoz de la Nueva Ola, iría mucho más lejos, al señalar una serie de elementos, propios de la literatura general, que la ciencia ficción había ignorado ya por demasiado tiempo y que, como movimiento literario, debían ser incorporados de manera imperiosa. Ninguno de ellos relacionado con desarrollo científico y tecnológico. En sus palabras:
"Echemos un rápido vistazo a lo que mucho de la ciencia-ficción carece. Brevemente, estas son algunas de las cualidades que faltan en el conjunto: pasión, sutileza, ironía, caracterización original, un estilo original y bueno, sentido de la implicación en los asuntos humanos, color, densidad, profundidad y, en conjunto, un sentir real de parte del escritor."
La ciencia ficción aspira a ser reconocida como un movimiento literario maduro, respetuoso de las formas y atento a los cambios y tendencias de la literatura general. Recíprocamente, la ciencia ficción pasa a ser objeto de estudio en las facultades y por primera vez aparecen definiciones que abordan el género desde una mirada académica.
Es en este momento que aparece la que probablemente sea la definición de ciencia ficción más influyente y debatida dentro y fuera del género. La que Darko Suvin presenta en su ensayo “Sobre la Poética del Género de la Ciencia Ficción” (1972).
"La ciencia ficción en general, a través de su larga historia en contextos diferentes, puede definirse como un género literario cuyas condiciones suficientes y necesarias son la presencia y la interacción de distanciamiento y cognición, y cuyo principal dispositivo formal es un marco imaginativo alternativo al ambiente empírico del autor."
Suvin propone que lo que señala a una historia de ciencia ficción como tal es la presencia, en la narración, de algún elemento que no existe en la realidad (o al menos en la realidad a la que el autor tiene acceso). Este elemento es al que se refiere como “distanciamiento”.
Pero este es un rasgo que la ciencia ficción comparte con muchos otros géneros, como la fantasía o el terror. Es aquí donde aparece la “cognición”, es decir, la capacidad de poder entender de manera lógica y racional las características y el comportamiento de este elemento extraordinario.
¡Cómo han cambiado las cosas desde aquellos tiempos en que bastaba decir que la ciencia ficción era lo que escribían autores como Julio Verne o H. G. Wells!
Pero, aunque mucho más precisa y sistemática, la definición de Suvin no deja de ser tradicional en cuanto a que son las intenciones y experiencias del autor las que determinan si la obra pertenece o no a la ciencia ficción.
Antes habían sido Knight y Spinrad. Ahora va a ser Kathleen Spencer en su artículo “El Sol Rojo está en lo Alto, el Azul más Abajo; Hacia una Descripción Estilística de la Ciencia Ficción” quien va a rebatir la propuesta de Suvin, poniendo el peso de la interpretación en el lector. La pregunta que Spencer se hace es, ¿cómo hacen los lectores para identificar un texto como ciencia ficción? Y la respuesta, según Spencer, no deja de ser sorprendente. Son los detalles insignificantes.
Los detalles insignificantes son aquellos que en la literatura realista cumplen la función de adornar y consolidar un ambiente que no se aleja de la realidad cotidiana del lector. La noche es oscura y los pinos son verdes, y si el escritor lo menciona es solo para reforzar la descripción con elementos plenamente reconocibles por parte del lector, más allá de algunas pretensiones estéticas.
En la ciencia ficción también hay detalles insignificantes, solo que no suelen ser precisamente normales. Mirando hacia el horizonte, el sol rojo está en lo alto, y el azul más abajo. Y la gracia es que sigan pareciendo detalles insignificantes aunque no lo sean en absoluto.
Un lector que no supiera que es la ciencia ficción probablemente clamaría al cielo pidiendo más información y arrojaría el libro lejos, frustrado por lo que a primera vista no parece tener sentido. Pero el lector de ciencia ficción no. De hecho eso es precisamente lo que busca. Que lo maravilloso y asombroso se disfrace de cotidiano y trivial.
¿Quien tiene razón, Suvin o Spencer? ¿O quizas ninguno de ellos? Es, por supuesto, su privilegio, como amante del género, decidir.
Fuente:
https://rodjuri.wordpress.com/2017/06/0 ... a-ficcion/