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En primer lugar, me parece preciso aclarar las dudas en torno al secreto de confesión, dado que yo, al igual que Irene Adler, tenía ciertas reticencias en cuanto hasta qué extremo puede justificarse éste y, por ende, la novela. Lo que se desprende es que Felip ha sido concienzudo y no ha dejado un cabo sin atar. Y aquí cito:
El sigilo sacramental es inviolable. El confesor que viola el secreto de confesión incurre en excomunión automática.
La Iglesia Católica declara que todo sacerdote que oye confesiones está obligado a guardar un secreto absoluto sobre los pecados que sus penitentes le han confesado, bajo penas muy severas.
Tampoco puede hacer uso de los conocimientos que la confesión le da sobre la vida de los penitentes.
El Código de Derecho Canónico, canon 983,1 dice: «El sigilo sacramental es inviolable; por lo cual está terminantemente prohibido al confesor descubrir al penitente, de palabra o de cualquier otro modo, y por ningún motivo».
La Iglesia ha precisado que incurre también en excomunión quien capta mediante cualquier instrumento técnico, o divulga las palabras del confesor o del penitente, ya sea la confesión verdadera o fingida, propia o de un tercero.
El sigilo obliga a guardar secreto absoluto de todo lo dicho en el sacramento de la confesión, aunque no se obtenga la absolución de los pecados o la confesión resulte inválida.
Por lo tanto, queda claro que el sigilo sacramental no contempla excepción alguna, algo que a mí, no obstante, me asombra. Pero vayamos a lo realmente importante.
"Secreto de confesión" ha llegado a mí tras varias críticas que coincidían en lo elemental, es decir, en aseverar la calidad de la novela. Dadas las características y el poco criterio que yo atribuía a, al menos, varias de ellas, sospechaba que encontraría en esta novela un escrito mediocre en el mejor de los casos. Los primeros compases me reafirmaron en mi idea de estar leyendo un libro más, con esos personajes clónicos y antitéticos que pululan por tantas y tantas páginas. Pero, llegado un punto, ocurrió algo curioso, algo que no es habitual en mí: mis primeras impresiones habían sido erróneas. Así, me sorprendí leyendo una historia que iba en claro ascenso según avanzaban las hojas, con unos personajes que poseían mayor enjundia de la que yo les presumía. Por ello, a cada línea, me embebía más y más en la lectura, olvidándome por completo de lo que me rodeaba. Para entonces, Arteaga y compañía me habían ganado por completo. Huelga decir que, desde entonces, devoré un libro que tiene un ritmo voraz y ascendente hasta el desenlace, al cual ansías llegar para comprender y resolver todas las incógnitas. Si bien es cierto que la resolución de la trama no me satisfizo todo lo que yo habría querido, no es óbice para negarle a Felip su buen oficio.
Cuatro estrellitas y media para un libro de ritmo vertiginoso, en el que se controlan los tiempos con esmero y precisión. Felip no da puntada sin hilo, reflejando en "Secreto de confesión" lo complejo que resulta parir una buena novela. Un razonamiento más intrincado habría hecho de este relato un libro de relumbrón, de los que se elevan a los altares. De cualquier modo, acercarse al inspector Artega es una garantía de entretenimiento y de buen hacer. Esto ya no es ningún secreto. Tampoco que yo volveré a pecar si Felip tiene a bien honrarnos con más desventuras de este protagonista controvertido y ciertamente inefable. Yo ya me he confesado. ¿Y tú?