Los enamorados - Alfred Hayes
Moderadores: magali, caramela, Ashling
Los enamorados - Alfred Hayes
Nº de páginas: 160 págs.
Editorial: BESTIA EQUILATERA (ARGENTINA)
Lengua: ESPAÑOL
Encuadernación: Tapa blanda
ISBN: 9789872492694
Año edicón: 2010
Plaza de edición: ARGENTINA
Alfred Hayes escribió por única vez una obra maestra. Las fórmulas del amor -las que suponen un paraíso de éxtasis y felicidad, las que reclaman un vacío recíproco de identidad y posesión- pueden incluirse en los pliegues del relato, que consiente todas las situaciones y circunstancias capaces de sustentarlas. Afinada y entonada por una voz que no permite dudar acerca de lo que cuenta, esta novela inédita hasta ahora en español despertó la admiración del público y de lectores tan exigentes como Elizabeth Bowen, Stevie Smith y Antonia White. Este tribunal femenino respalda la turbulenta veracidad o por lo menos la verosimilitud tortuosa de una confesión: la del espléndido aislamiento de un hombre perdido en el laberinto de su amo
casa del libro
1
Re: Los enamorados - Alfred Hayes
Buen olfato, Lía. Los enamorados de Alfred Hayes es una muy buena novela que recomiendo a todo el mundo. Si alguna vez has tenido curiosidad por lo que el tipo del sombrero le está contando a la chica del bar esta es tu oportunidad.
Cosas como estas:
“El sufrimiento me daba una importancia que ningún otro sentimiento me había proporcionado. Era como un destino. Al sufrir creía que amaba, porque el sufrimiento era la prueba, el testimonio de un corazón que hasta entonces consideraba seco. Al haberme fallado la felicidad, era la infelicidad lo que me llevaba a creer que estaba, o había estado, enamorado; y era fácil confiar en la realidad de la infelicidad cuando tenía ante mí la prueba de noches sin dormir y la amargura de estirar el brazo en la oscuridad para tocar lo que ya no estaba. La contracción enferma del corazón era irrefutable; había una verdad melancólica en el sufrimiento que me volvía real ante mis propios ojos.”
“La mayor dificultad era, sin duda, que no lograba definir, con alguna certeza, qué sentía por ella. Ella se me escapaba; incluso ahora, después de todo lo que había pasado entre nosotros, se me escapaba. ¿De verdad tenía que poseer ese cuerpo en particular, que besar de nuevo esos pechos en particular y yacer de nuevo junto a esos muslos en particular, calmaría la agonía que me acosaba? Pensaba en lo que había hecho con ella: llevarle flores como un repartidor; besarla como un actor; atormentarla como un villano; consolarla como un médico; darle consejos como un abogado; y todos pero todos aquellos gestos eran en cierto modo cómicos, increíbles, ajenos a mí. ¡No era posible comprender! Me debatía entre misterios ridículos, grandes enigmas de carencia y enormes esfinges de necesidad. Lo único que sabía era que, al irse, ella se había llevado algo que me mantenía entero, una imagen necesaria de mí mismo, algo sin lo cual corría peligro de desplomarme; y fuera lo que fuera, vanidad indispensable, idea irremplazable de mi propia vulnerabilidad, se había ido y solo ella podía devolvérmelo, o eso creía.”
Cosas como estas:
“El sufrimiento me daba una importancia que ningún otro sentimiento me había proporcionado. Era como un destino. Al sufrir creía que amaba, porque el sufrimiento era la prueba, el testimonio de un corazón que hasta entonces consideraba seco. Al haberme fallado la felicidad, era la infelicidad lo que me llevaba a creer que estaba, o había estado, enamorado; y era fácil confiar en la realidad de la infelicidad cuando tenía ante mí la prueba de noches sin dormir y la amargura de estirar el brazo en la oscuridad para tocar lo que ya no estaba. La contracción enferma del corazón era irrefutable; había una verdad melancólica en el sufrimiento que me volvía real ante mis propios ojos.”
“La mayor dificultad era, sin duda, que no lograba definir, con alguna certeza, qué sentía por ella. Ella se me escapaba; incluso ahora, después de todo lo que había pasado entre nosotros, se me escapaba. ¿De verdad tenía que poseer ese cuerpo en particular, que besar de nuevo esos pechos en particular y yacer de nuevo junto a esos muslos en particular, calmaría la agonía que me acosaba? Pensaba en lo que había hecho con ella: llevarle flores como un repartidor; besarla como un actor; atormentarla como un villano; consolarla como un médico; darle consejos como un abogado; y todos pero todos aquellos gestos eran en cierto modo cómicos, increíbles, ajenos a mí. ¡No era posible comprender! Me debatía entre misterios ridículos, grandes enigmas de carencia y enormes esfinges de necesidad. Lo único que sabía era que, al irse, ella se había llevado algo que me mantenía entero, una imagen necesaria de mí mismo, algo sin lo cual corría peligro de desplomarme; y fuera lo que fuera, vanidad indispensable, idea irremplazable de mi propia vulnerabilidad, se había ido y solo ella podía devolvérmelo, o eso creía.”
1
Re: Los enamorados - Alfred Hayes
Gracias por tu comentario Guille, del mes de julio no pasa que lo lea
¿alguien se anima?
¿alguien se anima?
1