Lo he terminado. Ha sido muy impresionante; mucho. El auto de fe, la tercera parte del libro, es soberbio...casi podía sentir la angustia de los perseguidos, paso a paso, minuto a minuto
desde que huyen hasta que son quemados en la hoguera. Y entiendo cada situación, cada reacción...sin embargo me ha emocionado la de Cipriano |
El personaje de Cipriano es un personaje con mayúsculas, de esas personas coherentes y sensatas que tan necesarias son en cualquier sociedad...
Confirmo mi total indignación hacia el Santo Oficio y las barbaridades que hicieron en nombre de Dios
Me hubiera gustado
estar al lado de Cipriano y sus compañeros para darles ánimo, y que tuvieran claro que una iglesia representativa de Cristo en la tierra, jamás mataría a nadie por herejía, ni utilizaría la tortura, ni se apartaría tanto del comportamiento de su representado. Ah, qué indignación... |
Por otro lado meditaba en las reflexiones que hace la novela, más allá del marco histórico y los acontecimientos que se suceden en el auto de fe...La contraportada de este libro reza así: "
Es un canto apasionado por la tolerancia y la libertad de conciencia, una novela inolvidable sobre las pasiones humanas y los resortes que las mueven". Estoy de acuerdo en la primera parte, sobre la tolerancia y libertad de conciencia. Hay una frase que lo recoge bien, de Don Ignacio Salcedo, cuando dice: "
Algún día estas cosas serán consideradas como un atropello contra la libertad que Cristo nos trajo. Pide por mí, hijo mío"
En la segunda parte de ese resumen de la contraportada, sobre las pasiones humanas y los resortes que las mueven, es cierto. Vemos qué hace que unos tomen un camino y otros otro ante los mismos estímulos y enfrentados a las mismas disyuntivas. Cómo ante la misma amenaza, hay quien se mantiene íntegro en sus principios y hay quien deja que el miedo los desintegre...Creo que lo último que le queda al hombre son sus principios y su dignidad, y es cuando son probados que se demuestra su calidad. Y creo que la pérdida de la dignidad humana, va ligada no a la humillación que otro ejerce sobre ti, o la ridiculación que pretendan hacer de ti, sino en la preservación de tus principios; de guardarlos como a tu alma. Recojo una frase de Ignacio Salcedo como un axioma:
"(los principios, la religión, las convicciones de cada uno) Ése es el rincón más íntimo del alma-dijo-Obra en conciencia y no te preocupes de lo demás. Con esa medida seremos juzgados." "...Cipriano evocaba a Cristo para reconciliarse con él y pedirle luz para enfrentarse con el Tribunal. NO pretendía exaltar su pasado ni renegar del presente únicamente por miedo. Aspiraba a ser sincero, de a cuerdo con su creencia, pues a Dios no era fácil engañarle (...) Ninguno de los pasos que había dado le parecía ligero o irreflexivo. Había asumido la doctrina del beneficio de Cristo de buena fe. No hubo soberbia, ni vanidad, ni codicia en su toma de postura. Creyó sencillamente que la pasión y muerte de Jesús era algo tan importante que bastaba para redimir al género humano. Encogido en su fervor, enismismado, esperaba en vano la visita de Nuestro Señor, un gesto suyo, por pequeño que fuese, que le orientara..." Creo que precisamente en esta forma de buscar a Dios, de pedirle; en esa reflexión tan honesta consigo mismo sobre lo que había creído; ahí Dios estuvo con él. Y así lo dice Minervina al final: "Preguntada la atestada si ella creía de buena fe que Dios Nuestro Señor podía hacer favor a un hereje, respondió que el ojo de Nuestro Señor no era de la misma condición que el de los humanos, que el ojo de Nuestro Señor no reparaba en las apariencias sino que iba directamente al corazón de los hombres, razón por la que nunca se equivocaba..." |
Cierro mis impresiones con una frase escogida del libro que me ha parecido maravillosa:
...La idea del perjurio y la fácil delación continuaba atormentándole. Una vida sin calor la mía, se dijo. Por sorprendente que pudiera parecer, la mortecina actividad de su cerebro evitaba la idea de la muerte para detenerse a reflexionar en el tremendo misterio de la limitación humana. Al aceptar el beneficio de Cristo no fue vanidoso ni soberbio, pero tampoco quería serlo a la hora de perseverar. Debería perseverar o volver a la fe de sus mayores, una de dos, pero, en cualquier caso, en la certidumbre de hallarse en la verdad...
He aquí los pensamientos de un hombre honesto...
Lectura muy recomendable