Lo he terminado y me ha gustado bastante, aunque leerlo a salto de mata imagino que habrá hecho que me pierda algunas cosas.
Me ha transmitido una gran sensación de angustia, de soledad (la del título, claro), de apatía e indiferencia. Todos los personajes están realmente aislados y cada uno -como dice Enrique- en su propio infierno. Da igual si se relacionan entre sí o no, si se llevan bien o no; la verdad es que cada uno lleva su soledad a cuestas y se maneja con sus circunstancias como puede.
La hermana de Elena, en otra ciudad, relacionándose lo juesto con sus hermanos (o su madre) porque vive lejos (como excusa para no implicarse)
El hermano -el "bueno", el "comprensivo"- agobiado por sus problemas, porque no tiene los mismos recursos que sus hermanas
Enrique, en sus negocios y trapiches, que sí, le llevan a relacionarse con otras personas, tiene una amante... pero está igualmente solo con su dinero y su éxito, que es su infierno elegido
Y la hija ¿sabemos algo de ella, además de que está embarazada y repudia a su madre? en ningún momento se dice que es feliz...
No me es posible leer la historia sin ubicarla en la época en que se desarrolla, en los años 80, los años del pelotazo, del crecimiento económico fácil por la construcción y los negocios -más o menos legales- surgidos a rebufo de la especulación urbanística. Años de yuppies, coca y dinero fácil, en los que lo importante era lo que tenías, no lo que eras. Y yo creo que el libro va de eso, de lo vacía que puede llegar a ser la vida si sólo te centras en tener dinero, casa en un buen barrio (Elena y Enrique viven en el barrio de Salamnca) y amigos de una clase social determinada. La vida pierde sentido, te metes en una búsqueda estéril de reconocimiento y éxtio que sólo nutre a la galería, y que por dentro te deja vacío. Y es ese vacío el que -probablemente- siente Elena como un bulto, o malestar; lo que le lleva a alejarse de su marido (perdidos los ideales de la juventud), de su hija (que admira el éxito de su padre), de su hermana (que está en su propia burbuja exitosa, en Barcelona) y de su hermano (que envidia la situación de Elena)
Y toda esa vaciedad Elena la manifiesta con sus malestares digestivos (podría haber sido peor y liberarse de esa sensación como el Patrick Bateman de
American Psycho ). Y quiero creer -dado que sus malestares son imaginarios- que ese bulto que aparece al final es también imaginario, metafórico, que es
la señal de que su motivación para el cambio la está empezando a llenar, que ya no siente ese vacío. Y sé que esta es una interpretación muy generosa y optimista, pero creo que en consonancia con el final del libro... y con que quiero una mejor vida para Elena, ahora algo más consciente |
El detective lo veo como el contrpunto (moral, incluso) a este estilo de vida. Con sus informes va dotando de esencia a Elena, le va aportando identidad y eso lleva a que ella decida cambiar. Verse como alguien triste, vacío y sin sentido por alguien que se dirige a ella con sinceridad -y, parece, con afecto creciente y sincero- es el desencadenante para decidirse a dar un giro a su vida, alejada del infierno de su vida con Enrique. Es, por supuesto, el personaje que más me ha gustado. Agradezco
que Millás no nos haya colado una historia romántica entre Elena y el detective, pero también que haya dejado una puertita abierta a la imaginación... de los lectores |
Durante la lectura hubo muchos más temas que me parecieron relevantes (la relación con la madre, los diarios, la historia de la moneda en la playa o la de los antípodas) pero la sensación que más me queda tras leer el libro es el de esa angustia vital que siente Elena (probablemente la única, lo que no significa que los demás personajes sean más felices; de hecho, ninguno transmite felicidad, sólo bienestar económico), ese vacío interior al que no sabe dar nombre ni sentido y que me parece que está genialmente simbolizado con sus trastornos digestivos: su vida es una mierda de la que no consigue deshacerse
Gracias por la propuesta raton. A Millás lo había leido en sus colaboraciones con El País Semanal, pero nunca un libro suyo, y me gusta que esa cotidianeidad de sus escritos que ya conocía, esa precisión en la descripción de situaciones casi banales esté presente también en esta novela.