María, la hija de un jornalero - Wenceslao Ayguals de Izco

Grandes clásicos de la literatura mundial.

Moderador: LizzyDarcy

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lucia
Cruela de vil
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María, la hija de un jornalero - Wenceslao Ayguals de Izco

Mensaje por lucia »

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Hemeroflexia escribió:[...]La novela está escrita bajo el modelo de instruir deleitando y deleitar instruyendo, por lo que el bueno de Ayguals, un escritor al que Baroja encontraba de muchacho su aquel, lo mismo nos habla de las fechorías de un fraile o de un carlista que de las características del Museo de pinturas, las reales fábricas de cristales de La Granja o el origen de los carnavales, y a propósito del de 1837 en Madrid escribe: "No faltó en esta bulliciosa y animada enciclopedia, el macareno contrabandista montado en su brioso jaco, ostentando el puro en la boca, su indispensable trabuco a la diestra, y en la grupa su peregrino pimpollo, que equivale a decir una de esas jembras rumbosas, de ojos homicidas, que sólo germinan en el suelo español, con más gracias que una amnistía y más sal que un alfolí".[...]
El libro se puede descargar de Internet Archive, aunque falta algún trozo https://ia802905.us.archive.org/6/items ... cogoog.pdf
Nuestra editorial: www.osapolar.es

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Gretogarbo
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Re: María, la hija de un jornalero - Wenceslao Ayguals de Izco

Mensaje por Gretogarbo »

A medida que Agustín iba narrando lo sucedido crecía en ella la admiración y el amor por su novio. Su comportamiento le pareció heroico y así se lo dio a conocer con dulces apretones de mano. Lo que no comprendía muy bien, entre otras cosas porque Agustín no acabó de pintarlo muy claro, era el por qué de la desaparición de Remedios. Algo se olía sin embargo porque en seguida, con tal de ensalzar el amor filial de Agustín, dejó escapar alguna frase despectiva por la que había sido capaz de concebir sin honra y de abandonar luego el fruto de sus amores ilegales: que el universo de Angelita estaba poblado de lugares comunes y su conocimiento de la literatura no iba más allá, ni empezaba más acá de María, la hija de un jornalero, que un cliente dejó en prenda de una leontina; mal negocio que nunca pudo olvidar don Marcelino.
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