Ayer, a 20 páginas de acabarlo, renegué de Zola. MI ZOLA. Me asqueé, pensé que menuda removida de basura emocional, qué cómo es posible enfangarse entre tanta bajeza humana. Comprendí las críticas que le hicieron. Qué asco tan profundo, de verdad. ¡Qué asco!
Pero al acabarlo fui vista y no vista: salté de la cama y no me calcé ni las zapatillas -con el frío que hacía, brrrr- hasta llegar a los estantes donde estaba
La caída del abate Mouret. Empecé a leer allí mismo, de pie y destemplada... Zola tiene algo. Será que me repatean las higadillas los programas de cotilleos, me da una caraja si la duquesa se casa o si la Esteban se opera, pero que necesito mis dosis humanas de cotilleo marujil, de ración de bajezas humanas, yo qué se.
Zola obssesion.
No sé, tengo que digerirlo, es domingo por la tarde, tengo dominguitis y frío, y estoy tan apachorrada que no tengo ganas de despotricar ahora. Pero teeeeeeeeeeela. Y de la marinera.