Me he documentado un poco gracias a google, y las ganas de tener el libro han aumentado. Tonta de mi, pensaba que era una novedad al ver el hilo abierto ahora, pero he visto que es de 2008 y lo tienen en la biblioteca
De Babelia hace tiempo:
Boleslaw Prus (1847-1912) es el gran novelista polaco del XIX, en todo superior a su nobelizado contemporáneo Sienkiewicz; el primero fue un escritor realista centrado en los problemas de su tiempo, que se integró en el conflicto personal y social del individuo, mientras que el segundo fue un adulador de lectores patrióticos. Prus es un stendhaliano confeso que decide escribir sobre la crisis europea que acabará en la guerra de 1914-1918 desde la perspectiva polaca que le compete. Para ello crea un formidable personaje, Stanislaw Wokulski, un hombre emprendedor hecho a sí mismo que ha reunido una bonita fortuna con el comercio y lo enfrenta a la aristocracia decadente; el recurso literario es sencillo: en su madurez, Wokulski, que hasta entonces no ha tenido tiempo de dedicarse a amoríos, se enamora como un colegial de Izabela Lecka, aristócrata, “hermosa y malcriada, pero sin alma”, como dice el lúcido judío Szuman al amigo y segundo de Wokulski, Rzecki. El conflicto de clases se une al momento histórico de cambio y liquidación de una época y, a su vez, se integra dentro del conflicto entre el romanticismo tardío que aún pervive en Polonia y el positivismo que impera en el oeste europeo.
La muñeca tiene ese sabor añejo, único e inconfundible de las historias contadas al detalle. El asunto amoroso es el que mantiene la intriga, pero la habilidad de Prus para despiezar la historia y recomponerla en toda su amplitud, el excelente ejercicio de creación de muchos y muy variados personajes, el tino con que los desarrolla y los mezcla, el riquísimo retrato que hace de la sociedad polaca de su tiempo como cronista que fue de la misma en la prensa, la perspicacia con que aborda temas latentes entonces, como el del antisemitismo, el interés por la ciencia tan propio de la época, la admirable sucesión de escenas-cumbre (la experiencia de la guerra, el viaje a París, la escena del vagón de tren…), todo contribuye, en fin, integrado en una estupenda relación rítmica acción-reflexión, al logro de este libro; muy moderno aún, por otra parte, pues el uso del contraste como medio expresivo, de las historias secundarias que afluyen a la corriente central del narrador principal, los juegos de voces (ensoñaciones, relatos, pensamientos, el diario de Rzecki) e incluso atisbos de monólogo interior (Izabela en la chaisse-longue) dejan al lector metódico y tranquilo ampliamente satisfecho.