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Al fin regreso para comentar!
Luego de leer comentarios tan ricos y extensos, voy a situarme sobre una arista diferente, para que no llueva sobre mojado (después de las observaciones de ustedes, ya quedaría muy poco que agregar).
El lector nunca llega a saber nada acerca del pasado de Bartleby. En este relato, que muy bien merece el lugar que ocupa en antologías de cuentos y de noveletas _bastante jodedor el asunto de poner etiquetas literarias_, Melville "no quiere" hablar sobre la niñez de esa extraña criatura que él lograra brillantemente. Pero debemos suponer que el joven Bartleby esconde un pasado que le ha torcido la existencia (lo de las cartas muertas no justifica su comportamiento, y sólo podría ser un elemento más que se deba tener en cuenta). O tal vez pueda ser meramente un desorden mental debido a la química cerebral _aunque soy profano en el mundo de las ciencias, supongo que esto último es algo que Melville no podía conocer en aquella época.
Sabido es que una infancia y adolescencia de hostilidad y crueldad, o también un desbalance químico en el cerebro, podría provocar que una persona quedara en un marasmo emocional y sentimental, y que buscara aislarse de por vida. Y no es que no quiera, sino que no puede socializar. Tampoco logra sentir, pues su espíritu y su corazón se han secado irremediablemente.
Y de estas personas qué percibimos?: Apatía, desolasión, y una especie de lontananza melancólica. También es muy frecuente que sean individuos tercos y obsesivos, siempre mirando hacia un punto único, consumidos por una idea fija, sin apreciar la diversidad de la vida a su alrededor, que podría generar sensaciones, sentimientos, placeres y emociones, que tal vez no haya experimentado antes.
Esta relectura de Bartleby, el escribiente, casi treinta años después de yo haber conocido a ese joven que se trocó en insecto, me ha servido para apreciar mejor _de algo nos vale ir envejeciendo_ la capacidad, el talento y la habilidad de Melville para profundizar en la psicología de esta rareza humana que ha convertido al relato en uno de los clásicos inolvidables, y cariñosamente situado entre mis favoritos.
Insoportable, enigmático, y pasivamente áspero durante casi todo el relato, Bartleby nos inspira compasión ya en las últimas páginas.
Y finalmente, sin que se sepa dónde está el punto de giro... ¡Nos sorprende el hecho de sentir que deseamos abrazarlo con ternura!
Es totalmente creíble que el jefe no encontrara la manera de poner a Bartleby en la calle: lo irracional, lo inexplicable, es lo que más confunde. Y el comportamiento del muchacho era tan extravagante e imposible de entender, que generaba percepciones ambiguas en todas las personas que se le acercaban.
Inicialmente, esa ambigüedad que Bartleby provocaba en los sentimientos y decisiones de su jefe, dejaba desarmado a este último. Al final, ya todo sentir se transforma en compasión y ternura por el extraño joven. La imagen conmueve tanto, que su muerte nos deja la angustia de no poder salvarlo, algo que contrasta con nuestra intención inicial de secundar al jefe en la lucha por sacar a Bartleby de su empleo.
Bartleby, el escribiente es un hermoso relato, lleno de poesía; pero es tan triste, que deberíamos desaparecerlo. Sin embargo, yo... Preferiría no hacerlo.
), pero que no te resbale. Extrañeza que es, sin duda, fruto de la ceguera que en mí produjo su belleza (o lo que yo consideré belleza, claro está)