Ajuste de cuentas (Relato sin género concreto)

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Tente
Lector voraz
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Ajuste de cuentas (Relato sin género concreto)

Mensaje por Tente »

En cuanto la vi entrar supe que se trataba de un trabajo con tarifa especial. Los pedruscos que lucía orgullosa en sus impecables manos lo dejaban todo muy claro, por no hablar del inconfundible Armani que vestía la fulana. Era justo lo que necesitaba yo en aquellos momentos. Aunque nadie lo crea, a los asesinos a sueldo también nos afecta esta maldita crisis económica. No todo el mundo puede contratar a un profesional del asunto y más de uno sigue respirando por ahí porque otros andan mal de liquidez.

No me equivoqué, la cornuda aquella quería deshacerse para siempre de su marido, un economista de los más prestigiosos del país. Y debía ser muy bueno, al menos para sus negocios privados porque ella en seguida me aclaró que el dinero no sería problema.

Aunque nunca me interesan los motivos, tuve que aguantar un largo relato de infidelidades, malos tratos y abusos sexuales, bañado todo ello con un continuo y muy molesto lloriqueo. Toda una joya el tipo aquel, sin duda pensaba que había comprado a su mujer, y a muy buen precio, y por tanto, podía hacer con ella todo lo que quisiera. Craso error, para eso estamos nosotros cuando alguien ya no aguanta más.

El muy cerdo tenía prevista una serie de conferencias en varias universidades y en una de ellas incluso sería investido como Doctor Honoris Causa, nada menos. Eso sí, el desgraciado ni se imaginaba que lo sería sólo a título póstumo porque yo estaría allí, y suelo ser muy público muy difícil, implacable con los que no hacen buen uso de la oratoria.

Además me vendría muy bien un cambio de aires y con el disparatado anticipo que le saqué a su mujer no pensaba privarme de nada. Para que el plan fuese perfecto tenía que vivir como él esos días, incluso llegar a conocerle, quizás pedirle un autógrafo o inventar algún amigo común. Ese tipo de cosas que hacen que el trabajo sea más divertido.

Conseguí un billete en el mismo avión y pude tirarme horas observando su fea calva. Desde luego que pedía a gritos un buen balazo justo ahí, en el centro. Para distraerme dibujé mentalmente una diana que empezaba con un gran círculo, de oreja a oreja, y seguía con otros concéntricos y cada vez más pequeños, hasta acabar en un minúsculo lunar que días después me serviría de referencia.

Le perdí de vista en cuanto aterrizamos, pero no me importó. Tenía reservada una lujosa habitación en su mismo hotel, íbamos a ser vecinos. Al principio pensé terminar allí mismo la faena, llamar con cualquier excusa a su puerta, matarle y salir de allí silbando mi canción favorita. Pero… ¿para qué tantas prisas? Me apetecía mucho conocer aquella ciudad y aquel desdichado sería un guía perfecto, pensaba seguirle a donde fuera. Tenía pinta de saber vivir bien y no me defraudó. Puede parecer morboso, pero sin estos pequeños detalles mi trabajo no sería lo mismo, me sentiría casi como un vulgar funcionario.

Como era de esperar, la primera visita fue a un muy lujoso club de prostitución. Mi nuevo amigo debía ser cliente habitual porque fue recibido con grandes reverencias y muestras de afecto. Segundos después se mostraron bastante más fríos conmigo, aunque me permitieron entrar sin mayor problema. Hay que ver lo que ayuda esta planta que tengo y los trajes caros que con tan buen gusto elijo. Él sabía muy bien lo que quería: subió con una chiquilla rubia que no parecía ser mayor de edad. Yo preferí tomar una copa en la barra, acompañado por una preciosa mulata que se sentó a mi lado sin pedirme permiso. Apenas hablamos porque ella prefería usar la boca para otros menesteres, un larguísimo beso que presagiaba muchos más arriba, en la habitación. No pudo ser. Vi bajar a mi futura víctima atropelladamente, casi corriendo y tras soltar un buen fajo de billetes, disponerse a salir del local. ¡Menudo eyaculador precoz! pensé. Pero no era eso, lo supe en cuanto oí la sirena de la ambulancia. El muy sádico no es de los que se conforman con echar un buen polvo y esa vez se le había ido la mano. Nada de qué preocuparse, la policía no iba a molestar a un pez gordo por una simple puta, quizás sin papeles.

Salí tras él con más ganas de trabajar que nunca, pero sin precipitarme que por algo soy un gran profesional. Le dejé marchar sin preocuparme demasiado, teníamos una cita dos horas después en el Aula Magna de una afamada universidad privada. Y hacia allí me dirigí a pie, acariciando levemente el revólver que en mi bolsillo esperaba su momento. En estos tiempos muertos siempre recuerdo lo que dijo algún poeta: “Las ciudades son libros que se leen con los pies”. Me encanta descubrir nuevos lugares, con su arquitectura y su gente, tan igual y tan distinta a la de mi ciudad.

No me costó trabajo colarme en el acto aquel justo cuando la gran eminencia tomaba la palabra:
—En tiempos de crisis como éstos, la única salida posible está basada en tres grandes pilares: a) Reducción drástica de impuestos para las empresas y los bancos. b) Bajada general de sueldos. c) Flexibilidad del mercado laboral, incluyendo el despido libre—. Fueron sus últimas palabras.

Nunca había apretado el gatillo con tantas ganas. He de reconocer que soy un privilegiado, en tiempos tan difíciles como éstos, somos pocos los que trabajamos en lo que realmente nos gusta.
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lucia
Cruela de vil
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Registrado: 26 Dic 2003 18:50

Re: Ajuste de cuentas. Relato sin género concre

Mensaje por lucia »

Jajaja. Haces que hasta aprobemos el asesinato del capilla ese que describes.

Aunque esta vez te falta revisar un poco la puntuación, que alguna frase he tenido que releerla dos veces.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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