Soy un profesional y necesitaba el dinero. Por eso, sólo por eso, accedí a firmar aquel mezquino contrato. Tantos años soñando con el éxito, tantas horas en la academia de canto perfeccionando mi técnica para acabar así, haciendo ridículos coros para un ñoño seductor de quinceañeras. Y además, para un cantante ya muerto. El colmo, vamos.
Deberían prohibirse este tipo de cosas. Vale que la compañía discográfica quiera aprovechar el morbo de la repentina muerte del ídolo para pillar un buen dinero, pues que lo hagan tal y como se grabaron en su día. Pero no, eso no vende tanto, mejor sacar nuevas versiones reforzadas por músicos de verdad. Menos mal, porque no hay forma de aguantar los berridos de ese mequetrefe en el disco original. Su éxito sólo podría explicarse por evidentes razones hormonales. Ay, estas chicas de ahora tan liberadas…
Un buen trabajo, hasta nos felicitó el director de la compañía y se mostró generoso con nosotros, los músicos profesionales. Una propina que nos vino muy bien a Concha y a mí, agobiados como estábamos con la dichosa hipoteca. Qué injusto es el mundo, aquel niño guapo forrado precisamente por eso, por su belleza y su capacidad de seducir adolescentes. Y yo, que salí del conservatorio con una matrícula de honor, sin llegar a fin de mes sólo por ser más bien feo y soso.
La grabación resultó francamente desagradable y no sólo por la pésima calidad de las canciones. Aunque ninguno de nosotros apreciábamos al difunto, el escuchar su voz de pito y acompañarla un mes después de ser enterrado, envolvía todo aquello en tristeza, se notaba cierto aire de profanación. Por eso lo hicimos con la máxima dignidad posible, seguro que si su fantasma estaba escuchando se habría sorprendido de lo que se consigue con unos buenos arreglos y unas voces trabajadas.
Volví a casa agotado, como si gran parte de mi energía se hubiera quedado allí, en el estudio. Sólo pensaba en acostarme y descansar. Le di las buenas noticias económicas a Concha, que se alegró todavía más que yo, pero lo que de verdad me sorprendió fue que se le escapara una lágrima cuando le enseñé la primicia discográfica que acabábamos de grabar. Uno cree que conoce bien a su mujer tras años de matrimonio pero todavía se lleva alguna sorpresa de vez en cuando. Nunca podría haber imaginado que ella era una de las más fervientes admiradoras de aquel cantamañanas, incluso me confesó que asistió a un concierto suyo sin decirme a mí nada por no molestarme. A pesar de mis negativas, escuchamos un par de canciones lo que provocó que su llanto arreciara ruidosamente. Cualquier muerte siempre es una desgracia, y más tratándose de alguien joven, pero aquello estaba del todo fuera de lugar.
La siguiente sorpresa me la llevé cuando nos metimos en la cama. Concha siempre ha sido una mujer más bien fría y nuestra vida sexual no es de las que pasarán a la historia. Sin embargo, aquella noche estaba muy excitada, tanto que por primera vez en mucho tiempo llegó al orgasmo antes que yo. Lo supe al escuchar unos jadeos totalmente desconocidos para mí. Lo malo es que también pude oír, en voz muy baja pero nítidamente, el nombre de su ídolo.
Reconozco que sufrí un tremendo ataque de celos y que, de no haber estado muerto ya, habría sido capaz de matar al maldito cantante aquel. Pero ahora, una vez arreglados los papeles del divorcio, ya he perdonado a mi mujer y no estoy tan seguro de que aquello fuese del todo injusto por su parte. Al fin y al cabo fui yo quien le llevó a casa.
Dueto (Relato sin género concreto)
Dueto (Relato sin género concreto)
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Re: Dueto. Relato sin género concreto.
Además de soso, se divorcia de su mujer cuando esta empieza a animarse, poco futuro le veo
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
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Re: Dueto. Relato sin género concreto.
Una plaza cuadrada donde torear. Con difunto y sin clarines.
Soñar... ¡Donosa locura!
Blanca de los Ríos Nostench.
Erase una persona tan despistada que se quedó una semana en su casa encerrada pues sus llaves no encontraba.
Blanca de los Ríos Nostench.
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