La lentitud del caracol (Cuento)

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Crow
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La lentitud del caracol (Cuento)

Mensaje por Crow »

Lulú tenía el pelo a lo garçon y los ojos negros. La recuerdo alta, no muy delgada ni tampoco rellena. Dicen que desde que regresé de mi fracasada odisea de robar la hipnótica “luz del norte”, que me abriría el camino, no soy el mismo. Que estoy como ausente, distinto. Jolines, si hasta he vendido mi colección de cromos de Panini y he cancelado mis cuentas bancarias. Amigos, familiares y alguna que otra conquista me preguntaban, ¿qué me había sucedido? ¿Dónde estaba el Juan de siempre, el alegre, quien irradiaba y transmitía optimismo? Yo solo contestaba con cierta tristeza: Lulú.

Y, quizás fuese cierto. Yo mismo me notaba raro desde aquel viaje a París. Sus calles, Montmartre, el cementerio de Montparnesse, el Sena, su catedral y, sobretodo Lulú, a quien solo conocí de verdad durante unas horas, mientras hacía cola para ver Notre Damme, pero que me dejó bien claro, que en la vida hay que aprender a vivir sin aquellas cosas que sean superfluas, insignificantes, así como de las personas que se desprendan de ti. Los problemas hay que soltarlos desde dentro, y lo más importante fue: “que si quería volver a verla debía hacer varias cosas”:

1. Robar una toalla en el Extol Inn.
2. Subir a Instagram, a las doce en punto, una foto del reloj astronómico de Praga y descubrir el simbolismo que oculta.
3. Patinar durante el Wiener-Eistraum y beber Punsch
4. La lentitud del caracol en el camino

¿Qué camino? ¿Cuándo? ¿A cuál se referiría? Claro que durante el regreso de la ciudad de la luz, lo primero que se me vino a la mente fue: El camino de Santiago. Y ahora, meses después lo comprendí. Su aspecto de aventurera, su mochila y sus botas desgastadas de Panamá Jack. Su aspecto era la de una peregrina autentica, de otra época. La imaginaba recorriendo y atravesando ciudades acompañada de su inseparable Milú. Sí, se llama igual que el perro de Tintín.

Una aventura, pensé para mis adentros. Yo que tengo alma de escritor, sueños de bohemio y la cabeza en el suelo y los pies en las nubes, ¿o algo así?, tuvo que salir mi pasión narrativa y mi Indiana Jones personal. No pude evitar sentirme atrapado por el enigma que Lulú me había sugerido, porque lo dijo tan sutil que más que un consejo pienso que fue una sugerencia. Y si me instigan un reto, me abren la puerta hacía el lado aventurero, invitando a viajar, a escribir, a penetrar en el corazón del tornado si es necesario. Me sentía como el Pedro Páramo de Juan Rulfo inmerso en una aventura surrealista y catastrófica.

En París me perdí el primer día. Recordé, de manera confusa, unas palabras o cita del escritor Walter Benjamín: “Perderse en una gran ciudad es como hacerlo en un bosque, hace falta preparación o aprendizaje”. Y entonces la vi. Quizás de no haberme perdido nunca la hubiese encontrado. Cancelé los planes de ese día y me dispuse a seguir a Lulú, aunque su nombre sugiera origen francés, era de Argentina. Del Mar de plata.

Tenía que disfrutar, quizás el termino correcto sea aprovechar, al máximo cualquier señal, sendero o indicio por difícil que se presentase, aunque el placer de viajar absorbe cualquier duda o miedo que pueda surgir.

Reconozco que hacer el Camino me ayudó a superar muchas inseguridades. Me había acostumbrado a los espacios cerrados, inertes, incoloros; que tanta libertad, tanto espacio libre y tanta luz me sanó por dentro, aunque no por completo, ¡esa herida es incurable!

Lejanía, luz, ternura, amor. Es lo que el camino te da. El resto si lo callas, lo ocultas. La lluvia cuyas gotas no mojan; limpian el alma. Los chinarros, los adoquines, las ampollas en los pies que, aunque duelan, son parte de ti. Las huellas en el barro de quienes huyen, de quienes han sido fuertes al abandonar un amor. Aunque no se entienda, a veces el abandono es para hacer un bien. Es la libertad. La catarsis de lo obvio, que no es más que el hundimiento en un pozo sin fondo, que se va rellenando de rutina, silencios; miradas apagadas para acabar por dormir en camas separadas.

Aprendí que cada lugar es diferente, que cada geografía es única. Que los emplazamientos acaban cambiando por el paso del tiempo y según sean interpretadas por las miradas de los visitantes, se vuelven extraños. Conocí a personas dispares, protagonistas de múltiples recorridos, viajeros de distintas épocas. Todos huían antes de claudicar ante el ostracismo de la soledad.

Y es cierto, que no hay nada como los lugares imaginarios donde nos cobijamos del día a día. Entre Lulú y mis miedos, elegí descubrir si el verdadero propósito de El camino, no era demostrar nada a nadie. El verdadero propósito era dejar de engañarme a mí mismo, descubrir que no hay nada mejor como la perspectiva ante cosas nuevas, ante retos nuevos, obligando a la mente a dejar de pensar en cosas triviales y, como ya sucedió en viaje que realicé a New York, la invitación de Lulú me otorgaba la segunda oportunidad para descubrirme, de embarcarme, de sumergirme, incluso de llegar a distanciarme de mi otro yo, hasta que dejáramos de reconocernos al mirarnos en el espejo. Ahora cada reflejo navega por separado en algún rio caudaloso, lejano, ahogando en sus aguas todo aquello que El Camino nos enseñó a distinguir entre la paja y el trigo: un lamento, un quejido, una lágrima. Me enseñó a no tener miedo al murmullo de la niebla ni al siseo del viento. Me enseñó a poder vivir sin ti. A no despertarme cada mañana llorando por temor a olvidar tu cara. A ser el bálsamo curativo de las heridas que causé. Aunque como toda medicina venía con efectos secundarios.

El camino me liberó de mi alter ego, pero me ató a su polvo, al barro que dejó la lluvia, al poder del mismo, a las rodadas de los carros, a las huellas del ganado en los pastos, al hechizo de las meigas, a la belleza de los bellos ojos de Lulú, hipnotizándome hasta el punto de que no puedo huir de mi Comala particular, que como en la novela hay dos vidas distintas y hay que entender el racconto.

El Camino me llenó el alma de paisajes idóneos para alguna película o serie estilo El señor de los anillos, sus ríos vivos de aguas cristalinas y el olor a pino. Sus supersticiones, sus pazos, sus hórreos, su gastronomía. La dulzura de su gente, el Camino fue mi cura.

No encontré a Lulú. El final, la meta, todo comienza con la lentitud del caracol.
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Gavalia
Chucho
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Re: La lentitud del caracol

Mensaje por Gavalia »

En general me ha gustado bastante. Leo poesía sin ser tal, porque veo coherencia general, y leo prosa con cierta magia sin desvariar en demasía cuando uno consigue centrar la lectura. Me sobran un par de cosas en el texto y hubiese preferido que te centraras en el camino y en la experiencia que eso supuso para la liberación del protagonista. Lulu me sobra, y diría que parís también. La historia fluye estupendamente sin necesidad de ellos. Supongo que no acabo de entender esas apariciones en el relato, pero al fin y al cabo es tú historia, y este tipo de relatos son de orden tan íntimo como nuestros propios pensamientos. Por decir algo sobre la construcción, creo que algún que otro punto y seguido en sustitución de ciertas comas lo haría más fluido, nada grave. Por cierto, lo del murmullo de la niebla te puede sonar poético, pero es bastante incoherente. Si acaso la niebla se ve, o incluso se puede sentir, pero hablar...
Buen trabajo socio.
En paz descanses, amigo.
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rubisco
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Re: La lentitud del caracol

Mensaje por rubisco »

A mí también me ha gustado. He interpretado algún mensaje bastante escondido, aunque no sé si sería tu intención, sobre lo beneficioso de la soledad para uno reencontrarse consigo mismo. Entiendo que Gavalia sienta que Lulú le sobra, pero yo la veo como un disparador, una justificación para que el protagonista decida iniciar el Camino de Santiago (sin ella no lo habría hecho). De hecho es casi un thriller psicológico, porque ella le dice que
Crow escribió:“que si quería volver a verla debía hacer varias cosas”:

1. Robar una toalla en el Extol Inn.
2. Subir a Instagram, a las doce en punto, una foto del reloj astronómico de Praga y descubrir el simbolismo que oculta.
3. Patinar durante el Wiener-Eistraum y beber Punsch
4. La lentitud del caracol en el camino
El prota las va haciendo, y cuando las termina resulta que:
Crow escribió:El camino me liberó de mi alter ego, pero me ató a su polvo, al barro que dejó la lluvia, al poder del mismo, a las rodadas de los carros, a las huellas del ganado en los pastos, al hechizo de las meigas, a la belleza de los bellos ojos de Lulú, hipnotizándome hasta el punto de que no puedo huir de mi Comala particular
Dicho de otro modo, no sólo la ha vuelto a ver, es que no la va a olvidar. Lulú le hizo cometer una serie de actos más o menos inolvidables que atarían su recuerdo al de él, lo que refleja una mente bastante simplona (algo de lo que solemos pecar todos).

Por cierto, lo subrayado me ha chirriado un poco, más que nada porque no conocía Comala hasta que lo he buscado por internet. Debe ser un sitio magnífico por la comparación que haces, pero a mí no me dice nada. Con esto quiero decir que los localismos pueden llegar a estropear una buena frase (también puede ser culpa de mi incultura, no lo voy a negar).
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evilaro
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Re: La lentitud del caracol

Mensaje por evilaro »

Me ha gustado....

Espero leer más cosas tuyas.

Saludos
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lucia
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Re: La lentitud del caracol

Mensaje por lucia »

Yo he entendido a Lulú igual que Rubisco.

Y el tema me ha gustado, con el camino como símil de volver a conectar con las cosas pequeñas que dan valor a la vida y con uno mismo. Eso sí, algunas cosas me han chirriado formalmente. Lo malo es que no las copié al leerlas y ahora no encuentro el ejemplo que quería ponerte :oops:
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Crow
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Re: La lentitud del caracol

Mensaje por Crow »

Hola, compañeros. Perdón por el retraso en contestar.

Efectivamente Lulú es el disparador de la historia. Él se enamora a primera vista de ella, la sigue y como un tonto jajaja decide realizar lo que ella le solicita si quiere volver a verla.

Esto da lugar a su interpretación acerca de El Camino. Él piensa que es el camino de Santiago y lo realiza, con las consecuencias que al final del mismo relata.

Aunque el verdadero camino que Lulú se refería: es el camino al interior de cada uno.

Gracias por vuestra lectura y este texto va para una antología que me han pedido colaborar acerca del camino de Santiago en todas sus vertientes: amor, ensayo, suspense, policiaco o algo distinto, pero que esté ambientado en el mismo.

Espero quedar bien y ser seleccionado.

Lucia, cuando recuerdes esos comentarios que ibas a hacerme, te agradecería mucho que me informases acerca de los mismos.

Saludos y espero más lecturas para cotejar impresiones con mirar a corregir el relato.

Gracias.
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Crow
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Re: La lentitud del caracol

Mensaje por Crow »

Gracias, Magali.

Un saludo. :alegria:
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Ratpenat
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Re: La lentitud del caracol (Cuento)

Mensaje por Ratpenat »

Pues a mí también me ha gustado. Buen trabajo.

Por cierto, Rubisco a puesto algo en negrita pero no ha mencionado la redundancia que ahí se encuentra "la belleza de los bellos ojos".

:60:
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Crow
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Re: La lentitud del caracol (Cuento)

Mensaje por Crow »

Hola, Ratpenat. Feliz año.

Gracias por pasar. Ya corregí, en el original, esa redundancia.

Un saludo.
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