Lo lamento, señor ministro (Relato)

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rubisco
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Lo lamento, señor ministro (Relato)

Mensaje por rubisco »

Lo lamento, señor ministro
Relato urgente para enfadar al lector

El ministro sintió en sus carnes la humillación de ser detenido en medio de la vía pública. Había docenas de curiosos mirando y un equipo de televisión que pasaba por allí por una puñetera casualidad y que ahora estaba grabando la primicia de su vida.

El agente apretó las esposas con firmeza pero asegurándose de que no trillaran la piel ni presionaran la muñeca.

―Lamento mucho lo que está sucediendo, señor ministro ―dijo el agente que lo esposaba.

El ministro hizo una mueca de resignación. En el fondo, pensó, podría aun ser peor. Por suerte tenía las gafas de sol puestas, y eso le generaba una sensación de falsa protección que lo ayudó a sobrellevar un poco mejor la detención.

El sargento que coordinaba aquella operación se acercó al detenido.

―Por favor, reciba mis más sinceras disculpas ―se excusó, sin variar su rostro de mala leche―. Sólo estamos cumpliendo nuestro deber.
―Lo sé, sargento… ―El ministro buscó su nombre en la placa de identificación, pero sólo vio un número de siete cifras―. Haga lo que tenga que hacer. No es culpa suya.

La respuesta del ministro desencajó un poco la cara al sargento. Con sensación de amargura abrió la puerta del coche policial e indicó a su subordinado que lo introdujera dentro.

―Cuidado con la cabeza ―dijo el sargento mientras apoyaba su mano en la testa del ministro.

El viaje hasta los calabozos fue lento, tranquilo. El ministro supuso que aquello sería lo habitual, puesto que, una vez detenido el delincuente, podían relajarse de camino a comisaría. Pero lo cierto es que la falta de personal obligaba a cubrir muchos turnos, y por eso los coches de las fuerzas de seguridad siempre van cagando leches allí donde se dirigen. Salvo en esta ocasión.

El ministro miraba con curiosidad a través de la ventana y se sintió aliviado al comprobar que los cristales estaban tintados. De pronto el coche dio un pequeño frenazo y su cuerpo quedó retenido en el asiento. Sorprendido, se miró el torso y comprobó que estaba amarrado.

―Disculpad. ¿Siempre ponéis el cinturón de seguridad a los detenidos?
―Sí, claro ―mintió el conductor.

Ya en comisaría el ministro fue liberado de sus esposas. Sentado en un sofá mullido fue convidado con un hojaldre y un café con leche al que, a petición suya, agregaron un chorrito de licor. Mientras comía, el sargento se acercó de nuevo con gesto grave.

―Nos gustaría dejarlo en libertad tras tomarle declaración, pero el procedimiento nos obliga a ponerlo de inmediato a disposición judicial, así que tal vez deba pasar aquí la noche.
―Sin problemas ―contestó, agitando la mano―. Haced vuestro trabajo sin que os sintáis condicionados. ―Hizo un largo silencio, dio un sorbo al café con leche y sentenció―: Sed ejemplares.

En efecto, el ministro no podía pasar a disposición judicial hasta la mañana siguiente, porque el turno de guardia estaba en huelga protestando por el retraso en los pagos de las dietas. Por ello lo alojaron en un hotel cercano. Una pareja de agentes hacía guardia en la puerta de la habitación durante dos horas, momento en el que llegaba un relevo. Por la mañana, y aunque no estaba contratado, el ministro desayunó en el restaurante junto con los dos agentes de la última guardia, quienes se encargaron de liquidar los gastos a cargo del presupuesto de la comisaría.

La jueza entornó los ojos al recibir al ministro, y los abrió de par en par cuando lo reconoció. Leyó, titubeante, los derechos que le asistían y las obligaciones que eran inherentes a su condición de imputado. El ministro, en voz baja, recitaba los artículos a la vez que la magistrada.

La vista fue rápida y estuvo llena de disculpas. Como los abogados de oficio también estaban de huelga por el mismo motivo que los jueces de guardia, le fue asignado un abogado privado que fue pagado con fondos de libre disposición asignados a la secretaría del juzgado. Después de una semana, el ministro lo despidió y escogió como defensa a la asesoría legal del Ministerio.

Los medios se cebaron inicialmente con el ministro, pero pronto empezaron a surgir otras noticias tanto nacionales como extranjeras, y su caso cayó en el olvido, salvo para algunos medios y grupos políticos marginales que insistían en hablar de la imputación con fines claramente partidistas.

Aunque había sido advertido sobre la lentitud de la Justicia, noticia que le causó sorpresa, el Juzgado pudo sobreseer varios casos de corrupción y malversación de fondos públicos para hacer un hueco en la agenda, que asignaron al caso del ministro.

El fiscal pidió a la jueza la pena de tres años de prisión para el acusado, tras lo que miró al ministro y unió las manos para pedir disculpas. Alguien del público gritó que los cargos que se le imputaban merecían no menos de siete años, y fue expulsado de la sala y llevado a comisaría. Varios asistentes protestaron por no haber sido admitidos como parte acusadora y sufrieron el mismo destino que el primer expulsado.

Al contrario de lo que suele suceder, la fase de instrucción iba a finalizar aquel día. Fue larga, eso sí, pero dos recesos contribuyeron a hacerla más llevadera. El ministro almorzó en un restaurante, compartiendo mesa con el fiscal, y merendó una ración de churros que pidió a medias con la jueza. Todo, por supuesto, pagado por ambos magistrados.

El caso quedó visto para sentencia, no sin antes tener el ministro la última palabra, cuya alocución abrió todos los telediarios de aquel día:

―Señoría, quisiera pedir que el proceso sea lo más honesto posible y se juzgue de acuerdo a lo que dictamina nuestra legislación. No pido una sanción ejemplarizante, pero tampoco un trato privilegiado.

La sentencia se conoció tres meses después. Un circunloquio indescifrable hasta para los juristas más experimentados dio paso al anuncio de la absolución del ministro y a la condena en costas del Estado, abriendo además la puerta a que el exculpado pidiera daños y perjuicios a la Administración por la mediatización del caso y la erosión de su honor personal.

El ministro, su abogado, la jueza y el fiscal se dispusieron a salir triunfantes de la sala, y en el pasillo se encontraron con una muchedumbre furiosa. Temían que fuera una turba descontenta con la absolución del ministro, pero pronto repararon en que miraban con rabia y desasosiego a la sala contigua. De allí salió una mujer arrastrada por dos agentes. Lloraba desesperada y pataleaba con la intención de zafarse, pero no consiguió impedir que se la llevaran a la salida del juzgado, donde esperaba un furgón policial. La turba bramó y siguió a los agentes, que iban escoltados por un ejército de policías. El pasillo quedó entonces casi vacío; permanecieron solo ellos y una multitud de periodistas que cubrían la absolución del ministro, y que estaban ocultos por el gentío. Terminaron de grabar y se fueron.

Un hombre enchaquetado salió de aquella sala contigua. El ministro y su abogado se acercaron a él.

―¿Qué pasó con aquella mujer? ―preguntó el representante del ministro.
―Hizo resistencia pacífica en su desahucio.
―¿Desahucio?
―Sí. Se excusó en la pérdida del trabajo para dejar de pagar la hipoteca y la desahuciaron.
―Debería haberlo pensado antes de dejar de pagar―comentó el ministro―. Estamos rodeados de delincuentes.

El fiscal y la jueza se unieron y permanecieron allí unos minutos charlando y dando la razón al absuelto. Luego se fueron a almorzar al mejor restaurante de la ciudad. Esta vez el ministro se ofreció a pagar y extrajo de su cartera la tarjeta del Ministerio.
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Megan
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Re: Lo lamento, señor ministro (relato)

Mensaje por Megan »

Lo lamento, señor ministro
Relato urgente para enfadar al lector

Y ¿qué te puedo decir Rubisco?
Por supuesto que me enoja, pero la corrupción es de todos los días en todos los países y no veo cómo se puede terminar.
Además, están todos metidos y se cubren unos a otros, lamentable.

Muy bien narrado, como siempre Rubisco :60:
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Edgardo Benitez
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Re: Lo lamento, señor ministro (relato)

Mensaje por Edgardo Benitez »

Sí que has conseguido tu propósito.
¡Hay vida antes de la muerte!
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni les importa.
Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
Pero por poesía, serás mi centro.
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ACLIAMANTA
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Re: Lo lamento, señor ministro (Relato)

Mensaje por ACLIAMANTA »

Debería haberme enojado... pero no.
Será que de tanta exponernos ya han logrado insensibilisarnos?
Buen relato Rubisco.
Sorry, es más fuerte que yo: me raya ese "lo introdujera dentro" :oops:
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rubisco
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Re: Lo lamento, señor ministro (Relato)

Mensaje por rubisco »

Gracias por tu comentario, ACLIAMANTA.

Creo que el riesgo de mi historia es que es perfectamente plausible; no hay ningún elemento imposible de trasladar a la realidad, ni hay exageraciones al estilo Almodóvar. Podríamos verlo cualquier día en cualquier lugar, y eso es lo que puede disparar el enfado o, como en tu caso, no generar sorpresa alguna. Y es triste que hayamos llegado a ello.

Tendré en cuenta lo que comentas en el spoiler :mrgreen: A veces se me escapan obviedades literarias como ésa. Quizá haya que perdonármelo porque en Canarias son muy típicas las expresiones del tipo "baja pa' abajo" o "sube pa' arriba" y acaban pegándose. :icon_no_tenteras:
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Berlín
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Re: Lo lamento, señor ministro (Relato)

Mensaje por Berlín »

Yo, por el contrario que Acli, si me enojo y mucho, es una mezcla de rabia e impotencia. Sorprenderme no, hasta eso han conseguido.

Que suerte tienen de que no seamos unos salvajes, pero vaya que si de mi dependiera instauraba la guillotina.

Buenísimo, compañero.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Gavalia
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Re: Lo lamento, señor ministro (Relato)

Mensaje por Gavalia »

Enojarme, no. Posiblemente algo exagerado en cuanto al procedimiento judicial. La detención creo que es la mejor parte. Lo del abogado no lo veo claro igual que lo del hotel y las comidas. Ningún juez o fiscal se prestaría a ello, no es conforme a la norma. Una noche en el calabozo no mata a nadie, que se sepa, las comisarías no cierran aún habiendo una supuesta huelga. Lo digo por lo de los servicios mínimos.
Dicho esto, me gusta como lo has redactado, aunque la historia, supongo que por manida, no me dice mucho.
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rubisco
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Re: Lo lamento, señor ministro (Relato)

Mensaje por rubisco »

Gava, cómo se nota que no te han detenido nunca mientras eras ministro :mrgreen:

Evidentemente el relato es una exageración en todos sus términos. Incluso me planteé hacer a los agentes excesivamente modosos con el ministro cuando era detenido. Y mira por donde, después de tanta exageración, me encuentro hoy con este titular:

El juez que investiga al presidente de Murcia, de cañas con miembros de la cúpula del PP
http://www.eldiario.bu/politica/investi ... 37543.html

Asumamos que da la casualidad de que el juez tiene varios amigos que son miembros de la cúpula del PP. Incluso en esas circunstancias, un juez con un caso gordo en sus manos sabe que va a ser vigilado y tiene que cuidarse para que la supuesta independencia de la Justicia no se vea en entredicho (lo de supuesta gana peso cada día).

Y por supuesto, está (casi) claro que un juez nunca va a almorzar durante el juicio con una de las partes, pero que hay connivencia en estos procesos es algo que vemos casi todos los días. Y en un relato corto o lo exageras o no te da la longitud para exponerlo :dragon:

De todos modos te agradezco la lectura y las apreciaciones. Siempre son bienvenidas :D



Gracias, Berlin, por leerlo y por enfadarte. La situación que tenemos es para estar enfadados permanentemente, y sin embargo pasamos de puntillas por la actualidad, como si eso fuera a protegernos de sus consecuencias.
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Gavalia
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Re: Lo lamento, señor ministro (Relato)

Mensaje por Gavalia »

Rubiales, eres una brisa fresca que aparece entre la rutina del día a día para rescatarnos del aburrimiento :60:
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lucia
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Re: Lo lamento, señor ministro (Relato)

Mensaje por lucia »

Yo me quedo con el frenazo de los agentes. Y me sorprendió mucho que tardaran tanto en leerle los derechos.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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