En busca del tesoro, la arena se arremolinaba. No era un desierto cualquiera. Ni un oasis cualquiera. Ni un espejismo cualquiera.
En verdad había amor en todo esto.
Como cuando alguien habla para que nadie le entienda.
Como si cada letra escrita fuese un cumpleaños menos, los buitres no descansaban en su afán de espera caliza.
Como si un mar fuese a salir del sobaco de un nómada.
La vida sedentaria de los camellos dejaba sin drogas al sol.
Así pues, éste era un desierto dentro de un desierto.
La última jeringuilla.
Había una carta encinta que subyacía tras el paso de miles y miles de huesos.
Tenía que acabar así, ¿no?
Pues no.
En ella se decía:
"Solo se puede condenar a quien se quiera condenar.
Una vida seca es lo mismo que hablar para que nadie te entienda:
Sabes que lo hacen y que no lo hacen al mismo tiempo.
Así pues, solo queda una opción, querido metomentodo."
Habían arrancado de cuajo el resto.
Estaba visto que Dios quería hablar con alguien que le dejó colgado.
¿Cómo era que había podido leer la carta sin un ápice de humanidad?
Ay, escarabajos peloteros, haced de mí lo que queráis.
Aquí tenéis mierda para un millón de dunas.
Ex cemento (Prosa poética)
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Re: Ex cemento (Prosa poética)
Opino lo mismo que la carta que sobrevivió
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