Marejada (Prosa poética)

[Fiel poesía]

El hada

"Pendencieros.
Propensos a la desacreditación.
Manifestaciones.
Miles de poemas inservibles porque nada entraba en el ojo de la tormenta.
Aun sabiendo que todo estaba en su contra -era lo único que necesitaba saber-.
¿He sido lo suficientemente claro?
Naturaleza, conceptos, palabras. Nada.
Algo así como quemar un diccionario:
No puedo."

Escribió todo esto en su cabeza después de raparse el cero de ese examen que era su puta vida.
Habían entrado en el ojo de su tormenta.
Pero, curiosamente, le importaba un comino ver al correcaminos atrapar al coyote.
Y ser el gran cañón.
Nada importaba.
No necesitaba perspectiva para esto.
Siempre había sido el dueño de la gran pantalla.
De todas las cosas que le quedaban por saber... Se hizo un ovillo.
¿Cómo podía poner el mundo a su favor, que todo Dios le hiciese la ola?
¿Importaba ello?
Se asentó en el conocimiento.
Mató su curiosidad.
Y no, no era producto de ella su conocimiento.
Dijo hacerlo entendible como una ola.
Al fin y al cabo, ¿qué ola podía llevarse todo?

Lupanar

"No hay esperanza para los malditos.
Has cruzado el umbral satánico.
¿Quién te dice que puedes ya dejar de escribir?
¿El conocimiento?"

Alas de aceite

"¿Quién te dice que puedes ya dejar de vivir?
La expectación será eterna.
¿Esperas algo de esta podredumbre?
¿Te empeñas en ir en contra de todo?
El diablo te espera."

Dunas de orina

Siempre hemos soñado con un cielo escolástico.
¿Cuál ha sido tu misión?

El hado

Resolvería el mundo en un día.
Nada. Nada de nada.
Nanananananay.
Hay orugas que se te cuelgan del cuello como si se te fuese la vida en ello.
Dita sea, mi obviedad.
Dejadme amaros a todos en paz y os daré la poesía en una bota de vino.
Solo tengo este cuerpo machacado y revelaciones oníricas.
Dejadme, en serio, ésta es mi voz.
La que sueño con tener, la que no puede más que condicionarse.
Sí, soy yo, Ricardo.
Un tal Ricardo López Castro.
Un tal y cual.
Palabrería barata.
Para vosotros puede que sí, pero por un martillazo en el meñique que solo sé apostar mi vida y hacer trampas.

Mandamientos y posguerra

Ábreseme el cielo.
Un yunque despiadado.
Entre ceja y ceja.
Ábreseme el cielo.
La casa, ¿qué casa?
El cielo solo.
Ábreseme, tras cerrar todas las puertas.
¿Qué catástrofe huele a entrecejo?
Una muñeca de trapo.
Un pañuelo.
Ábreseme el cielo.
Oh, puertas cerradas, tenéis la llave de mi corazón.

Dos versiones del paraíso

¿Que si hablo con Dios?
Claro que sí.
No tenéis ni idea de lo que esto significa para mí.
He rechazado todo contacto sentimental por esto.
Me dejo el alma en esto.
No sé si Él lo sabe.
Lo que llevo dentro es que éstas no son palabras bonitas porque están hechas para llorar.
Yo nunca elegí esto.
Ello me eligió a mí.
Y por supuesto que he creado distancia entre las personas y yo.
¿Cómo sino iba a hacerlo?
¿Que si hablo con Dios?
Nada me duele más que no hacerlo.

La serpiente

El hurto de las almas ha dado su fruto.
¿Quién no rompe el paraíso una y otra vez?

Nadie juega a ser Dios

Habría podido saber de mi historia a través de cualquier pregonero. A mi voluntad todo ha sido fallido.
Si solo sirvo para dar luz, que se compren una bombilla.
Por más sagradas que sean mis palabras, siempre nos quedará la última cena.
¿Que si tengo fe en mí?
Habría sido más práctico comprarme una máquina del tiempo.

¿A qué has venido?

Siempre nos quedará el día del juicio para hablar a calzón quitado -a puertas abiertas. No se admiten confesiones-.

[lucia]

El hada: los sunamis se lo llevan todo.
Lupanar: el conocimiento a muchas personas les impele a escribir mas aun.
Alas de aceite: redondo para expresar el desencanto del narrador.
Dunas de orina:
El hado: hay muchas formas de tener voz propia. Tú elegiste esta, que no es tan original ni particular como pareces pensar.
Mandamientos y posguerra: otro que te ha quedado bien; aunque no sepamos muy bien a qué huele el entrecejo, tiene pellizco.
Dos versiones del paraíso: ¿te confiesas? Sea verdad o no, suena bien.

[Fiel poesía]