El almuerzo (Microrrelato)

[bouvila]

El restaurante presumía de las mejores vistas de la bahía. Borja y la mujer que lo acompañaba disfrutaban de un almuerzo en una de las mesas mejor situadas de la terraza; las generosas propinas que habitualmente dejaba él daban sus frutos. Los vermicelli alle vongole estaban exquisitos y el vino blanco con el que los regaban era una autentica delicia al paladar. La cuenta no sería barata, pero Borja estaba seguro de que valdría la pena.

Borja se regocijaba recordando el fortuito encuentro de hace unas horas sin prestar mucho atención a la historia que ella le relataba. A pesar de ello, no le resultaba difícil que su expresión reflejara un sincero interés por la conversación. Aunque el inexorable paso del tiempo había comenzado a hacer mella en su rostro, seguía siendo muy atractivo. Sin embargo, lo que más llamaba la atención de él a las mujeres eran sus exquisitos modales. La preciosa veinteañera que lo acompañaba parecía evidenciar que todavía le quedaban valiosos territorios por conquistar.

Las voz del camarero ofreciéndoles algún postre lo sacó de sus pensamientos. Tras negar el ofrecimiento con un leve gesto, consultó el reloj. Era el momento del asalto definitivo. Posó lentamente su mano sobre la de su acompañante y le propuso pasar la bochornosa tarde de verano en un precioso hotel cercano. Ella tardó unos segundos, que a Borja se le hicieron eternos, en aceptar su ofrecimiento. A continuación, se levantó de la mesa disculpándose por tener que realizar urgentemente una llamada a su trabajo para que le permitirían ausentarse.

Bajo la atenta mirada de Borja, se dirigió caminado despacio hacia la puerta del restaurante. La atravesó y continuó caminando hasta el aparcamiento sin ni siquiera hacer el amago de sacar su teléfono del bolso. Se felicitaba por su actuación. Sus profesores de arte dramático estarían orgullosos de ella. Estaba deseando contarle los detalles a la amiga que la había metido en ese embrollo. Al parecer, su tía le rogó tan insistentemente que buscara a alguien para intentar seducir a su marido que no le quedó más remedio que prometerle que haría todo lo posible. Su amiga le contó que había cedido sólo por complacer a su tía, pues estaba completamente segura de que, pasara lo que pasara, Ariadna nunca dejaría a su marido.

[lucia]

Aquí la mención de Ariadna añade confusión al relato, porque la amiga seductora no tiene porqué saber que la tía se llama Ariadna. Y tampoco tiene sentido montar el numerito si sabe que Ariadna no va a dejar a su marido pase lo que pase.

[bouvila]

Lucía.

No se te escapa una

En mi opinión, creo que se sobreentiende que su amiga le ha contado toda la historia. Ella se ha comprometido a hacerlo para que su amiga pueda cumplir la promesa que le hizo a Ariadna. Por cierto, esta Ariadna es la misma que la del microrrelato de la cena

Gracias por tus siempre interesantes comentarios.