Hay una luz en el baño (Relato)

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transcribiendo
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Hay una luz en el baño (Relato)

Mensaje por transcribiendo »

Cuando por fin se acabó la fiesta cerré la puerta y evalué el desorden del piso, no era mucho, pensé que iba a ser peor... no sé cómo se me ocurrió organizar una fiesta de disfraces en mi casa. Bueno, sí, estaba impedida, con muletas, reposo obligatorio y esas prescripciones típicas que hacen los médicos cuando tienes un doble derrame suprapatelar en la rodilla y eres una deportista a quien los medios de prensa van a ver a sus partidos de voleibol.
Un sonido tan cotidiano y doméstico como la cisterna del servicio me devolvió a la realidad, me había quedado abstraída por un momento, pensando en la Súperliga Femenina de Voleibol, de modo que caminé entre el confeti y las serpentinas por el piso, llegué a la puerta del baño y se abrió delante de mí... iba disfrazada de jugador de fútbol americano con una camiseta 4XL de los Hurricanes de Zaragoza, con el apellido SIERRA en la espalda. Bonito disfraz, le dije. Era un comentario sarcástico, cargado de intención... igual a ella le hacía gracia lo de la transexualidad en el deporte, pero a mí no mucha, no si se hace para burlarse.

Y se presentó:
- Me llamo Luz, soy amiga de Isa, de Iria y de Alba. Nos presentaron cuando llegamos a la fiesta pero luego me senté en un rinconcito y supongo que a nadie le apeteció hablar conmigo, porque nadie lo hizo, y a nadie le importó que me sentase mal algo que comí y creo que he terminado de reponerme un poco tarde. Lo siento. Si ya se ha marchado todo el mundo supongo que debo irme.

Luz era baja y delgada, a duras penas se podían ver sus brazos y parte de las piernas debajo de la camiseta súper grande de fútbol americano, su pelo era moreno, muy oscuro, liso y corto, ojos marrones oscuros, intensos, su mirada era dulce y amigable. Su voz resultaba familiar, aunque no la hubiera escuchado nunca, era de esas voces que no destacan por nada y hablaba como si no quisiera molestar o hacer ruido al decir lo que pensaba. Sus labios eran esculturales, casi perfectos, como de una estatua de mármol, pero viva, si me descuido me hubiera descubierto mirándole embobada mientras hablaba.

No lo pude evitar, le dije que se podía quedar, si le apetecía charlar un rato... y se quedó, pero antes me ayudó a recoger parte de los desperdicios y llevarlos a la cocina, así la sala parecería limpia por la mañana y sólo quedaría pendiente la cocina. En verdad, antes de hacerlo me pidió permiso para quitarse el disfraz, como si fuera necesario pedir permiso para algo así. Y claro que le dije que sí, le ofrecí un hueco en el armario del hall y colgó en una percha la camiseta con la armadura de plástico y cartón que llevaba debajo. También guardó el casco reglamentario que complementaba el disfraz.

Y apareció una chica atlética, con más bíceps que yo, que siendo trans no se podía decir que no tuviera unos buenos bíceps, pese a que creí entender entonces el disfraz, cuando terminamos le pregunté por él. Sin duda se trataba de parecer más pequeña dentro de aquella armadura, pero posiblemente le era bastante ajustada. Una camiseta de tirantes anchos como las que yo llevo en los partidos de voleibol era casi todo lo que llevaba debajo, eso y unos microshorts vaqueros de color negro.

Nos sentamos en el sofá gris marengo que preside mi salón, extendimos las banquetas, nos recostamos, encendimos una lámpara auxiliar y dejamos que el resto quedase en penumbra. Hasta que nuestra vista se acostumbró y la luz de la calle resultaba casi excesiva. Le volví a hablar del disfraz, ahora esperando una respuesta, y le dije que ir “de deportista transexual” a una fiesta organizada por una deportista trans... tenía cierto tono de burla. Me dijo “soy fan tuya desde que saliste en la prensa, y ya te dije que soy amiga de Isa, de Iria y de Alba, me pareció ocurrente, pero en absoluto pensé en burlarme.” y se disculpó si acaso me había parecido una burla. Me contó que estaba estudiando psicología en la UNED, pero que también trabajaba en una compañía de seguros, y luego entrenaba muy duro en uno de sus dos deportes favoritos. Viviendo en Galicia el segundo lo practicaba sólo en verano, porque el mar suele estar menos frío, o eso le parecía a ella. Me hizo gracia escucharla hablar con tanta honestidad, sinceridad y naturalidad, era como “estar en casa” me decía, y sin ningún reparo de sus complejos al ponerse el bikini o un bañador, y cosas de esas... se dio cuenta de que me estaba riendo por lo bajo y entonces estallamos en una carcajada conjunta. Se disculpó pero le dije que ni de broma debía hacerlo, cada una tiene los complejos que tiene, yo los propios de una transexual, ella los propios de una campeona de halterofilia deportista desde muy joven.
Sintonizamos bien, hablamos de esos complejos un rato, y de otras cuántas cosas más, como de glorietas y rotondas, de la señal V-13, reímos juntas, y sin darnos cuenta acabamos recostadas en el sofá la una sobre la otra.

Sintonizamos bien muy rápidamente, compartimos complejos, yo los propios de una transexual, ella los propios de una deportista desde muy joven. Reímos y lloramos, sin darnos cuenta acabamos recostadas en el sofá la una sobre la otra. Era sencillamente mágico, un momento precioso, de confianza y complicidad. Sin más.

Sus brazos hercúleos me abrazaban con tal firmeza que jamás pensé sentirme tan cómoda y segura en manos de alguien así, las chicas con las que había estado hasta ahora siempre eran menudas, delgadas y con poco contorno. Ella en eso me ganaba, que ya es decir. De hecho surgió el tema, se puso de rodillas con sorprendente habilidad, se disculpó por estar calzada, le dije que daba igual. Estaba sentada sobre mis muslos, tan arriba como le era posible y mirándome de frente me dijo si quería probar a adivinar la talla de su sujetador. La agarré con las manos por los laterales de su torso y con suavidad tiré de ella hacia mí. Hasta que perdimos el equilibrio y terminamos horizontales en el sofá, con las caras pegadas y mudas, en un silencio abrupto (pero cómodo) y lo dejamos que durase un poco. Lo que nos hizo reír, pero en medio de la risa nos besamos. Y al besarnos ella se desprendió de su camiseta y empezó a hacer lo propio con la mía... le paré las manos y le dije que se descalzase, momento que aproveché y me quité la camiseta yo misma, para evitar todavía la sorpresa que antes o después, por ese camino que iban las cosas, iba a descubrir... una vez descalza apagó la lamparita y regresó a la misma posición del primer beso. Y repetimos, relajándonos y dejando que nuestros brazos compitieran por abrazar más y más a la otra.

Me desperté en la cama de la habitación de invitados, tenía puestas mis mallas de la equipación de voleibol, solamente... y la habitación tenía la persiana levantada, había dos chándal en el suelo, varias camisetas, una de ellas no era mía, era blanca (yo no uso ese color debido al tatuaje de la espalda, que nunca quiero que se calque a través de la ropa)... y había unas bragas que, sin duda, no eran mías... imposible de ese tamaño... unos shorts vaqueros de color negro y un sujetador deportivo que no alcanzaba desde la cama, ¿qué había pasado?

¡Yo di una fiesta, pero...!

Entonces la puerta se abrió y apareció una chica con mi camiseta de voleibol y una bandeja con dos desayunos... irradiaba una luz que no había visto jamás. Su nombre, Luz, claro... 33 años, atleta, campeona de halterofilia, corredora y ciclista ocasional y nadadora de travesías. Su otro deporte preferido, claro, de ahí que en Galicia sólo lo practique en verano. Su pelo largo, moreno, liso como jamás habría imaginado, excepto en películas japonesas. Le falta una muela, pero ni se le nota, ni se le ve, me lo confesó cuando empezamos a confesarnos cosas esta madrugada.

Le pregunté, no estaba segura;
- ¿Qué ha pasado entre nosotras?

Y me dijo que lo habíamos pasado bien, sintonizamos después de la fiesta, hablamos mucho, nos besamos un rato en el salón, hasta que a ella le dio por levantarme en brazos y traerme a la cama. Me dijo que mi cama era muy estrecha. La verdad es que sí, con esta complexión se queda corta para nosotras dos, mide 1'05m. Luego me preguntó si ya me acordaba del resto, repetí una vez más que no, que estaba muy cansada y que dormí profundamente. Me miró a los ojos y me dijo:
- La verdad es que pareces sincera, pero me resulta tan extraño que no recuerdes lo otro que pasó.
Le insistí en que no, que no me acordaba, lo cual me hizo pensar en algo prácticamente imposible. ¿Habríamos tenido relaciones sexuales? Y dijo que era mejor así;
- La verdad es que si no te acuerdas es mejor que no te lo diga. Tampoco tiene la más mínima importancia.

- Mira, Luz, si esta madrugada ha pasado algo entre nosotras, haya sido bueno, o malo, y no me acuerdo porque estaba inmensamente cansada y me desplomé, más allá de dormirme, creo que es mejor que me lo cuentes. ¿Acaso, que no creo, mantuvimos relaciones sexuales?

Me preguntó extrañada por qué a la vez que le estaba preguntando si había habido sexo, decía casi segura que no, y añadió ¿tan malo habría sido? Negué con la cabeza, pensando para mis adentros, estaba segura de que mi reacción no habría sido esa... no me habría dejado llevar tan lejos, conozco mis límites, quizá no quería decírmelo pero... y entonces ella rompió el silencio en el que estaba inmersa pensando en mis cosas “...hubo un momento en el que intenté meterte mano y trataste de abofetearme...”
Y ahí me quise morir...

- ¿Que te pegué? (Exclamé con todas mis fuerzas).

Trató de calmarme y callarme... dijo que la culpa había sido suya, repitió “acabo de decirte que traté de meterte mano cuando te quedaste dormida”... “quizá fui demasiado lejos”...
Insistió en que se lo merecía por no entender la situación. Que el resto de la noche la pasamos hablando, jugando a ponernos ropa, y que ella pensó que una cosa llevaría a la otra, pero la verdad fue que yo me quedé dormida poco a poco. Y terminó diciendo que no sólo me perdonaba por la bofetada, que no había ni siquiera llegado a dársela, se empeñó una y mil veces en disculparse porque, “la verdad es que me había pasado de la raya”, decía. Y añadió:

- Yo ya había leído todas tus entrevistas en la prensa, hasta tu Twitter y tu página de Facebook, y sabía de sobra todo lo que dices de que eres célibe pero, por un momento, aunque que dijiste que parase, pensé que podía ser fachada y seguí para comprobarlo. La culpa era mía, fue mía, porque vine sabiendo de sobra los límites y aún así forcé las cosas. (Se quedó callada mirándome con una expresión en los ojos que sólo conocía en Sofía).

- Pero bueno, ha sido una noche divertida, por lo demás. (Añadió).

Y una lagrimilla corrió por su mejilla mientras dos lagrimones brotaban de mis ojos. Dejó la bandeja en el suelo, sin arquear la espalda, con una flexibilidad pasmosa, dejando ver su sexo al estar agachada del todo. Y rápidamente vino a la cama a sentarse a mi lado. Las dos lloramos, yo me disculpé y le pedí perdón y ella me lo pidió a mí, no sé quién llevó la cuenta pero parecía un partido de sets, por cada vez que yo decía algo, ella lo decía dos, y yo lo decía tres, y así... Finalmente nos cansamos de llorar y de perdonarnos. Nos quedamos abrazadas mirando el desayuno en el suelo.
Pasaron unos minutos y entonces me dijo;
- ¿Quieres tus cosas, las muletas y lo que quedó en el salón?

Entendí a qué se refería, sin duda ya daba igual, imagino. Le dije que no, que se quedase a mi lado. Pero se levantó para ir de dos saltos hasta la puerta. Me reí al volver a verle agacharse, doblaba las rodillas, las separaba, bajaba sus enormes brazos musculados paralelos, la camiseta dejaba ver el vello de su entrepierna y, entonces, en milisegundos estaba en pie, con la bandeja horizontal y a la altura del pecho, más o menos.
La trajo hasta la cama y desayunamos, me felicitó por tener soja, le dije que hacía 14 años que era vegetariana y no tomaba leche, se mostró admirada y sorprendida, me besó con una gota de soja escurriéndose por su barbilla y se la recogí con un beso mío. Nos dijimos que las dos juntas nos ayudaríamos a ser vegetarianas un poco más estrictas cada día. A ver si alcanzábamos la meta de ser deportistas veganas, y transexuales, jajajaja
Dijo que eso segundo me lo dejaba para mí, que me quedaba muy bien y era un gran ejemplo para el colectivo, que le parecía fantástico que se hubiera visibilizado tanto en los medios y esas cosas.

Al terminar de desayunar ella se fue a la ducha y yo me fui dando saltitos hasta el salón a rescatar a mis olvidadas muletas. De modo que ya me sentí libre para moverme con autonomía y empecé a recoger el dormitorio, la ropa del suelo, llevar mis cosas a mi armario, doblarlas y colocarlas, etc. Miré por la ventana cuando oí el paso de una ambulancia de Cruz Roja seguida de la Policía Local y me quedé ensimismada, pensando en que algún día yo conseguiré ser algo más que una transexual marginada y excluída socialmente que se dio a conocer por hacer deporte. Y en esas estaba, absorta, como me quedo muchas veces, cuando unas manos me rodearon por la barriga. Estaban calentitas, y sus brazos también. Me besó en la nuca y me dijo.
- Cuando escuché las sirenas desde el baño supe que te encontraría mirando por la ventana.

Y sonreí feliz, y ella me devolvió la sonrisa a través del reflejo de la ventana, donde las dos estábamos tan espléndidas, tiernas y guapas, abrazadas como si arrastráramos una larga relación.
Y le dije:
- ¿Te imaginas...?

Sin haber acabado, ya había dicho que sí y con sus brazos me había girado casi en el aire y estábamos besándonos.
Y por primera vez en mi vida me atreví a darle un abrazo de koala a alguien.

Yo era sumamente feliz en sus brazos y no quería bajarme nunca.
Sin embargo me posó en el suelo y se despidió.
Bueno, nos despedimos durante más de noventa minutos, era obvio que ella no quería irse y era obvio que yo no quería que se fuese, pero a veces las cosas son así, reales, y no como una las sueña.
Fueron tantos los besos que nos dimos, abrazos y más abrazos, que era imposible despegarnos, aunque como ya dije acabó yéndose, no sin antes acariciarme desde las orejas a la yema de los dedos con tanta parsimonia que llegué a creer que me habían crecido últimamente, en serio. Fue un recorrido lento, largo, delicado y sensual. Se paró a dibujar con los dedos las líneas musculares y seguir la veta de las fibras, poniendo cada uno de mis vellos de punta... bueno, estoy tan depilada que creo que no había vello alguno que poner de punta. Pero hubo algo que sí recogió todos esos impulsos, una parte de mi cuerpo, inerte y dormida, ignorada desde hace años volvió a la vida para decir "aquí estoy" y me sonrojé...
Luz notó esa reacción de mi cara y me miró intrigada, sin darle respuesta dejé que siguiera, y llegó hasta los dedos y los entrelazamos.
Entonces sí fue cuando la abracé y siguiendo un impulso inconsciente que no sé de dónde salió (o quizá sí lo sé) justo allí, bajo el umbral de la puerta, apreté mi cuerpo entero contra el suyo y con su mirada me hizo saber que estaba notando las ganas de volver a verla que tenía.

Me dio un beso en la mejilla y se giró. Cerré la puerta tras de mí para no verla marchar.

¿Y ahora qué iba a hacer? Había encontrado una nueva luz con la que sentirme iluminada, que sin duda me iluminaba la cara con la enorme sonrisa que me dibujaba. Pero habíamos empezado el día hablando de paz y armonía, de afecto y amistad, de celibato y castidad, y terminamos la mañana así, con una erección... que por lo menos no era involuntaria, ni traumática...
...pero voy a tener que dejar de depilarme, creo que prefiero tener los vellos de punta!

Blong

Sonó la BlackBerry en el dormitorio.

Pero vi cómo estaba la cocina y decidí pasar de ella y de quien quiera que fuera.
Me puse a recoger, con cuatro bolsas empecé a separar cristales, bueno, vidrio... plásticos, latas y envases... orgánicos y papeles o cartones sucios... papeles y cartones limpios... y junté unos cuántos tapones para uno de esos proyectos solidarios. No me llevó mucho tiempo, algunas de las bandejas de pinchos y canapés las dejé para el final y parte me la comí, me hace gracia, sentada en el suelo, con varias bolsas de basura alrededor, comiendo sobras de comida del día anterior. Quien me viera pensaría muchas cosas, pero ninguna buena o positiva. Sin embargo era la mujer más feliz del mundo en aquel momento y en aquellas circunstancias, sí, sin duda alguna era feliz.
Y no insisto porque sé que nadie me creerá, sólo estaréis pensando en las bolsas de basura y en lo frío que está el suelo de una cocina, y lo entiendo, pero nada de eso importaba, de verdad.

Guardé parte de comida para la noche, en la nevera, me desplacé a gatas hasta allí y de nuevo hasta las muletas.
Me puse en pie y desde esta perspectiva, sí, tenéis razón... era ridículo ser feliz sentada en el suelo de la cocina y rodeada de bolsas de basura amarillas, rosas, verdes y azules. Incluso quizá creéis que soy una paranoica por tener bolsas de basura de colores, ¿verdad? Tuve que hacer seis viajes para acercar las bolsas a la entrada, porque al usar muletas no podía llevar más de una de cada vez. Y tampoco iba a ir a ninguna parte, dado mi estado y la necesidad de hacer reposo con la pierna en horizontal.

Cuando vi que era suficiente me fui al salón, quedaba algo de confeti pero iban a venir mi BAE y Bea a ayudarme, de modo que eso se lo podía dejar a ellas. Me fui al cuarto de baño, lo encontré recogido y no parecía que se hubiera duchado nadie allí, de no ser por las gotas del tercio superior de la mampara, que solían ser las que más tardaban en secarse. Me gustó esa sorpresa, no había ni un tarro o bote de la balda del espejo fuera de sitio.

Seguí mi camino hacia mi dormitorio pasando antes por el de las visitas y vi que la cama estaba hecha, las sábanas usadas dobladas encima de una silla, no parecía que hubiera pasado algo tan increíble esa noche. Parecía que no hubiera pasado nada, la verdad. Y seguí hacia mi dormitorio.
Me vi reflejada en la ventana desde el umbral de la puerta y recordé que hace unas horas ese reflejo estaba más completo, mi ropa ordenada y colocada en su sitio, mi cama sin deshacer, claro... y mi BlackBerry dando señales de vida desde la mesita de noche.
Bajé la persiana hasta la mitad y entonces sonó de nuevo la BlackBerry, decidí que era hora de ver quién había escrito... me metí en la cama y acomodé mi pierna lesionada en horizontal, para hacer reposo. Tomando en la mano el que se había convertido en mi único medio de contacto con el mundo exterior desde mi lesión de rodilla.
Habían escrito Bea y mi BAE para confirmar que una llegaba a las 16:30h y la otra llegaría a las 17h.
Bien, dije, tenía ganas de contarles lo que había ocurrido.

Y entonces un mensaje desde un número desconocido me decía;
"No se lo cuentes a nadie, por favor!"

Miré mi BlackBerry durante unos segundos y antes de contestar consulté el registro de llamadas. Pero no había ninguna novedad, de hecho era imposible que la hubiese usado nadie, mi BlackBerry tiene contraseña y es inaccesible, excepto para Sofía.

Entonces cómo era que ese mensaje de WhatsApp desde un número desconocido me decía;
"No se lo cuentes a nadie, por favor!"

Miré mi BlackBerry otra vez, mi BlackBerry es inaccesible, excepto para Sofía, ella sí sabe la contraseña, sabe hasta mi contraseña en las redes sociales, y yo las de sus perfiles. Somos como una, como hermanas, como una pareja que no lo es. Sin duda es mi mayor prioridad en la jerarquía de importancia, por eso es mi BAE.
Pero volviendo al mensaje...

Pensé un rato en el origen y el significado de aquel mensaje, cuando me llegó otro mensaje.
"Le he pedido tu teléfono a Miguel Ángel, el director deportivo de tu club, haciéndome pasar por alguien de la aseguradora de la federación y diciendo que era para pedirte una cita. No ha sido nada complicado, la verdad. Pero no quería pedírselo a Isa, ni a nadie más... porque me harían preguntas y no quiero que nadie lo sepa. Confía en mí, igual que hiciste esta noche pasada y te lo explicaré muy pronto. Un beso. Luz."

Bueno, ya sabíamos de quién era... y teníamos una idea de lo que significaba.
La chica había sabido intrigarme y me había dejado inmersa en un misterio del que costaría salir. ¿Se lo podría contar a Sofía? Ella era mi BAE y siempre lo había sabido todo, es más, seguramente se daría cuenta de que pasaba algo que no le estaba contando, me conoce demasiado bien, sabe leerme los ojos.
Los cerré y pensé en ello. Pero me quedé dormida.

Me desperté con el timbre de la puerta, eras las cuatro y media de la tarde, pasadas. Me desperecé, abrí los ojos lo más que pude y miré la BlackBerry, tenía un montón de mensajes sin leer. La eché en la mesita de noche y dí un grito al tiempo que me levantaba en equilibrio y tomaba las muletas para ir hasta la puerta. Y la abrí para que entrase Bea, me dijo que venía un poco antes para poder irse un poco antes, porque le había surgido algo. Entonces entendí, era Sofía la que llegaba tarde, ella dijo a las 16:30h y eran casi menos cuarto.
Beatriz tomó el aspirador y la escoba, el recogedor y una bolsa de basura, se puso a limpiar el salón y poco después entró Sofía con sus propias llaves. Cuando alquilé el piso una de las condiciones que puse es que me dieran dos juegos, para poder darle uno a ella. Y desde entonces ella siempre ha tenido su juego de llaves y la libertad de ir a mi casa cuando le ha apetecido. Sofía dijo que limpiaría el baño y pondría la lavadora, con las sábanas y alguna otra ropa que tenía yo para hacer la colada.

Estuvieron un par de horas limpiando y recogiendo todo, lo dejaron más limpio que antes de la fiesta.
Hubo una sorpresa con la que no contaba cuando Sofía fue a dejar o coger algo del armario de la entrada. Había un disfraz de jugadora de fútbol americano colgado en una percha. Me hice la loca y no contesté... Sofía me miró con una cara de expresión extraña (yo sabía que ella se estaba dando cuenta de que no me apetecía contar "algo" relacionado con aquella súper camiseta y el casco) pero siguió haciendo sus cosas, aunque me volvió a mirar a los pocos segundos, con la misma mirada (quería decir "no me tomes por tonta, sé que hay algo, cuando no esté Bea me lo vas a contar") y fue algo que repitió varias veces.
Bea se fue cuando quedó todo en órden y me dio un abrazo;
- A ver si vuelves pronto a la pista y te veo jugar, que tanto sales en la prensa que es una pena no haberte visto todavía en un partido. Y si necesitas cualquier cosa, como ahora, no dudes en llamar, para lo que te haga falta, como si necesitas que venga a cocinar, me das las instrucciones y hago lo que me vayas diciendo.

Se lo agradecí y se fue...
Entonces Sofía se me acerca y me dice:
- ¿Estás cómoda en el sofá?

Yo me río pero su cara es tan seria que sin duda no es el momento de reírse.

- No te lo puedo decir, pero tienes razón que encierra una historia. En serio, todavía no sé por qué, pero me han dicho que no se lo diga a nadie y eso me temo que te incluye a ti, aunque tú tengas todas mis claves. Serás la primera en...

Blong

Sonó la BlackBerry en el cuarto y Sofía salió casi disparada a buscarla. Toma, me dijo al traerla, mírala y contesta. A lo mejor es de la persona que venía dentro de ese saco. Sí, yo también creí que eso desvelaba un sentimiento parecido al de los celos, pero Sofía había sido muy clara, llevaba más de cinco años sin ser mi pareja y asegurando que no volveríamos a serlo (aunque a menudo se comportase como si lo fuéramos)...
Se la pasé y le dije que me la desbloquease, lo cual hizo sin modificar la mueca seria e inquisidora.

Miré los mensajes, los primeros eran de Bea explicando que iría antes, que estaría menos tiempo, los otros eran de Sofía, que llegaría más tarde. Y luego estaban algunos mensajes de Isa y del número desconocido que había usado Luz para pedirme que no contase nada.
Isa me preguntaba por la fiesta, era una pregunta general, sin nada que pudiera resultar extraño. De modo que le respondí que bien, que todo genial, que ya había conseguido recogerlo todo gracias a Bea y a mi BAE. Que había sido una experiencia genial y que ahora me tocaba terminar el reposo. Se alegró de ello y me felicitó por la casa, me dijo que le había gustado mucho la casa y la decoración de las paredes, lo cual le agradecí. Y pese a que resultase brusco le dije que ya le contaría lo de las paredes en otro momento y me despedí.

Sofía no dejada de mirarme... y yo le iba contando lo de Isa a medida que lo iba haciendo.

Pasé a los mensajes de Luz.
"Quiero verte."
"Me he dejado el disfraz, me lo llevo cuando vuelva a verte."
"Hoy salgo del entrenamiento muy tarde, pero me gustaría pasar a verte."
"Espero que no estés enfadada, quiero hablar contigo y explicarte."
"¿Te he dicho ya que quiero verte de nuevo?"
"Espero que tu silencio sea equivalente al tiempo que estás durmiendo y que no te dejé... cuando despiertes, contesta."
"¿Necesitas que vaya ayudarte a limpiar lo de la fiesta?"

Miré a Sofía. Le dije;
- Voy a contestarle a la dueña del disfraz que puede venir a buscarlo cuando quiera, me ha mandado algunos mensajes, diciendo que igual viene esta noche al salir del trabajo.

No te puedo contar nada más, esta noche hablaré con ella, a ver por qué me ha insistido en que no contase nada. Cuando pueda, eres la primera a la que se lo cuento. De verdad.
Y entonces Sofía se calmó, me sugirió ir al dormitorio, para que me metiera en la cama, le hice caso, ella se quedó a esperar que terminase la secadora y luego trajo las sábanas y la ropa a mi habitación para doblarla y guardarla. Desde mi transición había sido muy selecta con a quién dejaba ver mi ropa y muy celosa de esconderla para que nadie la viera. Por eso usaba secadora, entre otras cosas, para evitar tenderla y exhibirla.

Me estoy refiriendo entre otras cosas a mi ropa interior... esa que voló por el aire y por el suelo de la habitación esta noche pasada. Algo que si Sofía supiera, se tomaría muy mal.

Sobre las 23:30h estuve cenando algunas cosas en la cocina y entonces me escribió un mensaje Luz.
"Salgo ahora del entrenamiento, voy para ahí, tengo muchas ganas de verte."

Usé la BlackBerry con celeridad para contestarle que no timbrase, que se situase bajo mi ventana y le dejaba caer las llaves para subir.

Sofía se fue después de guardar mi ropa interior... y sin saber que era la misma que voló por el aire y por el suelo de la habitación esta noche pasada. Yo prefería no mirarla mucho a la cara, porque entonces me leería la mirada y se acabaría enterando de más de lo que podía contarle.

En el edificio teníamos uno de esos porteros que anuncia que la puerta está abierta y hemos pedido que regulen el volumen pero todavía sigue estando muy alto, van a ponerle un relé para que por las noches suene menos, a la mitad. Y el timbre de arriba de mi casa asusta, el dueño me dijo que aceptaba traer otro pero tengo que ir a elegirlo al almacén. Si no puedo ir yo esta semana le diré a una amiga que hace reformas que vaya ella, que lo elija y que me traiga uno menos estridente, más hogareño, que invite a abrir. Ya se verá.

No tardó mucho en llegarme otro mensaje de Luz al WhatsApp:
"Ya estoy bajo tu ventana, o eso creo... Romeo"

Le contesté:
- ¡Desterremos a Romeo, por favor! ¡Yo soy Julieta, y si tú quieres, tú también...!

Y me desplacé hasta la ventana para pasarle las llaves. Desde esa perspectiva, mirando hacia arriba, con esa cara sonriente, brillante e iluminada me pareció realmente bella, hermosa, dulce... y supe que le lanzaría las llaves y lo que me pidiese, sin dudarlo.

- Hola guapa (me dijo) te he echado mucho de menos. (Mientras me besaba y me rodeaba con sus brazos.) No he dejado de pensar en ti todo el día... he estado a punto de volverme loca, dándole vueltas a cómo conseguía contactarte. He usado un teléfono de la oficina para llamar a tu director deportivo, así aunque somos de otra compañía de seguros igual cuela... de todas formas nadie sabrá que fui yo. Porque esas líneas resetean el historial de llamadas cada 12 horas. Estaba desesperada... (y entonces hundió su cabeza en mi pecho, forzándome a recostarme en el sofá contra el respaldo) espero que lo entiendas, perdóname...

Dejamos que pasaran unos minutos así, en silencio y me dijo tengo muchísima hambre, quiero comer algo ya... le dije que en la nevera había cosas. Me dijo que quería algo caliente y decidimos encargarlo a un sitio de los que en 10 minutos están en tu puerta con la comida caliente... yo les llamo bastante porque casi no tardan y tienen cosas vegetarianas...

Entonces, mientras comía a dos carrillos y me daba algunos trozos a mí, de su propia mano, me dijo que era la primera vez en su vida que se liaba con alguien. Que no había estado con nadie nunca y que siempre había puesto como escusa el deporte, que era una prioridad para ella y no le quedaba tiempo. Los chicos a veces le habían dicho que eso era porque era lesbiana pero lo había negado siempre porque su padre llevaba años amenazándole con que si se le ocurría ser una desviada de esas la retiraba de la competición. Es cierto que su padre ya era mayor y ella suficientemente independiente, pero su madre siempre ha estado diciendo que le daba igual hombre o mujer, novio o novia, siempre y cuando le diese un nieto.

- Por eso estaba histérica al mediodía con que no se lo contases a nadie. Sé que mi padre ya no puede quitarme de la competición, pero claro... empezó a decírmelo cuando era tan niña que me resulta imposible borrármelo de la cabeza, a veces pienso que le podría dar un infarto si se entera. Mi madre es más flexible, alguna vez que hablamos, yo haciéndome la loca diciendo que estaba centrada en mis objetivos deportivos, pero ella dice... que hay personas homosexuales normales y felices. En fin, no sabía qué hacer hasta que lo habláramos.

Y se volvió a recostar sobre mí, estirando las piernas y terminando de comer los trozos que le quedaban... y el último trozo intentó dármelo a mí, echando la cabeza hacia atrás, para verme la cara, y su dedo se quedó entre mis labios, para retener la comida dentro... y se lo besé, acomodando el trozo de comida a un lado, en un carrillo, y accediendo a su juego.
Nos besamos y reímos, todavía con comida en la boca... y ella casi se atraganta, pero se incorporó y volvimos a estar de frente. Me miró a los ojos y me dijo... ¿qué sientes, qué piensas?

Entonces pensé, miré un momento hacia la pared, al árbol que hay al lado de la puerta y del que "cuelga" un espejo, y respirando hondo empecé a decirle. ¿33 años? Cuando me dijiste a noche ese número fue el momento más mágico de toda la noche de ayer... Hace años que sueño con conocer y conectar con alguien algunos años menor que yo, no me preguntes por qué... Pero creía que la chica de 32, para 33, que yo espero encontrar no existe. Porque ella sólo existe en mis sueños, ella es como un personaje en un cuento inventado, ella no fuma, entiende mis motivos para sentir lo que siento por el alcohol y seguramente ya no fuese alguien de beber mucho, pero es alguien que no bebe nunca más, jamás... y, además, le da más importancia al afecto y al sentimiento que a lo sexual. A esa chica de mis cuentos yo le gusto vegetariana, le gusto activista, le gusto altruista y luchadora, le gusto tal cual, le gusto y atraigo desde siempre, desde el principio, y se desvive por construir una relación conmigo. Donde algunos de los pilares básicos son la comunicación, la confianza, la sinceridad y ella se abre a mí sincera desde el principio y sin necesidad de andarle detrás a preguntas. Es una chica a la que le gusta conducir, leer, ver películas, hacer deporte, montar en bici, nadar, hacer activismo por toda clase de derechos humanos, animales, civiles, sociales, por todo... es una chica fotogénica a la que le gusta la fotografía, le gusta posar y hacer fotos, le gusta viajar y dormir en un saco de dormir, que no necesita una cama de hotel y que no le importa caminar con una mochila durante 20 kilómetros. Pero no existe alguien así... una persona a la que mi apariencia le importe bien poco, que me acepte incluso con mis complejos y mis manías. Es complicado, Luz, de modo que ayer me gustó que pasase lo que pasó, pero no suelo tener muchas esperanzas de encontrar a alguien así. Lo más parecido que he encontrado en esta vida es mi BAE, Sofía, ella es muy especial, y aún así no es suficiente.

En ese momento me toma de las manos y me mira a los ojos, casi con lágrimas, y me dice:
- Tu BAE jamás tiene que dejar de ser tu BAE, y menos en tus circunstancias. A mí me gustaría empezar a apoyarte pero quizá no sea exactamente como la chica de 33 años que describes, sin embargo me parezco bastante. Sólo sé que nunca había pensado que las cosas serían así... ayer, cuando crucé la frontera de tu sexualidad me pasé tres pueblos. No tenía derecho a hacerlo, sabía lo que has expresado mil veces y mereces que te confiese una cosa. Yo ni siquiera me he masturbado una sola vez en mi vida. He estado tan centrada en el deporte que nunca le he prestado atención al sexo. Ni siquiera habría sabido qué hacer si no llegas a tratar de abofetearme (te repito que no me diste, de modo que olvídalo)...
Y una vez más nos besamos, con parsimonia, ternura y cariño.

- Pero cuando te vi en la televisión y en la prensa y leí tus entrevistas enseguida me sentí atraída por ti, si hubieras sido de otra ciudad me habría desplazado a conocerte. Lo hubiera hecho todo para descubrir si ese sentimiento que surgió al conocerte podía llegar a ser algo. O si yo me iba a quedar para levantar pesas y nadar kilómetros sola el resto de mis días.

Nos miramos... permanecimos en silencio mirándonos...
Ella cedió antes que yo, bajó la cabeza y fue a apoyarla en mi pecho, al tiempo que me abrazaba y yo me recostaba de nuevo. Se desplazó hacia arriba y se quedó recostada en la parte superior de mi torso, le besé la coronilla, su pelo olía a champú y estaba húmedo. Lo acaricié y le dije:
- ¿Entonces qué...?

Y antes de terminarlo se incorporó, me miró a los ojos y dijo "Quiero intentarlo"

Temí dar el siguiente paso, era complicado acertar, lo fácil era errar y meter la pata. Pero aún así no salió mal. Decidí empezar por hablarle de cómo en la adolescencia conocí la palabra “lesbiana” y supe que yo era eso. No se trataba de una elección, a no ser que lo viésemos al revés, el lesbianismo me escogió a mí. Todas las demás orientaciones afectivo-sexuales se definen mediante una palabra compuesta de un prefijo y una raíz, homo+sexual, hetero+sexual, pan+sexual, demi-sexual, a+sexual... sólo las lesbianas se distinguen del resto al no incluir la raíz “sexual” en su denominación. Y yo de sexual tengo poco, soy una persona muy afectiva, creo profundamente en el amor romántico, incluso con todos sus tópicos. Pero el tránsito social había hecho que llegase a dudar, le confesé, la idea de salir con chicos trans me rondó la cabeza (y el corazón) en más de una ocasión. Sin ir más lejos me había enamorado platónicamente de Óscar Sierra cuando lo vi en las notas de prensa que se publicaron sobre su permiso deportivo para jugar al Fútbol Americano en el equipo masculino.
Entre Enero y Marzo de 2016 y no le conocía, aún así me parecía un encanto, vale, hasta podía ser mi hijo, por la edad, pero le admiraba tanto, con tanta intensidad y emoción que (aunque suene grosera) me mearía en las bragas de la emoción si me lo presentaran. Y eso ocurrió en una entrevista con Michael Robinson. Adrián Candal estaba a mi lado y su cara era un poema, al verme quebrarme por tener a Óscar Sierra al otro lado de los auriculares. Y conseguí su teléfono. Nueve meses me pasé rondándole hasta que un día me declaré a él y su reacción fue como la de cualquier tío, huyó como un cobarde. Se distanció, se inventó que había otra chica, luego me acusó de haber hablado con gente de su entorno, en fin... acabamos como el Rosario de la Aurora. Pero a mis años en esos momentos te entra un ataque de madurez, pasas página y le dices... te disculpo, o te perdono, o lo que sea... pero vamos a seguir con lo que teníamos, una amistad, confianza y complicidad. No más.
Y siempre he soñado con tener una camiseta suya que ponga SIERRA en la espalda, es increíble que ayer acertaras tanto con el disfraz, Luz.

Luz sonrió, me miró profundamente a los ojos y me dijo que lo sabía sólo de haberme leído en las entrevistas hablando de él, de su ejemplo, de su inspiración, completamente necesaria para dar mi paso hacia la integración deportiva. Se podía averiguar en el testimonio que publicó la Revista MiraLES en Octubre, anticipándose a la aparición de su noticia, y que sabiendo que lo escribiste en Agosto todavía tiene más peso. Ahí ya mencionas tus ganas y deseo de integrarte en un equipo de Voleibol, porque en el instituto pudiste entrenar pero sin jugar.
Es comprensible que lo de Óscar te motivase y te inspirase, pero tú ya tenías tu propio impulso y hormigueo dentro de ti, tía, de modo que estoy convencida de una cosa;

- Lo habrías hecho igualmente, incluso sin que Óscar lo hubiera hecho.

Y pasamos un par de horas abrazadas en el sofá hablando, nos besamos poco esa noche, nos contamos muchas cosas. Yo había sucumbido a la presión social y desde los 12 ó 13 años había mantenido varias relaciones con chicas a las que me gustaría haberme parecido, salvo en una cosa, que ellas querían estar con chicos, no eran lesbianas. Con el paso de los años, esas relaciones fracasaron una tras otra por la falta de interés e iniciativa hacia lo meramente sexual. Surgió la duda, pasado el tiempo, y probé a salir con algunos chicos durante un par de años de mi vida, no fueron muchos, tampoco duraron mucho, salvo dos, de modo que se demostró que realmente repudiaba a los chicos, sentía un recelo natural hacia ellos y hacia su deseo de estar con chicos. No era homofobia, porque yo también era parecida a ellos, pero sin duda recuerdo ocasiones en las que me sentía tan fuera de lugar que me comportaba como si quisiera agredirles, como si les odiase, pero sólo necesitaba alejarme yo de ellos, nada más.

Luz se durmió... la descalcé y la tapé con una manta. Me quedé a su lado mirándole y contemplando su estado de ausencia y confianza plena. Me pareció hermoso, bello, que existiera esa conexión tan fuerte e intensa, en tan poco tiempo, que permitía que ella hoy, la noche anterior yo misma, nos entregásemos a dormir de un modo tan plácido, tan profundo, estando en los brazos de la otra.

Yo no me atreví a intentar llevarla a la cama, y debido a mi lesión no me pude quedar en el sofá a dormir junto a ella, de modo que la velé hasta que pude y luego me despedí para irme a la cama. Sin querer la desperté, aunque me gustó hacerlo, ella me abrazó y enseguida se levantó y arrastró los pies por el suelo de madera hasta el dormitorio. Iba delante de mí, apoyándose en las paredes, yo la seguía con mis muletas. Se quitó el pantalón del chándal y se metió en la cama semidesnuda. Para seguir durmiendo, como si no hubiera sido consciente siquiera de haber caminado por sí misma.
Me recosté a su lado y me dormí yo también. Aunque antes comprobé que tenía su móvil apagado y le mandé un mensaje por WhatsApp para que lo leyera al despertar, o cuando lo encendiera.





Días después le regalé un pijama, le había asignado unas sábanas y había complementos alimenticios para deportistas de alto rendimiento en un estante de una alacena de mi cocina. Luz pasaba conmigo todo el tiempo que podía, aunque no fuera mucho, pero el resto del tiempo nos teníamos presentes por medio de mensajes en el móvil o el ordenador.

Sin darme cuenta había llegado un momento en el que Luz prácticamente se había instalado en mi apartamento… en la cocina había una alacena llena de comida y suplementos nutricionales para deportistas que ella llenaba y vaciaba casi al mismo ritmo.
Yo era feliz, la verdad, pero a veces me daba por pensar en mi independencia, mi libertad, mi soledad y mi intimidad. Todas estas cosas se habían evaporado al irse integrando ella en mi vida, y era genial, yo solía dormirme muchas noches en mi cama y me despertaba con ella abrazada a mí velando mi sueño, inmóvil y temerosa de caerse de la cama. Era mi cama individual y sus abrazos eran geniales, pero era "mi" cama y me sentía algo invadida.
A veces Luz llegaba temprano, cenábamos juntas y nos íbamos a dormir a la otra cama, que era más grande, donde la cosa ya cambiaba. No era mi cama, ni la de ella, y había espacio suficiente para las dos, podíamos elegir si dormir abrazadas o separadas, sin riesgo de caernos. E incluso era agradable a veces girar en medio de la noche, en pleno sueño, y encontrarse alguna extremidad de su cuerpo extendida en el colchón… era inconsciente pero lo normal era abrazarnos, seguir esa extremidad hasta encontrar el resto de su cuerpo desnudo entre las sábanas y sentir cómo ese encuentro casual se volvía una búsqueda mutua, por parte de ambas, acabando en un abrazo intenso e íntimo para seguir durmiendo sin ser conscientes, a penas, de haberlo hecho.

Ella siempre me decía que dormía mejor, más profundamente, cuando dormía conmigo… y que si yo me iba, que a veces lo hacía en medio de la noche, me despertaba y sigilosamente me levantaba de esa cama y me iba a la mía a terminar la noche, solía despertarse con frío y con sensación de haber dormido menos, o peor.
Luz era muy mimosa, era muy cariñosa, muy afectiva y se entregaba incansable a maratones de besos y caricias. Era todo muy casto, primaba sobre todo el respeto a mi castidad y, sinceramente, creo que ella se sintió cómoda en esa modalidad de relación. Porque cuánto más nos conocíamos y hablábamos, más evidente era que sus satisfacciones personales y físicas provenían del deporte, allí era donde se entregaba apasionadamente a sus entrenamientos y ejercicios, a sus competiciones y logros. Cada 50grs. más, eran una victoria, una alegría, su satisfacción más plena. Equiparable a sentir un orgasmo, por eso era que luego, tras el primer disgusto, nunca mostró interés alguno por explorar el sexo conmigo.

Habíamos acordado que dependiendo de si hacía frío, o no, dormiríamos con pijama o sin él, pero nunca totalmente desnudas. Y alguna vez, de esas veces que yo me iba a terminar la noche en mi cama, sola, había visto a Luz despertarse desnuda en la otra cama que compartíamos… si me daba tiempo a despertarme antes que ella me gustaba llevarle el desayuno a la cama, como hiciera ella la primera mañana que compartimos, tras conocernos al acabar mi fiesta de disfraces en Febrero. Y era entonces, al llevarle el desayuno, que me la encontraba sin pijama, ni ropa interior. Decía que era un acto de rebeldía, en respuesta a mi cambio de cama. Pero enseguida se ponía la ropa y el pijama y desayunábamos juntas… era un momento feliz, tierno y disfrutábamos de compartirlo cuantas veces podíamos. Habíamos sintonizado y poco a poco llegamos a sincronizarnos. Ni que decir tiene que había mañanas, muchas, que nos encontrábamos en el pasillo, yendo las dos a ver si la otra estaba durmiendo todavía. Y en ese caso desayunábamos en la cocina y hasta nos duchamos juntas alguna vez, por la mañana.

Nos queríamos, yo la quería mucho, creo que estaba enamorada de ella, y me sentía muy querida por ella. No faltaban besos, ni miradas, ni afecto, nada… y era todo fantástico. Pero a veces me daba por pensar, y hablaba con Sofía de estas dudas. Ella seguía siendo mi BAE, aunque nos viéramos menos, pero no por ello había distancia alguna entre nosotras, ni celos, nada… negativo no hubo nada, al contrario, encontrar y conocer a Luz había sido infinitamente positivo para todas.

Menos para Helena…




A todo esto, el día que conocí a Luz, al mediodía, después de haber comprado todo lo necesario para la fiesta en el mismo supermercado, resulta que quedaban sólo unas horas para la fiesta y ocurrió esto, que pasé por delante del supermercado que hay en la Plaza De La Paz, donde trabaja una cajera que se llama Helena... a la cuál conozco desde un año antes, creo que desde la época de mi debut, o antes... y siempre habíamos tenido una especie de tonteo, algo raro, como si fluyese mucho humor y muy buen rollito (más del normal) pero tampoco voy a exagerar, no vaya sea que me dé un tortazo padre...
A lo que íbamos... pasé por delante y miré hacia el interior, entonces vi que estaba ella cobrando en la caja rápida... pero seguí hacia mi casa, pensando para mis adentros cómo me molaría no tener Valor en casa, o tener valor a decirle algo más, a darle mi teléfono, o algo... no sé... quizá pasar de las indirectas sutiles a directas más evidentes.

Y cuando había llegado a la esquina y seguía pensado en ello me dije a mí misma:
- Yo tengo valor para hacerlo... ¿por qué no iba a tenerlo?

Pues nada, si no es por una cosa es por otra, o porque sí... pero me di media vuelta, entré, fui directamente a la cola para pasar por su caja, esperé los turnos que me tocaba y puse mi teléfono sobre la zona de cobro... evidentemente lo miró, al teléfono, y luego me miró a mí y no recuerdo si llegó a decirme algo, o sólo puso cara de interrogante... pero yo le dije:
- Quería darte mi teléfono... por si un día me quieres llamar...

Entonces sí me ha preguntado “¿Y eso?” a lo cual le contesté:
- Porque cuando nos vemos aquí siempre estás trabajando y no me haces caso y, cuando podrías hacerme caso, que es cuando no estás trabajando, no te veo... de modo que esto es lo que se me ha ocurrido.

Y dijo:
- Entonces mejor es que lo anote aquí... sacó papel de la caja, un bolígrafo y tras poner mi nombre me miró esperando el número...

Se lo di y me alejé... y mientras me alejaba, me dio las gracias con un grito a media voz, que hizo que la gente presente se quedase flipando... Yo también salí a la calle bastante flipada, sorprendida de dos cosas. Mi valor, acababa de hacer algo impensable minutos antes, y su reacción, mucho más positiva de lo que pensé que iba a ser. ¿Se habría sentido de verdad piropeada, o quizá acosada? Lo que sí había hecho, aparentemente, era aceptar el juego.

Ahora, me tocaba esperar...

Esa noche fue la fiesta, conocí a Luz, de modo que prácticamente me olvidé de Helena. Pobre muchacha, menudita, delgada, morena, de rizos y melena corta, con manos finitas, pequeñas y delicadas, aunque a la vez rudas, curtidas de trabajar y mover cajas y carros, de andar con precintos que lo mismo había que quitarlos, que ponerlos, o recogerlos del suelo y hacer una bola tras desprecintar medio centenar de cajas. Tenía unos brazos delicados y velludos, que me atrajeron tanto cuando la conocí como sus ojos, marrones. Era bella, pese a ser la antítesis de una tía buenorra, o de la misma Luz. Era interesante y misteriosa, despertando un enorme sentimiento de atracción en mí… y deseaba de verdad conocerla más y averiguar miles de cosas sobre ella.

Luz eclipsó todo aquello esa misma noche, de modo que pasó el tiempo y se puede decir que no me volví a acordar de Helena más. Incluso volví a ir al súper a comprar mis tabletas de chocolate Valor, al vivir en la Avenida de la Felicidad me quedaba cerca la Plaza de la Paz pero algo, lo que fuese, había hecho que no coincidiéramos. Mi compra antes de la fiesta había sido cuantiosa y debía durar algo más de un mes cuando la calculé, de modo que al llegar Luz y comer tantas veces otras cosas, mi alacena no se vaciaba al ritmo previsto.

Pasó cierto tiempo antes de que nos volviéramos a cruzar, ella estaba reponiendo tarros de legumbres cocidas y yo pasaba de haber cogido un bocadillo de tomate, cebolla y lechuga.
Me limité a decirle;
- Hola, Helena!
Y seguí mi camino, disimulando el hecho de haberle mirado descaradamente el culo mientras se agachaba para reponer más tarros de garbanzos.
Detrás de mí sólo escuché "Hola" y nada más, de modo que seguí, pagué y ya me estaba yendo cuando oigo su voz, diciendo;
- Perdona un segundo, pue…
Me giré a mirarla y le dije, interrumpiéndole;
- Dime, Helenita… y ahí me di cuenta de que, quizá, me había tomado una confianza excesiva que no debía.
- ¿Puedo hacerte una pregunta? Susurró, cerca de mí, sin dejar a penas espacio vital entre las dos. Y asentí para que siguiera.
- ¿Aún esperas que te llame, quiero decir, que he dejado pasar tanto tiempo y hace tanto tiempo que no te veía por aquí, que igual crees que ya no te iba a llamar, no?
Sonreí y no dije nada… y ella siguió;
- Es que igual te parece mal pero perdí el teléfono, el papel donde lo anoté… y estaba esperando verte un día que hubiera poca gente, o algo, para decírtelo. Que sí, que le he dado muchas vueltas, lo he pensado mucho, lo siento, pero al final esperaba poder llamarte… de hecho hoy tengo 1h libre entre el turno de mañana y el de tarde. Y mañana estoy de mañana y salgo a las 15h. Si te parece bien quedar, con que estés en la puerta, a las 15h, hoy o mañana, ya hablamos.

Y se empezó a distanciar despacio y sin dejar de mirarme. Yo no dije nada, asentí con la cabeza, en silencio, giré la cabeza para mirar la puerta y el entorno, y empecé a desplazarme de lado hacia la puerta, mirándola a ella, a Helena.

Entonces las puertas de cristal se deslizaron para abrirse y fue cuando me giré y ella también…

Cuando llegué a casa miré aquí y allá, en la cocina ya sabía lo que había, una alacena con comida, en el salón, en una estantería, lucía el casco de fútbol americano que Luz había usado para venir a conocerme a mi fiesta. En el cuarto de invitados estaba la camiseta de fútbol americano enmarcada, Luz me la había regalado por mi cumpleaños, era un marco enorme, la camiseta estaba rodeada por un mosaico de fotos de Óscar Sierra y su apellido estampado en la espalda le hacía honores. Me puse el casco y descolgué el marco, me fui con ellos al baño y me encerré a oscuras, sentada en el suelo, sola. Hasta que decidí encender una vela aromática, a mí siempre me han apasionado las velas; mis preferidas son las de Baumé, las que hace Esteban en Ribeira, el mismo del Jabón del Camino. De modo que abrí la última caja que estaba todavía sin estrenar y con la vela iluminando el marco de la camiseta de Sierra y conmigo sentada enfrente, dando cabezazos con el casco en la toalla que había colgada en el toallero me puse a reflexionar.

¿Realmente qué iba a hacer, acaso tenía que pensarlo, era real mi duda, qué me estaba pasando? ¿Qué estaba pasando por mi cabeza, y en mi corazón?

Helena me dijo: “...esperaba poder llamarte… de hecho hoy tengo 1h libre entre el turno de mañana y el de tarde. Y mañana estoy de mañana y salgo a las 15h. Si te parece bien quedar, con que estés en la puerta, a las 15h, hoy o mañana, ya hablamos.”

No sé qué era lo más absurdo, estar pensando en aceptar la oferta que me había hecho en el súper la cajera, o que hiciera más tiempo que Helena estaba en mi vida. Y sin embargo Luz había eclipsado totalmente su recuerdo y su atractivo en estas semanas que llevábamos juntas, desde carnavales hasta Primavera. Es más, la había oído hablar por teléfono con su madre de sus planes para Semana Santa, iba a viajar con sus padres, y me dijo que quería invitarme a que yo fuese al mismo sitio por separado y que pudiéramos encontrarnos a escondidas.

Si me paro a pensarlo, la verdad, no tiene sentido alguno que exista alguna duda, con Helena nunca iba a haber el mismo entendimiento que con Luz. Pero nunca me ha gustado descartar un reto sin haberlo intentado, nunca he descartado un piso sin haber ido a verlo, nunca he comprado un coche sin haberlo probado, pero ahora no estábamos hablando de nada que se pudiera asemejar a estas cosas. Los ejemplos estos no me servían de nada. En ese momento me di cuenta de algo, yo nunca había sido “novia” de alguien... hasta esa fecha mis relaciones nunca habían sido sinceras como esta. Qué sentido podía tener comparar aquellos años en los que yo luchaba por ser “el novio perfecto” de unas chicas que aspiraban a estar con un chico, pero estaban con una chica transexual. No, la verdad, ninguna de aquellas experiencias tenía parangón, no digo que no tuvieran valor, eran válidas como experiencias, eran vivencias que no iba a borrar y de las que no renegaba, pero tampoco tenía nada que ver todo aquello con toda mi vida actual. No...

Luz era, después de Sofía, la mujer más importante de mi vida. ¿Qué importancia iba a concederle a Helena? Aún así yo quería ir a la cita de las 15h. de mañana. Pero no sabía exactamente a qué, porque ya no tenía sentido, es decir, no mucho, la verdad. Nunca había soñado con Helena, ni tan siquiera antes de conocer a Luz, y con Luz dormía casi todas las noches, y cuando no dormíamos juntas mis sueños eran siempre con ella. En sueños confieso que incluso llegábamos a mantener relaciones sexuales, eran sueños muy intensos, en los que he llegado a sudar y a despertarme sorprendida del elevado contenido erótico del mismo.

La sola duda me hacía sentir la culpabilidad de quien ha delinquido, algo así como si fueras culpable sólo por haberlo planificado. Era una sensación horrible. No sabía cómo salir de aquella tesitura, la vela iluminando la camiseta de Óscar Sierra esta vez no me inspiraba nada, era como si sus efectos tuvieran sólo que ver con el deporte. Cuando reflexiono sobre temas deportivos, esta camiseta siempre me inspira una solución y resuelvo la duda en muy breve espacio de tiempo. Pero en temas emocionales se ve que no me iba a inspirar por medio del primer deportista transexual...

Soplé sobre la vela y dejé que la oscuridad volviera a llenar el baño, era agobiante sentirme sin luz en el baño. ¿Sin luz, o sin Luz?

Recogí todo, volví a colgar el marco en la habitación de invitados y dejé el casco en la estantería del salón. Salí a la calle a correr con un Mp4 que había dejado Luz en la mesa de centro del salón, me puse mis auriculares y le di al “Play” a ver... comencé a correr despacio, esperando que sonase algo, y tardó en empezar a sonar. La primera pista musical fue “Get ready for this!” de 2Unlimited y me vino bien para ir apretando el ritmo y centrarme en correr y respirar.

Corrí durante algo menos de media hora, desde mi casa hasta el paseo marítimo, mi idea era llegar a la Playa del Crepúsculo y darme la vuelta. Primero recorrí la mitad de la Avenida de la Felicidad, hasta la Glorieta de la Tolerancia, bajé por toda la Ronda de la Armonía, llegué hasta la Ronda de Educación, que rodea Ciudad Escolar, y en la Plaza de las Gaviotas empecé a recorrer el paseo marítimo de Riazor, Orzán, Surfistas y Crepúsculo. Pero iba tan enfrascada en la música, toda tan apropiada, digna de una sesión de entrenamiento duro, que me pasé la Playa del Crepúsculo y seguí, pasé el Aquarium Finisterrae y el CIFP Ánxel Casal. Tampoco entonces paré, estaba llegando ya a la Ciudad Deportiva de la Torre cuando una canción se cortó a medias y empezó un silencio con ruidos e interferencias.

Una voz femenina, que luego me di cuenta que era la de Luz, decía... voy a probar, ahora, a ver si conectando estos auriculares del teléfono al chisme este puedo grabar mi voz, porque esto tiene un botón de grabar.

Paré, no pude seguir corriendo... quise centrarme en escuchar lo que decía Luz.

- He estado pensando muchas noches cómo hacer esto, desde que empezamos a conocernos, desde la segunda noche, la verdad es que no sé el momento exacto en el que empecé a pensarlo. Este verano no voy a competir, quiero tomarme un lapso de tiempo, quiero centrarme en construir una relación entre nosotras. Tú no lo sabes pero yo sentí un flechazo enorme cuando te conocí en la prensa. Me pareciste la persona más maravillosa del mundo y como decían en la Voz de Galicia que... y sé que esto no te va a gustar, no estabas operada... pensé automáticamente, sin pararme a pensar en nada más, ni en el tratamiento, ni en ninguna otra cosa, porque la verdad es que yo de transexualidad creo que no había oído hablar en mi vida. Pensé en que podías ser la madre que andaba buscando para tener un hijo. Ya te dije que mi madre insiste mucho en que le dé un hijo y, sinceramente, leí en tus entrevistas que querías ser madre. En Público.es dijiste cosas muy bonitas a cerca de lo que les dirías a tus hijos, aunque no los gestaras. Y yo puedo gestar, bueno, eso creo... no estoy segura de nada, la verdad. Porque, claro, primero tendría que hablar con mi familia, con mi madre, no creo que se lo diga a nadie más, pero es que hasta que encuentre las palabras adecuadas para decírselo a ella, no sé el tiempo que pasará. Yo estoy muy feliz y no quiero dejar pasar más tiempo, sinceramente, creo que estábamos predestinadas a encontrarnos y ahora que estamos juntas sería absurdo dejar pasar más tiempo. No se me ocurre ni una sola causa, razón o motivo para dudar de lo que hay entre nosotras... de modo que he estado pensando en escribirte una carta, pero todavía no tengo claro qué te voy a escribir, sabes que hablar no es que me importe, pero escribir no se me da nada bien. Y yo no me atrevo a hablarte de esto cuando me estás mirando. Lo he intentado cuando duermes y parece que te removieras en cuánto digo lo de que me fecundes para que yo sea la gestante. He probado varias veces y se supone que estabas dormida, aún así tienes reacciones extrañas. No sé... lo que yo no quiero es asustarte y que salgas corriendo. Que te parezca una idea alocada y descabellada, o peor aún, que se te ocurra que es un motivo para que dejemos de estar juntas. Supongo que una vez dicho sería muy difícil que lo ignorases si no estuvieras de acuerdo. Yo no he dicho nada a mi entrenador, de momento sigo entrenando a tope, pero ya he boicoteado mi inscripción en el torneo de verano, y de cara a la siguiente temporada deportiva he consultado en la compañía de seguros de la federación, como si fuera algo que tuviera que ver con mi trabajo, y retirarían la cobertura deportiva en caso de embarazo, tal como me imaginaba. Pero mi empresa me ofrece más horas de trabajo durante los primeros meses y estabilidad para después del parto, con toda clase de facilidades para reducción de jornada y permisos de maternidad y lactancia. Pero no puedo hacerlo sola, no sin ti, mi niña. Te quiero mucho y te necesito. No sabes cuánto.

Cuando terminé de escuchar todo aquello se me revolvió el estómago, vomité y me tuve que volver a casa en bus. Volví a casa y en el baño, sola y a oscuras me duché, desde debajo de la ducha oí el teléfono sonar, pero no podía salir corriendo a contestar... me sentía como si las lágrimas bajo la lluvia se volvieran invisibles, pero no era lluvia, era la ducha de casa, de agua caliente. Y allí me quedé paralizada, bloqueada.

Ni yo misma tuve valor para salir de la ducha, me quedé dormida bajo el agua y me encontraron inerte horas más tarde, helada, porque se había llegado a acabar el gas de la bombona de butano, y nadie cerró el grifo hasta que Sofía llamó a Bea, Bea a Dori, Dori a Rosa, Rosa a Miguel Ángel, Miguel Ángel a Óscar Sierra y este a Luz. De modo que todos a la vez se dieron cuenta que hacía dos días o más que no daba señales de vida. Mis compañeras del Centro de Coordinació de Emergencias de Cruz Roja recibieron el aviso del 061 para ir a mi domicilio e informar. Les acompañó la Policía Local y Sofía llegó con las llaves avisada desde la propia Cruz Roja. Todo el piso estaba apagado, en el suelo había cristales, del marco donde estaba la camiseta de Óscar y en el baño se oía la ducha, pero no había luz alguna.

Como dijo Alejandro Sanz en su canción de 1994; se le apagó la luz...
En este caso, se me apagó la luz, a mí.


FIN.
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Re: Hay una luz en el baño (Relato)

Mensaje por lucia »

La historia es muy dura porque parece que la protagonista tiene terror a comprometerse y a arriesgarse en la vida, aunque mejoraría con un repaso que eliminase los fallitos y las repeticiones muy seguidas que haces de vez en cuando.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Re: Hay una luz en el baño (Relato)

Mensaje por transcribiendo »

¿A quién consideras tú la protagonista?
lucia escribió:parece que la protagonista tiene terror a comprometerse y a arriesgarse en la vida
¿Mejoraría el texto o mejoraría la protagonista con el repasito?
:mrgreen:
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Re: Hay una luz en el baño (Relato)

Mensaje por lucia »

El texto. Parto de la base de que la prota (la narradora) es como es y si se cambia su forma de ser ya no es la historia que querías contar, ¿no? :mrgreen:
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Re: Hay una luz en el baño (Relato)

Mensaje por transcribiendo »

lucia escribió:El texto. Parto de la base de que la prota (la narradora) es como es y si se cambia su forma de ser ya no es la historia que querías contar, ¿no? :mrgreen:
Evidentemente, la protagonista nos narra su historia y nos transmite cómo es ella misma, se puede retocar el texto, pero no a la protagonista, ella es como es. Y es su historia.

Lo que sí puede mejorarse, imagino, es cómo lo cuenta.
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