Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Espacio en el que encontrar los relatos de los foreros, y pistas para quien quiera publicar.

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Evenesh
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Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Bueno, quiero compartir una obra a la que le tengo mucho cariño y me gustaría tener opiniones, ya que carezco de ellas. Por eso hoy cuelgo una historia que me parece entretenida, espero que os guste y os entretenga. Mezcla la fantasía con el tema de las geishas guerreras, que me parece un concepto muy bueno.
Todos los comentarios son bien recibidos :alegria:

Sinopsis:
Kioko es una geisha luchadora que perdió a su marido hace cinco años. Desde entonces baila por la región con el firme propósito de olvidar, pero no lo consigue. Es la creadora de un arte marcial llamado Abanicos de fuego; una técnica en la que emplea los abanicos para canalizar el chi.
Miya es una cruel asesina que ha sido contratada para cumplir una oscura misión y ahora se dispone a llevarla a cabo.
¿Qué ocurrirá cuando estas dos mujeres se encuentren?

Abanico de fuego

1
UN BAILE MUY ESPECIAL


La noche estaba tranquila en esa zona del bosque, los búhos ululaban, era verano, los grillos cantaban y todos en aquella casa estaban de fiesta. En la residencia de un noble, éste había contratado unas geishas para su entretenimiento. Sin embargo, un hombre estaba fuera observando la belleza de las estrellas reflejadas en un paño azul oscuro que era el cielo, una de las cosas más bonitas que se podían ver.

Las geishas podían tener muchas ocupaciones, pero las de aquella noche fueron contratadas para bailar y, como bailarinas expertas, volvían locos a todos los hombres que las miraban con embeleso. Las figuras femeninas danzaban al ritmo de una pequeña guitarra mientras el público bebía sake.

El hombre de fuera, no obstante, había estudiado artes marciales y deseaba alcanzar otras metas más profundas que una simple fiesta y una resaca al día siguiente; amor, una familia era lo que más anhelaba. El problema residía en que ninguna de las féminas que conoció lo había conmovido en exceso. Se consideraba muy exigente y quería que su mujer fuera tan pura como una brizna de aire, y tan bella como una flor de cerezo.

De pronto, empezó a oírse lo que parecían las ruedas de un coche de caballos por el camino empedrado que llevaba hasta la residencia del noble. A medida que se fue acercando comprobó que en efecto era un coche de caballos de alta calidad, propio de grandes señoras que habían sido desposadas con hombres muy ricos, o por nobles adinerados que gustaban de presenciar los bailes de las geishas.

De la carroza bajó la mujer más delicada que viera jamás. Se trataba de una geisha vestida con un Yukata rosa, tenía los pies calzados con unos zapatos de madera que dejaban ver sus calcetines blancos, y llevaba un tocado con flores en la cabeza. Su cuerpo no era ni muy delgado ni muy voluptuoso, y sus ojos, marrón avellana, y su larga melena roja, hechizaron al hombre.

En cada mano llevaba un abanico de color rojo intenso. También pudo notar que cada abanico tenía bordado un dragón que escupía fuego, mientras no dejaba de mirar al cielo entrecortado por los pliegues del mismo abanico.

La mujer pasó por su lado pero no lo miró, lo que interesó mucho al hombre. Desde ese momento decidió de manera conveniente que tenía frío y entró con los demás.

Había entrado persiguiéndola, pero según le dijeron no actuaría hasta mitad del espectáculo. Deseaba verla de nuevo y por eso se sirvió un poco de sake y se quedó por allí de pie, comprobando que en efecto el espectáculo era fabuloso. Las geishas contoneaban sus cuerpos de manera insinuante mientras miraban de manera lasciva a los excitados hombres, los cuales agitaban sus copas en el aire y bebían grandes tragos de sake.

El hombre se mantuvo de pie sin quitar los ojos del escenario. Poco le importaba si los asistentes se caían, o morían a causa de la borrachera, ya que lo que a él le importaba era volver a ver a la geisha que lo enamoró por su naturalidad.
Lo que más le sorprendió fue que la geisha no había hecho nada; se enamoró de ella porque vio pureza en su interior. Además, aunque fuera varón, y estuviera rodeado de mujeres bellas, ella fue la única que tocó algo dentro de su alma.

Fuera del escenario la geisha de los abanicos se estaba preparando. Era muy requerida porque había inventado una danza con abanicos que decían que era lo más bello que se podía ver en la región. Había cambiado su indumentaria por un vestido rojo, mientras en los abanicos, y en su propio cuerpo, puso unas sustancias que embriagarían los sentidos.
Se trataba de una pasta natural hecha con flores silvestres, muy ligera, pero de fácil adherencia. Luego se quitó el tocado de su cabeza y dejó libre una larga melena roja, muy poco frecuente por allí, que sin duda sería el asombro de los presentes en esa casa como ya lo había sido en otras.

La actuación previa a la de la esperada geisha estaba llegando a su fin y el público aplaudió entusiasmado.

La misteriosa mujer se puso un poco de la misma sustancia de los abanicos en su vestido de color rojo y, antes de salir, rogó a los encargados que apagaran las luces y empezó el número.

El hombre, que en un principio había despreciado ese espectáculo por considerarlo banal, estaba ahora impaciente porque la mujer de sus sueños saliera y, de un lado del escenario, la geisha enseñó una pierna y un abanico que refulgieron con colores carmesí en la oscuridad. Cuando salió, tanto el vestido como los abanicos brillaron sin cesar e hizo una serie de movimientos, dio la vuelta sobre sus pies descalzos, extendió una pierna hacia arriba, la bajó, luego un salto hacia atrás y todo ello combinando de manera muy especial la danza y sus abanicos. Al mover las manos parecía que los dragones cobraban vida y dejaban estelas de colores brillantes en el ambiente y todos enmudecieron, porque aquel espectáculo era inenarrable. La geisha lanzaba una y otra vez los abanicos cerrados y éstos parecían que dejaban rastros circulares en el aire. Luego los cogió con agilidad, los abrió y los tiró de nuevo con un salto. Después de coger los abanicos, con dos movimientos gráciles, aterrizó en el suelo con una pierna flexionada y la otra extendida hacia delante, mientras los reflejos de la danza aún seguían sucediéndose por donde había bailado.

Al acabar el número, todos se quedaron tan sorprendidos que no pudieron ni articular palabra y lo único que hicieron fue observar la belleza que aún se sucedía ante ellos. El mutismo duró poco y, después de que encendieran la luz, todos aplaudieron entusiasmados.
Última edición por Evenesh el 05 Sep 2017 11:50, editado 1 vez en total.
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Evenesh
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Re: Abanico de fuego (novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

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La geisha estaba emocionada pero intentaba parecer a la vez seca y distante. Sin embargo, vio a un hombre que estaba de pie con una copa pequeña y le llamó la atención. Él le sonrió, alzó su copa hacia ella, la dejó en la mesa y luego aplaudió entusiasmado y la geisha no supo qué hacer. Porque si había algo que no quería era tener un amorío, ya que su marido murió cinco años antes y aún no se había recuperado. De todas formas, no le pareció cortés no responder al hombre y se puso uno de los abanicos de forma que le tapara la boca, mientras arqueaba sus cejas y le hizo una caída de ojos en agradecimiento por sus aplausos.

Como ya le habían dicho al dueño de aquella casa, esa geisha era todo un éxito y merecía una paga extraordinaria, sin embargo, la acompañante de la mujer no quiso aceptar por órdenes expresas de su señora. Al noble le pareció extraño que su señora fuera una geisha, ya que éstas eran contratadas como servidumbre, pero quién sabía, quizá a la mujer le gustaba bailar delante de muchos desconocidos exhibiendo sus grandes dotes para el baile, o podría tratarse de un caso de locura por parte de aquella bailarina. También pensó en la posibilidad de que esa mujer bailara por gusto, aunque ignoraba si una mujer podía decidir ser geisha.

De cualquier manera esa mujer había puesto el nivel muy alto y las geishas que actuaron después de esa no se le podían comparar. Por ese motivo intentó contratarla, pero la mujer se negó alegando que sólo lo hacía por diversión. El señor le ofreció el triple de salario, pero volvió a negarse porque, según ella, no quería más que lo que le correspondiera por su número. Sin embargo, era muy tarde y, puesto que no tenían donde hospedarse, la geisha sí aceptó una habitación para pasar la noche. No era raro porque llevaban casi diez horas sin dormir y después de la actuación quedaron agotadas, además, mañana emprenderían un viaje hacia Sakai y querían estar descansadas.

Un poco más tarde, la geisha salió de su habitación, se dirigió a un patio interior y estuvo observando un buen rato el cielo y las estrellas, apoyada en una barandilla de la terraza. Tenía la costumbre de escrutar las estrellas todas las noches porque pensaba que en alguna de ellas podría encontrarse su marido observándola.

Una puerta se abrió al otro lado del patio y de ella salió el hombre enamorado quien no podía dormir. Cuando alzó la vista vio a la geisha en la terraza, bajó las escaleras que llevaban al patio y se acercó muy contento.

—Veo que tampoco puedes dormir —una voz muy grave y sugerente se dirigió a ella.

La geisha alzó la mirada y se dio cuenta de que era el mismo hombre que la saludó en el escenario.

—¿Quién eres tú? —Le preguntó con desconfianza.

—Me llamo Akori, estoy aquí de reposo.

—¿Qué te trae por estos parajes, señor?

—Es difícil de explicar —miró al cielo— es algo abstracto que no sé si entenderás.

La geisha se sorprendió porque los hombres nunca buscaban algo abstracto, sino todo lo contrario: algo lo más real posible. Ella misma fue acosada en el pasado por varios hombres, pero gracias a sus dotes marciales consiguió sobrevivir, que no era poco entonces.

—Inténtelo, señor, a lo mejor soy más de lo que aparento —lo miró con sus ojos color avellana y él creyó morir de amor.

—El motivo que me trae a esta casa es encontrar mi musa.

La geisha se sorprendió de nuevo porque por fin un hombre había dicho algo profundo. La mayoría de los que conoció no podrían haberle dicho nada parecido a menos que se hubieran bebido unas copas de licor. Sin embargo, aquel hombre lo había dicho sin estar ebrio.

—Hace tiempo que escribo pero no puedo encontrar ya la motivación para seguir haciéndolo —Akori bajó la cabeza y ella pensó que se echaría a llorar, no obstante, se repuso—. Estoy preocupado porque no sé si podré seguir realizando esa labor.

—De modo que eres escritor —se interesó ella— ¿qué escribes?

—Historias sobre nobles caballeros que salvan doncellas hermosas, aunque en algunas ocasiones intento imaginar qué sucesos ocurrirán después de mi muerte, esto último sin mucho éxito, la verdad —se rió con su voz grave.

—Debe ser muy emocionante un trabajo así.

—Bueno, sí, pero cuando la inspiración te abandona… —el hombre hizo una pausa larga y ella no quiso preguntar más.

La geisha estaba muy sorprendida por el interés que despertó en ella, pero la fascinación se esfumó rauda cuando apareció en su pensamiento el rostro de su marido.
Última edición por Evenesh el 08 Sep 2017 00:21, editado 1 vez en total.
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lucia
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Re: Abanico de fuego (novela de fantasía)

Mensaje por lucia »

Ok. La historia hasta ahora no tiene nada de novedoso y tampoco creo que sea eso lo que estés buscando, pero se lee bien y entretiene.

Como puntos a mejorar, las frases son demasiado cortadas, como si las disparase una metralleta (sin conjunciones apenas) y cuando intentas entrar en profundidad en una descripción encallas al utilizar generalidades que consiguen justo lo contrario. Un ejemplo de eso es cuando empiezas a describir la danza y en medio dices que es inenarrable: ¿no es justo narrarla lo que estabas haciendo hasta entonces?
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Evenesh
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

La verdad es que hasta ahora es una historia humana más y no quería meterle nada novedoso, aunque más adelante intento de alguna manera que sea novedosa
Por otra parte decir que esta historia tiene bastantes años y no se puede pedir que esté a la perfección. De todas formas tomo nota de tus sugerencias que sin duda me serán muy útiles, si ves algo más no dudes en decírmelo, que me puede ayudar cuando diga de corregirla otra vez.
Respecto a lo de 'inenarrable' seguramente tengas razón pero, ya te digo, es una historia un poco antigua y con que no tenga muchos errores me conformo. Si ves más caso como el de la palabra 'inenarrable' dímelo, por favor.
Por lo demás me alegro de que se lea bien y entretenga; es lo que intento en todo momento. Puede que más adelante esté mejor escrito en este aspecto que me señalas pero tampoco prometo nada. :lol:

Muchísimas gracias por comentar, :alegria: todos los comentarios son bien recibidos.
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Evenesh
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

2
KIOKO, LA BAILARINA


El hombre no pasó por alto la expresión grave de la geisha y le intrigó dicho cambio, pero no quería ser indiscreto, y por eso se quedó en silencio observando el cielo.

Por su parte, la geisha tenía sentimientos encontrados porque sentía que no podía corresponderle, pero también pensó en los hombres que conoció a lo largo de sus viajes y reconoció que éste no era como los demás.

—¿Cómo te llamas, señora? —Preguntó Akori con dulzura.

—Mi nombre es Kioko —volvió la cabeza hacia el cielo para contemplar una estrella fugaz que pasaba en ese momento.

—Es un bonito nombre —Akori no podía dejar de mirar su hermosa melena roja y su piel blanca.

—Gracias, era el nombre de mi madre —la voz de la geisha se volvió quebradiza por unos momentos pero enseguida se recuperó.

—¿Era?

—Sí, murió cuando yo tenía seis años.

—Lo siento mucho.

—Ponerme su nombre fue el mejor regalo que pudo hacerme, porque así siento que va conmigo a todas partes —la geisha se emocionó.

El hombre cada vez estaba más sorprendido porque además de guapa y una excelente bailarina era muy sensible, tanto que pensó si había encontrado su musa.

—Entiendo lo que dices.

Akori se situó un poco más cerca de ella e intentó poner una mano sobre una de las de la bella señora, no obstante, la mujer quitó la mano de manera instintiva, algo que le extrañó mucho.

—¿Qué pasó con tu padre? —El hombre retomó la conversación, contrariado.

—El día que ella faltó se fue a buscar diversiones fáciles olvidándose de que tenía una hija —dijo esas palabras de manera despectiva.

—¿Cómo te criaste?

—Cuando la autoridad me echó de mi casa por impago, tuve que aprender a desenvolverme en la calle; en ocasiones incluso me vi forzada a robar para no morirme de hambre —la geisha hablaba ahora con más ánimo porque aquellos tiempos ya habían pasado—. Créeme, no estoy orgullosa de esa parte de mi vida.

Por suerte, Akori siempre había estado junto a su familia hasta que murieron. El único familiar que le quedaba era su hermana, pero llevaba años desaparecida, aunque nunca perdió la esperanza de encontrarla. Pese a todo esto podía entender lo que la mujer le contó y prefirió cambiar de tema, y no seguir preguntando por su pasado.

—Al menos tú tienes una compañera de viaje —el tono del hombre era melancólico.

—Sí, es una amiga que conocí hace unos años en uno de mis números y más tarde decidió acompañarme —A Kioko se le dibujó una bella sonrisa en el rostro cuando habló de su compañera— ¿Tú no tienes familia?

—Mis padres murieron hace muchos años, la única familia que me queda es mi hermana, pero desapareció a la edad de diez años y nunca más la he vuelto a ver.

La geisha lo miró y el hombre parecía muy abatido, otro sentimiento que tampoco era normal en los sucios y borrachos bebedores con los que se había topado en sus viajes.

El hombre miró de nuevo a la geisha con sus ojos de color negro y le dijo:

—Perdona mi curiosidad, ¿cómo es que tu acompañante te llama señora, siendo tú geisha?

—Es cierto, le tengo dicho que no lo haga porque para mí es como mi segunda madre —Kioko miró al hombre con sus ojos marrones y sabía que esperaba una explicación—. Hace mucho tiempo la ayudé con unos asuntos económicos y desde entonces a veces me llama señora, pero en realidad no me gusta que lo haga.

—¿Ella te enseñó a bailar así? —La mujer se volvió hacia Akori y le dedicó una sonrisa que quería decir que se estaba poniendo demasiado curioso. A Kioko no le importaba porque sabía que no le haría daño, además, aquella era la típica charla frívola que se mantenía en esos tiempos para pasar el rato.

—No, aprendí sola —respondió, viendo que el hombre seguía en vilo.

—Vaya, es increíble, lo hacías genial.

—Muchas gracias, me alegra que te gustara.

—Dime, ¿cómo aprendiste?

—Verás, cuando estuve en la calle inventé bailes exóticos para que me dieran limosna —una sonrisa fugaz cruzó los labios de Kioko, lo que el hombre interpretó como que aquello era lo único bueno que sacó de esa época tan caótica.

—Quién lo diría, pareces una mujer rica y poderosa.

—Supongo que es por mi aspecto, pero no hablemos más de eso; hace que me ponga triste.

Akori estuvo de acuerdo en no hacer nada que la molestara porque después de todo la acababa de conocer; ya habría tiempo de indagar en su pasado.

—Así que buscas una musa ¿no? —La geisha lo miró con sus ojos color avellana.

—Sí.

—¿Has tenido suerte? —preguntó con dulzura.

—De momento no, pero debo encontrarla porque en los últimos tiempos me cuesta mucho trabajo escribir.

—¿Me dejarías leer algo?

Kioko nunca había adquirido el buen hábito de leer porque tuvo que aprender a defenderse en un mundo de lobos para no morir. Sin embargo, desde que se casó empezó a hacerlo y llegó a gustarle mucho. Sin duda la etapa con su marido había sido la más feliz de su vida y quiso agradecerle al cielo el haberlo conocido, porque la había transformado para bien.

—Lo siento, pero temo casi tanto las críticas como hablar con mujeres preciosas —esto último lo dijo mirándola a los ojos.

La chica desvió la mirada del hombre de inmediato porque lo pasó muy mal con todo lo referente a la enfermedad de su esposo y ahora se sentía tranquila.

—¿Qué pasa, he dicho algo malo?

—No, pero quiero que sepas que no busco ningún hombre ahora mismo —Kioko se apartó bruscamente de él.

—¿Por qué no? —Preguntó, suplicante.

—Porque estoy de luto por mi marido, aún no me siento preparada para estar con otra persona —la chica en realidad tenía miedo de que pudiera sucederle lo mismo a otro hombre bueno.

—Vaya, no lo sabía, lo siento mucho —intentó abrazarla pero la mujer se apartó un poco más de él.

Para ella fue insoportable ver cómo la enfermedad se llevaba a su marido durante tres largos años. Tampoco sirvió de nada el dinero acumulado, ya que, según los médicos, se trataba de una enfermedad que superaba la medicina actual.
Última edición por Evenesh el 07 Sep 2017 17:06, editado 1 vez en total.
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lucia
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por lucia »

Por de pronto, podría decirte que no llames a Kioko la chica. El hombre anda detrás de una mujer y chica da a entender alguien muy joven, y en muchos sitios y épocas eso no corresponde a veinte pocos sino a diecitantos.

Eso sí, el hombre es poco delicado, ¿eh? La otra le retira la mano y le dice que no le interesan los hombres en esos momentos y lo siguiente que se le ocurre es intentar abrazarla :lol:
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Evenesh
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Jajaja es verdad pero es hombre y se ha enamorado, aunque lo que quería que pareciera era que Akori quería abrazarla porque ella le ha hablado de su pérdida. Con esto también se demuestra la torpeza de él, pero es que ella lo ha enamorado muy fuerte jejeje.
Pero de todos modos no me parece un error muy grave ni este ni el de ''la chica'', ambas cosas se pueden solucionar sin dificultad. A mí más preocupa que el libro tenga errores gordos. Siéntete libre de comentar lo que quieras como hasta ahora.
Espero que la historia os guste y entretenga que es lo más importante para mí, y claro, si consigo eso y a la vez puedo mejorar el texto mejor que mejor :cunao:

Muchísimas gracias por comentar con sinceridad :alegria:
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

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No iba a contárselo porque de todas formas mañana se iría de allí para no volver, esa era la vida que había escogido: deambular por las casas de los señores ricos de la zona para mostrar parte de su baile inventado. Aunque nadie lo sabía no era un baile cualquiera, era una técnica marcial inventada por ella llamada Abanicos de fuego. En el baile no usaba ni ataque ni defensa, sólo los movimientos gráciles que caracterizaban su sistema de lucha.

Lo que hacía en el escenario, según sus propias palabras, era una especie de Tai-Chi relajante pensado para la tonificación de los músculos.

Quizá algún día se decidiera a fundar su propia escuela de artes marciales para enseñar el sistema, pero era algo que ahora no le apetecía, ya que lo único que quería era encontrar consuelo gracias a sus bailes. Así conseguía que todos la admiraran y eso la privaba, le gustaba sobremanera el hecho de que la miraran con atención, quedaran atónitos y le dedicaran aplausos al acabar sus actuaciones.

—Veo que estás recelosa conmigo —dijo él acercándose a la mujer.

—Sí —afirmó sin pensarlo—. He conocido a muchos hombres a lo largo de mis viajes y ya no me fío de ellos.

Lo que nunca le diría a Akori era que cuando bailaba muchos impertinentes la tomaban por una especie de esclava, y si había aprendido algo en su vida era que tenían que respetarla por el simple hecho de ser una persona.

Aunque, eso sí, tenía muy clara su percepción sobre ella misma y sabía bien que era una mujer muy bella y elegante.

Pese a todo esto, supo ver que aquel hombre no era como los demás, pero ya había conocido a hombres que habrían muerto por ella y después se fueron con otras. Era muy lícito que hicieran eso, pero ella buscaba algo más que promesas vanas; un hombre sensible y bueno que la cuidara y que la quisiera por ella, y no sólo por su físico. Aquel hombre podría haber sido el elegido, pero en este momento estaba saturada de la vida. Quería divertirse porque ya lo pasó bastante mal como para afrontar una relación adulta que, en el mejor de los casos, le traería muchas preocupaciones. A pesar de todo, se divertía mucho seduciendo a hombres que, nada más verla, no dudaban en invitarla a sake o té.

Después de su negativa notó que Akori estaba desilusionado pero esa era la realidad y no quería darle falsas esperanzas, porque hacer eso en su opinión era injusto.

Akori estaba pensando en lo fugaz que podía resultar la vida, porque en un tiempo muy breve perdió a sus padres y luego su hermana desapareció. Por otra parte, la mujer que tenía a su lado, que no aparentaba más de veinticinco años, había estado casada, había perdido a su marido y ya llevaba años viajando de una ciudad a otra para ofrecer sus bailes.

El hombre apartó tan abrumadores pensamientos de su cabeza porque en muy contadas ocasiones era beneficioso pensar en el pasado, ya que éste no se podía modificar.

—La noche está preciosa —dijo Akori cambiando de tema.

—Sí —observó el cielo y aspiró el suave aroma de los cerezos a punto de caer.

Akori siempre había tenido una teoría sobre las estrellas pero le daba vergüenza contársela a la señora porque parecía una niñería. Sin embargo, si aquellos tiempos tenían algo bueno era que la gente era muy abierta para hablar de lo que quisiera. Por eso decidió contárselo:

—Yo creo que nuestros seres queridos están vigilando nuestro camino desde las estrellas, y por eso hay tantas —
mientras decía esas palabras las acompañó con un barrido de su mano que surcó el negro intenso de la noche.

—Eso es precioso —la mujer aflojó un poco su rigidez.

—Bueno, por algo soy escritor —se rió.

—¿Qué es lo que te hizo tomar ese camino?

—No tengo ningún motivo concreto, supongo que soy escritor porque es apasionante poder crear mundos e historias.

—No me imagino un trabajo mejor.

—Yo tampoco.

La chica estaba empezando a sentirse cansada, al menos su improvisado acompañante había conseguido que le entrara sueño con tanta charla. Aquella conversación frívola la relajó bastante, y también sirvió para liberarla en gran parte del dolor que aún seguía sintiendo por su pérdida.

—Bueno, será mejor que me retire a mis habitaciones.

—De acuerdo, te veré mañana.

—Mañana ya no estaré aquí.

Akori la miró desilusionado y ella le correspondió con un gesto de manos que quiso decir que lo sentía mucho. Sin embargo, mañana saldría muy temprano hacia otro destino; un nuevo punto en su ruta que debía ser visitado como tantos otros después de ese. Ya no era una muchacha tonta y sabía que haberlo conocido no era más que otra de las casualidades que le depararía su viaje. Aunque aquella fuera agradable, seguía sintiendo que no quería comprometerse con nadie.

—Dime al menos si volveré a verte.

—No lo creo, los sitios que frecuenta una geisha no son los mismos que los que visita un escritor —expresó ella de manera graciosa.

—No quiero que te vayas.

—Lo siento, mi camino ya está decidido. Por favor, no me busques.

Después de reflexionar unos momentos en su próximo viaje a Sakai, Kioko se fue de allí, siguiendo el largo corredor que llevaba a su habitación, y Akori se quedó mirando las estrellas.

Mientras caminaba pensó en lo reconfortada que se sintió al hablar con otra persona, y recordó que ese era otro motivo por el que viajar de una ciudad a otra: conocer a personas nuevas y no encerrarse en su dolor, algo que sabía que no era bueno.
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

3
MIYA, LA ASESINA DE LAS SOMBRAS


Una sombra de formas sinuosas se movía con presteza por los tejados de la ciudad de Sakai, y se coló en la posada por una de las ventanas superiores, la cual, forzó sin dificultad. La sombra recorrió un largo pasillo y comprobó que aquella posada era más grande de lo que le pareció en un primer momento. Luego bajó las escaleras con tranquilidad.

El posadero y su esposa vieron bajar a una figura que estaba oculta bajo una gran capa y una capucha negras. Su sexo era indefinido, pues sólo se veía su pelo corto transparentado por la luz de las velas, algo que inclinó a los dueños a pensar que se trataba de un hombre, porque en aquellos tiempos algunos de ellos se preocupaban mucho por su aspecto y se cortaban el pelo cada mes.

La chica llevaba en el bolsillo un retrato del alcalde y éste se estaba retrasando. Para hacer más llevadera la espera pidió una copa del mejor sake de aquella ciudad. El mejor sake de esa ciudad sabía como el peor de cualquier otra, pero para saciar la sed y amenizar el rato iría bien.

El posadero vino con una copa pequeña y una botella grande de sake, la dejó sobre la mesa de madera, llenó la copa hasta la mitad, y después hizo por irse de allí con el frasco, el cual, aún contenía más de tres cuartos de su capacidad.

—Deja la botella aquí —una voz salió de debajo de aquellas ropas de color negro y hubo algo que al hombre le hizo desconfiar, pero era un cliente y no podía permitirse el lujo de cuestionar a éstos.

—Por supuesto —respondió el hombre de manera sombría.

El posadero volvió a la barra junto a su esposa. Desde allí vio cómo la figura llenaba la copa hasta el mismo borde y luego se la bebió de un solo trago que provocó que la figura lanzara un quejido.

Después de beber ese trago se quitó la gran capa negra y dejó a la vista sus hombros blancos y su pelo corto de color negro. Al posadero y a su esposa ya no les cupo ni la más mínima duda de su sexo.

La mujer se bebió la botella en mucho menos tiempo que otros borrachos que iban a la taberna, pero ella no parecía afectada, lo que denotaba que tenía costumbre de beber ese tipo de bebidas.

Después de eso, levantó la mano y el posadero fue rápido a atenderla.

—Sí, señorita.

—Tráigame un menú del día y otra botella de sake —al hombre le pareció que estaba muy hambrienta porque tenía una mano en su estómago mientras pedía.

—Hoy tenemos estofado de carne con verduras —el posadero se quedó esperando algún cambio en la comanda, pero la mujer asintió complacida.

—Por cierto, ¿tienes habitaciones libres? —La mujer lo detuvo antes de que se fuera.

El hombre se extrañó bastante porque la vio bajar por la escalera y supuso que tendría una habitación. Este hecho hizo que volviera a desconfiar de la chica porque pensó que había entrado por una de las ventanas superiores como una vulgar ladrona. El hombre apartó ese pensamiento de su cabeza porque tenía que regentar un local y no podía contrariar a los clientes.

—Sí, tenemos de sobra, esta es la temporada más tranquila del año —contestó el hombre con amabilidad—. De cualquier forma mi esposa es quien se encarga de eso – señaló hacia la barra, donde una mujer gorda estaba atendiendo a otros clientes.

—De acuerdo —le dedicó una sonrisa un poco forzada que éste no supo interpretar, ni ella pretendía que interpretara.

La mujer se fijó que la posada era la típica pocilga que olía a cuadra y estuvo a punto de decirle algo al posadero, pero le parecieron asuntos demasiado triviales como para preocuparse por ellos y lo olvidó. En vez de eso prefirió pensar en el alcalde. Sacó la foto de su bolsillo y estuvo observando al gordo y estudió bien su rostro malicioso, y supuso que iba a encargarle una misión de matar, las que más le gustaban a la ninja.

Se levantó de la silla y fue un momento a la puerta a ver si lo veía venir, pero los caminos estaban solitarios. Aunque luego pensó que era una ventaja que llevara un día y medio sin comer, porque la comida amenizaría la espera.

La noche estaba muy tranquila y soplaba un aire que la hizo salir del sopor en el que se había sumido desde que entró en la posada. Llevaba un día y medio sin dormir demasiado y se sentía algo débil, aunque ella como ninja estaba entrenada para desechar ese sentimiento, porque en una lucha no podría permitirse demostrar debilidad ante su enemigo.

De repente, dos hombres, que se habían percatado de su presencia desde el principio, se acercaron a la ninja y uno de ellos puso un brazo sobre uno de sus blanquecinos hombros.

—¿Qué pasa, guapa? —dijo el más grande de los dos— Te hemos visto y nos preguntábamos si querrías comer con nosotros.

La mujer sentía un aburrimiento tan grande que decidió seguirles el juego durante un rato. Cuando observó sus rostros pudo notar, por sus ojos pequeños y sus narices picudas, que eran personas malvadas, además, eran los hombres más feos que vio nunca.

—¡Qué atrevimiento, señores! No estaría bien visto que una señorita se sentara junto a dos hombres —afligió su voz hasta el tono de una geisha servicial.

El posadero vio la escena y su presentimiento anterior de que aquella mujer no era de fiar se vio acrecentado cuando, en un descuido de la muchacha, ésta dejó a la vista un par de cuchillos pequeños, propios de los ninjas.

Ella lo miró mientras besaba al hombre más pequeño en la mejilla y el posadero advirtió su mirada fría e inexpresiva. Por ese motivo salió de la barra y se dirigió a los dos hombres.

—Dejad a esa mujer en paz —ordenó el dueño, nervioso porque la chica le organizara una matanza allí mismo.

Los dos hombres se volvieron hacia el dueño y le dijeron en tono sosegado.

—No estamos haciendo nada, sólo queríamos que comiera con nosotros —el hombre más grande señaló a la pequeña ninja y ésta le dedicó una mirada cargada de odio.

—La señorita me ha comentado que ha venido aquí para estar sola ¿verdad? —se dirigió a la ninja guiñándole un ojo discretamente, ésta se dio cuenta de lo que el posadero intentaba hacer y puso cara de desvalida.

—¿Es cierto eso? —Preguntó el hombre pequeño a la chica.

—Sí, hace poco he perdido a mi madre —la ninja respondió conteniendo una sonrisa.

Los hombres perdieron interés en ella porque una mujer triste no les serviría de nada y por eso volvieron a sus asientos, y no volvieron ni siquiera a mirarla.

—Has sido muy hábil, posadero —la ninja dibujó una sonrisa torva en su rostro.

—¿Eres una asesina de las sombras? —le preguntó en voz baja.

La cara de la mujer cambió y el hombre sintió mucho miedo.

—Deberías saber que a un ninja no le gusta que lo llamen por ese apodo, pero sí, soy una de ellos.

El hombre sólo temía a la muerte y a la ruina más que a un asesino de las sombras y maldijo el momento en que puso un pie en su posada. Y es que éstos se habían ganado su reputación a pulso, ya que cualquiera podía contratarlos hasta por las más ínfimas cantidades, de ahí que los ciudadanos los apodaran de esa manera.

—Sin embargo, no debes preocuparte, no os haré daño; no me han pagado por ello —pasó por su lado y se sentó en la misma silla de antes.

El posadero notó esas palabras como si un frío cuchillo le atravesara el pecho, porque estaban tan desprovistas de empatía y generosidad que creyó que se encontraba ante un demonio. Después de eso volvió a la barra, todavía asustado.

Los dos imbéciles le sirvieron de distracción pero habría preferido matarlos, ya que llevaba casi todo un día sin blandir sus armas blancas. No obstante, con los años aprendió que un ninja jamás debía matar a aquellos por los que no le hubieran pagado, porque era un gasto de energía inútil.

Después de media hora, el hombre se acercó con una gran olla a la mesa de la chica y ésta no notó en él signos de nerviosismo.

—Aquí está su comida —el posadero parecía amable y ella supo que llevar un negocio debía ser muy duro, porque tenía que atender a todos los clientes por igual.

Cuando estuvo servida acercó su nariz al estofado y aspiró un aroma delicioso, a carne y verduras, que le hizo evocar los guisos de su difunta madre, una cocinera estupenda.
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lucia
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por lucia »

Esta última no me ha gustado tanto por ser un poco repetitiva.

Además, imagino que no quieres decir cerezos, sino flores del cerezo. :lista:
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Evenesh
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

¿Sí? Dime qué es lo que te ha parecido repetitivo, ponme algún ejemplo, please. ¿Crees que la escena entre ellos dos es demasiado larga? Curiosamente ese trozo fue el que escribí más tarde de todos y nunca he estado muy seguro de él. Podría coger los fragmentos más interesantes y acortar la escena ¿tú qué opinas?

En cuanto a los cerezos, sí, me refería a las flores de cerezo pero también se dice cerezos en flor, yo pensé que no haría falta que pusiera: ''flores del cerezo'' y que bastaba con poner ''cerezos''. No pasa nada, si tengo que cambiarlo, lo cambio, ningún problema.

Muchísimas gracias, Lucía, :alegria: me estás ayudando muchísimo.

Saludos.
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lucia
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por lucia »

Se va a ver a los cerezos en flor, pero lo que se cae son las flores (o, mas bien, los pétalos), no los cerezos :cunao:

Y sí, acorta un poco esa escena. Si la relees de seguido junto con el capítulo anterior, verás a que me refiero con reiterativo.

En cuanto a la parte de la ninja, puedes hacerlo mejor. :lista: De hecho, tus dos mujeres parecen casi igual de distantes y salvo por la profesión, incluso podrían tener la misma personalidad tal y como las describes. Pero la ninja está demasiado estereotipada.
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Jejeje, tienes razón con lo de los flores y por eso lo cambiaré en un futuro :D

Te refieres a que todo el capítulo segundo es reiterativo pues, ¿no? Como voy publicando medios capítulos te ruego que me perdones y especifíques si es reiterativo todo el segundo. ¿Quizás te refieres que en el segundo vuelvo a hechos que ocurrieron mientras Akori veía bailar a Kioko?

Respecto a la personalidad de las mujeres, no quiero pecar de listo :cunao: , pero creo que más adelante doy muestras de que son mujeres distintas. Además, la geisha es distante porque está afligida pero ahora sucederán cosas que la harán reaccionar. Si más adelante no notas que son ditintas lo corregiré.

Lo que sí que no tengo ni idea de cómo arreglar es que la ninja esté estereotipada.
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lucia
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por lucia »

Intentando utilizar algún conocido y su forma de ser como base para la personalidad de la ninja :cunao:
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Ok, lo tendré en cuenta para el futuro repaso.
Gracias :alegria:
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