Algo que le pasó a una diosa una vez, parte I (Relato)

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Malz
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Algo que le pasó a una diosa una vez, parte I (Relato)

Mensaje por Malz »

La noche tiñe el bosque de un azul opaco, y mientras intento no tropezar con alguna raíz, siento el ardor de los mosquitos cuando muerden mi piel... malditos mosquitos, nunca son muchos, pero siempre demasiados. Es increíble que tenga que pasar por esto. ¿No era yo, acaso, Tlazoltéotl, la diosa de los libidinosos? Los hermanos dioses, armados con escamas y colmillos, solían reírse sobre mi cabeza. Ellos creían que la guerra se ganaba con sangre. ¡Idiotas! Cuando el colapso llegó, ¿dónde ocultaron sus aparatosos miembros? A mí me fue confiada la imaginación y la espera, la devoción y el oprobio, la furia y el cansancio. En mis pechos descansaron los hombres más fuertes, y de mi boca se prendaron las mujeres más rectas. Yo poseo la sabiduría primaria. Sé muy bien que la vida es más poderosa que la muerte, pues la vida es movimiento, sinergia, cosmos centrífugo y alocado en torno a un corazón fértil. ¿Qué es la muerte? Pura quietud, nada. ¿Por qué habría de temerle yo, diosa de la leche y el líquido seminal, a un elemento tan inerte como la sangre coagulada? Cuando llegó el colapso, yo pude introducirme, gracia de mis poderes, en una cavidad propicia. Y nací humana, y me sé la más hermosa de las humanas que han existido y existirán. Cuentan los sabios de arriba que existió, en las antiguas tierras del otro lado del océano, una tal Helena, cuyo rostro provocó la destrucción de un reino. Otra tal Cleopatra, me habían dicho, enloqueció a los hombres más poderosos con el correcto uso de su boca. Hasta allí había viajado yo una vez para seducir a la bella emperatriz, y habiéndome convertido en un fenómeno, un súcubo con apariencia de cien negros, cien veces gocé de su lengua. Fue en esos arenosos mares donde conocí a Tefnut, la diosa del tiempo, quien me ha dado en saber que nacerá, en un reino futuro, una mujer de muslos blancos y cabello de fuego, que los poetas y pintores sabrán inmortalizar, y que recibirá el nombre de Godiva. Ninguna me iguala.

En otros tiempos yo fui Tlazoltéotl, la diosa del sexo. Ahora soy una humana, una humana que a fuerza debe cubrirse el rostro con esta máscara de estiércol para no enloquecer a los hombres y a las mujeres con su belleza (para no enloquecerlos a todos). He perdido contacto con mi numen, la luna. Ahora ella me habla y yo no la escucho, tan sólo puedo verla, como todos los mortales. Camino y las moscas me buscan y los mosquitos se aprovechan de mi cuerpo, que es gratis. Sedientos, como antaño los hombres, ahora son ellos los que me succionan, me succionan y, quién sabe, quizás yo me enferme y muera aquí, en este bosque inhóspito. Pero no puedo renunciar, aun, a todos mis posibles. Si en todas las cartas que juegue estará la sombra de la muerte cernida, yo no puedo, aún, resignarme a esa suerte. Voy buscar el imperio de sol, la tierra de oro, El Dorado. Allí gobernaré como merezco. Un hombre fuerte y hermoso me acogerá en sus brazos, y yo le amaré con mi carne. Así pasaré los días, y cuando el tiempo sea propicio, cuando los astros se ordenen de la manera apropiada, le daré muerte, e invocaré a Tozi, a mamá, y ella me recogerá de nuevo en sus brazos celestiales. Libre de muerte y tierra, yo regresaré a los reinos divinos, y escupiré sobre los cadáveres de mis ineptos hermanos. Pero, ¿qué es ese silbido que oigo entre los arbustos? ¿No es, acaso, Ayauhtéotl, mi diosa hermana de la niebla? ¿Acaso tendrá un mensaje del cielo para mí?
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lucia
Cruela de vil
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Re: Algo que le pasó a una diosa una vez, parte I (Relato)

Mensaje por lucia »

Me gusta el tono que utilizas, que le va al pelo a una diosa venida a menos y un tanto vengativa y prepotente :grinno: Y casi se puede dejar aquí, haciéndonos imaginas que el silbido es el de una flecha que viene a cortar de raíz sus desvaríos. :twisted:

Ahora, comparar a Helena, Cleopatra y Godiva con diosas... Y eso que Cleopatra sí que era adorada como diosa en su tiempo por su súbditos. Pero a Godiva es que no la veo para nada.
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Paul Razzini
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Re: Algo que le pasó a una diosa una vez, parte I (Relato)

Mensaje por Paul Razzini »

Malz escribió:La noche tiñe el bosque de un azul opaco, y mientras intento no tropezar con alguna raíz, siento el ardor de los mosquitos cuando muerden mi piel... malditos mosquitos, nunca son muchos, pero siempre demasiados. Es increíble que tenga que pasar por esto. ¿No era yo, acaso, Tlazoltéotl, la diosa de los libidinosos? Los hermanos dioses, armados con escamas y colmillos, solían reírse sobre mi cabeza. Ellos creían que la guerra se ganaba con sangre. ¡Idiotas! Cuando el colapso llegó, ¿dónde ocultaron sus aparatosos miembros? A mí me fue confiada la imaginación y la espera, la devoción y el oprobio, la furia y el cansancio. En mis pechos descansaron los hombres más fuertes, y de mi boca se prendaron las mujeres más rectas. Yo poseo la sabiduría primaria. Sé muy bien que la vida es más poderosa que la muerte, pues la vida es movimiento, sinergia, cosmos centrífugo y alocado en torno a un corazón fértil. ¿Qué es la muerte? Pura quietud, nada. ¿Por qué habría de temerle yo, diosa de la leche y el líquido seminal, a un elemento tan inerte como la sangre coagulada? Cuando llegó el colapso, yo pude introducirme, gracia de mis poderes, en una cavidad propicia. Y nací humana, y me sé la más hermosa de las humanas que han existido y existirán. Cuentan los sabios de arriba que existió, en las antiguas tierras del otro lado del océano, una tal Helena, cuyo rostro provocó la destrucción de un reino. Otra tal Cleopatra, me habían dicho, enloqueció a los hombres más poderosos con el correcto uso de su boca. Hasta allí había viajado yo una vez para seducir a la bella emperatriz, y habiéndome convertido en un fenómeno, un súcubo con apariencia de cien negros, cien veces gocé de su lengua. Fue en esos arenosos mares donde conocí a Tefnut, la diosa del tiempo, quien me ha dado en saber que nacerá, en un reino futuro, una mujer de muslos blancos y cabello de fuego, que los poetas y pintores sabrán inmortalizar, y que recibirá el nombre de Godiva. Ninguna me iguala.

En otros tiempos yo fui Tlazoltéotl, la diosa del sexo. Ahora soy una humana, una humana que a fuerza debe cubrirse el rostro con esta máscara de estiércol para no enloquecer a los hombres y a las mujeres con su belleza (para no enloquecerlos a todos). He perdido contacto con mi numen, la luna. Ahora ella me habla y yo no la escucho, tan sólo puedo verla, como todos los mortales. Camino y las moscas me buscan y los mosquitos se aprovechan de mi cuerpo, que es gratis. Sedientos, como antaño los hombres, ahora son ellos los que me succionan, me succionan y, quién sabe, quizás yo me enferme y muera aquí, en este bosque inhóspito. Pero no puedo renunciar, aun, a todos mis posibles. Si en todas las cartas que juegue estará la sombra de la muerte cernida, yo no puedo, aún, resignarme a esa suerte. Voy buscar el imperio de sol, la tierra de oro, El Dorado. Allí gobernaré como merezco. Un hombre fuerte y hermoso me acogerá en sus brazos, y yo le amaré con mi carne. Así pasaré los días, y cuando el tiempo sea propicio, cuando los astros se ordenen de la manera apropiada, le daré muerte, e invocaré a Tozi, a mamá, y ella me recogerá de nuevo en sus brazos celestiales. Libre de muerte y tierra, yo regresaré a los reinos divinos, y escupiré sobre los cadáveres de mis ineptos hermanos. Pero, ¿qué es ese silbido que oigo entre los arbustos? ¿No es, acaso, Ayauhtéotl, mi diosa hermana de la niebla? ¿Acaso tendrá un mensaje del cielo para mí?


Ese titulo no le hace honor a uno de tus mejores cuentos. De mis favoritos tuyos y en general, lograste algo muy memorable, llamativo. Yo que vos lo alargo un poco la trama, y le saco alguna linea, en azul las que menos me gustaron.
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