Revoluciones por minuto (Fotonovela)

Espacio en el que encontrar los relatos de los foreros, y pistas para quien quiera publicar.

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Basse Corniche
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Revoluciones por minuto (Fotonovela)

Mensaje por Basse Corniche »

1- Primeros metros...
2- ...y primeros pasos
3- Café para tres
4- Su alteza
5- Disculpas aceptadas


1-Primero metros...:


El aullido del V8 italiano subiendo de vueltas, rompía el silencio de los pueblos que cruzábamos mientras atravesábamos la “Basse Corniche” a velocidades de vértigo. Los pocos viandantes aún despiertos se giraban a nuestro paso, supongo que alertados previamente por el ruido de sirenas que emanaba del séquito de policías que intentaba darnos caza, y que teñían la noche de rojo y azul.

-¡Jajajaja! ¡Como ruje este pequeño! Yijaaa!! ¡Jajajaja!!

-¡Cállate Sébastien! ¡Bastante tengo con intentar no matarnos, como para encima aguantar tu versión yonqui! ¡Si no sabes controlarte, deja de meterte!

-¡JAJAJAJA! ¡Relájate Michel, y disfruta del momento! ¡Adrenalina pura!

-Maldito imbécil…

Pero el maldito imbécil tenía razón. Los monovolúmenes diésel de los gendarmes y sus precarias habilidades al volante, poco podían hacer frente al ritmo que le estaba imponiendo al F430 Spider en una carretera que me conocía como si fuese una extensión de mi cuerpo.

A cada curva, las sirenas iban disminuyendo su intensidad, mientras se hacía más patente el lamento de los neumáticos traseros, que chillaban al ser castigados a cada insinuación de la zaga, dejando tras de sí una estela de humo y goma quemada.

Al salir de Saint-Jean-Cap-Ferrat conseguí perder de vista a la manada de policías, y antes de entrar en Villefranche-sur-Mer, giré a la derecha en un desvío, hacia una pequeña carretera empinada y con poca iluminación, que moría en la "Moyenne Corniche". Tracé dos curvas en horquilla y aparté el Ferrari al arcén, apagando motor y luces.

Bajamos del coche con cautela y nos asomamos al quitamiedos. Sébastien introdujo la mano en el bolsillo interior de su americana turquesa, sacó su arrugado paquete de Marlboro Light y se llevó un cigarro a la boca.

-¿Quieres uno, socio?

Asentí con la cabeza, y me encendí un cigarro junto a mi camarada. Y me apoyé en el quitamiedos. No nos dijimos nada; simplemente disfrutamos el sabor del cigarro mientras contemplábamos el espectáculo de luces y sonidos que los gendarmes nos brindaban, pasando raudos dirección Niza, en un estéril intento de darnos caza.

La noche era preciosa y el Mediterráneo otorgaba a la “Cote d’ Azur” una temperatura ideal, que invitaba a recorrer descapotado los últimos metros hasta nuestro destino.

-No te entiendo Michel, ¿tan nervioso que te has puesto antes y ahora descapotas el trasto este?

-Dame otro cigarro, anda…y disfruta del momento.

Apenas diez minutos después, llegamos a la puerta de la casa de Sébastien. Una preciosa casa de dos plantas, situada a medio camino entre Villefranche y Niza. Sébastien sacó de su pantalón el mando a distancia que abría la puerta corredera del jardín y que a su vez daba acceso al garaje. Acto seguido se bajó para indicarme la maniobra.

-Ponlo a la derecha del 348ts.

Y tal como me dijo, aparqué el F430 Spider al lado de su antecesor.

-Que bonitas eran las líneas de los 80, con esas carrocerías angulosas y esas entradas de aire infinitas que ocupan toda la puerta ¿verdad Michel?... ¡Ai, si “Il commendatore" levantara la cabeza…!

-Déjate de romanticismos ochenteros y ayúdame a taparlos. Tenemos que esperar un tiempo prudencial a que se enfríen, y así entregárselos a "Your Royal Highness".

Cubrimos ambos coches con una enorme sábana blanca, previamente preparada para estos menesteres. Luego Sébastien arrancó su vetusta Renault Master T35D, y la estacionó delante de las máquinas de Maranello, impidiendo cualquier posible contacto visual.

-¿Qué coche me prestas, Séb?

-Llévate el R-25 -me contestó mientras me alcanzaba las llaves con la mano -Y cuídamelo, que ya no se hacen franceses como este.

-Descuida. Estamos en contacto.

-Descansa Michel.

Y Sébastien volvió a pulsar el mando a distancia, esta vez sin sacarlo del bolsillo de su pantalón, mientras yo cruzaba la puerta a bordo del Renault 25 baccara rumbo a mi casa.

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Última edición por Basse Corniche el 06 Ene 2018 11:34, editado 4 veces en total.
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lucia
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Re: Revoluciones por minuto

Mensaje por lucia »

¿El 1 significa que va a haber más entregas? :mrgreen: Porque da la sensación de que pudiesen estar robando coches que les marcase el mismo fabricante italiano (si digo alguna burrada en este sentido, perdóname, pero no sé mucho de coches aunque me haya dado el gusto de adelantar un Ferrari por ciudad).

En cuanto a la trama, si tantos coches roban en la misma zona, los polis hubiesen llamado a alguien en Villefranche para que los esperasen por allí, ya que no a un helicóptero por ser de noche, ¿no?

Por lo demás, bien escrito y personajes que parece que tienes bastante claros en tu cabeza o, quizá, un tanto estereotipados.
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Basse Corniche
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Re: Revoluciones por minuto

Mensaje por Basse Corniche »

2- …Y primeros pasos

Abrí los ojos, lentamente, aún con el cansancio acumulado de los días anteriores, y perdí mi mirada en las aspas del ventilador de techo, que giraban a mínima velocidad. Dos robos en dos noches era algo a lo que aún no estaba acostumbrado. Y desde luego el del Spider no había sido precisamente fácil. He de reconocer que Sébastien tenía razón, y que la excitación creada por la situación era difícil de sustituir por algo mínimamente semejante. Y encima, era adictiva.

El reloj de mi mesita marcaba las siete menos diez. Los rayos de sol que tímidamente empezaban a despuntar a través de la ventana del salón, así lo confirmaban.

Me levanté, y salí al pequeño balcón. Me encendí un cigarro y me quedé mirando el Mediterráneo, del que me separaba apenas una calle. Saint-Laurent-du-Var aún dormía. El hecho de ser Domingo atrasaba cualquier tipo de actividad habitual en la población. Así que decidí aprovechar la ausencia de gente y salir a reconocer un poco el pueblo. Y es que solo llevaba un par de meses en aquel lugar. Me puse una camiseta, pantalones cortos y bambas. Salí del pequeño apartamento y bajÉ las escaleras comunitarias que me llevaban al jardín donde descansaban los coches de los inquilinos de las diferentes viviendas. Y el Renault 25.

Nunca he sido muy amigo de los coches franceses, pero reconozco que Sébastien tenía esa unidad en un estado impecable. El precioso color gris oscuro de la carrocería brillaba de forma uniforme y majestuosa, y resaltaba más el contraste que creaba con el interior en color marrón. La guinda del pastel la ponían las hermosas llantas planas con siete diminutos brazos, que le otorgaban una línea deportiva y robusta. El restyling a este modelo le sentó realmente bien.

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Abrí la pequeña puerta metálica y salí a la calle. Mi apartamento estaba situado detrás de la Avenue Saint-Hubert, una calle de doble sentido, bastante transitada, que moría en la Route du Bord de Mer, una de las arterias principales de la Riviera, pues comunicaba las poblaciones del Litoral con la bella Niza. Los primeros ciclistas y corredores aprovechaban la ausencia de calor de las primeras horas para practicar sus respectivas actividades deportivas en los carriles destinados para ello. Me acerqué al puerto, situado justo en frente. Me apoyé en una de las barandillas y perdí mi mirada en el horizonte. Me preocupaba el no saber bien como había llegado mi vida a esta situación laboral.

De pronto sonaron en mi móvil los primeros acordes de "Your Love"de "The Outfield", indicando una llamada entrante .



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-Buenos días Séb.

-Veo que no soy el único que no puede conciliar el sueño - me contestó Sébastien con voz cansada- ¿Porque no vienes a casa, nos tomamos un café y planificamos un poco el día?

-¿Es que te ha dicho algo “Su Alteza"?

-Sí, ayer por la noche me escribió un “whatsapp”, preocupado por la fiesta improvisada que montamos en la costa.

-Jajaja, Ok, ok; te veo en un rato.

Volví sobre mis pasos, de vuelta al apartamento. Subí y me di una ducha, pues necesitaba refrescarme, y es que el calor en esta época del año empezaba a ser agobiante, y más al tener tan cerca el mar. Esta vez decidí ponerme algo más formal, pero igualmente cómodo: camisa fina, pantalón de lino y mocasines de verano. Cogí las llaves del apartamento, las llaves del R-25, con su bonito rombo ochentero como llavero, y la cartera, y bajé de nuevo al jardín.

Dos destellos intermitentes procedentes de la berlina francesa me indicaron que ya estaba la alarma desconectada. Abrí la puerta y me acomodé en los magníficos asientos de cuero. Tan cómodos como calurosos. Segunda posición en el clausor y el V6 cobra vida una vez más con un suave y burgués ronroneo. Engrané primera velocidad y me acerqué al teclado numérico de la puerta, donde introduje el código de seguridad que liberaba la verja de salida.

Eran las ocho y pocos minutos y el tráfico era inexistente. No tenía mucha prisa y el día se presentaba soleado y radiante, lo normal en la Riviera Francesa. Así que decidí llegar a casa de Sébastien cruzando Niza, pues apenas me separaban diecisiete kilómetros. Tomé la Route du bord de Mer dirección Niza y crucé el puente que salva el Rio Var, que es el encargado físico de separar las dos poblaciones. Al dejar atrás el puente, la vía cambiaba de nombre y ya rodaba por la famosa Promenade des Anglais.

Bajé la ventanilla y encendí la radio. Sintonicé "Cool & Relax", una emisora bastante conocida en esta zona por poner música ochentera y de Chill Out sin ningún tipo de publicidad. Y justo empezaban los acordes de “In the air tonight” de Phil Collins.



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Me sentía como Sonny Crockett a bordo de su Ferrari 365 Daytona (que por cierto era una réplica sobre un Chevrolet Corvette C3 Stingray), cruzando Miami en busca de respuestas. Atrás fui dejando el aeropuerto de Niza, con su pista de aterrizaje encima del mar, su aparcamiento de jets privados, completamente lleno de la cantidad de millonarios que vienen a veranear aquí, el parque Phoenix… Me seguí adentrando en la bella Niza y cruzando lugares emblemáticos, como el hotel Negresco, los jardines Alberto I, el edificio de la ópera, el monumento a los muertos en la guerra mundial, …

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Dejé atrás el paseo de los ingleses y rodeé el puerto de la ciudad hasta llegar al fin de la misma, donde empezaban las primeras curvas de la Basse Corniche. Bajé dos marchas y el sonido del V6 se mostró algo más bronco, intentando fusionarse con “África” de “Toto”, que era el tema que sonaba ahora por la radio. El coche empujaba con energía y entregaba bastante fuerza desde abajo, y siempre desde la comodidad que otorgaba el barroco y lujoso interior.


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Poco antes de llegar a Villefranche-Sur-Mer, tomé el desvío a la izquierda dirección a la Moyenne Corniche, y al cabo de unos metros me planté en la puerta de Sébastien, donde él ya me estaba esperando con la verja abierta.

Pantalón de pijama corto, camiseta blanca de tirantes, taza de café en la mano izquierda y cigarro en la derecha. Está claro que este tipo no se pone nervioso por nada.
Última edición por Basse Corniche el 01 Ene 2018 17:26, editado 1 vez en total.
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lucia
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Re: Revoluciones por minuto

Mensaje por lucia »

En la entrada anterior se me olvidó comentarlo, pero la verdad es que esas carreteras costeras de la Costa Azul las he hecho en coche y son preciosas, lo mismo que algunos pueblos. Niza no tanto.

Esta, sobre todo por contraste, parece mas de transición y descanso tras la adrenalina de la primera.

Por cierto, se te ha escapado viva alguna tilde, como esta:
baje las escaleras
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Basse Corniche
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Re: Revoluciones por minuto

Mensaje por Basse Corniche »

3- Café para tres


Atravesé la verja con el R-25 hasta el interior de la parcela, que contaba con cerca de dos mil metros cuadrados, y estacioné justo enfrente de la puerta del garaje.

-Buenos días Séb- le dije aún acomodado en la butaca del conductor.

-Buenos días Michel. Te queda muy bien el gabacho. Pareces alguien importante y todo.

-Estás muy simpático para no haber dormido…

-¡Jajajaja! ¡Demasiada fiesta ayer por la noche! ¡Aún me dura el subidón! Anda, pasa dentro y tomamos un café.

Seguí los pasos de Sébastien al interior de la casa, la cual era simplemente majestuosa. Ya había estado más veces, pero no dejaba de sorprenderme.

La casa, que disponia de más de trescientos metros cuadrados habitables, repartidos en dos plantas, estaba diseñada en forma de L, y apuntaba a un precioso jardín interior presidido por una piscina de forma oval.

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En el interior, el blanco era el color predominante, tanto en paredes como en algunos elementos decorativos, y ayudaba a recoger la majestuosa luz que nacía del Sol de la Riviera e inundaba todas las estancias, gracias a las enormes vidrieras que hacían de paredes, creando un clímax de serenidad irrepetible.

El salón estaba presidido por una enorme mesa, y dos grandes ventanales daban acceso al enorme balcón que conformaba el contorno de la casa.

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Desplacé una de las puertas y salí a disfrutar de lo mejor de la casa: las vistas sobre la bahía de Villefranche-sur-Mer. Todo estaba construido para disfrutar de semejante belleza natural con los cinco sentidos.

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-¿Café solo? ¿Con hielo?

-Con hielo mejor, Séb

Sébastien me acercó el café al balcón, entró de nuevo al comedor, cogió el mando a distancia del equipo de música que tenía, activó el hilo musical del salón y empezaron a sonar los primeros acordes de “Crockett’s Theme” de “Jan Hammer”.


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Volvió a salir al balcón, con un segundo café y un segundo cigarro.

-¿Quieres? -me preguntó mientras me acercaba el paquete de Marlboro Light.

-Mercí, Séb -le contesté mientras cogía el cigarro -Y bien ¿Qué te ha dicho “Su Alteza”?

-Pues lo que te dije antes por teléfono. Me escribió preguntándome si había ido todo bien, pues llegó a sus oídos la fiesta que montamos ahí abajo -me contestó mientras señalaba con su cigarro la Basse Corniche, que se divisaba perfectamente desde su casa -Y quiere que esta noche entreguemos los dos Ferrari en una dirección que luego me facilitará.

-¿Qué? ¡Pero si aún están calientes!

-Son sus deseos. No te preocupes, un domingo por la noche es más fácil realizar un traslado así.

-Si tú lo dices…

De pronto, un sonido bronco interrumpió nuestra conversación. El rugir de un seis cilindros bóxer de origen germano, acercándose fugazmente a nuestra posición, hizo que Sébastien cruzara el Salón hasta la verja de entrada. Para cuando llegó, el ronroneo a ralentí en reposo, esperaba la apertura de la misma para poder acceder a la parcela.

Sébastien sacó el mando del bolsillo derecho de ese mini pantalón que llevaba, y la verja empezó a desplazarse lentamente, descubriendo un precioso Porsche 911 Cabriolet, de la generación 996, en un profundo color azul con interior en camel. A los mandos, una preciosa joven, de tez bronceada y larga melena rubia, cubierta en parte por un sombrero de color claro con un lazo rosa. Sus ojos estaban tapados por unas oscuras Ray Ban Wayfarer.

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-¡Mélissa! -exclamó efusivo Sébastien.

-¡Papá! -respondió la bella joven mientras bajaba del Porsche y se dirigía a abrazar a Sébastien- ¿Qué tal estás?

-¡Bien, muy bien! ¿Pero como es que has llegado ahora? No te esperaba hasta la semana que viene.

-Porque sé que te preocupas por mí y seguro que si te llamo para avisarte que regresaba de Paris, estarías nervioso hasta que llegase -le contestó una sonriente Mélissa. -Así, de esta manera ya estoy aquí y tu sin preocuparte innecesariamente.

-Si es que…-respondió Sébastien mientras acariciaba la mejilla de su hija -eres un cielo.

Y se volvió a fundir en un abrazo con ella

-Mélissa, ¿te acuerdas de Michel?

-¡Por supuesto!, ¿Qué tal estás Michel? –y se acercó a darme dos cordiales besos -¡Como has cambiado!

-No soy el único, por lo que veo…

Hacia cerca de seis años que no veía a Mélissa, la única hija de Sébastien. La última imagen que recuerdo de ella, es la de una joven adolescente cargada de sueños de futuro, y ahora es toda una mujer, alta y preciosa, capaz de hacer palidecer al hombre más recto sólo con su presencia.

-¡Ei! –Interrumpió Sébastien- ¿Os apetece bajar a comer al pueblo?

-¡Estupendo Papá! ¿Por qué no vamos a Les Palmiers?

-Me parece estupendo. ¿Qué dices Michel?

-No tengo nada que hacer, y me gusta el sitio ¿Por qué no?

-Genial –respondió una Mélissa risueña -¿Os importa si me doy una ducha? Estoy cansada del viaje.

-¡Como nos va a importar! Tu habitación sigue igual que la dejaste la última vez.

Mélissa abrió el capó delantero del Porsche y sacó una maleta de un tamaño medio. Cerró y se dirigió al interior de la casa.

-Qué guapa está tu hija Séb. Se ha convertido en toda una mujer.

-Sí, es idéntica a su madre, es el vivo reflejo de ella. Y por cierto –la voz de Sébastien cambió de tono – ni una palabra de nada de esto a Mélissa –mientras señalaba con el dedo la puerta del garaje donde estaban los Ferrari.
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lucia
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Re: Revoluciones por minuto

Mensaje por lucia »

Ese Porsche parece mas amplio que el recuerdo que yo tengo de los 911 :meditando:

Y un detallito, la etiqueta youtube requiere quitar la s del https. Si quieres copiar el enlace tal cual, tienes que utilizar la de media.
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Basse Corniche
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Re: Revoluciones por minuto

Mensaje por Basse Corniche »

4- Su Alteza


Eran las doce del mediodía y yo estaba sentado en una de las sillas que había en la zona de la piscina. En la mesa descansaba mi paquete de Tabaco Lucky Strike, y un Martini suave que me había servido Sébastien antes de irse a cambiar de ropa.

No podía quitarme de la cabeza el hecho de tener que entregar los dos coches esa misma noche. Si ni siquiera habían pasado veinticuatro horas. Y en este negocio, el dejar enfriar un coche era una de las normas más importantes, si no la que más. Contando que la media rondaba las tres semanas de espera, hacerlo en el día siguiente suponía un riesgo muy alto, que encima se doblaba, al haber dos coches que desplazar. Y para rizar el rizo, Mélissa estaba aquí, lo que nos limitaba a la hora de sacar los coches.

-¿Y bien, como te trata por aquí la vida?

Mélissa interrumpió mis pensamientos. Había sustituido su cómodo atuendo de viaje por un vestido verde claro, con el talle por encima de las rodillas, liberando dos larguísimas piernas perfectamente depiladas, las cuales acababan en unas sandalias con cuña que la elevaban unos centímetros más de su estatura habitual. Todo el conjunto estilizaba su esbelta figura y resaltaba sus atributos femeninos. Las gafas de sol, ahora apoyadas en el voladizo del sombrero, habían dejado paso a unos ojos azules como el agua de Niza, resguardados por un conjunto de bastas pestañas. Estaba simplemente preciosa.

-Pues no me puedo quejar, desde luego. Esta zona de Francia es especial y cada día te sorprende.

-Y que lo digas. Siempre echo de menos estas vistas cuando me tengo que ir a Paris.

-¿Cómo te va por allí? ¿Qué estás haciendo?

-Oh, estoy estudiando en la universidad de Paris.

-¿Sorbonne?

-¡Si! ¡Vaya! ¿La conoces?

-He oído hablar de ella, pero no, no he tenido el placer de asistir. ¿Y qué estás estudiando?

-Arqueología e historia del arte.

-Vaya, suena muy interesante.

-Sí, siempre me ha gustado mucho la historia del Arte. Creo que hay que aprender del pasado para poder construir nuestro futuro.

-¡Que chicos! –Sébastien interrumpió la conversación -¿Estáis listos?

-Si Papá.

Seguí a Mélissa a través del jardín, hasta llegar a la posición de Sébastien, que se había puesto un pantalón de vestir blanco y fino, junto con una camiseta azul pastel, y unos mocasines de verano del mismo color.

-Coño Séb, ¿dónde has dejado el Testarossa blanco?

-Yo no tengo la culpa de que seas un joven sin estilo –me respondió Sébastien mientras Mélissa se reía de la situación.

-¿Vamos con el Porsche, chicos? ¿Quieres llevarlo tu Michel?

-¿Por qué no? –le dije mientras cogía las llaves.

Hacía tiempo que no cogía un Porsche. Tanto que los primeros tres segundos busqué el clausor a la derecha del volante hasta que me acordé que lo llevan en la izquierda. Pero Mélissa se percató y no pudo evitar soltar una pequeña sonrisa.

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Segunda posición y el motor bóxer cobra vida con ese sonido bronco tan característico.

-¿Vas cómodo ahí atrás, Sonny Cro…digo, Séb?

Y la respuesta fue una colleja inmediata, a lo que Mélissa se reía a carcajada suelta. Qué guapa estaba.

La radio se puso en funcionamiento y empezó a sonar “This Is How We Do” de “Katy Perry”



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Tardamos diez minutos en llegar a Villefranche-sur-Mer. Aparcamos en uno de los parkings del puerto, al lado de la Citadelle Saint- Elme, una fortificación militar del siglo XVI que nació con la finalidad de la defensa de la joya de la corona ducal de Savoie, y que ahora vigilaba la población en su nuevo rol de monumento histórico.


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Estaba todo lleno de gente, la mayoría turistas, que buscaban una mesa libre en alguna terraza para comer.

-¿Has reservado Papá?

-Sí, mesa para tres, a la una y media, pero vamos ya para allí.

Disfrutamos de una agradable comida, sentados durante más de dos horas en aquella terraza, rodeada de plantas artificiales, gente riendo, camareros afables, y degustando una rica paella de arroz negro y frutos del mar, acompañada de dos jarras de sangría de cava, que literalmente desaparecieron. Y es que el calor era bastante intenso.

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Acabamos de comer cerca de las cuatro de la tarde, después de hablar de un sinfín de cosas, de escuchar cómo le había ido a Mélissa los últimos seis años y su actual vida en Paris, y de otros tantos temas banales. Decidimos ir a dar un paseo por la zona del puerto para bajar un poco la comida, con la ayuda de sendos cucuruchos de helado.

Mélissa recibió una llamada de teléfono que la tuvo más de quince minutos ocupada, andando unos metros por delante nuestro.

-Oye Séb ¿Cómo vamos a sacar los Ferrari si está tu hija aquí?

-Tranquilo, ya se me ocurrirá algo, aunque llevo todo el rato pensando y no se bien el que. A malas, llamaré a "Su Alteza" y le diré que sintiéndolo mucho la entrega no podrá ser hoy. Pero no creo que le haga mucha gracia.

Mélissa colgó el teléfono, detuvo el paso y se giró hacia nosotros.

-¿Papá? –noté como el pulso de Sébastien se aceleraba –me ha llamado mi amiga Christine, que quería quedar conmigo para cenar y tomar algo en Niza. ¿Os importa si os dejo en casa y voy?

-¡No hombre hija! –Sébastien volvía a respirar -¿Cómo nos va a importar? Vayamos a donde está el coche y regresemos a casa.

Esta vez Mélissa conducía el Porsche. Sébastien iba dando pequeños cabezazos de sueño y yo, en el asiento del pasajero, no podía evitar ver la habilidad que tenía al volante la hija de mi amigo. No erraba ningún cambio y no se cortaba en llevar el motor en un régimen alto. Se notaba que disfrutaba conduciendo y que sabía lo que llevaba entre manos.

Llegamos sobre las siete y media de la tarde a casa de Sébastien. Nos despedimos de Mélissa y ella inició su camino hacia Niza. Sébastien abrió la verja y yo me quedé escuchando como desaparecía, carretera abajo, el ronquido del 911 junto con el perfume de Mélissa.

-La llamada a Mélissa ha sido un golpe de suerte, ¿verdad Séb?

-Y que lo digas Michel, yo empezaba a preocuparme un poco.

-Ves guardando el R-25 en el garaje mientras subo un momento al servicio y a cambiarme de ropa.

Entré al recibidor de la casa, y cogí las llaves del Renault, que había dejado previamente Sébastien por la mañana, y me dirigí al garaje. Abrí la puerta y me quedé mirando la joya de Sébastien, su fetiche automovilístico: un Alpine-Renault A310 en impecable estado, descansaba pegado a la pared derecha. Era realmente espectacular.

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Metí el R-25 justo delante del Alpine y en ese momento llegó Sébastien al garaje.

-Toma un cigarro –me alcanzó el paquete de Marlboro mientras él se quedaba uno –Vamos a esperar un poco a que empiece a caer el atardecer, y nos moveremos.

-¿Ya sabes donde tenemos que ir?

-Sí, “Su Alteza” me ha pasado la ubicación. Me ha dicho que se trata de un garaje situado en Levens, a los pies de la carretera.

-¿Dirección Sisteron?

-Sí, pero mucho antes, a unos cincuenta minutos de aquí.

-Cincuenta minutos que se van a hacer eternos.

-Bueno, relájate. Vamos a ir destapando los coches, que ya empieza a caer el Sol –dijo Sébastien mientras retirábamos los disfraces a los deportivos italianos –por cierto, tu llevas el 348, no me apetece pelearme con el cambio.

-Estás hecho todo un gentleman…

Abrí la puerta del 348 y giré las llaves en el contacto, que restaban puestas en él. Y mientras Sébastien retiraba la Renault Master, el V8 italiano cobraba vida, inundando la estancia de ese olor característico a gasolina mal quemada. Encendí las luces y los faros escamoteables surgieron, inundando de amarillo el local.

-Será mejor que vaya yo delante, que se te apagaran con el aire esas velas que llevas por luces –me comentó Sébastien mientras encendía los faros de xenón del F430.

Fue sacar el morro del Ferrari por la puerta y empezar a llover. El magnífico día de Sol y calor se acababa de esa forma tan abrupta, y añadía un plus de emoción a la ya delicada situación del momento. Y es que un 348 en mojado no es apto para todas las manos.

Salimos por las calles estrechas de Villefranche, ya con el suelo completamente mojado.


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Decidí poner la radio y disfrutar del paseo, para así aplacar mis nervios. Y es que a cada metro recorrido, más se me aceleraba el pulso, ya que, sinceramente, no tenía ganas de volver a montar un show como el de la pasada noche. Sonaba “The show must go on” de “Queen”, muy apropiada para el momento.



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Dejamos atrás Villefranche y rodeamos Niza por la cara interior, surcando las carreteras que subían y bajaban por la orografía Nicense. Sébastien era un gran conductor y trazaba con firmeza, colocando el Spider donde él quería. Yo simplemente le seguía, aguantando el ritmo mientras intentaba domar la violencia de la berlinetta, la cual no contaba con ningún tipo de control, y que se esforzaba por sacarme del asfalto mojado a cada curva. Menos mal que el tacto del cambio de rejilla era simplemente delicioso.

A las diez de la noche entrabamos en Levens. Un pueblo de paso, con apenas medio centenar de casas. Estaba completamente desierto. Sébastien aminoró la marcha y a los pocos metros nos detuvimos al lado de una puerta de Garaje.
Bajamos de los coches y Sébastien le envió un “hemos llegado” vía Whatsapp a “Su Alteza”. Automáticamente, la puerta se abrió, dejando al descubierto joyas de rallye desmontadas, preparadas para asumir nuevos retos. Un Alpine A110, un Ferrari 308 Dino y un Lancia Stratos descansaban plácidamente. Al lado un grupo de cinco hombres, tres de origen árabe, esperaban que entrásemos los coches. Y así lo hicimos.

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-¡Bienvenido amigo Sébastien! –un hombre de origen Saudí, ataviado con un excelente traje, se adelantó al resto y saludó a mi camarada.

-¿Qué tal estás Nasser? –le replicó Sébastien, mientras se repartían tres besos en la mejilla, al más puro estilo árabe.
-Michel, te presento a Nasser Bin Abdullah, miembro de la familia real Catarí.

-Un placer conocerte – contestó con un claro acento árabe.

-El placer es mío, Su Alteza –le repliqué mientras estrechaba su mano aún con cara de incredulidad, pues jamás pensé que “Su Alteza” realmente era un miembro de la familia real Catarí, sino un nombre en clave.

-Y bien, hoy no habéis tenido complicaciones, ¿verdad Séb? –preguntó Nasser mientras deslizaba la mano por la húmeda carrocería del 348ts.

-Hoy la lluvia te ha manchado los coches, pero nada más.

-Bueno, pero han llegado enteros, que era lo que me preocupaba.

Y Nasser sacó de su pantalón una copia de la llave del F430. Se acercó al coche y con un toque de mando lo cerró.

-¿Que cojones está pasando aquí Séb?

-Cálmate Michel, déjame que te cuente.

-¡Que me tienes que contar! –contesté preso de la cólera – ¡Nos jugamos ayer el tipo con los gendarmes y resulta que el F430 es suyo!

-Y el 348ts también –interrumpió Nasser.

-¡¿Cómo?!

-Ya te dije que las habilidades del chico al volante eran buenas, que no hacía falta que lo pusieras a prueba.

-Cállate Sébastien –interrumpió nuevamente Nasser –Yo decido quien trabaja conmigo y como consigue el puesto.

-Yo también decido con quien trabajo Su Alteza y creo que…

-¡Shhh! ¡Silencio! Ya estás dentro de esto, así que ahora no hay vuelta atrás –me dijo Nasser mientras mantenía su cara a pocos centímetros de la mía, con mirada desafiante -¡Víctor! ¡Llévatelos!
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lucia
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Re: Revoluciones por minuto

Mensaje por lucia »

Pinta interesante este giro que le has dado a la historia :boese040: :boese040:

Y tienen suerte de que haya un restaurante abierto a la 1 y media en Francia que no sea hamburguesería o similar. La de veces que me habré quedado yo sin comer allí por no acordarme a tiempo :lol:
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Basse Corniche
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Re: Revoluciones por minuto

Mensaje por Basse Corniche »

5- Disculpas aceptadas


El cigarro se consumía lentamente, apoyado en el borde del cenicero. Yo estaba sentado en una de las sillas que tenía en el pequeño balcón de mi apartamento, escuchando en la radio "Broken wings" de “Mr. Mister", mientras pensaba en todo lo sucedido la noche anterior.



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No entendía porque Sébastien me había ocultado que los coches eran de “Su Alteza”. ¿Y cómo conocía Sébastien a alguien de semejante rango, y encima trabajaba para él? Estaba claro que su antiguo trabajo en la DGSE, el servicio de inteligencia francés, tenía algo que ver.

Me levanté y me dirigí a la nevera a por un vaso de zumo de naranja, cuando de pronto, llamaron a la puerta. Me acerqué, sin hacer mucho ruido, y observé por la mirilla el rostro de Sébastien, que esperaba en el descansillo a que yo le abriera.

-Buenos días Séb -le saludé mientras colgaba las llaves del apartamento en un gancho en la pared.

-Buenos días Michel, ¿qué te cuentas?

-Creo que el que tiene algo que contar aquí eres tú.

-Y por eso he venido. Vamos a dar un paseo anda.

Me calcé unas zapatillas deportivas, apague el ventilador del techo mientras depositaba el vaso de zumo en el pequeño fregadero, cogí las llaves y salí del apartamento acompañado de Sébastien. Bajamos las escaleras y nos dirigimos a la calle.

-Vaya, has sacado el Alpine. Ya decía yo que me parecía haber escuchado un ruido algo diferente al del tráfico habitual.

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-Sí –me respondió con una sonrisa pícara -Tenía ganas de cogerlo. Lleva años conmigo pero arrancarlo me produce siempre el mismo nerviosismo de la primera vez.

-Claro, porque sabes que es un Renault y que algún día no arrancará.

-¡Jajajaja! ¡Veo que has desayunado fuerte hoy! -me contestó Séb mientras me daba una palmada en la espalda. -Toma las llaves, que vamos a tomar algo.

-¿Lo llevo yo?

-Claro, quiero que experimentes el nerviosismo previo al arranque. Esos segundos de incertidumbre en los que no sabes que va a suceder, hasta que se pone en marcha ¡jajajajaja!

Abrí la liviana puerta del conductor y, con un ejercicio de fé, acomodé como buenamente pude mi metro y ochenta de altura en el angosto interior. Una vez colocado, la posición de conducción era de auténtico deportivo, con las piernas estiradas y el culo casi en el asfalto.

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Giré la llave y el motor de arranque agonizó durante cuatro segundos, en los cuales di pequeños pisotones al acelerador para ayudar al combustible en su camino. Y de pronto, el motor PRV de seis cilindros en V cobró vida, soltando una ligera humareda por las salidas de escape, acompañado de un sonido bronco y el olor característico del exceso de combustible en los cuerpos de los carburadores.

-¿Dónde vamos?

-Conduce hasta Niza, y allí podemos ir a tomar algo cerca de la Place Masséna, si te parece bien.

-Me parece correcto.

Durante el trayecto de poco más de veinte minutos por Promenade des Anglais, apenas nos dirigimos la palabra. Yo me limité a disfrutar de la conducción del deportivo francés acompañado de “Out of Touch” de “Hall and Oates”, mientras Sébastien degustaba un cigarro y se deleitaba observando a las jóvenes transeúntes ligeras de ropa que paseaban por la zona.



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-¡“Oh mon Dieu”...que vistas tan magnificas de Niza!

-Deja de observar la fauna del lugar y dime donde aparco.

-Directo a un parking, este pequeño no duerme jamás en la calle.

Entramos a un parking subterráneo próximo a nuestro destino. Aparcamos el pequeño francés en una plaza entre dos columnas, ya que Sébastien era muy cuidadoso con su coche, y subimos las escaleras que salían justo a Place Masséna.

La plaza mayor de Niza era lugar de reunión de los Nizardos en particular, y turistas en general. En ella confluían varios de los principales bulevares y avenidas de la ciudad, como la majestuosa Avenue Jean Medecin, y restaba a apenas unos metros de Promenade des Anglais. Su condición de zona peatonal, la convertían en un hervidero de gente que llenaba de vida el lugar. Siete pilares se erigían en medio de la misma, a banda y banda de las vías del tranvía que cruzaban la plaza por el centro. Y encima de esos siete pilares, descansaban las estatuas opacas de siete hombres arrodillados, que se iluminaban de noche, cada una con su color, representando los siete continentes. Y al fondo de la plaza, una preciosa fuente, que contenía en su interior representaciones de varios mitos griegos, y culminaba con una estatua de Apolo en el centro, cercana a los siete metros de altura, la cual custodiaba el lugar, testigo mudo de la vida de la ciudad, a espaldas del Mediterráneo. Para redondear la belleza visual, todos los edificios que delimitaban la plaza, tenían sus fachadas pintadas en rojo, y sus persianas en verde, creando un efecto visual muy potente. No había palabras que abarcaran con su significado lo maravilloso que resultaba aquel lugar. Y más en un día soleado como del que estábamos disfrutando.

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-¿Nos sentamos en una terraza?

-La que quieras Séb, pero que esté a la sombra.

Tomamos sitio en una de las pocas mesas disponibles a aquella hora. Las terrazas estaban situadas debajo de los arcos de los edificios, y ello las convertía en un lugar muy preciado para resguardarse del intenso calor

-¿Qué querrán tomar?

-Yo quiero un vermut, Campari.

-A mi ponme una Guinnes a poder ser –replicó Séb

Sacó el paquete de Marlboro del bolsillo de su pantalón, cogió un cigarro y se lo llevó a la boca, mientras con la punta de los dedos deslizó el paquete por la mesa hacia mi posición, invitándome así a otro.

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-Primero de todo –pausó para exhalar humo –déjame que me disculpe.

-No tienes por qué hacerlo. Solo con avisarme de que era una prueba hubiera sido suficiente.

-Se trataba de que no supieras que era una prueba. Si te lo llego a decir no hubieras accedido.

-Lógico. Realizo encargos, no gymkanas. Creo que, el que me contrata, ya sabe de mis habilidades. Y lo que menos esperaba era que tú dudases de ellas.

-Y no lo he hecho. No era a mí al que tenías que convencer, sino a Nasser.

-Pues que “Su Alteza” hubiese preparado un encuentro en un circuito cerrado, con pastas y té, y así podría valorar mis habilidades de conductor sin necesidad de tener a medio cuerpo de gendarmes de Niza pegados a mi culo.

-Cálmate –me respondió Sébastien en tono sosegado –Nasser no funciona así

-Pues explícame tú, que tanto parece que lo conoces, como funciona.

-Es un loco millonario. Nada más. Un tipo que un día abrió el grifo del jardín del patio de atrás de su casa en Qatar, y en vez de salir agua, salió petróleo. El y los otros tantos jeques del mundo. Si no esa gente no eran más que donnadies.

-No sé, no me convence.

-Confía en mí. Creo que jamás te he engañado.

-Ayer fue la primera vez -le repliqué mientras me refrescaba con un trago de mi vermut.

-¡Jajajaja! Te ha dolido ¿eh? Tranquilo que no se volverá a repetir. Verás como con Nasser nuestra vida cambia –me contestó mientras alzaba su mano izquierda intentando llamar la atención del camarero para pedirle la cuenta.

-¿Y cuándo se supone que sabremos algo más?

-Esta noche hemos quedado en su casa.

-Me encanta, porque me facilitas la información con cuentagotas.

-Me gustaría pasarte un parte detallado de las actividades diarias, con dibujitos y todo eso. Pero por desgracia se lo mismo que tú sabes –me contestaba mientras pagaba la cuenta, propina incluida.

-Seguro que si… -le contesté mientras me levantaba de la mesa –Anda, vámonos.
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Basse Corniche
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Re: Revoluciones por minuto

Mensaje por Basse Corniche »

6- Ángel de la guarda:


Apoyado en la pared de entrada al apartamento, alcé mi muñeca izquierda, la cual sacudí ligeramente para apartar la manga de la camisa, y así poder mirar la hora en mi Tag Heuer Carrera. Me encantaba ese reloj. Fue un bonito regalo de alguien muy querido y por ello solo lo vestía en ocasiones especiales. Y esta era una de ellas.

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Faltaban unos minutos para las diez y cuarto de la noche. Sébastien me había escrito, diciéndome que se había citado a las once de la noche con Nasser, y que previamente, pasaría a recogerme, unos cuarenta minutos antes de la hora H. Pero yo estaba algo nervioso y decidí bajar con anterioridad, a fumar un cigarro, disfrutando de la suave brisa nocturna que soplaba en la costa a finales de Julio.

Los escapes del Alpine, petardeando al reducir en la calle de atrás, me anunciaron que la llegada de Sébastien era inminente. Y a los pocos segundos, la preciosa estampa de aquel frontal en fibra de vidrio, hacia acto de presencia al girar la esquina, acercándose majestuosamente a mí posición, hasta detenerse justo a mi lado.

Tiré lo que quedaba de cigarro al suelo, abrí la puerta del acompañante y me acomodé en el Alpine.

-Buenas noches Séb –le saludé mientras me acomodaba en el asiento.

-Que tal Michel –me respondió en tono seco.

-¿Ha pasado algo?

-No, ¿Por qué? –me contestó mientras emprendía la marcha.

-Te noto bastante serio, y es algo inusual en ti.

-No, simplemente cansado. Uno ya se hace mayor para estos juegos.

Sébastien guió el Alpine hacia un desierto aparcamiento de varias plantas a las afueras de Saint-Laurent-du-Var, hasta detenerse debajo de un lúgubre foco que apenas iluminaba una pequeña porción de asfalto. Paró el motor y apagó las luces.


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-¿No habíamos quedado en Mónaco?

-Si –me contestó Sébastien mientras se quitaba el cinturón –Pero he de darte una cosa antes.

Un sentimiento nuevo se había apoderado de mí, mezcla de curiosidad, nerviosismo, y, porque no decirlo, miedo. Sébastien dirigió su mano derecha a la guantera, la abrió, y dejó al descubierto una pequeña pistola.

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-Cógela con mucho cuidado.

El pulso se me aceleró. El sudor se apoderó de mi piel. Extendí mi mano derecha y agarré la pistola por la empuñadura, sacándola de su aposento con el mismo cuidado que un cirujano practica una incisión al lado de una arteria.

-¿Y…y esto? –no podía evitar que se me entrecortara la voz.

-Esto es una MAB, concretamente un modelo D, realizada en Bayona. Fabricación francesa –me respondió un técnico Séb.


-No me jodas Séb, ya veo que es una MAB. Lo que no entiendo es porque me la das.

-Esta pistola perteneció a un buen compañero que por desgracia falleció. Para mi ha sido la mejor compañera de viaje que he podido tener. He tenido pistolas más modernas, más caras, pero jamás han sido tan fieles como ella –la voz de Sébastien se entrecortaba, presa de la emoción –Ahora quiero que sea tu compañera de viaje. Llévala siempre contigo. Siempre te será fiel.

-No sé qué decir, de verdad Séb. Me has dejado completamente mudo.

Sébastien me miró con los ojos aguados, me dio dos palmadas en mi muslo izquierdo, se abrochó el cinturón y giró la llave del Alpine de nuevo, dándole vida una vez más. Engranó primera y nos alejamos de aquel lugar, dirección Mónaco.

-¿No te importa si pongo música verdad?

-¡Para nada! –le repliqué.

Y empezó a sonar “Running with the night” de “Lionel Richie"



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-Son las once menos cuarto, ¿ya llegaremos a tiempo?

-Nasser no se va a morir por esperar unos minutos. Aún así, iremos por la autopista para evitar los semáforos del paseo.

A los dos minutos, llegamos al peaje de entrada a la A8, en la incorporación del estadio del OGC Niza, el Allianz Riviera. Reconozco que no me gusta el fútbol en exceso, pero me quedé embobado mirando la majestuosidad de aquel edifico en la noche, con su fachada transparente la cual le otorgaba ese aspecto liviano y frágil, mientras la iluminación interior le hacía brillar con luz propia.

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Pero mi distracción mental fue rápidamente abortada por el sonido que emanaba del V6 a nuestras espaldas. Sébastien salió del peaje dispuesto a demostrar que aquel deportivo francés aún estaba muy en forma. Las tres primeras marchas cayeron fugazmente antes de llegar al corte, cerca de las seis mil revoluciones por minuto, mientras los ciento cincuenta cv eran transmitidos a las ruedas traseras sin perdidas de tracción, gracias al peso del motor, que restaba colgado ligeramente por detrás del eje trasero, a modo de mochila. No era un Ferrari, pero tenía ese algo que los modernos electrodomésticos cargados de electrónica no eran capaces de transmitir.

Y así, en veinte minutos, cruzamos fugaces Niza por la zona de La Trinité, entrando en el principado a las once y pocos minutos de la noche.
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lucia
Cruela de vil
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Re: Revoluciones por minuto

Mensaje por lucia »

Por curiosidad, ¿las fotos las tienes antes de escribir la historia o las buscas después? Le dan un aire muy de fotonovela :cunao:
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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