Por fin había llegado el día que tanto había deseado. El Consejo de las Prudentes había dado a conocer la sentencia. Pena de muerte. La víctima sería su verdugo. Era de ley. Sin embargo, Bari no sentía alegría; en realidad, no sentía. Sólo vacío. Una penumbra que rodeaba todo su ser y que amenazaba con tragársela. Tanto sufrimiento, tantas veces que lo deseó y ahora… la nada.
Se marchó al bosque, necesitaba ordenar sus pensamientos y dar voz a lo que se escondía tras el agujero negro que una vez ocupó su corazón. Sentada sobre la Piedra de la Vida, rememoró, en una secuencia de imágenes sucesivas, todos aquellos años de dolor, la no-vida junto a Ekle el Lobo, hijo de Moshtara, jefa del clan de la Serpiente. ¡Quería odiarlo de nuevo! Quería sentir otra vez el tormento sobre su piel y sobre su alma, pero su cuerpo se había tornado corteza y el alma escarcha. Quería empuñar ese arco y disparar a muerte, pero no lo deseaba.
Había pasado todo el juicio mirándolo a los ojos, escuchando su defensa, intentando comprender el motivo por el cual su esposo la había maltratado y humillado una y otra vez, hasta la extenuación. Pero no hallaba respuestas. Sólo vio un hombre vencido por el miedo a la muerte más oscura: la del alma. No descansaría en la Montaña Sagrada. Su cuerpo y su espíritu serían desterrados a los pantanos, allí donde habitan los malditos.
Llegó el día. Se purificó en el arroyo y se presentó desnuda, tan solo un collar de flores adornaba su cuerpo. Y fue cuando tuvo a Ekle enfrente, cuando sintió de nuevo, lo sintió a él. Se fundió con la angustia de su corazón carcomido, con el peso de su ira, con una inmensa tristeza. Y, empuñando el arco ritual, gritó hasta romperse y disparó al cielo, perdonando la vida de su enemigo. Por eso no notó la presencia de otra flecha decidida a cumplir las leyes sagradas. Ni vio la sorpresa en los ojos del condenado mirando a Moshtara, su madre, antes jefa del clan de la Serpiente. Era de ley.
La condena (Microrrelato)
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Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias. Eduardo Galeano
Recuento 2024
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Re: La condena (microrrelato)
Me encanta esta frase "pero su cuerpo se había tornado corteza y el alma escarcha."
Y ese final en el que se resume perfectamente cómo los maltratadores someten a sus víctimas muchas veces hasta el final. Me alegro de que la madre hiciese cumplir la sentencia.
Y ese final en el que se resume perfectamente cómo los maltratadores someten a sus víctimas muchas veces hasta el final. Me alegro de que la madre hiciese cumplir la sentencia.
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Re: La condena (microrrelato)
Me alegra mucho que te guste, Lucía
Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias. Eduardo Galeano
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Re: La condena (microrrelato)
Me gusta mucho, Ginebra. Veo una mujer maltratada, vacía, pero con un alma buena y compasiva. Y veo a un hombre del que dudo que esté arrepentido, más bien tiene miedo a no descansar en el lugar prometido. Me gusta esa justicia final de la madre. La honra.
No me convence la estructura de esta frase:
Lo dicho, me gusta mucho. Anímate con el concurso de primavera.
No me convence la estructura de esta frase:
¿No quedaría tal vez mejor "debía"?Quería empuñar ese arco y disparar a muerte, pero no lo deseaba.
Lo dicho, me gusta mucho. Anímate con el concurso de primavera.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
Re: La condena (microrrelato)
pues sí, tienes razón, Berlín, gracias por el comentarioBerlín escribió:
No me convence la estructura de esta frase:
¿No quedaría tal vez mejor "debía"?Quería empuñar ese arco y disparar a muerte, pero no lo deseaba.
me alegra mucho que te guste!
Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias. Eduardo Galeano
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