La subdivisión en capítulos se sustituye por una subdivisión cronólogica diaria, pues Hay un continuo movimiento en los dos iniciales. En el primero el largo viaje en el ferrocarril. En el segundo, el traslado de Morral en coche desde la estación de Atocha hasta el hotel Iberia en la calle del Arenal (por cierto, está muy pero que muy bien ese recorrido urbano, con el fantasma de Pío Baroja en un puesto de libros incluido)
Hasta el momento Mateo Morral se presenta como un ser movido por una especie de júbilo-rencor revolucionario, la imagen de las páginas del Libro de la Historia en banco en las que él viene a imprimir su nombre, el amor contrariado de Soledad Villafranca y la blenorragia. Y no es menor el dolor físico que le proporciona la enfermedad venérea que arrastra y que, andando los días, hasta parece que tendrá decisivas consecuencias en la ejecución del acto terrorista.
Mateo Morral usa unas maneras de dandy en la capital que encantan a hoteleros, mozos de equipaje y huéspedes. Y es estupendo, por ejemplo, el pasaje en la barbería. De momento ya se ha hecho con una habitación en la casa de la calle Mayor por donde pasará la comitiva regia.Cerró los ojos para concentrarse. Pensar fríamente. Salir de sí mismo y contemplarse de manera objetiva. Ahí estaba, prendado de una maestrilla insignificante, que le había desdeñado pro otro. Ahí estaba, dolorido y manchado por una sucia enfermedad inconfesable. Y estaba también con su terrible decisión. Ya no el parecía grande ni heroica. Un asesino vulgar, un miserable.
Volvió a sumergirse, insensiblemente, dentro de sí, a caer en la trampa subjetiva. ¡Quién sabe! Quizás pudiera servir a otros. El día de mañana, si alguna vez acababa la implacable tiranía de los poderosos, si los hombres llegaban a ser mejores, más justa la sociedad. ¡Quién sabe! Puede que algún día, él, Mateo Morral, él...