Lo leí sabiendo que era una especie de continuación de
Isabel, la reina, o -en términos más "seriales" (que no serios)- un
spin off de dicha novela, pues en este caso nos reencontramos con Sor Juana Téllez de Fonseca, una de las hijas de la luna roja, ya adulta y Madre Superiora de un Convento de Clarisas, que no tiene otra ocurrencia que ir a vestir a los indios, embarcándose con Colón (en su tercer viaje) para visitar Las Indias y con la esperanza de encontrar el Paraíso. Que América -esa América que aún no tenía ni el nombre- era lo más cercano al Edén que podría conocer (como ya nos cantó
Nino Bravo 
)
Y ni ser la última superviviente de su familia, ni ser ya una mujer adulta, ni su responsabilidad conventual hacen que Sor Juana sea menos intrépida, lanzada o temeraria que cuando se dedicaba a buscar el tesoro de los Téllez junto a su hermana Leonor.
Pero esta novela nos muestra otras facetas de ella: su inteligencia, su diplomacia, su capacidad de liderazgo, su resiliencia... y su cabezonería.
La historia nos narra el viaje de las cuatro monjas y sus aventuras (que en varias ocasiones están a un tris de convertirse en desventuras, pero de las que siempre salen airosas) y da pie a reflexionar sobre el descubrimiento del nuevo continente (cuando llegan a Gracia, actual Venezuela, reflexiona sobre que descubrir lo que ya existía antes de que ellos llegaran, pues ya hay gentes, y casas, y plantas, no es descubrimiento) y su colonización (criticando el uso de las armas y de la esclavitud de los indígenas)
Y es también la ocasión de llevarnos -con la precisión histórica habitual de
Irisarri- al choque cultural entre las monjas castellanas (¡qué valor subirse a un barco, cuando todas son de tierra adentro!) y los habitantes de la costa oriental de Venezuela (que, por suerte para nuestras monjitas, no son caníbales). A través de ellas asistimos a sus ritos, costumbres, modos de vida, y los juicios prudentes de las monjas rara vez demuestran la superioridad o arrogancia de otros europeos en las mismas circunstancias.
Por supuesto es una novela de mujeres que se relacionan con otras mujeres, otro de los elementos que me fascinan de las novelas de
Ángeles de Irisarri, el universo diverso, creíble, complejo y simple a un tiempo, de mujeres que crea en cada historia. Mujeres muy conscientes de su papel en la sociedad (son esposas, o hijas, o monjas, o nobles, o prostitutas, o curanderas); no fuerza roles que no existían, y aun así, son independientes, con las ideas claras, que saben cuál es su papel en el mundo y lo ensanchan hasta donde la sociedad les permite.
Y hablan de sus cosas ; y las cosas de las mujeres no son sólo el matrimonio o los hijos, también son la política, la ciencia, los libros, la cultura, los planes de futuro. Un elemento, siempre presente en las novelas de
Irisarri, y que me parece muy remarcable, es la referencia a "la enfermedad" -la menstruación- algo tan natural y presente en nuestra vida y tan obviado en la literatura; aparece, en sus novelas, de una manera fluida, una referencia que viene al caso en alguna conversación, sin dramas, sin trascendencia especial, como lo que es: algo natural. Creo que si en más novelas, series y películas -no sólo feministas o dirigidas a público femenino- se hablara con igual naturalidad de la menstruación (no como algo que nos enferma o nos vuelve psicóticas), había menos vergüenza u ocultismo ante "esos días del mes"
Un libro muy entretenido, con momentos divertidos (los choques culturales son en ocasiones muy graciosos), momentos para la reflexión y un gran cuidado de los elementos históricos.
Altamente recomendable
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El trono maldito - Antonio Piñero y José Luis Corral
¿la novela está basada en un hecho histórico o es pura ficción?, 
