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Tíbet, a pesar de la fuerte influencia china (no sólo política, sino demográfica y cultural) sigue manteniendo características propias, como la eterna sonrisa de sus habitantes y su gran apego al budismo tibetano. Son gentes humildes pero muy hospitalarias, que viven en un entorno poco hospitalario en general (por geografía- muchas veces en torno a los 5000 m de altitud- y por política). Pero ninguna de ambas cosas parece hacerles perder su sonrisa. Yo iba con cierto recelo respecto a la altitud, pues mi anterior experiencia en la misma no fue muy grata, a pesar de ser una altitud inferior (Machu Pichu), por lo que cumplí a rajatabla las instrucciones. Esta vez le tocó a mi mujer el soroche, que se saltó las normas a la torera, porque a ella no le había pasado nada en Perú...
Una noche tosiendo sin dormir (ni dejar) y un día sin excursiones fue su castigo, afortunadamente, sin ir a mayores. En el interior del Potala o los monasterios está prohibido hacer fotos, por lo que la mayoría de las fotos serán de los exteriores (habrá alguna fotilla robada, procurando siempre no molestar a nadie. Uno es español, que se le va a hacer 
).De escalada nada, que está uno para lo llano y poco más, aunque sí que vimos el Everest desde el avión de Lhasa- Katmandú, ya os lo enseñaré. La ida fue vía terrestre, con un paisaje magnífico y una carretera (por llamarla de alguna forma. Camino de cabras le cuadra más) infame hasta pasar a territorio chino. Los cielos de Tíbet tienen un color especial como podréis ver en alguna foto.
