Discursos famosos

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Sunrise
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Re: Discursos famosos

Mensaje por Sunrise »

Hace cincuenta y cuatro años, un chico judío de una pequeña localidad de los Cárpatos se despertó, no muy lejos de la amada Weimar de Goe­the, en un lugar de eterna infamia llamado Buchenwald. Por fin estaba libre, pero su corazón no rebosaba alegría. Creyó que nunca volvería a ser feliz. Liberado un día antes por los soldados americanos, recuerda su rabia ante lo que encontraron allí. Y mientras viva, ese joven siempre les agradecerá su rabia y también su compasión. Aunque no entendía su idio­ma, sus ojos le informaron de lo que necesitaba saber: que ellos también recordarían y darían fe de lo que acababan de ver.

Nos encontramos en el umbral de un nuevo siglo, de un nuevo milenio. ¿Cuál será el legado de este siglo que ahora se agota? ¿Cómo será recordado en el nuevo milenio? Indudablemente, será juzgado, y juzgado severamente, en términos morales y metafísicos. Estos fracasos pueden proyectar una oscu­ra sombra sobre la humanidad: dos guerras mundiales, incontables guerras civiles y una cadena interminable de asesinatos. (...)

Demasiada violencia; demasiada indiferencia. ¿Qué es la indiferencia? Etimológicamente, la palabra significa «falta de diferencia». Un estado extraño y poco natural en el cual no se distingue entre la luz y la oscuridad, el amanecer y el atardecer, el crimen y el castigo, la crueldad y la compasión, el bien y el mal. ¿Cuáles son sus caminos y sus consecuencias ineludibles? ¿Se trata de una filosofía? ¿Puede concebirse una filosofía de la indiferencia? ¿Es posible considerar la indiferencia como una virtud? ¿Es necesario, en ocasiones, practicarla para mantener la cordura, vivir con normalidad, disfrutar de una buena comida y una copa de vino, mientras el mundo que nos rodea sufre unas experiencias desgarradoras?.

Evidentemente, la indiferencia puede resultar tentadora. En ocasiones, incluso seductora. Resulta mucho más fácil apartar la mirada de las víc­timas. Es mucho más fácil evitar estas abruptas interrupciones a nuestro trabajo, nuestros sueños y nuestras esperanzas. A fin de cuentas, es extra­ño y pesado implicarse en el dolor y la desesperación de los demás. Para una persona indiferente, sus vecinos carecen de importancia. Por tanto, sus vidas carecen de sentido para él. Su dolor oculto o incluso visible no le interesa. La indiferencia reduce al otro a una abstracción. (...)

En cierto sentido, ser indiferente a ese sufrimiento es lo que deshumani­za al ser humano. A fin de cuentas, la indiferencia es más peligrosa que la ira o el odio. A veces, la ira puede ser creativa. Uno escribe un hermo­so poema, una magnífica sinfonía. Uno crea algo especial por el bien de la humanidad, porque está enfadado con la injusticia de la que es testi­go. Pero la indiferencia nunca es creativa. Incluso el odio, en ocasiones, puede suscitar una respuesta. Lo combates. Lo denuncias. Lo desarmas.

La indiferencia no suscita ninguna respuesta. La indiferencia no es una respuesta. La indiferencia no es un comienzo; es un final. Por tanto, la indiferencia es siempre amiga del enemigo, puesto que beneficia al agre­sor, nunca a su víctima, cuyo dolor se intensifica cuando la persona se siente olvidada. El prisionero político en su celda, los niños hambrientos, los refugiados sin hogar... No responder a su dolor ni aliviar su soledad ofreciéndoles una chispa de esperanza es exiliarlos de la memoria huma­na. Y al negar su humanidad, traicionamos a nuestra.

Por tanto, la indiferencia no sólo es un pecado, sino también un castigo.

Y ésta es una de las lecciones más importantes que debemos extraer de los múltiples experimentos con el bien y el mal que han tenido lugar en este siglo.

En mi lugar de origen la sociedad estaba compuesta por tres sencillas categorías: los asesinos, las víctimas y los que no hacían nada. Durante la época más oscura, dentro de los guetos y de los campos de la muerte -me alegro de que la señora Clinton mencionara que ahora estamos con­memorando ese evento, ese período, que ahora nos encontramos en una etapa para recordar-, nos sentíamos abanconados y olvidados. Todos nos sentíamos así.

Nuestro único y miserable consuelo era creer que Auschwitz y Treblinka eran secretos muy bien guardados; que los líderes del mundo libre no sa­bían lo que estaba pasando detrás de esos portales negros y ese alambre de púas; que no tenían conocimiento de la guerra contra los judíos que los ejércitos de Hitler y sus cómplices libraban como parte de la guerra contra los Aliados. Si lo supieran, pensábamos, los líderes habrían remo­vido cielo y tierra para tomar cartas en el asunto. Se habrían pronuncia­do con gran valor y convicción. Habrían bcmbardeado las vías de tren que conducían a Birkenau; sólo las vías de tren, sólo una vez.

Y entonces descubrimos que el Pentágono lc sabía, que el Departamen­to de Estado lo sabía...

[...] La deprimente historia del Saint Louis cs un ejemplo de ello. Hace sesenta años, su carga humana -casi un millar de judíos- fue devuelta a la Alemana nazi. Y eso ocurrió después de la Kristallnacht, después del primer pogromo organizado por el Estado, en el que se destruyeron cen­tenares de comercios judíos, se quemaron sinagogas y miles de personas fueron encerradas en campos de concentración. Ese barco, que llegó a las costas de Estados Unidos, fue enviado de vuelta a su destino. No lo entiendo. Roosevelt era un buen hombre, tenía corazón. Entendía a quie­nes necesitaban ayuda. ¿Por qué no permitió el desembarco de esos refu­giados? Mil personas, en Estados Unidos, el gran país, la mayor demo­cracia del mundo, la más generosa de todas las nuevas naciones de la historia moderna. ¿Qué ocurrió? No lo entiendo. ¿Por qué esa indiferen­cia, al máximo nivel, hacia el sufrimiento de las víctimas?.

Pero también existían seres humanos sensibles a nuestra tragedia. Esas per­sonas no judías, esos cristianos, los que nosotros llamamos «los gentiles jus­tos» y esos actos desinteresados de heroísmo salvaron el honor de su fe. ¿Por qué fueron tan pocos? ¿Por qué se dedicó un mayor esfuerzo a salvar a los asesinos de las SS después de la guerra que a salvar a sus víctimas durante la contienda? ¿Por qué algunas de las empresas más importantes de Esta­dos Unidos siguieron haciendo negocios con la Alemania de Hitler hasta 1942? Se ha llegado a afirmar, gracias a la abundante documentación, que la Wehrmacht no habría emprendido su invasión de Francia sin el petróleo de origen americano. ¿Cómo se puede explicar su indiferencia?

Aun así, amigos míos, también han ocurrido hechos positivos en este trau­mático siglo(...) Recordemos el encuen­tro, lleno de dramatismo y emoción entre Rabin, Arafat y usted, señor pre­sidente, celebrado en este mismo lugar. Yo estaba aquí y nunca lo olvidaré. Y luego, por supuesto, la decisión conjunta de Estados Unidos y la OTAN para intervenir en Kosovo y salvar a esas víctimas, a esos refugiados, a esos desplazados por un hombre. Creo que ese hombre debería ser acusado de «crímenes contra la humanidad».

Pero esta vez, el mundo no calló. Esta vez respondimos. Esta vez interve­nimos.

¿Significa esto que hemos aprendido del pasado? ¿Significa que la socie­dad ha cambiado? ¿Acaso el ser humano se ha vuelto menos indiferente y más humano? ¿Realmente hemos aprendido de nuestras experiencias? ¿Somos menos insensibles al dolor de las víctimas de la limpieza étnica y de otras formas de injusticia en lugares cercanos y lejanos? ¿Es la inter­vención justificada de hoy en Kosovo, dirigida por usted, señor presiden­te, una advertencia duradera de que jamás se volverá a permitir la depor­tación, la tortura de los niños y de sus padres, en ninguna parte del mundo? ¿Esta acción servirá para desalentar a otros dictadores?.

¿Qué hay de los niños? Los vemos por televisión, leemos acerca de ellos en los periódicos y se nos parte el corazón. Inevitablemente, su destino siempre es el más trágico. Cuando los adultos libran una guerra, los niños perecen. Vemos sus rostros, sus ojos. ¿Escuchamos sus súplicas? ¿Senti­mos su dolor, su agonía? Por cada minuto que pasa muere un niño debi­do a la enfermedad, la violencia o el hambre.

Algunos de ellos, muchos, podrían, salvarse.

Una vez más, pienso en el chico judío dé los Cárpatos. Ha acompañado al hombre anciano en el que me he convertido a lo largo de estos años de lucha y búsqueda. Juntos caminamos hacia el nuevo milenio, impulsados por un profundo temor y una extraordinaria esperanza.

Elie Wiesel
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madison
La dama misteriosa
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Re: Discursos famosos

Mensaje por madison »

Conferencia pronunciada en la Université des Annales el 2 de diciembre de 1927
Publicada enCo n fe re n c ia, 5, 1928
Recogida en el tomo K deOe uv re s, Conférences, 1939


Venimos hoy a hablarles de lapoesía. El tema está de moda. Es admirable que en una época que sabe
ser a un tiempo práctica y disipada, y que podríamos creer bastante distanciada de las cosas
especulativas, se dedique tanto interés no sólo a lapoesía misma sino también a la teoría poética.

Por lo tanto hoy voy a permitirme ser un poco abstracto; pero, de ese modo, me será posible ser breve.
Les propondré una determinada idea de lapoesía, con la firme intención de no decir nada que no sea
pura constatación y que todo el mundo no pueda observar en sí o por sí mismo o, al menos, hallar con un
razonamiento fácil.

Comenzaré por el comienzo. El comienzo de esta exposición de ideas sobre lapoesíaconsistirá
necesariamente en la consideración de ese nombre, tal y como se emplea en el discurso habitual.
Sabemos que esa palabra tiene dos sentidos, es decir, dos funciones bien distintas. Designa en primer
lugar un cierto género de emociones, un estado emotivo particular, que puede ser provocado por objetos
o circunstancias muy diferentes. Decimos de un paisaje que es poético, lo decimos de una circunstancia
de la vida, lo decimos a veces de una persona.

Pero existe una segunda acepción de ese término, un segundo sentido más estricto.Poesía, en ese
sentido, nos hace pensar en un arte, en una extraña industria cuyo objeto es reconstituir esa emoción que
designa el primer sentido de la palabra. Restituir la emoción poética a voluntad, fuera de las condiciones
naturales en las que se produce espontáneamente y mediante los artificios del lenguaje, tal es el
propósito del poeta, y tal es la idea unida al nombre depoesía, tomada en el segundo sentido.

Entre esas dos nociones existen las mismas relaciones y las mismas diferencias que las que se
encuentran entre el perfume de una flor y la operación del químico que se aplica para reconstruirlo por
completo.

Sin embargo, se confunden a cada instante las dos ideas, y de ello se deduce que un gran número de
juicios, de teorías e incluso de obras están viciadas en su principio por el empleo de una sola palabra para
dos cosas muy diferentes, aunque relacionadas.
Hablemos primero de la emoción poética, del estado emocional esencial.

Ustedes saben lo que la mayoría de los hombres sienten con mayor o menor fuerza y pureza ante un
espectáculo natural que les impone. Las puestas de sol, los claros de luna, los bosques y el mar nos
conmueven. Los grandes acontecimientos, los puntos críticos de la vida afectiva, los males del amor y la
evocación de la muerte son otras tantas ocasiones o causas inmediatas de resonancias íntimas más o
menos intensas y más o menos conscientes.

Esa clase de emociones se distingue de todas las demás emociones humanas. ¿Cómo se distingue? Es
lo que a nuestro actual propósito le interesa buscar. Es importante oponer tan claramente como sea
posible la emoción poética a la emoción ordinaria. La separación es bastante delicada de realizar, pues
nunca se ha cumplido en los hechos. Siempre encontramos mezclados con la emoción poética esencial la
ternura o la tristeza, el furor, el temor o la esperanza; y los intereses y los efectos particulares del
individuo no dejan de combinarse con esta sensación de universo, que es característica de lapoesía.

He dicho: sensación de universo. He querido decir que el estado o emoción poética me parece que
consiste en una percepción naciente, en una tendencia a percibir unmundo, o sistema completo de
relaciones, en el cual los seres, las cosas, los acontecimientos y los actos, si bien se parecen, todos a
todos, a aquellos que pueblan y componen el mundo sensible, el mundo inmediato del que son tomados,

están, por otra parte, en una relación indefinible, pero maravillosamente justa, con los modos y las leyes
de nuestra sensibilidad general. Entonces esos objetos yesos seres conocidos cambian en alguna medida
de valor. Se llaman unos a otros, se asocian de muy distinta manera que en las condiciones ordinarias.
Se encuentran -permítanme esta expresiónmusicalizados, convertidos en conmensurables, resonantes el
uno por el otro. Así definido, el universo poético presenta grandes analogías con el universo de los
sueños.

Ya que la palabra sueños se ha introducido en mi discurso, diré de paso que en los tiempos modernos, a
partir del Romanticismo, se ha producido una confusiónbastante explicable, aunque bastante lamentable,
entre la noción depoesía y la de sueño. Ni el sueño ni la ensoñación son necesariamente poéticos.
Pueden sedo; pero las figuras formadas al azar sólo por azar son figuras armónicas.

No obstante, el sueño nos hace comprender mediante una experiencia común y frecuente, que nuestra
consciencia puede ser invadida, henchida, constituida por un conjunto de producciones notablemente
diferente de las reacciones y de las percepciones ordinarias del espíritu. Nos aporta el ejemplo familiar de

un mundo cerrado en el que todas las cosasreales pueden estar representadas, pero en el que todas las
cosas aparecen y se modifican únicamente por las variaciones de nuestra sensibilidad profunda. Es
aproximadamente así como el estado poético se instala, se desarrolla y se disgrega en nosotros. Lo que
equivale a decir que es perfectamente irregular, inconstante, involuntario y frágil, y que lo perdemos lo
mismo que lo obtenemos, por accidente. Hay períodos de nuestra vida en los que esta emoción y esas
formaciones tan preciosas no se manifiestan. Ni siquiera pensamos que sean posible. El azar nos las da,
el azar nos las retira.

Pero el hombre solamente es hombre por la voluntad que tiene de restablecer lo que le interesa sustraer a
la disipación natural de las cosas. Así el hombre ha hecho por esta emoción superior lo que ha hecho o
ha intentado hacer por todas las cosas perecederas o dignas de añoranza. Ha buscado, ha encontrado
medios para fijar y resucitar a voluntad los estados más bellos y más puros de sí mismo, para reproducir,
transmitir y guardar durante siglos las fórmulas de su entusiasmo, de su éxtasis, de su vibración personal;
y, por una afortunada y admirable consecuencia, la invención de esos procedimientos de conservación le
ha dado al mismo tiempo la idea y el poder de desarrollar y enriquecer artificialmente los fragmentos de
vida poética de los que su naturaleza le hace por instantes el don. Ha aprendido a extraer del transcurso
del tiempo, a separar de las circunstancias, esas formaciones, esas maravillosas percepciones fortuitas
que se habrían perdido sin retorno si el ser ingenioso y sagaz no hubiera acudido a ayudar al ser
instantáneo, a prestar el socorro de sus invenciones alyo puramente sensible. Todas las artes han sido
creadas para perpetuar, cambiar, cada una según su esencia, un momento de efímera delicia en la
certidumbre de una infinidad de instantes deliciosos. Una obra no es otra cosa que el instrumento de esta
multiplicación o regeneración posible. Música, pintura y arquitectura son los diversos modos

correspondientes a la diversidad de los sentidos. Ahora bien, entre esos medios de producir o de
reproducir un mundo poético, de organizado para la duración y de amplificado mediante el trabajo
reflexivo, el más antiguo, quizá, el más inmediato, y sin embargo el más complejo, es el lenguaje. Pero el
lenguaje, debido a su naturaleza abstracta, a sus efectos más especialmente intelectuales -es decir,
indirectos-, y a sus orígenes o a sus funciones prácticas, propone al artista que se ocupa de consagrado y
ordenado para lapoesía, una tarea curiosamente complicada. Nunca hubiera habido poetas si se hubiera
tenido conciencia de los problemas a resolver. (Nadie podría aprender a andar si para andar hubiera que
representarse y poseer en el estado de ideas claras todos los elementos del menor paso).

Pero no estamos aquí para hacer versos. Tratamos por el contrario de considerar los versos como
imposibles de hacer, para admirar más lúcidamente los esfuerzos de los poetas, concebir su temeridad y
sus fatigas, sus riesgos y sus virtudes, maravillamos de su instinto.
Voy a intentar en pocas palabras darles una idea de esas dificultades.

Lo he dicho anteriormente: el lenguaje es un instrumento, una herramienta, o mejor una colección de
herramientas y de operaciones formada por la práctica y sojuzgada a ella. Es por lo tanto un medio
necesariamente burdo, que cada cual utiliza, acomoda a sus necesidades actuales, deforma de acuerdo
con las circunstancias, ajusta a su persona fisiológica y a su historia psicológica.

Ustedes saben a qué pruebas lo sometemos a veces. Los valores, los sentidos de las palabras, las reglas
de sus acordes, su emisión, su trascripción son para nosotros juguetes e instrumentos de tortura a un
tiempo. Sin duda tenemos en alguna consideración las decisiones de la Academia; y sin duda, el cuerpo
docente, los exámenes, principalmente la vanidad, oponen algunos obstáculos al ejercicio de la fantasía
individual. En los tiempos modernos, además, la tipografía interviene muy poderosamente en la
conservación de esas convenciones de la escritura. De ese modo, se retrasan en cierta medida las
alteraciones de origen personal; pero las cualidades del lenguaje más importantes para el poeta, que
evidentemente son sus propiedades o posibilidades musicales, por una parte, y sus valores significativos
ilimitados (los que dirigen la propagación de las ideas derivadas de una idea), por la otra; son también las
menos protegidas del capricho, las iniciativas, las acciones y las disposiciones de los individuos. La
pronunciación de cada uno y su «experiencia» psicológica particular introducen en la transmisión
mediante el lenguaje, una incertidumbre, posibilidades de error, y un imprevisto, del todo inevitables.
Observen bien estos dos puntos: al margen de su aplicación a las necesidades más simples y comunes
de la vida, el lenguaje es todo lo contrario de un instrumento de precisión. Y al margen de ciertas
coincidencias rarísimas, de determinados aciertos de expresión y de forma sensibles, combinadas, no es
para nada un medio poético.

En resumen, el destino amargo y paradójico del poeta le impone utilizar una fabricación del uso corriente y de la práctica para fines excepcionales y no prácticos; tiene que tomar medios de origen estadístico y anónimo para cumplir su propósito de exaltar y de expresar su persona en aquello que tiene de más puro y singular.

Nada hace captar mejor toda la dificultad de su tarea que comparar sus elementos iniciales con aquellos de los que dispone el músico. Observen lo que se le ofrece a uno y a otro en el momento en que van a poner manos a la obra y a pasar de la intención a la ejecución.
¡Afortunado el músico! La evolución de su arte le ha proporcionado una condición sumamente

privilegiada. Sus medios están bien definidos, la materia de su composición está completamente
elaborada ante él. Podemos compararle a la abeja cuando sólo tiene que inquietarse por su miel. Las
secciones regulares y los alveolo s de cera ya están hechos. Su tarea es medida y se limita a lo mejor de
sí misma. Lo mismo le sucede al compositor. Se puede decir que la música preexiste y le espera. ¡Hace
mucho tiempo que está constituida!

¿Cómo tuvo lugar esta institución de la música? Vivimos gracias al oído en el universo de los ruidos. De su conjunto se separa el conjunto de ruidos particularmente simples, es decir, reconocible s por el oído y que le sirven de referencia: son los elementos cuyas relaciones recíprocas son intuitivas; percibimos esas
relaciones exactas y extraordinarias tan nítidamente como sus propios elementos. El intervalo entre dos
notas nos resulta tan sensible como una nota.

De ese modo, esas unidades sonoras, esossonidos, son aptos para formar combinaciones continuas,
sistemas sucesivos o simultáneos cuya estructura, encadenamientos, implicaciones y entrecruzamientos
se nos presentan y se imponen. Distinguimos claramente elsonido delruido, y percibimos un contraste
entre ellos, impresión de gran consecuencia pues ese contraste es el de lo puro y de lo impuro, que se
reduce al del orden y el desorden, que está a su vez sujeto, sin duda, a
los efectos de ciertas leyes energéticas. Pero no vamos tan lejos.

Así, este análisis de los ruidos, ese discernimiento que ha permitido la constitución de la música como
actividad separada y explotación del universo de los sonidos, se ha realizado, o al menos controlado,
unificado, codificado, gracias a la intervención de la ciencia física, que se ha descubierto a sí mismo en
esta ocasión y se ha reconocido como ciencia de las medidas, y que ha sabido, desde la Antigüedad,
adaptar la medida a la sensación sonora de manera constante e idéntica, por medio de instrumentos que
son, en realidad, instrumentos de medida.

Por lo tanto el músico se encuentra en posesión de un conjunto perfecto de medios bien definidos, que
hacen corresponder exactamente sensaciones con actos; todos los elementos de su juego están
presentes, enumerados y clasificados, y este conocimiento concreto de sus medios, de los que no sólo
está informado sino penetrado e íntimamente armado, le permite prever y construir sin preocupación-
alguna respecto a la materia y la mecánica general de su arte.
De ello se deduce que la música posee un dominio propio, absolutamente suyo. El mundo del arte
musical, mundo de los sonidos, está bien separado del mundo de los ruidos.
Es tanto que un ruido se limita a evocar en nosotros un acontecimiento aislado cualquiera,un sonido que
se produce evoca por sí solo todo el universo musical. En esta sala en la que hablo, en la que ustedes

perciben el ruido de mi voz y diversos incidentes auditivos, si de golpe se dejara oír una nota, si se
pusiera a vibrar un diapasón o un instrumento bien afinado, apenas afectados por ese ruido
excepcional, que no puede confundirse con los otros, tendrían de inmediato la sensación de uncomienzo.
En el acto se crearía una atmósfera completamente distinta, se impondría un estado particular de espera,
se anunciaría un orden nuevo, unmundo, y su atención se organizaría para acogerlo. Más aún, tendería
de alguna forma a desarrollar por sí misma esas premisas, y a engendrar sensaciones ulteriores de la
misma clase, de la misma pureza que la sensación recibida.
Y la contraprueba existe.

Si en una sala de conciertos, mientras resuena y domina la sinfonía, cae una silla, tose una persona, o se
cierra una puerta, de inmediato tenemos la impresión de una ruptura. Se ha roto o quebrado algo
indefinible, una especie de hechizo o de cristal.
Ahora bien, esa atmósfera, ese hechizo poderoso y frágil, ese universo de los sonidos, se le ofrece a
cualquier compositor por la naturaleza de su arte y por las adquisiciones inmediatas de ese arte.

Muy distinta, infinitamente menos afortunada, es la dotación del poeta. Al perseguir un objeto que no
difiere excesivamente del del músico, se ve privado de las inmensas ventajas que acabo de indicarles. Ha
de crear y recrear a cada instante lo que el otro encuentra hecho y preparado.

¡En qué estado desfavorable o desordenado encuentra las cosas el poeta! Tiene ante sí ese lenguaje
ordinario, ese conjunto de medios tan burdos que todo conocimiento que se precisa lo rechaza para
crearse sus instrumentos de pensamiento; ha de tomar prestada esa colección de términos y reglas
tradicionales e irracionales, modificadas por cualquiera, caprichosamente introducidas, caprichosamente
interpretadas, caprichosamente codificadas. Nada menos adecuado a los propósitos del artista que ese
desorden esencial del que debe extraer a cada instante los elementos del orden que desea producir. Para
el poeta no ha habido físico que haya determinado las propiedades constantes de esos elementos de su
arte, sus relaciones, sus condiciones de emisión idéntica. Ni diapasones, ni metrónomo s, ni constructores
de gamas, ni teóricos de la armonía. Ninguna certidumbre, de no ser la de las fluctuaciones fonéticas y
significativas del lenguaje. Ese lenguaje, además, no actúa como el sonido sobre un sentido único, sobre
el oído, que es el sentido por excelencia de la espera y de la atención. Constituye, por el contrario, una

mezcla de excitaciones sensoriales y físicas perfectamente incoherentes. Cada palabra es una reunión
instantánea de efectos sin relación entre si. Cada palabra reúne un sonido y un sentido. Me equivoco: es
a la vez varios sonidos y varios sentidos. Varios sonidos, tantos sonidos como provincias hay en Francia y
casi hombres en cada provincia. Es esta una circunstancia muy grave para los poetas, en quienes los
efectos musicales que habían previsto quedan corrompidos o desfigurados por el acto de sus
lectores. Varios sentidos, pues las imágenes que nos ,sugiere cada palabra generalmente son bastante
diferentes y sus imágenes secundarias infinitamente diferentes.

La palabra es cosa compleja, es combinación de propiedades a un tiempo vinculadas en el hecho e
independientes por su naturaleza y su función. Un discurso puede ser lógico y cargado de sentido, pero
sin ritmo y sin compás alguno; puede ser agradable al oído y perfectamente absurdo o insignificante;
puede ser claro y vano, vago y delicioso... Pero basta, para hacer imaginar su extraña multiplicidad, con
nombrar todas las ciencias creadas para ocuparse de esta diversidad y explotar cada uno de sus
elementos. Puede estudiarse un texto de muchas maneras independientes, pues es sucesivamente
justiciable por la fonética, por la semántica, por la sintaxis, por la lógica y por la retórica, sin omitir la
métrica, ni la etimología.

He ahí al poeta enfrentado con esa materia moviente y demasiado impura; obligado a especular por turno
sobre el sonido y sobre el sentido, a satisfacer no sólo a la armonía, al período musical, sino también a
condiciones intelectuales variadas: lógica, gramática, sujeto del poema, figuras y ornamentos de todos los
órdenes, sin contar con las reglas convencionales. Observen el esfuerzo que supone la empresa de llevar
a buen fin un discurso en el que tantas exigencias han de satisfacerse milagrosamente al mismo tiempo.

Aquí comienzan las inciertas y minuciosas operaciones del arte literario. Pero este arte nos ofrece dos
aspectos, hay dos grandes modos que, en su estado extremo, se oponen, pero que, sin embargo, se
reúnen y encadenan por una multitud de grados intermedios. Existe laprosa y existe elverso. Entre ellos,
todos los tipos de su [146] mezcla; pero hoy los consideraré en sus estados extremos. Podría ilustrarse
esta oposición de los extremos exagerando un poco: decirse que el lenguaje tiene por límites lamúsica,
por un lado, elálgebra, por el otro.

Recurriré a una comparación que me es familiar para que sea más fácil captar lo que tengo que decir
sobre este tema. Hablando un día de todo esto en una ciudad extranjera, y habiéndome servido de esta
misma comparación, uno de mis oyentes me hizo una cita notable que me descubrió que la idea no era
nueva. No lo era al menos nada más que para mí.
Esta es la cita. Se trata de un extracto de una carta de Racan a Chapelain, en la que Racan nos cuenta
que Malherbe asimilaba la prosa a la marcha, lapoesía a la danza, como voy a hacerlo yo enseguida:

«Den, dice Racan, el nombre que gusten a mi prosa, el de galante, ingenua o festiva. Estoy decidido a
mantenerme en los preceptos de mi primer maestro Malherbe y no buscar nunca ni número, ni cadencia a
mis períodos, ni otro ornamento que la nitidez que puede expresar mis pensamientos. Ese buen hombre
(Malherbe) comparaba la prosa al andar ordinario y lapoesía a la danza, y decía que debemos tolerar
alguna negligencia a las cosas que nos vemos obligados a hacer pero que es ser ridículo el ser mediocres
en las que hacemos por vanidad. Los cojos y los gotosos no pueden dejar de andar, pero nada les obliga
a bailar el vals o los cinco pasos».

La comparación que Racan adjudica a Maleherbe, y que yo por mi parte había advertido fácilmente, es inmediata. Les demostraré que es fecunda. Se desarrolla muy lejos con una curiosa precisión. Es quizá algo más que una similitud de apariencias.

La marcha lo mismo que la prosa tiene siempre un objeto concreto. Es un acto dirigido hacia un objeto y nuestra finalidad es alcanzado. Las circunstancias actuales, la naturaleza del objeto, la necesidad que tengo, el impulso de mi deseo, el estado de mi cuerpo, el del terreno, son los que imponen el paso a la marcha, le prescriben su dirección, su velocidad y su término. Todas las propiedades de la marcha se deducen de esas condiciones instantáneas que se combinansingularmente en cada ocasión, de tal manera que no hay dos desplazamientos de esta clase que sean idénticos, que hay cada vez creación especial, pero, cada vez, es abolida y como absorbida en el acto realizado.

La danza es algo muy distinto. Es, sin duda, un sistema de actos, pero que tienen un fin en sí mismos. No
va a ninguna parte. Si persigue alguna cosa, no es más que un objeto ideal, un estado, una
voluptuosidad, un fantasma de flor, o algún encantamiento de sí misma, un extremo de vida, una cima, un
punto supremo del ser... Pero por diferente que sea del movimiento utilitario, tomen nota de esta
advertencia esencial aunque infinitamente simple, que usa los mismos miembros, los mismos órganos,
huesos, músculos y nervios que la marcha misma.
Exactamente lo mismo sucede con lapoesía que usa las mismas palabras, las mismas formas y los
mismos timbres que la prosa.
Por consiguiente lapoesía y la prosa se distinguen por la diferencia de ciertas leyes o convenciones
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jose2v
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Re: Discursos famosos

Mensaje por jose2v »

Hoy, Dia Internacional de la Mujer, creo que es oportuno poner un discurso de Clara Campoamor.



Discurso de Clara Campoamor en las Cortes el 1 de octubre de 1931


Señores diputados: lejos yo de censurar ni de atacar las manifestaciones de mi colega, señorita Kent, comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en trance de negar la capacidad inicial de la mujer. Creo que por su pensamiento ha debido de pasar, en alguna forma, la amarga frase de Anatole France cuando nos habla de aquellos socialistas que, forzados por la necesidad, iban al Parlamento a legislar contra los suyos.


Respecto a la serie de afirmaciones que se han hecho esta tarde contra el voto de la mujer, he de decir, con toda la consideración necesaria, que no están apoyadas en la realidad. Tomemos al azar algunas de ellas. ¿Que cuándo las mujeres se han levantado para protestar de la guerra de Marruecos? Primero: ¿y por qué no los hombres? Segundo: ¿quién protestó y se levantó en Zaragoza cuando la guerra de Cuba más que las mujeres? ¿Quién nutrió la manifestación pro responsabilidades del Ateneo, con motivo del desastre de Annual, más que las mujeres, que iban en mayor número que los hombres?

¡Las mujeres! ¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres den señales de vida por la República se les concederá como premio el derecho a votar? ¿Es que no han luchado las mujeres por la República? ¿Es que al hablar con elogio de las mujeres obreras y de las mujeres universitarias no está cantando su capacidad? Además, al hablar de las mujeres obreras y universitarias, ¿se va a ignorar a todas las que no pertenecen a una clase ni a la otra? ¿No sufren éstas las consecuencias de la legislación? ¿No pagan los impuestos para sostener al Estado en la misma forma que las otras y que los varones? ¿No refluye sobre ellas toda la consecuencia de la legislación que se elabora aquí para los dos sexos, pero solamente dirigida y matizada por uno? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad? Y ¿por qué no los hombres? ¿Por qué el hombre, al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y han de ponerse en un lazareto los de la mujer?

Pero, además, señores diputados, los que votasteis por la República, y a quienes os votaron los republicanos, meditad un momento y decid si habéis votado solos, si os votaron sólo los hombres. ¿Ha estado ausente del voto la mujer? Pues entonces, si afirmáis que la mujer no influye para nada en la vida política del hombre, estáis –fijaos bien– afirmando su personalidad, afirmando la resistencia a acatarlos. ¿Y es en nombre de esa personalidad, que con vuestra repulsa reconocéis y declaráis, por lo que cerráis las puertas a la mujer en materia electoral? ¿Es que tenéis derecho a hacer eso? No; tenéis el derecho que os ha dado la ley, la ley que hicisteis vosotros, pero no tenéis el derecho natural fundamental, que se basa en el respeto a todo ser humano, y lo que hacéis es detentar un poder; dejad que la mujer se manifieste y veréis como ese poder no podéis seguir detentándolo.

No se trata aquí esta cuestión desde el punto de vista del principio, que harto claro está, y en vuestras conciencias repercute, que es un problema de ética, de pura ética reconocer a la mujer, ser humano, todos sus derechos, porque ya desde Fitche, en 1796, se ha aceptado, en principio también, el postulado de que sólo aquel que no considere a la mujer un ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del hombre y del ciudadano no deben ser los mismos para la mujer que para el hombre. Y en el Parlamento francés, en 1848, Victor Considerant se levantó para decir que una Constitución que concede el voto al mendigo, al doméstico y al analfabeto –que en España existe– no puede negárselo a la mujer. No es desde el punto de vista del principio, es desde el temor que aquí se ha expuesto, fuera del ámbito del principio –cosa dolorosa para un abogado–, como se puede venir a discutir el derecho de la mujer a que sea reconocido en la Constitución el de sufragio. Y desde el punto de vista práctico, utilitario, ¿de qué acusáis a la mujer? ¿Es de ignorancia? Pues yo no puedo, por enojosas que sean las estadísticas, dejar de referirme a un estudio del señor Luzuriaga acerca del analfabetismo en España.

Hace él un estudio cíclico desde 1868 hasta el año 1910, nada más, porque las estadísticas van muy lentamente y no hay en España otras. ¿Y sabéis lo que dice esa estadística? Pues dice que, tomando los números globales en el ciclo de 1860 a 1910, se observa que mientras el número total de analfabetos varones, lejos de disminuir, ha aumentado en 73.082, el de la mujer analfabeta ha disminuido en 48.098; y refiriéndose a la proporcionalidad del analfabetismo en la población global, la disminución en los varones es sólo de 12,7 por cien, en tanto que en las hembras es del 20,2 por cien. Esto quiere decir simplemente que la disminución del analfabetismo es más rápida en las mujeres que en los hombres y que de continuar ese proceso de disminución en los dos sexos, no sólo llegarán a alcanzar las mujeres el grado de cultura elemental de los hombres, sino que lo sobrepasarán. Eso en 1910. Y desde 1910 ha seguido la curva ascendente, y la mujer, hoy día, es menos analfabeta que el varón. No es, pues, desde el punto de vista de la ignorancia desde el que se puede negar a la mujer la entrada en la obtención de este derecho.

Otra cosa, además, al varón que ha de votar. No olvidéis que no sois hijos de varón tan sólo, sino que se reúne en vosotros el producto de los dos sexos. En ausencia mía y leyendo el diario de sesiones, pude ver en él que un doctor hablaba aquí de que no había ecuación posible y, con espíritu heredado de Moebius y Aristóteles, declaraba la incapacidad de la mujer.

A eso, un solo argumento: aunque no queráis y si por acaso admitís la incapacidad femenina, votáis con la mitad de vuestro ser incapaz. Yo y todas las mujeres a quienes represento queremos votar con nuestra mitad masculina, porque no hay degeneración de sexos, porque todos somos hijos de hombre y mujer y recibimos por igual las dos partes de nuestro ser, argumento que han desarrollado los biólogos. Somos producto de dos seres; no hay incapacidad posible de vosotros a mí, ni de mí a vosotros.

Desconocer esto es negar la realidad evidente. Negadlo si queréis; sois libres de ello, pero sólo en virtud de un derecho que habéis (perdonadme la palabra, que digo sólo por su claridad y no con espíritu agresivo) detentado, porque os disteis a vosotros mismos las leyes; pero no porque tengáis un derecho natural para poner al margen a la mujer.

Yo, señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros; a la mujer que, como ocurrió con otras fuerzas nuevas en la revolución francesa, será indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al derecho y no hay sino que empujarla a que siga su camino.

No dejéis a la mujer que, si es regresiva, piense que su esperanza estuvo en la dictadura; no dejéis a la mujer que piense, si es avanzada, que su esperanza de igualdad está en el comunismo. No cometáis, señores diputados, ese error político de gravísimas consecuencias. Salváis a la República, ayudáis a la República atrayéndoos y sumándoos esa fuerza que espera ansiosa el momento de su redención.

Cada uno habla en virtud de una experiencia y yo os hablo en nombre de la mía propia. Yo soy diputado por la provincia de Madrid; la he recorrido, no sólo en cumplimiento de mi deber, sino por cariño, y muchas veces, siempre, he visto que a los actos públicos acudía una concurrencia femenina muy superior a la masculina, y he visto en los ojos de esas mujeres la esperanza de redención, he visto el deseo de ayudar a la República, he visto la pasión y la emoción que ponen en sus ideales. La mujer española espera hoy de la República la redención suya y la redención del hijo. No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar; que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer, que representa una fuerza nueva, una fuerza joven; que ha sido simpatía y apoyo para los hombres que estaban en las cárceles; que ha sufrido en muchos casos como vosotros mismos, y que está anhelante, aplicándose a sí misma la frase de Humboldt de que la única manera de madurarse para el ejercicio de la libertad y de hacerla accesible a todos es caminar dentro de ella.

Señores diputados, he pronunciado mis últimas palabras en este debate. Perdonadme si os molesté, considero que es mi convicción la que habla; que ante un ideal lo defendería hasta la muerte; que pondría, como dije ayer, la cabeza y el corazón en el platillo de la balanza, de igual modo Breno colocó su espada, para que se inclinara en favor del voto de la mujer, y que además sigo pensando, y no por vanidad, sino por íntima convicción, que nadie como yo sirve en estos momentos a la República española.
Soñar... ¡Donosa locura!

Blanca de los Ríos Nostench.

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Jeckyll
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Re: Discursos famosos

Mensaje por Jeckyll »

Muy bueno jose2v el discurso de Clara Campoamor :wink:
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jose2v
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Re: Discursos famosos

Mensaje por jose2v »

Gracias :wink:
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madison
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Re: Discursos famosos

Mensaje por madison »

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Texto del discurso. Steve Jobs, Stanford. Apertura del Curso 2005

Gracias. Tengo el honor de estar hoy aquí con vosotros en vuestro comienzo en una de las mejores universidades del mundo. La verdad sea dicha, yo nunca me gradué. A decir verdad, esto es lo más cerca que jamás he estado de una graduación universitaria.

Hoy os quiero contar tres historias de mi vida. Nada especial. Sólo tres historias. La primera historia versa sobre “conectar los puntos”.

TENÉIS QUE CONFIAR EN ALGO, ESO MARCARÁ LA DIFERENCIA EN VUESTRA VIDA

Dejé la Universidad de Reed tras los seis primeros meses, pero después seguí vagando por allí otros 18 meses, más o menos, antes de dejarlo del todo. Entonces, ¿por qué lo dejé? Comenzó antes de que yo naciera.

Steve Jobs, famoso empresario e informático de EE.UU, es el presidente de Apple Computer y una de las más importantes figuras de la industria informática.

Mi madre biológica era una estudiante joven y soltera, y decidió darme en adopción. Ella tenía muy claro que quienes me adoptaran tendrían que ser titulados universitarios, de modo que todo se preparó para que fuese adoptado al nacer por un abogado y su mujer.

Sólo que cuando yo nací decidieron en el último momento que lo que de verdad querían era una niña. Así que mis padres, que estaban en lista de espera, recibieron una llamada a medianoche preguntando:

-“Tenemos un niño no esperado, ¿lo queréis?”

-“Por supuesto”, dijeron ellos.

Mi madre biológica se enteró de que mi madre no tenía titulación universitaria, y que mi padre ni siquiera había terminado el bachillerato, así que se negó a firmar los documentos de adopción. Sólo cedió, meses más tarde, cuando mis padres prometieron que algún día yo iría a la universidad.

Y 17 años más tarde fui a la universidad. Pero de forma descuidada elegí una universidad que era casi tan cara como Stanford, y todos los ahorros de mis padres, de clase trabajadora, los estaba gastando en mi matrícula.

Después de seis meses, no le veía propósito alguno. No tenía idea de qué quería hacer con mi vida, y menos aún de cómo la universidad me iba a ayudar a averiguarlo. Y me estaba gastando todos los ahorros que mis padres habían conseguido a lo largo de su vida. Así que decidí dejarlo, y confiar en que las cosas saldrían bien. En su momento me dio miedo, pero en retrospectiva fue una de las mejores decisiones que nunca haya tomado.

En el momento en que lo dejé, ya no fui más a las clases obligatorias que no me interesaban y comencé a meterme en las que parecían interesantes. No era idílico. No tenía dormitorio, así que dormía en el suelo de las habitaciones de mis amigos, devolvía botellas de Coca Cola por los 5 céntimos del envase para conseguir dinero para comer, y caminaba más de 10 Km los domingos por la noche para comer bien una vez por semana en el templo de los Hare Krishna.

Me encantaba. Y muchas cosas con las que me fui topando al seguir mi curiosidad e intuición resultaron no tener precio más adelante. Os daré un ejemplo.

En aquella época la Universidad de Reed ofrecía la que quizá fuese la mejor formación en caligrafía del país. En todas partes del campus, todos los póster, todas las etiquetas de todos los cajones, estaban bellamente caligrafiadas a mano.

Como ya no estaba matriculado y no tenía clases obligatorias, decidí atender al curso de caligrafía para aprender cómo se hacía. Aprendí cosas sobre el serif y tipografías sans serif, sobre los espacios variables entre letras, sobre qué hace realmente grande a una gran tipografía.

Era sutilmente bello, histórica y artísticamente, de una forma que la ciencia no puede capturar, y lo encontré fascinante. Nada de esto tenía ni la más mínima esperanza de aplicación práctica en mi vida. Pero diez años más tarde, cuando estábamos diseñando el primer ordenador Macintosh, todo eso volvió a mí.

Y diseñamos el Mac con eso en su esencia. Fue el primer ordenador con tipografías bellas. Si nunca me hubiera dejado caer por aquél curso concreto en la universidad, el Mac jamás habría tenido múltiples tipografías, ni caracteres con espaciado proporcional. Y como Windows no hizo más que copiar el Mac, es probable que ningún ordenador personal los tuviera ahora. Si nunca hubiera decidido dejarlo, no habría entrado en esa clase de caligrafía y los ordenadores personales no tendrían la maravillosa tipografía que poseen.

Por supuesto, era imposible conectar los puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en clase, pero fue muy, muy claro al mirar atrás diez años más tarde.

Lo diré otra vez: no puedes conectar los puntos hacia adelante, sólo puedes hacerlo hacia atrás. Así que tenéis que confiar en que los puntos se conectarán alguna vez en el futuro. Tienes que confiar en algo, tu instinto, el destino, la vida, el karma, lo que sea.

Esta forma de actuar nunca me ha dejado tirado, y ha marcado la diferencia en mi vida.

NO OS CONFORMÉIS, HACED SÓLO AQUELLO QUE AMÉIS DE CORAZÓN

Mi segunda historia es sobre el amor y la pérdida.

Tuve suerte — supe pronto en mi vida qué era lo que más deseaba hacer. Woz y yo creamos Apple en la cochera de mis padres cuando tenía 20 años. Trabajamos mucho, y en diez años Apple creció de ser sólo nosotros dos a ser una compañía valorada en 2 mil millones de dólares y 4.000 empleados.

Hacía justo un año que habíamos lanzado nuestra mejor creación — el Macintosh — un año antes, y hacía poco que había cumplido los 30. Y me despidieron. ¿Cómo te pueden echar de la empresa que tú has creado?

Bueno, mientras Apple crecía contratamos a alguien que yo creía muy capacitado para llevar la compañía junto a mí, y durante el primer año, más o menos, las cosas fueron bien. Pero luego nuestra perspectiva del futuro comenzó a ser distinta y finalmente nos apartamos completamente. Cuando eso pasó, nuestra Junta Directiva se puso de su parte.

Así que a los 30 estaba fuera. Y de forma muy notoria. Lo que había sido el centro de toda mi vida adulta se había ido y fue devastador.

Realmente no supe qué hacer durante algunos meses. Sentía que había dado de lado a la anterior generación de emprendedores, que había soltado el testigo en el momento en que me lo pasaban. Me reuní con David Packard [de HP] y Bob Noyce [Intel], e intenté disculparme por haberlo fastidiado tanto. Fue un fracaso muy notorio, e incluso pensé en huir del valle [Silicon Valley].

Pero algo comenzó a abrirse paso en mí — aún amaba lo que hacía. El resultado de los acontecimientos en Apple no había cambiado eso ni un ápice. Había sido rechazado, pero aún estaba enamorado. Así que decidí comenzar de nuevo.

No lo vi así entonces, pero resultó ser que el que me echaran de Apple fue lo mejor que jamás me pudo haber pasado.

Había cambiado el peso del éxito por la ligereza de ser de nuevo un principiante, menos seguro de las cosas. Me liberó para entrar en uno de los periodos más creativos de mi vida. Durante los siguientes cinco años, creé una empresa llamada NeXT, otra llamada Pixar, y me enamoré de una mujer asombrosa que se convertiría después en mi esposa.

Pixar llegó a crear el primer largometraje animado por ordenador, Toy Story, y es ahora el estudio de animación más exitoso del mundo. En un notable giro de los acontecimientos, Apple compró NeXT, yo regresé a Apple y la tecnología que desarrollamos en NeXT es el corazón del actual renacimiento de Apple. Y Laurene y yo tenemos una maravillosa familia.

Estoy bastante seguro de que nada de esto habría ocurrido si no me hubieran echado de Apple. Creo que fue una medicina horrible, pero supongo que el paciente la necesitaba. A veces, la vida te da en la cabeza con un ladrillo. No perdáis la fe. Estoy convencido de que la única cosa que me mantuvo en marcha fue mi amor por lo que hacía. Tenéis que encontrar qué es lo que amáis. Y esto vale tanto para vuestro trabajo como para vuestros amantes.

El trabajo va a llenar gran parte de vuestra vida, y la única forma de estar realmente satisfecho es hacer lo que consideréis un trabajo genial. Y la única forma de tener un trabajo genial es amar lo que hagáis. Si aún no lo habéis encontrado, seguid buscando.

No os conforméis. Como en todo lo que tiene que ver con el corazón, lo sabréis cuando lo hayáis encontrado. Y como en todas las relaciones geniales, las cosas mejoran y mejoran según pasan los años. Así que seguid buscando hasta que lo encontréis. No os conforméis.

SI RECUERDAS QUE VAS A MORIR, SABRÁS QUE NO TIENES NADA QUE PERDER

Mi tercera historia es sobre la muerte.

Cuando tenía 17 años, leí una cita que decía algo como: “Si vives cada día como si fuera el último, algún día tendrás razón”. Me marcó, y desde entonces, durante los últimos 33 años, cada mañana me he mirado en el espejo y me he preguntado: “Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?” Y si la respuesta era “No” durante demasiados días seguidos, sabía que necesitaba cambiar algo.

Recordar que voy a morir pronto es la herramienta más importante que haya encontrado para ayudarme a tomar las grandes decisiones de mi vida. Porque prácticamente todo, las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso se desvanece frente a la muerte, dejando sólo lo que es verdaderamente importante.

Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay razón para no seguir tu corazón.

Hace casi un año me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un chequeo a las 7:30 de la mañana, y mostraba claramente un tumor en el páncreas. Ni siquiera sabía qué era el páncreas. Los médicos me dijeron que era prácticamente seguro un tipo de cáncer incurable y que mi esperanza de vida sería de tres a seis meses. Mi médico me aconsejó que me fuese a casa y dejara zanjados mis asuntos, forma médica de decir: prepárate a morir.

Significa intentar decirle a tus hijos en unos pocos meses lo que ibas a decirles en diez años. Significa asegurarte de que todo queda atado y bien atado, para que sea tan fácil como sea posible para tu familia. Significa decir adiós. Viví todo un día con ese diagnóstico.

Luego, a última hora de la tarde, me hicieron una biopsia, metiéndome un endoscopio por la garganta, a través del estómago y el duodeno, pincharon el páncreas con una aguja para obtener algunas células del tumor. Yo estaba sedado, pero mi esposa, que estaba allí, me dijo que cuando vio las células al microscopio el médico comenzó a llorar porque resultó ser una forma muy rara de cáncer pancreático que se puede curar con cirugía.

Me operaron, y ahora estoy bien. Esto es lo más cerca que he estado de la muerte, y espero que sea lo más cerca que esté de ella durante algunas décadas más. Habiendo vivido esto, ahora os puedo decir esto con más certeza que cuando la muerte era un concepto útil, pero puramente intelectual:

Nadie quiere morir. Ni siquiera la gente que quiere ir al cielo quiere morir para llegar allí. Y sin embargo la muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y así tiene que ser, porque la Muerte es posiblemente el mejor invento de la Vida. Es el agente de cambio de la Vida. Retira lo viejo para hacer sitio a lo nuevo.

Ahora mismo lo nuevo sois vosotros, pero dentro de no demasiado tiempo, de forma gradual, os iréis convirtiendo en lo viejo, y seréis apartados. Siento ser tan dramático, pero es bastante cierto. Vuestro tiempo es limitado, así que no lo gastéis viviendo la vida de otro.

No os dejéis atrapar por el dogma que es vivir según los resultados del pensamiento de otros. No dejéis que el ruido de las opiniones de los demás ahogue vuestra propia voz interior. Y lo más importante, tened el coraje de seguir a vuestro corazón y vuestra intuición. De algún modo ellos ya saben lo que tú realmente quieres ser. Todo lo demás es secundario.

Cuando era joven, había una publicación asombrosa llamada The Whole Earth Catalog [Catálogo de toda la Tierra], una de las biblias de mi generación. La creó un tipo llamado Stewart Brand no lejos de aquí, en Menlo Park y la trajo a la vida con su toque poético. Eran los últimos años 60, antes de los ordenadores personales y la autoedición, así que se hacía con máquinas de escribir, tijeras, y cámaras Polaroid.

Era como Google con tapas de cartulina, 35 años de que llegara Google, era idealista, y rebosaba de herramientas claras y grandes conceptos. Stewart y su equipo sacaron varios números del The Whole Earth Catalog, y cuando llegó su momento, sacaron un último número. Fue a mediados de los 70, y yo tenía vuestra edad.

En la contraportada de su último número había una fotografía de una carretera por el campo a primera hora de la mañana, la clase de carretera en la que podrías encontrarte haciendo autoestop si sois aventureros. Bajo ella estaban las palabras:

“Sigue hambriento. Sigue alocado”.

Era su último mensaje de despedida. Sigue hambriento. Sigue alocado. Y siempre he deseado eso para mí. Y ahora, cuando os graduáis para comenzar de nuevo, os deseo eso a vosotros.

Seguid hambrientos. Seguid alocados. Muchísimas gracias a todos.
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Sunrise
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Re: Discursos famosos

Mensaje por Sunrise »

Discurso de recepción del Premio Juan Rulfo

Tengo pensado hablar de mi obra, aunque nunca me ha gustado hablar de uno mismo. Sin embargo, veo que todos los escritores premiados han hablado de si mismos y han considerado que el discurso de recepción sea una ocasión para contar al público cómo han hecho su obra o qué han hecho en su vida. Yo también voy a hacer eso, pero confieso que tengo miedo de parecer solemne, que es algo que odio, aunque en algunas situaciones creo que sí hay que ser solemnes, por ejemplo en la cama o tomando un café con algún amigo, pero nunca ante el público...


Los premios también son eso que se llama consagración. O sea, consagran algo que ya existe, y eso mismo que consagran tiene a su vez un contexto social, histórico, político y cultural, esto último en el sentido de las corrientes y las identidades culturales. Entonces los premios generalmente consagran un consenso de grupos, de países o de tendencias, por eso me pareció muy raro que me lo hayan dado a mi, pues creo que yo no soy consagrable.


¿Qué es lo que yo consagro? Yo no pertenezco ni a un país ni a otro, ni a ningún grupo, generación, corriente literaria ni nada parecido. Esto no lo he buscado, simplemente creo que así fue mi destino, pues desde he andado de un sitio para otro, cambiando de países, incluso de regiones dentro de los países. A lo largo de mi vida he ido cambiando de todo, incluso de esposa, y así he vivido toda mi vida. Nunca me he arraigado ni a un país, ni a una época ni a un matrimonio. Por eso me extraña más la concesión del premio, porque cuando se consagra algo se hace porque eso mismo que se consagra ya está arraigado. Y yo creo, insisto, que no soy consagrable.

Tomás Segovia
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Re: Discursos famosos

Mensaje por Sunrise »

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Re: Discursos famosos

Mensaje por madison »

Discurso de Miguel Mihura, elegido para ocupar el sillón K:
"Soy un escritor que ha vivido mucho en la calle, en las barras de los bares y en los cafés. Pero sin tertulias. A mi aire. A pecho descubierto. Prefiero conocer al pueblo sencillo, a los hombres, a las mujeres de toda condición social y escuchar sus problemas, antes de perder el tiempo charlando con un señor que a lo mejor me suelta una palabra en latín y me habla de humanidades. Siempre he rehuído integrarme en un grupo de escritores, sea cual fuese. Se habla siempre de una literatura de compromiso y el que no se compromete a nada, el hombre libre, está considerado como sospechoso o como cobarde. En muchos años de vida literaria no he encontrado una sola camarilla que de cualquier modo fuese gratuita. No. Para entrar en ella hacía falta renunciar a su propia personalidad y a sus convicciones. Por otra parte ante un hombre o una mujer me siento cómodo. Nadie particularmente me es extraño. Pero en cuanto estos hombres y mujeres forma un grupo me entra un miedo tremendo. Detesto los grupos y las camarillas.
Soy un hombre sencillo que solo conoce su oficio. El de creador, el de inventor de personajes, el de humorista. Una palabra importante hace años que ha ido degenerando hasta convertirse en vulgar y al alcance de todas las fortunas. La definición de humorista, que aún no está muy clara, ha ido perdiendo valor y prestigio. Hoy se les llama humoristas a esos cómicos de teatro y salas de fiesta que dicen chistes de actuación y hacen imitaciones. Esto es lo que antes llamábamos caricatos o excéntricos. Yo no tengo nada contra ellos. Admiro a algunos pero se han apropiado de una definición que no les corresponde. El humorismo es otra cosa y trataré de definirlo a lo largo de este discurso en el que he decidido hablar un poco de mí, de mis ideas, de mis experiencias, de mi manera de ser y de pensar. Del humorismo, del teatro, de la inspiración, de la vejez. De todo un poco y sin un orden previamente establecido. Será como un cajón de sastre en el que todo tendrá cabida.
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madison
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Re: Discursos famosos

Mensaje por madison »

Discurso Saint John Perse el día que recibió el premio Nobel de literatura en diciembre de 1960


He aceptado para la poesía el homenaje que aquí se le rinde, y tengo prisa por restituírselo.

La poesía no recibe honores a menudo. Pareciera que la disociación entre la obra poética y la actividad de una sociedad sometida a las servidumbres materiales fuera en aumento. Apartamiento aceptado, pero no perseguido por el poeta, y que existiría también para el sabio si no mediasen las aplicaciones prácticas de la ciencia.

Pero ya se trate del sabio o del poeta, lo que aquí pretende honrarse es el pensamiento desinteresado. Que aquí, por lo menos, no sean ya considerados como hermanos enemigos, Pues ambos se plantean idéntico interrogante, al borde de un común abismo; y sólo los modos de investigación difieren.

Cuando consideramos el drama de la ciencia moderna que descubre sus límites racionales hasta en lo absoluto matemático; cuando vemos, en la física, que dos grandes doctrinas fundamentales plantean, una, un principio general de relatividad, otra, un principio “cuántico” de incertidumbre y de indeterminismo que limitaría para siempre la exactitud misma de las medidas físicas; cuando hemos oído que el más grande innovador científico de este siglo, iniciador de la cosmología moderna y garante de la más vasta síntesis intelectual en términos de ecuaciones, invocaba la intuición para que socorriese a lo racional y proclamaba que “la imaginación es el verdadero terreno de la germinación científica”, y hasta reclamaba para el científico los beneficios de una verdadera “visión artística”, ¿no tenemos derecho a considerar que el instrumento poético es tan legítimo como el instrumento lógico?

En verdad, toda creación del espíritu es, ante todo, “poética”, en el sentido propio de la palabra. Y en la equivalencia de las formas sensibles y espirituales, inicialmente se ejerce una misma función para la empresa del sabio y para la del poeta. Entre el pensamiento discursivo y la elipse poética, ¿cuál de los dos va o viene de más lejos? Y de esa noche original en que andan a tientas dos ciegos de nacimiento, el uno equipado con el instrumental científico, el otro asistido solamente por las fulguraciones de la intuición. ¿Cuál es el que sale a flote más pronto y más cargado de breve fosforescencia? Poco importa la respuesta. El misterio es común. Y la gran aventura del espíritu poético no es inferior en nada a las grandes entradas dramáticas de la ciencia moderna. Algunos astrónomos han podido perder el juicio ante la teoría de un universo en expansión; no hay menos expansión en el infinito moral del hombre: ese universo. Por lejos que la ciencia haga retroceder sus fronteras, en toda la extensión del arco de esas fronteras se oirá correr todavía la jauría cazadora del poeta. Pues si la poesía no es, como se ha dicho, “lo real absoluto”, es por cierto la codicia más cercana y la más cercana aprehensión en ese límite extremo de complicidad en que lo real en el poema parece informarse a sí mismo.

Por el pensamiento analógico y simbólico, por la iluminación lejana de la imagen mediadora y por el juego de sus correspondencias, en miles de cadenas de reacciones y de asociaciones extrañas, merced, finalmente, a un lenguaje al que se trasmite el movimiento mismo del ser, el poeta se inviste de una superrealidad que no puede ser la de la ciencia. ¿Puede existir en el hombre una dialéctica más sobrecogedora y que comprometa más al hombre? Cuando los filósofos mismos abandonan el umbral metafísico, acude el poeta para relevar al metafísico; y es entonces la poesía, no la filosofía, la que se revela como la verdadera “hija del asombro”, según la expresión del filósofo antiguo para quien la poesía fue asaz sospechosa.

Pero más que modo de conocimiento, la poesía es, ante todo, un modo de vida, y de vida integral. El poeta existía en el hombre de las cavernas; existirá en el hombre de las edades atómicas: porque es parte irreductible del hombre. De la exigencia poética, que es exigencia espiritual, han nacido las religiones mismas, y por la gracia poética la chispa de lo divino vive para siempre en el sílex humano. Cuando las mitologías se desmoronan, lo divino encuentra en la poesía su refugio; aun tal vez su relevo. Y hasta en el orden social y en lo inmediato humano, cuando las Portadoras de pan del antiguo cortejo dan paso a las Portadoras de antorchas, en la imaginación poética se enciende todavía la alta pasión de los pueblos en busca de claridad.

¡Altivez del hombre en marcha bajo su carga de eternidad! Altivez del hombre en marcha bajo su carga de humanidad -cuando para él se abre un nuevo humanismo-, de universidad real y de integridad psíquica… Fiel a su oficio, que es el de profundizar el misterio mismo del hombre, la poesía moderna se interna en una empresa cuya finalidad es perseguir la plena integración del hombre. No hay nada pítico en esta poesía. Tampoco nada puramente estético. No es arte de embalsamador ni de decorador. No cría perlas de cultivo ni comercia con simulacros ni emblemas, y no podría contentarse con ninguna fiesta musical. Traba alianza en su camino con la belleza –suprema alianza-, pero no hace de ella su fin ni su único alimento. Negándose a disociar el arte de la vida, y el amor del conocimiento, es acción, es pasión, es poder y es renovación que siempre desplaza los lindes. El amor es su hogar, la insumisión su ley, y su lugar está siempre en la anticipación. Nunca quiere ser ausencia ni rechazo.

Nada espera sin embargo de las ventajas del siglo. Atada a su propio destino y libre de toda ideología, se reconoce igual a la vida misma, que nada tiene que justificar de sí mismo. Y con un mismo abrazo, como con una sola y grande estrofa viviente, enlaza al presente todo lo pasado y lo por venir, lo que humano con lo sobrehumano y todo el espacio planetario con el espacio universal. La oscuridad que se le reprocha no proviene de su naturaleza propia, que es la de esclarecer, sino de la noche misma que explora, a la que está consagrada a explorar: la del alma misma y la del misterio que baña al ser humano. Su expresión se ha prohibido siempre la oscuridad y esa expresión no es menos exigente que la de la ciencia.

Ahí, por su adhesión total a lo que existe, el poeta nos enlaza con la permanencia y la unidad del ser. Y su lección es de optimismo. Para él una misma ley de armonía rige el mundo entero de las cosas. Nada puede, ocurrir en ella que, por naturaleza, sobrepuje los límites del hombre. Los peores trastornos de la historia no son sino ritmos de las estaciones en un más vasto ciclo de encadenamientos y de renovaciones. Y las Furias que atraviesan el escenario, con la antorcha en alto, no iluminan sino un instante del muy largo tema que sigue su curso. Las civilizaciones que maduran no mueren de los tormentos de un otoño; no hacen sino transformarse. Sólo la inercia es amenaza. Poeta es aquél que rompe, para nosotros, la costumbre.

Y es así también como el poeta se encuentra ligado, a pesar de él, al acontecer histórico. Y nada le es extraño en el drama de su tiempo. ¡Que diga a todos, claramente, el gusto de vivir este tiempo fuerte! Pues la hora es grande y nueva para recobrarse de nuevo. ¿Y a quién le cederíamos, pues, el honor de nuestro tiempo?...

“No temas”, dice la Historia, quitándose un día la máscara de violencia y haciendo con la mano levantada ese ademán conciliador de la Divinidad asiática en el momento más fuerte de su danza destructora. “No temas, ni dudes, pues la duda es estéril y el temor servil. Escucha más bien ese latido rítmico que mi mano en alto imprime, renovadora, a la gran frase humana siempre en vías de creación. No es verdad que la vida pueda renegar de sí misma. Nada viviente procede de la nada, ni de la nada se enamora. Pero tampoco nada guarda forma ni medida bajo el incesante flujo del Ser. La tragedia no finca en la metamorfosis misma. El verdadero drama del siglo está en la distancia que dejamos crecer entre el hombre temporal y el hombre intemporal. El hombre iluminado sobre una vertiente ¿irá acaso a oscurecerse en la otra? Y su maduración forzada, en una comunidad sin comunión, ¿no sería quizá una falsa madurez?...”

Al poeta indiviso tócale atestiguar entre nosotros la doble vocación del hombre. Y esto es alzar ante el espíritu un espejo más sensible a sus posibilidades espirituales. Es evocar en el siglo mismo una condición humana más digna del hombre original. Es asociar, en fin, más ampliamente el alma colectiva con la circulación de la energía espiritual en el mundo… Frente a la energía nuclear, la lámpara de arcilla del poeta ¿bastará para este fin? -Sí, si de la arcilla se acuerda el hombre.

Y ya es bastante, para el poeta, ser la mala conciencia de su tiempo.

Saint John Perse
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Yelena de Rusia
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Re: Discursos famosos

Mensaje por Yelena de Rusia »

Hola. Hay el libro "John Fitzgerald Kennedy. Discursos 1960-1963 Una presidencia para la Historia".
¿Conflicto? Mediación. Confidencial, voluntaria, económica. Es mejor llegar al acuerdo que pelearse.El conflicto lo resuelven Vds. con la ayuda del mediador.
Hiro
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Re: Discursos famosos

Mensaje por Hiro »

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Hiro
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Re: Discursos famosos

Mensaje por Hiro »

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