XIV concurso de primavera (relatos tema libre)

[rubisco]

¡Queremos leer! ¡Queremos leer! ¡Queremos leer!

[Gavalia]

Cómprate un libro

[Megan]

Chuchito, te dejé un mensaje unas páginas atrás e hiciste caso omiso del mismo, estoy triste

[Megan]

¡Queremos leer! ¡Queremos leer! ¡Queremos leer!

Me sumo Rubi ¡Queremos leer! ¡Queremos leer!

[Gavalia]

Chuchito estoy triste

Cómprate unas maracas

[Ginebra]

Si tienes muy buen aspecto, Meg.
Y me encanta el avatar de Ginebra. Y ahora que pienso también el gin tónic

gracias @noramu

el gin tonic cuando ganemos, para celebrarlo

falta mucho para leer los relatos? sin ánimo de presionar...

[Megan]

Un gin tónic para celebrar me parece genial, Gine, Nori

[Iliria]

(Edito: no me ha salido bien )

[Ororo]

Tres mujeres sin piedad.
Dos destinos posibles.
Un desierto en llamas.


Dime cuándo tú vendrás, dime cuándo, cuándo, cuándo....

Ya os la he pegado a todos

[kassiopea]

En cuanto podamos subiremos los relatos con candadito, no nos hemos olvidado de vosotros

[Berlín]

Caperucita feroz, harta de tanto leñador insulso, harta de esa capa que le cubría el sensual cuerpo peludo decidió largarse para buscar nuevas aventuras. En su mochila echó solo unas bragas, un consolador paciente e inagotable y su cuaderno de vida, donde anotaba cada instante de fornicio desenfrenado. El cuaderno de marras, titulado El éxtasis de Verónica, hablaba también de la historia tórrida que tuvo con un pistolero en el fin del tiempo, cuando dicho pistolero se sentó en el sillón del consejo y le dijo “acércate loba peluda que te voy a comer el conejo”. Esto no está segura de haberlo vivido o de haberlo soñado en una de esas noches perladas de luna llena, pero aún habiéndolo soñado lo vivió y habiéndolo vivido ya no podía seguir en esa maraña de ramas donde lo más excitante era el canto del chorlitejo observador. En la vida siempre hay un antes y un después y Verónica, alias caperucita, podría haber huido hacia atrás, pero decidió huir hacia delante empujada por la cálida brisa del desierto. Así, guiada por los vientos, llegó hasta una ciudad amurallada; allí la esperaban la diosa y el cazador, -no preguntéis cuales, que no viene al caso. Al grito de “llega Verónica con su éxtasis bajo el brazo" acudieron más cazadores, que no todo el mundo tiene un éxtasis que echarse a la boca. Al llamado también llegaron equilibristas y es que se había corrido la voz de que a Verónica le gustaban ciertas posturas contorsionistas y arriesgadas, casi cúbicas y algorítmicas, algunas hipotenusísticas.
¿Por qué has venido hasta aquí?, le preguntó un equilibrista cojo con un péndulo enorme y rojo entre los muslos desiguales. Porque hay cosas más grandes que la vida, dijo ella. El equilibrista cojo se miró entre las rodillas y sonrió, confundido, pues creyó que de la grandeza de los péndulos se hablaba. ¿Cómo te llamas, equilibrista?, preguntó ella. Me llaman Prunus dulcis, confesó él, ruborizado. Ella acarició su diario sin sacarlo y sonrió embobada por los ojos desiguales del artista. Acercándose a él pensó que tal vez fuera una piedra en el camino.

[kassiopea]

Muy bueno, Berlín!!!!

[noramu]

Caperucita feroz, harta de tanto leñador insulso, harta de esa capa que le cubría el sensual cuerpo peludo decidió largarse para buscar nuevas aventuras. En su mochila echó solo unas bragas, un consolador paciente e inagotable y su cuaderno de vida, donde anotaba cada instante de fornicio desenfrenado. El cuaderno de marras, titulado El éxtasis de Verónica, hablaba también de la historia tórrida que tuvo con un pistolero en el fin del tiempo, cuando dicho pistolero se sentó en el sillón del consejo y le dijo “acércate loba peluda que te voy a comer el conejo”. Esto no está segura de haberlo vivido o de haberlo soñado en una de esas noches perladas de luna llena, pero aún habiéndolo soñado lo vivió y habiéndolo vivido ya no podía seguir en esa maraña de ramas donde lo más excitante era el canto del chorlitejo observador. En la vida siempre hay un antes y un después y Verónica, alias caperucita, podría haber huido hacia atrás, pero decidió huir hacia delante empujada por la cálida brisa del desierto. Así, guiada por los vientos, llegó hasta una ciudad amurallada; allí la esperaban la diosa y el cazador, -no preguntéis cuales, que no viene al caso. Al grito de “llega Verónica con su éxtasis bajo el brazo" acudieron más cazadores, que no todo el mundo tiene un éxtasis que echarse a la boca. Al llamado también llegaron equilibristas y es que se había corrido la voz de que a Verónica le gustaban ciertas posturas contorsionistas y arriesgadas, casi cúbicas y algorítmicas, algunas hipotenusísticas.
¿Por qué has venido hasta aquí?, le preguntó un equilibrista cojo con un péndulo enorme y rojo entre los muslos desiguales. Porque hay cosas más grandes que la vida, dijo ella. El equilibrista cojo se miró entre las rodillas y sonrió, confundido, pues creyó que de la grandeza de los péndulos se hablaba. ¿Cómo te llamas, equilibrista?, preguntó ella. Me llaman Prunus dulcis, confesó él, ruborizado. Ella acarició su diario sin sacarlo y sonrió embobada por los ojos desiguales del artista. Acercándose a él pensó que tal vez fuera una piedra en el camino.

Pues ya tenemos el relato ganador

[Mister_Sogad]

Cómo se las gasta la gata...

Me ha gustado su osadía, me apetece imitarla, puede que si me sale algo decente me lo traiga. Y si no vuelvo es que me he quedado enredado en el churro que salga.

[Ginebra]

Dime cuándo tú vendrás, dime cuándo, cuándo, cuándo....

Ya os la he pegado a todos