CP XIV - La diosa y el cazador - Iliria

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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kassiopea
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CP XIV - La diosa y el cazador - Iliria

Mensaje por kassiopea »

LA DIOSA Y EL CAZADOR


Acude con presteza, oh, Musa, y escancia en los labios del poeta el acerbo licor de las palabras verdaderas, pues sólo tú conoces lo acontecido en estas tierras.
Cuenta cómo desde la lejana Beocia, la de agrestes valles, llegó aquel a quien llamaban Acteón, de la casa de Aristeo, cuyo linaje engrandecía el mismísimo Febo. Era este Acteón cazador consumado, y tan hábil con el arco y las flechas que parecía no haber en los montes guarida alguna donde pudieran hallar cobijo las fieras.
Muchos días se dejó sentir por la floresta el eco de hombres y perros que conformaban su séquito, y ya al final de la jornada solía el montero guardar reposo en la linde del bosque, allí donde los pastores iban agrupando el ganado hacia los apriscos. De tan habituado al cazador, uno de estos pastorcillos, por nombre Beatus, se acercaba y departía con él, mientras el carro del Sol se retiraba esparciendo por el cielo destellos de cárabe y alargaba las sombras de las ovejas en el pasto.
«Paréceme, oh, Acteón, que anda tu ánimo enturbiado. Pues hace días que no premias a tus perros y corceles, ni repartes las piezas cobradas entre tus hombres ni chanceas con ellos. En cambio, vienes a buscar rápido la soledad, como si no encontrases ya placer alguno en la caza».
«Bien quisiera volver al goce de acechar al ciervo, alancear al lobo o al jabalí ya fatigado por los perros, o empujarlo hacia las redes ocultas en la espesura. Sin embargo, en gran azoramiento me hallo desde que, al invocarla, me rozó con su fugaz presencia la de túnica corta y ligeras sandalias».
«¡Cómo!», exclama el imberbe pastorcillo, «¿Acaso has visto con ojos mortales a aquella cuyo celestial padre concedió el dominio de las bestias y la salvaje espesura que la habitan?».
«Cierto es, y no hubiera deseado que fuese tal mi suerte. Pues ya nos hallábamos hombres libres y esclavos ante el altar de Diana, para quemar su incienso y que la batida nos fuese propicia bajo su auspicio, cuando pasó fugaz junto a mí un tenue aroma a piel de cervato y a tierra umbría cubierta de selvas, cual promesa de adentrarme en parajes vetados a cualquier mortal. Volví el rostro, y una mirada cuyo color evocaba la ambrosía de los dioses parecía desvanecerse con la sutil fragancia tras la espesura. Mi alma se estremeció de gozo, pues en un primer momento supe que la diosa había posado su fugaz mirada sólo en mí, y nadie más de quienes me acompañaban habían sentido tal aparición, ni gozarían de lo que sin duda eran sus favores. Durante días recorrí los montes, más en pos de aquella presencia que de las bestias que abatíamos, pues ya mi ánimo no cobraría serenidad alguna sin volverla a ver».
«¡Ay de ti, Acteón, hijo de Aristeo!», se lamenta el pobre Beatus, «no quisiera verme yo en tu pellejo, pues ya Cupido parece haberte hostigado con sus flechas, al igual que haces tú con las fieras, hacia una red tejida en torno a la casta diosa».
«Bien te ven cuando acarreas leña con tu asno y, sin embargo, nadie distinguiría quién lleva las riendas y quién la carga. Pues no es, necio, el amor lo que atormenta mi alma, ni tormento siquiera lo llamaría. Es la misma diosa, quien me ha favorecido con alguna prebenda aún desconocida para mí».
El pastorcillo se encoge ante la furia del cazador, y ya teme algún golpe por parte de aquel. Y sin embargo, todavía se atreve a responder con aire tímido:
«Prefiero no olvidar que los favores de los dioses responden a sus caprichos, y bien sabemos que igual que los otorgan, los arrebatan a los mortales. No busques, pues, ni fuerces situación alguna que nunca debiera darse. Inútil es tratar de atrapar con las manos el aire que está destinado sólo a flotar alrededor, como bien dicen mis mayores. Cuídate, Acteón, y procura que tus actos no sobrepasen aquello que las deidades te tienen designado».
Dicho esto, se aleja Beatus seguido de su rebaño, y queda Acteón a solas con el consejo dado, cuyo eco, al igual que ante la montaña, va perdiendo fuerza y se desvanece sin horadar la roca. Pues ya el hijo de Aristeo, henchido el pecho de orgullo, manifiesta para sí:
«No deba ser yo quien atienda palabras de cobardes, más cuando la misma diosa de montes y fieras me ha tendido la mano. Vanaglóriate, Acteón, de que la sangre de la excelsa Diana y su gemelo Febo corra pareja con la tuya, y ten por cierto que es ella quien te rinde pleitesía por aventajarla en cuantos dones ha recibido de Júpiter».
Así pues, bajo un cielo de zafiro en el que comienza a resplandecer la voluptuosa Venus, se adentra el cazador en la espesura. Su ánimo, antes ufano, comienza ahora a mostrarse vacilante, pues las sombras han mudado las formas del bosque, y todo cuanto en él vive y lo forma aparece extraño ante sus ojos. Indaga, tropieza y busca la senda que lo conduzca a sus compañeros. Aguza el oído esperando oír más allá del cercano grillo o de la rana en su ciénaga el relincho de un corcel o charlas animadas y distraídas junto a un amable fuego. Pero resulta en vano. Sí se deja sentir, en cambio, el distante ladrido de algunos de sus perros, como si desde lejos rastrearan a su amo, y esto parece reconfortarle. Sus pies, cada vez más ligeros, siguen corriente arriba un arroyo de aguas habitadas por musicales náyades, y ya por fin llega Acteón a una gruta sobre la cual una cascada de espumoso halo desdibuja su rocoso contorno. Al punto cree hallarse en morada de dioses, tal es la belleza del lugar que contempla, la liviandad de sus transparentes aguas, la pureza de sus aromas frescos y florales, y a la vez salvajes e ignotos.
«Sin duda los dioses me han elegido entre los mortales para traspasar estos sagrados limites, para embriagarme con tales fragancias y morar entre las divinas criaturas que se insinúan».
Pues celestiales le parecen también las voces que desde dentro escucha confundidas con el sonoro juego del río, y las siluetas que se mueven y se difuminan tras el velo de la catarata. Se adentra en la sagrada gruta y lo que vislumbra parece más una escena celestial que terrena: un coro de hermosas ninfas apenas cubiertas de translúcidas telas se arremolinan en torno a lo que parece ser una balsa que la natura ha moldeado con bello capricho. Acteón se oculta cuanto puede para observar, y entonces advierte unas ricas vestiduras y unos pertrechos de caza dejados a un margen. Su mirada se posa entonces en la figura por las ninfas agasajada, y nunca la nieve de las cumbres tuvo la blancura de su piel, ni el oro más puro el color de los largos bucles una vez deshechas las divinas trenzas, ni naturaleza alguna jamás esculpiría forma humana de tan perfecta desnudez, pues no era mortal aquella que se refrescaba en tan prístinas aguas. Al punto el hombre se siente ínfimo ante tal visión, consciente del impuro barro que conforma su propia sustancia, y caen a tierra sus locas pretensiones. Apenas percibe entre las ninfas el revuelo que causa su presencia, pues una de ellas lo ha visto agazapado y da la voz de alarma, haciendo que todas corran a cubrir con sus cuerpos la desnudez de la diosa, al no deber jamás mortal alguno mancillarla con su mirada.
Escuchad, ¡oh, mortales!, las palabras exhaladas por el hálito de la funesta Melpómene. Cuenta tú, Musa, cómo la divina Diana aparta a su séquito y se dirige al mísero cazador. Queda éste paralizado ante la terrorífica visión, pues ya ha mudado la forma que le embriagara en el templo. La mirada de dulce elixir se torna en la diosa dura y negra cual ala de córvido, y su rostro y todo su cuerpo adquieren una tonalidad cenicienta. La voz manifiesta la ira de la Naturaleza desatada cuando le dirige las siguientes palabras:
«Ya que tus ojos han mancillado aquello que incólume ha de mantenerse, ve y cuenta como bien puedas que has visto a la hija de Júpiter tal cual fuese tu amante».
Y como la diosa tuviera fuera de su alcance su arco y sus flechas, salpica con agua el rostro humano. Aterrado, trata Acteón de escapar a la ira divina. Al hacerlo sus pies se tornan pezuñas y una cornamenta comienza a crecer en su frente. Sale de la cueva y grita pidiendo ayuda, pero su voz no puede sino emanar un bronco bramido. Vuelve a oír los ladridos de sus lebreles y un último pensamiento racional de que sus compañeros le hayan escuchado se torna en puro impulso de huida, pues ahora sólo puede escapar cual cérvido, completa ya su muda. Al olor que mana su piel y su propio miedo acuden prestos los perros en persecución de su amo, quien trata en vano de llamarles por sus nombres. Duchos en la persecución, los canes acorralan al desgraciado ciervo, y pronto uno salta sobre sus ancas, un segundo lo imita y un tercero se lanza a su garganta. El resto de la jauría se arroja y muerde donde es posible, y no puede Acteón hacer cosa alguna salvo someterse a tan cruel agonía. Al desenfreno de los perros acuden prestos los compañeros del desgraciado cazador a impedir que las fieras despedacen la presa abatida y ya a voces llaman a su compañero caído, extrañados de que no asista al cobro de tan hermosa pieza. Así es como perece Acteón en las oscuras selvas bruñidas por la perlada sonrisa de la diosa suspendida en el cielo de la noche.
Aún debe contar al poeta la Musa de trágica máscara cómo el curso de los años ha mudado la apariencia de aquel pastorcillo, Beatus, ahora anciano de barba plateada. Allí donde agrupaba su rebaño cada atardecer y se encontraba con Acteón, se erige la estatua del malhadado cazador, según algunos mandada esculpir por su maestro, el sabio Quirón, para que sus perros no añorasen la ausencia del amo, tales eran los aullidos y lamentos que proferían por todo el valle. El poeta añade que, cualquiera sea el motivo de dicha talla, no olviden los humanos su lugar en el orden de las cosas, y que los designios de los dioses son inaprensibles para quienes con ínfimo barro han sido creados.

(Idea extraída de “Las Metamorfosis”, de Publio Ovidio Nasón)
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Mister_Sogad
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Re: CP XIV - La diosa y el cazador

Mensaje por Mister_Sogad »

Evocadora historia la tuya, autor/a! Me gusta el sabor mitológico clásico de la narración y el tema, aunque me temo que tengo un raro problema para estas cosas... De algún modo los temas que estudié en su momento no logran atraer mi atención como deberían, me pasa igual con los libros o novelas, no creas.

Ahora bien, has logrado que tu narración me mantuviera interesado y eso para mí, teniendo presente lo que te he explicado, es un gran trabajo de tu parte.

Suerte primaveral. :60:
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Tolomew Dewhust
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Re: CP XIV - La diosa y el cazador

Mensaje por Tolomew Dewhust »

No me he enterado de casi nada...

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La historia está pelín oculta tras el lenguaje. Volveré con algunas claves para que ganes el año que viene.
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
lunaroja
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Re: CP XIV - La diosa y el cazador

Mensaje por lunaroja »

Otra vez comparto parte de lo que expresa Mister_Sogad, la temática mitológica no despierta mi interés y se me hace más pesada de leer.
Sin embargo tengo que decir,que el relato está bien escrito, muy trabajado y es un texto interesante.
Mucha suerte!
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raumat
Me estoy empezando a viciar
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Re: CP XIV - La diosa y el cazador

Mensaje por raumat »

Arrojado y valeroso ese Acteón, el cazador.
Hasta que aparece la de túnica corta y ligeras sandalias… ¡Si es que tiran más dos tetas…! :lol:
Y quién podría resistirse a un coro de hermosas ninfas apenas cubiertas de translúcidas telas?… No te culpes Acteón, macho… Yo hubiera hecho lo mismo… :cunao:
Buen trabajo.
Gracias al autor por compartirlo y suerte en el concurso.
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Mario Cavara
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Re: CP XIV - La diosa y el cazador

Mensaje por Mario Cavara »

Este relato me ha fascinado desde su mismo inicio, con esa invocación a la musa para que en los labios del poeta vierta “el acerbo licor de las palabras verdaderas”. Me resultó muy poético, lleno de sublime lirismo.

Narras la leyenda de Acteón, el cazador, quien casualmente descubre la desnudez de la diosa Diana y esta, enojada, se venga convirtiéndolo en ciervo y azuzando a sus propios perros para que lo devoren. Siempre me han fascinado las leyendas griegas y me ha encantado como has expuesto esta en tu narración.

El texto en sí está muy logrado, escrito con un lenguaje que evoca en parte a la Ilíada, uno de mis libros preferidos de siempre, y en parte a narraciones bucólicas con aroma a égloga.

El estilo y el léxico es asimismo exquisito, una prosa cuidada que se deja admirar en párrafos pulcramente elaborados y cargados de figuras retóricas. Frases como “el carro del Sol se retiraba esparciendo por el cielo destellos de cárabe y alargaba las sombras de las ovejas en el pasto” o la extraordinaria “y nunca la nieve de las cumbres tuvo la blancura de su piel, ni el oro más puro el color de los largos bucles una vez deshechas las divinas trenzas, ni naturaleza alguna jamás esculpiría forma humana de tan perfecta desnudez…”, merecen encarecidos aplausos por todos aquellos que gustamos de la literatura en su estado puro. Es literatura hecha arte en sí misma, la literatura que busca la belleza en el propio lenguaje, sin necesitar de nada más que la palabra.

En resumen, que me ha encantado. No hay pero alguno que poner a este relato. Es sencillamente magnífico. :60:
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Tolomew Dewhust
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Re: CP XIV - La diosa y el cazador

Mensaje por Tolomew Dewhust »

El lenguaje, per se, no emociona. El lenguaje es el medio, el transporte, un vehículo. En este relato nos abruman las palabras, pero lo que debería abrumarnos, emocionarnos, sacudirnos son las emociones que transmite o la idea que ha motivado al autor a escribirlo.

Me pierdo en el texto y casi no me he enterado aún del todo bien de qué va. No es falta de comprensión lectora, estoy casi convencido de ello, porque aprobé la EGB sin mucha dificultad, y después de aquello saqué adelante algunas cosillas más.

"Las tiendas feas, los bancos del parque vacíos; en cada nueva parada más gente sin cara subiendo, amontonándose, hacinándose." Esta oración la he sacado de otro relato de este concurso. Ojito: las tiendas son feas y los bancos del parque están vacíos... El lenguaje es más simple que el mecanismo de un chupete, pero transmite sensación de hastío cosa mala. Ojo a lo que he dicho: transmite. Pero aún hay más: en cada nueva parada más gente sin cara subiendo... ¡Gente sin cara! No hay epítetos, no hay recurso literario salvo el de quitar el rostro a quien rodea a la prota...

Soy un incondicional del lenguaje preciosista y aún más de las metáforas. Abuso de ellas, colmo mi relato de cuantas puedo. Como con las metáforas, cualquier compañero me gana si usa o abusa de otros recursos literarios... pero siempre que haya un buen motivo detrás para su utilización.

La idea de tu relato, el mensaje, quedó difuminado detrás de las palabras. Te has pegado un curro enorme para traérnoslo así y, si es de tu agrado, perfect. Yo no lo puedo comprar ni ponerte chinos... buscaré no obstante un gif gracioso para subirlo aquí.
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Tolomew Dewhust
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Re: CP XIV - La diosa y el cazador

Mensaje por Tolomew Dewhust »

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Berlín
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Re: CP XIV - La diosa y el cazador

Mensaje por Berlín »

Hola compi. Mira, este relato tuyo me ha costado un poco de leer por lo recargado, pero una vez terminado confieso que me ha gustado, ojo, no me ha entusiasmado, pero cierto es que tiene detrás mucho trabajo y mucho mimo. Solo decirte dos cosas, ¿por qué Diana y no Artemisa, que es la diosa griega? Acteón es el nombre griego del cazador, también el del centauro Quirón, y el de la musa Mepómeme. Y luego decir que me ha gustado el detalle de ese pastorcillo llamado Beatus. Beatus ille es una expresión latina que significa "dichoso aquel" y que hace alabanza a la vida sencilla de los pastorcillos y esas vainas.

Bueno, lo malo de presentar un tema mitológico es que la historia ya estaba ahí, pero tú la has embellecido. Muy bien. :60:
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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rubisco
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Re: CP XIV - La diosa y el cazador

Mensaje por rubisco »

Hola, autor :hola: . Hola, autora:

De antemano te aviso de que este comentario va a ser tremendamente injusto con tu relato :cry: . Soy consciente de ello y por eso prefiero empezar así.

No he podido seguir el hilo de la historia. Y eso que he iniciado la lectura varias veces con la intención de engancharme, pero me ha sido imposible. Y al final he llegado a la conclusión de que el problema es el lenguaje utilizado, que no es para mí :noooo: . Me he dado cuenta cuando en mitad de un párrafo ya estaba mi cerebro pensando en cosas ajenas a la lectura, o cuando me he descubierto leyendo en diagonal.

Creo que el mayor obstáculo que me he encontrado es el uso excesivo de léxico poco usual y algunas estructuras gramaticales que ralentizan la lectura. Como ya comenté en Los cazadores, algunos perdemos el interés rápidamente si cada pocas frases tenemos que andar tirando de diccionario para comprender el significado de una palabra que, por contexto, resulta imposible de averiguar.

Tienes un dominio envidiable sobre la prosa :malandrin: ; necio sería negarlo. Pero dominar la prosa a veces trae este tipo de consecuencias: que te detienes tanto en la parte estética del texto que, a quien busca sobre todo el argumento y el hilo conductor, se le hace imposible seguir la lectura.

No obstante, creo que esto demuestra una cosa que valoro sobre todas las demás: fidelidad. Eres fiel a tu forma de escribir y lo haces contra viento y marea. De eso, créeme, debes sentirte orgulloso u orgullosa.

Gracias por compartirlo y mucha suerte :60: .
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ACLIAMANTA
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Re: CP XIV - La diosa y el cazador

Mensaje por ACLIAMANTA »

Qué buena historia y todavía mejor la forma de escribirla y relatarla.

Y aquí sí el motivo para el trágico desenlace se siente poderoso, que los dioses para que lo sean han de estar lejos, muy lejos, de la vista y alcance de los mortales.

Alguna palabra desconocida pero muy bien colocada ( cárabe ), muy logrado el tono al mejor estilo de las leyendas épicas que tanto y a tantos han deleitado y siguen encantando.

Suerte para el autor!
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Megan
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Re: CP XIV - La diosa y el cazador

Mensaje por Megan »

Autor/a, como entusiasta de a mitología, me regalaste una excelente historia.
Le plamaste mucha belleza y me gustó mucho como narraste la pasión del
cazador por la diosa y como dejó todo su mundo y los consejos de quien lo quiere,
por encontrar a esa bella mujer, que cuando la descubre, se transforma en un monstruo
y lo convierte en un venado. Más allá de la trama, me gusta el vocabulario que usaste,
parece el de una tragedia griega y eso me conquistó totalmente.

Suerte y gracias por compartirlo :D
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Gavalia
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Re: CP XIV - La diosa y el cazador

Mensaje por Gavalia »

Lenguaje exquisito para una componer una prosa que me parece muy bella. Recargado es, pero me parece la forma perfecta para trasladarnos a la mitología griega. Es como si leyeras a los clásicos de la época. Como ejercicio literario es rizar el rizo. El más difícil todavía. Puede gustar y disfrutar cuando aprecias todo el conjunto, o todo lo contrario, y caer en el peor de los sopores, pero justo es reconocer su gran calidad literaria.
Suerte y saludos.
En paz descanses, amigo.
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Iliria
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Re: CP XIV - La diosa y el cazador

Mensaje por Iliria »

Interesante esta versión del mito que nos presentas, autor/a. Ovidio simplemente nos dice que Acteon descubre a la diosa, pero tu has fantaseado con el "hueco" que deja el mito y lo haces con una moraleja que al menos a mi me gusta: cuidadin no se nos suba el pavo :mrgreen:
El lenguaje adecuado, y el tono muy bucólico. Eso si, hay que leerlo con un diccionario al lado, como bien apuntan los compañeros :lol:

Suerte :hola:
Si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo que necesitas - Cicerón :101:
-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
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Ginebra
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Re: CP XIV - La diosa y el cazador

Mensaje por Ginebra »

me ha gustado mucho tu versión sobre el mito, es tan rico en el lenguaje que se me antoja preciosista, muy adecuado, parece estar leyendo a los clásicos. Te ha salido muy bello, se nota que dominas y te has arriesgado, lo cual se valora
muy buen trabajo, mucha suerte!
Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias. Eduardo Galeano


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