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Tentáculos de bruma (I terror)

Publicado: 08 Oct 2007 21:57
por julia
No sabía cómo ni cuándo había llegado allí.
Algo no marchaba bien, ese no era su pueblo, no era su hogar. Sólo recordaba haberse sumido en un profundo sueño sin ninguna razón aparente y despertar tendida en el suelo de aquel extraño lugar.
Se levantó como pudo sacudiendo el polvo de su vestido blanco. Celia era increíblemente pulcra, y solo con ver su atuendo favorito teñido de gris le indicó que algo iba mal.
La niebla era densa, tan densa que casi podía notar cómo manos y garras invisibles la palpaban por doquier, aquí y allá le parecía detectar figuras etéreas para después desaparecer.
Las calles estaban desiertas, no detectaba el menor movimiento. A esas horas de la mañana ya tendrían que estar trabajando y paseando los aldeanos pero no había señales de vida.
Decidió pedir ayuda, llamar a alguna puerta o simplemente gritar. Pero sabía, intuía, que nadie respondería.
Caminó sin destino alguno, observando las pequeñas casas que había a un lado y a otro de las estrechas callejuelas. Las puertas de madera permanecían cerradas a cal y canto, no podía ver nada tres metros más allá.
Algo en la neblina la hizo estremecer, notó un cálido aliento en su oreja derecha que contrastaba con el frío gélido que la atenazaba, seguido de un casi imperceptible susurro que la dejó paralizada. El ladrido de un perro cercano la despertó de su ensimismamiento, el animal arañaba con fiereza desde dentro una de las ventanas de una casa y su mirada denotaba una avidez animal que hizo que le entraran escalofríos. Las babas del can resbalaban por el cristal que no tardó en resquebrajarse como por arte de magia. Celia huyó.
Mientras corría llamó a unas casas y a otras, no se detuvo a comprobar si abrían porque sabía perfectamente que no lo harían. Algo en su interior le decía que estaba sola, que tendría que salir de allí por sus propios medios.
El aire helado le congelaba las entrañas y formaba siniestras siluetas en su atuendo blanco mientras huía de aquel terror invisible. Por fin llegó a la plaza del pueblo, una plaza más grande de lo que en un principio podía parecer. Pero daba igual, porque estaba igualmente desierta. Volvió el silencio.
Miró al cielo y tampoco vio nada destacable. No había pájaros ni tampoco un rastro lejano de su alegre cantar, las nubes impedían el paso de los rayos del sol.
A su alrededor los bancos de piedra estaban abandonados, había algunas bolsas vacías danzando con la niebla y también…
Oyó algo. No, no podía ser que esta vez el viento la engañara.
Parecía un llanto, en principio era demasiado lejano pero cada vez estaba más y más cerca. Si pudiera ver un poquito más allá, quizá dos metros más… Sí, sin duda alguien estaba llorando, un niño o una niña pequeña. Con ese sonido sintió mucho más frío y no tuvo más remedio que frotarse los brazos para sentir algo de calidez.
Poco a poco se fue formando la figura de una persona, una niña de no más de ocho años. Andaba hacia Celia pero se detuvo a cierta distancia. Su lacio cabello aterciopelado era negro como el carbón y sus grandes ojos fijos en la muchacha le inspiraron un terror inusitado, sentía como si se hundiera en la más profunda oscuridad.
- Por favor – el miedo y el frío hicieron que la voz de Celia temblara más de lo que esperaba – ¿me podrías decir dónde está la salida?
La joven pareció no entender a qué se refería, ¿quizá no comprendería su lenguaje? Su mirada seria pero inocente se transformó en una mueca de odio que la hizo temblar, dio un paso hacia atrás y la niña uno hacia delante.
Finalmente decidió dejarla aproximarse para así poder averiguar sus intenciones. Cuando su rostro se encontraba a un palmo del de ella algo la sobresaltó.
De nuevo eran esas voces omnipresentes, pero ahora eran más numerosas, las rodeaban por todos lados. La chica habló y, para su sorpresa, lo hizo en su idioma.
- Estás sola, nosotros te ayudaremos – y justo cuando le ofrecía la mano con una siniestra sonrisa, Celia la empujó con todas sus fuerzas, la tiró al suelo y echó a correr sin ninguna dirección en concreto. El grito desgarrador de la niña despertó todo a su alrededor.
Ahora las voces ya no eran susurros, cada vez eran más audibles y la niebla más espesa. Las oía a sus espaldas, cada vez más cerca, por todos lados. Las sombras aparecían de nuevo en torno a ella. Pudo sentir otra vez esas garras hechas de nada que intentaban detenerla y hacerla caer, pero luchó con todas sus fuerzas y para su alivio llegó a los límites del pueblo. Los sonidos y las apariciones cesaron, de nuevo volvía a estar sola.
- ¡Detenedla! – pudo distinguir más allá la silueta de alguien que portaba algo con sus dos manos, pero no se detuvo a averiguar su naturaleza. Corrió, corrió todo lo que pudo a lo largo de una estrecha carretera abandonada.
Tras unos minutos se internó en el bosque con la esperanza de ocultarse de aquellos espíritus que se materializaban y se desvanecían a su antojo.
Estaba demasiado cansada, las piernas ya no le respondían y le faltaba el aliento. Se sentó al amparo de un árbol cuya corteza era del grosor de cinco personas juntas y contempló las hojas secas del suelo moverse al ritmo del viento. Se puso a rezar. No creía en Dios pero en esos momentos suplicó por encontrarse con su madre o su hermanito, que todo aquello fuera un mal sueño.
Algo crujió a sus espaldas, quizá el chasquido de una rama. Supo que estaba perdida.
Le dio igual que la vieran, no podía escapar y ya lo había asumido. Pero se encargaría de que no les resultara fácil atraparla.
Se internó en la espesura, allí los árboles estaban demasiado próximos unos con otros y tuvo que atravesar gran cantidad de zarzas que desgarraban cruelmente su querido vestido. Oyó cómo la tela se rompía y un agudo dolor punzante la recorría por todo el cuerpo, desde las piernas a los brazos y la cara, a la vez que su largo cabello se enredaba en todo lo que encontraba. La neblina no desaparecía, no podía ver lo que le deparaba más adelante.
Tropezó con una rama que salió a su paso. Podría jurar que apareció de repente, que antes no estaba allí y que un árbol enfurecido extendió sus raíces con indiferencia para dar fin a esa ridícula persecución.
Para su sorpresa no cayó sobre un terreno llano, sino que la mala suerte – o las malas pretensiones del vegetal – hicieron que cayera varios metros cuesta abajo, chocando bruscamente contra rocas de diverso tamaño y rebozándose con la tierra mojada. Finalmente recibió un duro golpe en la cabeza y no supo nada más.
Pudo percibir en sueños esas voces que comentaban entre ellas y por fin notó cómo las garras hechas de vapor la elevaban y cargaban con ella en dirección a un lugar desconocido.

Había oscuridad, demasiada oscuridad. ¿A dónde la habían llevado? Sintió como si se hubiera adentrado en los ojos de aquella misteriosa niña, pero no era eso, estaba acolchado, no sabría explicar la sensación.
Cuando abrió los ojos no supo cuánto tiempo había pasado desde su captura, pero la luz la cegó por unos instantes. Allí detectó las figuras, seguramente se habían materializado para hacerle terroríficos experimentos, pero cuando las distinguió mejor vio a su madre de pie hablando con un hombre desconocido.
La mujer, con marcadas ojeras y tez pálida, al ver en la cama a su hija elevando dificultosamente los párpados la rodeó en un sentido abrazo y lloró desconsoladamente. El hombre tomó la mano de Celia y comenzó a tomarle el pulso.
Había padecido otra recaída más en su largo historial, pero esta vez apareció herida y con alucinaciones en un descampado cercano al pueblo vecino. Había estado a punto de perder la vida.

Publicado: 12 Dic 2007 20:15
por Roland
Tampoco ha aparecido el autor de este relato... Estoy preparando el recopilatorio del concurso. Los que no se den a conocer o no me den permiso para publicarlos los dejaré fuera con todo el dolor de mi corazón... :cry:

Publicado: 16 Dic 2007 14:06
por lucia
A ver si Agatha le pregunta al autor directamente :?