CP III:Todo pudo ser distinto- Fabio Gcia Pastrana
Publicado: 14 Abr 2008 17:57
25º participante concurso Primavera 2008
TODO PUDO SER DISTINTO
Y ahí estaba él; sentado en un rincón de su habitación, esa estrecha habitación cargada de extravagantes objetos que solo a él se le ocurre tener, esa triste y descolorida habitación que jamás fue de su agrado, pero aun así, su único refugio y confidente.
Una y cuarenta y siete de la noche marcaba ese viejo reloj que tenía al lado de su cama, llevaba hora y media en la misma posición, su cabeza inclinada hacia atrás golpeando con la pared, sus manos entre las piernas y su mente en un lugar lejano a su cuerpo. Su mente estaba 3 meses atrás, recordando todas aquellas cosas que lo llevaron a estar allí sentado de la manera en que lo estaba y pensando todas aquellas cosas que jamás creyó pensar.
-Todo pudo ser distinto- se dijo a si mismo mientras sus ojos no resistían y dejaban escapar las lágrimas que no derramó con la persona que decía amar.
Sin parpadear recordó el momento en que después de mucha presión logró convencerla de pasar una simple noche juntos, recordó todos los miedos que ella tenía y entendió la razón de sus constantes rechazos; recordó y entendió, simplemente que un poco tarde.
En su afán por conseguir lo que quería, la lleva a su habitación, esa habitación que fue testigo de su impaciente amor y que ahora le mortifica con el recuerdo; allí pasaron una de las más largas y apasionantes noches, si, larga y apasionante.
Siguieron juntos sin pensar todos los conflictos que su atarantada relación les traería, como si el fuego que desprendían hubiera quemado sus conciencias. Estaban tan felices jugando a la responsabilidad que no se dieron cuenta que no entendieron las reglas del juego. Estaban tan felices, claro que dicen que no hay felicidad completa, solo momentos felices.
Una noche, semanas después del huracanado encuentro; él se le acerca y después de un beso le dice que le ama; ella, después del beso, se le acerca y le confiesa que van a ser padres.
-¿Qué fue de ese amor que él decía tenerme?- era lo único que ella se preguntaba después de escuchar la colosal idea que a él se le ocurrió. Después de escuchar un frío -Tienes que abortar-.
Él seguía recordando en su habitación sin siquiera mover un dedo, a tal punto de ignorar el teléfono que sonaba por cuarta vez.
Recordó que para ella la idea del aborto no era de su agrado pero las constantes presiones de él y sus constantes ataques de culpa hicieron que tomara una fatídica decisión.
Abortó, no resistió, y de cierta manera llegó a pensar igual a él, solo que ella no contó con que esta decisión le costaría su último aliento.
Él, sentado allí recordó todas aquellas acusaciones a las que fue sometido por la muerte de la mujer que amó, recordó también lo mucho que había sufrido al enterarse de la trágica noticia; sentía rabia, sentía ganas de acabar con el mundo, se sentía culpable. Pensó y alcanzo a imaginar lo distinta que pudo haber sido su vida los últimos tres meses si hubiera pensado un poco mas las cosas.
Todo esto segundos antes de poner el revolver en su cabeza y halar del gatillo.
TODO PUDO SER DISTINTO
Y ahí estaba él; sentado en un rincón de su habitación, esa estrecha habitación cargada de extravagantes objetos que solo a él se le ocurre tener, esa triste y descolorida habitación que jamás fue de su agrado, pero aun así, su único refugio y confidente.
Una y cuarenta y siete de la noche marcaba ese viejo reloj que tenía al lado de su cama, llevaba hora y media en la misma posición, su cabeza inclinada hacia atrás golpeando con la pared, sus manos entre las piernas y su mente en un lugar lejano a su cuerpo. Su mente estaba 3 meses atrás, recordando todas aquellas cosas que lo llevaron a estar allí sentado de la manera en que lo estaba y pensando todas aquellas cosas que jamás creyó pensar.
-Todo pudo ser distinto- se dijo a si mismo mientras sus ojos no resistían y dejaban escapar las lágrimas que no derramó con la persona que decía amar.
Sin parpadear recordó el momento en que después de mucha presión logró convencerla de pasar una simple noche juntos, recordó todos los miedos que ella tenía y entendió la razón de sus constantes rechazos; recordó y entendió, simplemente que un poco tarde.
En su afán por conseguir lo que quería, la lleva a su habitación, esa habitación que fue testigo de su impaciente amor y que ahora le mortifica con el recuerdo; allí pasaron una de las más largas y apasionantes noches, si, larga y apasionante.
Siguieron juntos sin pensar todos los conflictos que su atarantada relación les traería, como si el fuego que desprendían hubiera quemado sus conciencias. Estaban tan felices jugando a la responsabilidad que no se dieron cuenta que no entendieron las reglas del juego. Estaban tan felices, claro que dicen que no hay felicidad completa, solo momentos felices.
Una noche, semanas después del huracanado encuentro; él se le acerca y después de un beso le dice que le ama; ella, después del beso, se le acerca y le confiesa que van a ser padres.
-¿Qué fue de ese amor que él decía tenerme?- era lo único que ella se preguntaba después de escuchar la colosal idea que a él se le ocurrió. Después de escuchar un frío -Tienes que abortar-.
Él seguía recordando en su habitación sin siquiera mover un dedo, a tal punto de ignorar el teléfono que sonaba por cuarta vez.
Recordó que para ella la idea del aborto no era de su agrado pero las constantes presiones de él y sus constantes ataques de culpa hicieron que tomara una fatídica decisión.
Abortó, no resistió, y de cierta manera llegó a pensar igual a él, solo que ella no contó con que esta decisión le costaría su último aliento.
Él, sentado allí recordó todas aquellas acusaciones a las que fue sometido por la muerte de la mujer que amó, recordó también lo mucho que había sufrido al enterarse de la trágica noticia; sentía rabia, sentía ganas de acabar con el mundo, se sentía culpable. Pensó y alcanzo a imaginar lo distinta que pudo haber sido su vida los últimos tres meses si hubiera pensado un poco mas las cosas.
Todo esto segundos antes de poner el revolver en su cabeza y halar del gatillo.