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I Fantasía: La última profecía- Nelly (Ganador jurado)

Publicado: 26 Oct 2008 20:05
por Felicity
LA ÚLTIMA PROFECÍA
Una bandada de aves migratorias surcaba el cielo carmesí en dirección a poniente,
dibujando sombras fugaces sobre el camino que Arcadio recorría en silencio.
Sus pasos le dirigían a la Cima de la Estrella de los Vientos, el lugar más elevado del
Monte del Olvido, que se recortaba en el horizonte cercano.
El anciano caminaba encorvado luchando contra el viento, con mirada torva y bastón
firmemente agarrado en la diestra, hacia el místico santuario de montaña al que nadie
había logrado llegar. Se decía que en él habitaba un monje tan viejo como el mundo y
tan sabio como el tiempo.
Arcadio, que había abandonado la escuela de magia tras discutir con otros eruditos
sobre el motivo por el cual los dioses habían devuelto la palabra al Oráculo, avanzaba
espoleado por cumplir una misión: preguntar al monje qué podían hacer al respecto.
¿Por qué, tras casi dos décadas de silencio, de repente el Oráculo había vuelto a hablar?
¿No escarmentaron los dioses con el caos en que había sumido al mundo años atrás?
Los que entonces escucharon sus designios bañaron con la sangre de sus enemigos sus
tierras, intentando en vano evitar su destino.
Tal era el caso de Hannay, último príncipe de Colquihoun, que acudió al Oráculo en
busca de sabiduría la víspera de su boda con Ayrshine, primogénita de su jefe- guerrero.
- El hijo de tu enemigo se sentará en tu trono -le dijo el Oráculo-, y tú morirás antes de
la octava luna nueva.
Ante semejante predicción, el príncipe volvió furioso a las llanuras donde habitaba y
mando llamar de inmediato a su prometida.
- ¡Traidora! –Dijo, arrojándola al suelo-, mañana al alba morirás.
Hicieron falta cinco hombres para sujetar al padre de Ayrshine, que fue testigo de la
irracional sentencia.
- Pero si no ha hecho nada, gran príncipe, ¡es inocente!
- Todavía…
Hannay pensaba así evitar el cumplimiento de la profecía, pero las palabras del Oráculo
era infalibles.
Aquella noche, Dudoon, un guerrero imberbe apenas destetado en el arte de las armas,
se apiadó de la joven y la liberó.
Ayrshine escapó a través de las llanuras y el desierto hasta la tierra de Baird, donde se
escondió en el templo de Byod, diosa de la fertilidad y la cosecha. Allí fue donde la vio
por vez primera el rey, que se enamoró de ella.
Cuando Hannay, que no había dejado de buscar a su prometida desde su fuga, llegó a
aquellos dominios descubrió boquiabierto que a quien perseguía era a la mujer del rey.
Con las palabras del Oráculo resonando en sus oídos, aguardó el abrigo de la noche para
colarse en la alcoba real dispuesto a sesgar la vida de la reina. Pero la fortuna hizo que
en el último momento su daga atravesara sólo las sábanas y la almohada, salvándose la
mujer.
Él huyó, pero el mal ya estaba hecho. Semanas después el ejército de Baird se lanzaba
sobre sus tierras para vengar la afrenta. Cuando el jefe guerrero de Colquihun
comprendió que no podían ganar la batalla, recomendó a Hannay negociar con el
invasor, pero éste, ciego de ira y temor, tenía una única idea en la cabeza: matar a la
reina.
Planeó asesinarla durante la reunión del armisticio, y en cuanto Ayrshine dio un paso
dentro de la tienda de lona en que ésta se celebraba, una cabeza rodó por el suelo.
La suya.
Hannay murió a manos de su jefe-guerrero, el padre de Ayrshine, que al reconocer a su
hija comprendió el motivo de la lucha y firmo la paz poco después. Tal como el Oráculo
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había augurado, el príncipe cayó antes de la octava luna nueva, a pesar de sus esfuerzos
por cambiar su destino.
Casos similares a éste, en la Historia, los había a cientos.
Para que no se repitieran y llegar hasta el monje, Arcadio tenía que pasar tres pruebas.
La primera, no dormir durante todo el ascenso. La segunda, superar a las Wrens, y la
tercera, por supuesto, caerle bien al erudito.
Como la primera dependía de su voluntad férrea y sobre la última no tenía control
alguno, lo más destacable de su viaje fue la segunda prueba.
- ¿No estáis cansado? –le preguntó una voz suave, con un ligero matiz metálico.
- Venid –susurró otra-, acercaos…
Algo se movió en la enorme roca que Arcadio tenía al lado. Al fijarse más distinguió
una silueta, una nariz, y un par de ojos de basalto que sonreían con malicia.
La Wren se separó de su refugio mostrando un tentador cuerpo de mujer, que no
obstante carecía del calor y tacto humanos.
- Venid –repitió, melosa-, tengo agua fresca de los manantiales subterráneos y un lecho
cálido como el suelo de un volcán.
Cualquier iluso habría sucumbido ante el ofrecimiento de la criatura sobrenatural, pero
Arcadio no era ningún iluso. Sabía lo que aquellos seres hacían con quienes aceptaban
sus ofrecimientos. No en vano se había percatado ya de que todas las rocas que le
rodeaban tenían un cierto aire vago, de figuras humanas.
- ¡Atrás!
El profesor extrajo un cincel de plata con el mango labrado del cinturón de su túnica. Al
verlo, la Wren retrocedió espantada con la mirada prendida de odio. Reculó siseando
como un felino herido hasta volver a fundirse con la roca de la que había salido. Y
aunque los ofrecimientos no cesaron en su camino hacia la cumbre, Arcadio, con el
cincel en alto, avanzó haciendo oídos sordos. Hasta que al fin…
- ¡La Cima! ¡He llegado!
Un enorme roble retorcido crecía afincado entre las ruinas de un templo.
- ¡Oh, gran monje erudito! –Gritó Arcadio-, tres días he caminado sin dormir, he
superado a las Wrens y ahora solicito audiencia.
No ocurrió nada.
- ¡Gran sabio de la montaña!
Tampoco.
- ¡Quienquiera que me escuche!
Ni un trino de pájaro.
- ¡Esto es un fraude! –Arcadio arrojó su cincel contra un matorral-, ¡que necio he sido!
- ¡Ay!
- ¿Quién va?
Un hombrecillo enjuto de no más de treinta años, con mejillas sonrosadas y cabeza
pelada como un huevo, salió de entre la maleza y se plantó con los brazos en jarras
frente a él.
- ¡Ay! –repitió, palpándose el chichón.
- ¿Vos… sois el monje sabio de la montaña?
- ¿Qué queréis?
- Vengo a pediros consejo –dijo Arcadio, recuperándose de la sorpresa-, durante tres
días he caminado sin comer y sin dormir…
- bla, bla, bla, -dijo el monje-, al grano, al grano.
- El Oráculo ha vuelto a hacer predicciones –contestó gravemente Arcadio.
- Sí, lo sé.
- ¿Y qué podemos hacer?
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El hombrecillo se rascó la barbilla y clavó sus ojos velados en el horizonte. Tras
pensarlo unos instantes exclamó convencido:
- ¡Matar al Oráculo!
- Pero ¿Cómo? ¿Como matar a un ser inmortal?
- Tan solo sé de una persona capaz de llevar a cabo esta misión -dijo el monje-, un
elegido de los dioses de corazón y acero noble. Un héroe llamado Dunblane Arran.
******** כֿ ********
El acero atravesó el cuerpo del hombre como si fuera mantequilla. Dunblane liberó la
espada y contempló la hoja manchada de sangre bajo la luz de la luna, mientras el otro
caía al suelo como un muñeco desmadejado, en medio de un charco granate.
Una flecha rasgó el aire, silbando en su dirección. Dunblane interpuso el escudo atado a
su antebrazo y espió los alrededores con sus ojos del color del cielo antes del amanecer.
Después, sacó su daga y la lanzó certera contra un árbol de cuyas ramas cayó un
campesino.
- Este bosque da fruta verde –rió, contemplando el rostro del muchacho.
Dunblane montó en su corcel de guerra, tan negro como su armadura, y se fundió con
las sombras de la noche.
Cincuenta monedas de plata era lo convenido por aquel trabajo. Pero he aquí que al ir a
cobrarlas, el mercenario encontró ciertas reticencias por parte del caballero que le había
contratado, por lo que no le quedó otro remedio que pasarlo a él y a su séquito a espada.
- Comadrejas viles y embaucadores –rezongó al abrir la puerta de la taberna-, ¿y vos
quién sois?
Arcadio estaba parado en el umbral, interponiéndose en su camino.
- Durante tres días y tres noches caminé sin descanso hacia a la Cima de la Estrella de
los Vientos… -comenzó.
- Quitaos del medio, anciano. No estoy de humor.
- Superé las peores pruebas….
- Enhorabuena.
- No dormí, ni probé bocado…
Dunblane apuntó con el acero a su garganta.
- Si queréis volver a hacerlo será mejor que os apartéis.
Arcadio tragó saliva.
- Os imploro vuestra ayuda…
Al ver como el profesor se hincaba de rodillas en el suelo, el primer impulso del
mercenario de asesinarle quedó relegado por la curiosidad.
- A ver si lo he entendido bien –repitió el guerrero más tarde, frente a una jarra de
cerveza-, queréis que viaje cuatrocientas millas para matar a una criatura sobrenatural
cuyos vaticinios enfrentan a los reyes en batallas sangrientas. ¿Y qué gano yo con ello?
- Honor y gloria, caballero.
Un amago de sonrisa torció los labios de su interlocutor.
- Honor y gloria –repitió con sorna-, eso no paga las deudas.
El profesor le miró confundido. ¿Era aquel el héroe que debía salvarlos?, pensó.
Dunblane, tras limpiarse los labios con la manga, le devolvió a la realidad:
- ¿Conocéis mi historia, viejo chiflado?
Él negó con la cabeza.
- Yo servía al reino de Aberdeen, en Lisle. Seguro que habéis oído hablar de la deshonra
del capitán de Lisle…
- ¿El capitán desterrado…?
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- Mi padre –puntualizó Dunblane-, yo entonces sólo era una aspirante a caballero. Le vi
morir en la plaza del pueblo entre los abucheos de las personas a las que había
prometido proteger. Nadie le prestó ayuda, ni siquiera los que sabían que era inocente.
Arcadio sintió que las nauseas le revolvían el estómago. Conocía bien la historia.
- Entonces, ¿vos…?
- Pasé a espada a sus asesinos. Sí… - Dunblane sonrió al recordarlo.
Terminó su jarra de cerveza y miró al profesor con descaro.
- ¿Seguro que es a mí a quien os ha dicho ese monje que busquéis?
- Sí, ¿por qué lo preguntáis?
- Porque entonces no creo que sea tan sabio.
Durante el camino de regreso, Arcadio y Dunblane escucharon numerosos rumores de
guerra. El Oráculo vaticinaba desastres y estos se cumplían precisamente porque los
hombres escuchaban sus designios. Luchas entre reyes hermanos, familias divididas,
aldeas arrasadas…
- Allí esta la entrada de la gruta del Oráculo –señaló el profesor.
El lugar no era lo que Dunblane había esperado: una oquedad oscura y tenebrosa que
conducía al corazón del mismo infierno. En vez de eso, lo que vio fue una abertura
semicircular perfectamente definida, que daba acceso a un amplio espacio con un techo
salpicado de caprichosas estalactitas cuyos bordes brillaban por algún tipo de sortilegio.
- ¡Cuidado! –advirtió el guerrero.
Desnudó la espada y le indicó a Arcadio que se quedara detrás con un ademán. Avanzó
el solo, cauto, y se diría incluso que su propia sombra era reticente a mezclarse con la
misteriosa penumbra de la cueva que atravesaba.
- Dad la cara-dijo, unos metros más adelante.
El suave gorgoteo del agua que arrancaba ecos en las paredes de la gruta se hizo más
evidente. En medio de una laguna subterránea al final de la cueva, encontró al Oráculo,
que se dio la vuelta para mirar directamente a los ojos del caballero.
- Que Galway os guarde muchos años –dijo a modo de saludo-, aunque eso es algo que
yo ya sé.
Los labios de Dunblane se movieron, pero él no articuló palabra.
Las gotas de agua surcaban la piel de la mujer que tenía frente a sí, desnuda hasta la
cintura, sumergido el resto de su cuerpo. El cabello del color del cobre caía en finas
ondas sobre sus hombros y sus pechos, tapando los contornos de su figura que se fundía
con aquel espejo líquido. En sus ojos color miel se arremolinaba el saber de todos los
tiempos.
Era increíblemente hermosa.
- Vos… -balbució al fin Dunblane-, ¿quién sois?
- El Oráculo.
- Entonces sabéis que he venido a mataros.
- Sé todo cuanto acontecerá.
- ¿Y por qué no habéis huido?
- Porque no es a mí a quien debéis matar, Dunblane, sino a quien me obliga a hacer
predicciones. Además, ninguna espada puede poner fin a mi existencia.
- ¿Cómo sé que no mentís?
El Oráculo levantó su mano derecha dejando ver una sencilla pulsera de oro.
- El que colocó alrededor de mi muñeca la pulsera de Nesbutz, mientras me hallaba
sumida en el sueño que me provocaron los dioses, me mantiene cautiva. Yo no puedo
quitármela y estoy sujeta a sus deseos. Me pidió que volviera a hacer vaticinios, para
ver como el mundo caía en la oscuridad-sus ojos se llenaron de lágrimas-. Yo solo
quería ayudar a los hombres, no empeorar su destino.
Dunblane guardó su espada.
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- ¿Quién es el que os obliga?
- Se llama Cavan, aunque ya nadie le conoce por su nombre.
- Le encontraré y acabaré con él, pero si mentís ni la morada de los dioses os dará
cobijo.
Y sin más, Dunblane partió.
Arcadio se mostró muy sorprendido ante su historia, pero antes de contradecirle, decidió
aguardar para ver como se desarrollaban los acontecimientos.
Preguntaron por los orígenes del nombre Cavan, y descubrieron que procedía del norte.
Partieron hacia la capital de la región más septentrional del país y hallaron un censo con
trescientos cavanes inscritos. No les quedó otro remedio que comprobar una a una todas
las identidades.
Encontraron una veintena de campesinos, un mago, un trovador, tres jueces, doce
carpinteros, nueve bibliotecarios e incluso un compañero de la escuela de magia de
Arcadio. En total, doscientos noventa y nueve.
- Nos falta uno.
Rastrearon su pista hasta el lugar de nacimiento del individuo, Rettray, ciudad cuya
deidad patrona era Nesbutz, diosa cuya pulsera mantenía bajo yugo al Oráculo. Era la
deidad del deseo, muy querida por sus devotos pero también muy peligrosa, pues no hay
nada más voluble e imprevisible que el deseo.
Las sacerdotisas de Nesbutz y sus monjes eran personas con un gran magnetismo, que a
menudo hacían de las suyas atrayendo incautos hasta el templo para divertirse con ellos.
- Sí, tuvimos un acólito llamado Cavan –dijo la suma sacerdotisa a Dunblane,
observando su figura aventajada-, pero le perdimos hace tiempo.
- ¿Le perdisteis?
- Era muy ambicioso… partió en busca de la sabiduría más grande y no volvimos a
saber de él.
Arcadio se mesaba la barba con gesto reflexivo.
- La sabiduría más grande…-repitió.
- ¿Cómo sabéis que no esta vivo? –Preguntó Dunblane-, ¿acaso habéis encontrado su
cuerpo?
- No –contestó la suma sacerdotisa-, pero como ya le dijimos en su momento, alguien
como él no podría alcanzar la Cima de la Estrella de los Vientos.
Arcadio dio un respingo.
- ¿Por qué no? –preguntó el mercenario.
El profesor se adelantó a su respuesta:
- ¡Porque era ciego!
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El monje otrora conocido como Cavan, descansaba al abrigo de una roca en la Cima de
la Estrella de los Vientos, cuando sintió el frío acero de la espada de Dunblane
acariciando su gaznate.
- En pie –dijo él.
- ¡Pardiez! Se suponía que debíais matar al Oráculo, no a mí.
- ¿Eso os dijo ella?
Cavan asintió:
- Dijo que sólo vos podríais hacerlo, y que yo decidiría el momento.
- El Oráculo no puede mentir –Arcadio, reflexivo, se mesaba la barba-. Lleva una
pulsera de Nesbutz idéntica a la que Cavan esconde en su muñeca. De este modo esta
sujeta a sus deseos.
Aunque al principio el monje se mostró reacio a quitársela, en cuanto Dunblane
amenazó con cortarle la mano se dio buena prisa en hacerlo.
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- Lo que no comprendo –dijo Arcadio al impostor-, es cómo conseguisteis superar las
pruebas para llegar hasta aquí y suplantar al verdadero sabio.
El monje se echó a reír y señaló sus ojos velados.
- ¡Nunca hubo tal sabio! –Exclamó- ¡Y superé las pruebas porque soy ciego!
- Claro, que necio he sido –comprendió el profesor-, pudisteis dormir sin que nadie se
diera cuenta a causa de vuestra ceguera, y en cuanto a las Wrens…
- Su tacto es áspero como el de la roca –dijo Cavan-, no había nada en ellas que fuera
tentador para mí.
- Pero, ¿por qué queríais ver el mundo sumido en guerras? –preguntó Dunblane.
Cavan adoptó una expresión resentida y respondió con vehemencia:
- Los seres humanos no necesitan mucho para destruirse los unos a los otros. Basta un
leve empujoncito y su avaricia hace el resto. Son egoístas y necios, ofréceles el
conocimiento y se matarán por su causa. –Hizo una pausa y luego volvió a dirigirse al
guerrero:- Vuestro padre también murió por culpa del Oráculo, predijo al rey de
Aberdeen que a su hijo le traicionaría su propia guardia. Por eso mando que cuantos
fueron ordenados en Lisle murieran para evitar esta traición. Los escasos supervivientes
y sus hijos se organizaron capitaneados por un aspirante a caballero, cuya venganza
quedó escrita en la historia debido a su crueldad. ¡Vos!
Dunblane asintió en silencio.
- Por eso me elegisteis para matar al Oráculo.
Cavan negó con la cabeza:
- Ella dijo que tan sólo vos podíais poner fin a su existencia y que yo decidiría cuando
hacerlo; al ver aquí al profesor pensé que había llegado la hora, para no ser descubierto.
- Pues en eso te equivocaste –dijo Arcadio, y tiró de la cuerda que maniataba Caván,
poniendo rumbo a las mazmorras de Arith Dor, lugar en el que pasaría el resto de sus
días.
A Dunblane solo le quedaba una cosa por hacer.
De regreso a la gruta no hacía más que darle vueltas a todo lo acontecido. Al parece su
destino había estado unido al del Oráculo desde hacía mucho, ya que antes de caer en el
sueño de los dioses, su última profecía había condenado a su padre, cambiando su
propia suerte. Por su causa había pasado de aspirante a caballero a mercenario sin señor.
Parado frente a ella, contemplando sus ojos insondables en los que se arremolinaba el
saber de toda la Historia, Dunblane comprendió que había sido sincera al decir que su
intención no era la de hacer daño a los hombres.
- Habéis vuelto –dijo el Oráculo, con suave voz melodiosa.
- Vos sabíais que lo haría.
- Sí.
- Tan solo queda una cosa para que todo esto termine.
Los ojos de la mujer se llenaron de lágrimas, sin embargo, sonreía.
Dunblane cerró la pulsera en torno a su muñeca. Ahora era él quien tenía bajo su control
al Oráculo. El saber de cientos de generaciones, pasadas y futuras, sometido a sus
deseos.
- Solo hay una manera de que el ser humano pueda ser feliz y es que ignore su propio
destino.
Ella asintió en silencio.
- Deseo que nunca más volváis a hacer una predicción.
- Gracias –dijo el Oráculo.
Y frente a los ojos de Dunblane, lentamente, se desvaneció. Desde entonces, los seres
humanos viven su vida sin saber qué les acontecerá cada día, ya que es el único modo
de que alimenten su esperanza y libren con entusiasmo las batallas que se les presentan

Re: I FANTASÍA: LA ÚLTIMA PROFECÍA

Publicado: 26 Oct 2008 23:34
por ciro
Tengo la sensacion de que hay buenos ladrillos, pero falta cemento. El conjunto no me convence del todo. Puntuacion 7.

Re: I FANTASÍA: LA ÚLTIMA PROFECÍA

Publicado: 27 Oct 2008 00:19
por Ororo
No está mal escrito, pero creo que le falta un pcoo de emoción :D

Re: I FANTASÍA: LA ÚLTIMA PROFECÍA

Publicado: 28 Oct 2008 16:24
por SHardin
Leído. No hay elfos o enanos. Me resultó muy difícil criticar este relato, es una historia que me gusta, tiene mucho nivel y me encanta la red que crea y como todo se cierra adquiriendo coherencia. Pese a todo no se si será porque hubo que acortar, no llega a gustarme tanto como se supone tras estos buenos mimbres. Aun así muy bueno.

Re: I FANTASÍA: LA ÚLTIMA PROFECÍA

Publicado: 28 Oct 2008 18:05
por takeo
Me costó entrar en el relato y hay algunos cambios bruscos, pero se puede leer.

Re: I FANTASÍA: LA ÚLTIMA PROFECÍA

Publicado: 29 Oct 2008 23:58
por Desierto
La metáfora de Ciro me parece bastante acertada. Idea sólida y bien escrito, pero da la sensaciónd e que podría haberse exprimido mucho más.

Re: I FANTASÍA: LA ÚLTIMA PROFECÍA

Publicado: 02 Nov 2008 19:44
por Jaime
Qué mal rollo, mira que son valientes al atreverse a ir a por un Oráculo :|
El relato está bien, quizá le falte algo de chispa, pero la idea es buena.

Re: I FANTASÍA: LA ÚLTIMA PROFECÍA

Publicado: 03 Nov 2008 17:23
por Arwen_77
Me gusta mucho. Muy bien narrado . Consigue crear bien el ambiente, pero algunas partes quedan demasiado esquemáticas . Quizá es una idea que quedaría mejor desarrollada en más de seis páginas.
No obstante uno de mis preferidos. ¡Enhorabuena!

Re: I FANTASÍA: LA ÚLTIMA PROFECÍA

Publicado: 03 Nov 2008 21:39
por Matu
La idea es buena, y el relato está bien, pero me sentí un poco incomodo al leerlo. No sé si es por los saltos o qué, pero había algo que me dificultaba la lectura. Igualmente me gustó, es buena la historia :)

Re: I FANTASÍA: LA ÚLTIMA PROFECÍA - NELLY

Publicado: 04 Nov 2008 08:09
por ciro
ENHORABUENA NELLY

Aunque tengo que reconocer que no era uno de mis favoritos, aqui lo que vale es el voto del jurado, por lo que me alegro un montón que alguien tan joven sea la ganadora. :mrgreen:

Re: I FANTASÍA: LA ÚLTIMA PROFECÍA - NELLY

Publicado: 04 Nov 2008 08:38
por Jerom
Enhorabuena Nelly
:ola:

Me alegro muchisimo por ti....!!!!

Jerom
:?

Re: I FANTASÍA: LA ÚLTIMA PROFECÍA - NELLY

Publicado: 04 Nov 2008 09:07
por SHardin
Saludos. Mi enhorabuena Nelly. Escribiste un gran relato, como dije todo cuadraba y me encanta la fantasía pura y dura que hay en el. Nada más leerlo me pareció un ganador, pero yo pedía algo más que no vi y si en otro relato así que no te vote :roll: . Un muy merecido premio y ahora a releerme otra vez el relato a ver si se me pega algo.

Gracias por participar y regalarnos fantasía.

Re: I FANTASÍA: LA ÚLTIMA PROFECÍA - NELLY

Publicado: 04 Nov 2008 09:25
por Desierto
ENHORABUENA, NELLY

Re: I FANTASÍA: LA ÚLTIMA PROFECÍA - NELLY

Publicado: 04 Nov 2008 09:27
por Merridew
¡Tongo, tongo!


:cunao:

Re: I FANTASÍA: LA ÚLTIMA PROFECÍA - NELLY

Publicado: 04 Nov 2008 09:31
por cometa azul
Enhorabuena Nelly!!!!!!!!!!!!!!!