CPIV- Augurios de un nuevo imperio -Jangel
Publicado: 07 Abr 2009 22:09
Augurios de un nuevo imperio
El 10 de septiembre de 2001 se publicó el siguiente texto anónimo en la sección de anuncios del New York Times:
Bajo el signo del dólar,
vuelan pájaros de fuego,
gigantes iguales se deshacen en el aire.
El 10 de marzo de 2004, el periódico El mundo incluyó otro poema similar en las páginas de la edición local de Madrid.
Bajo el signo del euro,
serpientes de hierro,
segmentos esparcidos por doquier.
La publicación de unos versos misteriosos se reiteró el 6 de julio de 2005 en The Times de Londres, pero también pasaron inadvertidos.
Bajo el signo de la libra,
como lombrices en la tierra,
humo y llamas las asaltan.
El asunto no quedó ahí. Los atentados se sucedían en todo el mundo y, alguien, que nunca se identificaba, enviaba poemas de esas características a uno de los principales diarios de la ciudad afectada para su publicación el día antes, previo pago. Esos mensajes eran, evidentemente, un presagio de lo que iba a ocurrir.
El 10 de julio de 2006 fue en The Times of India, dentro de la edición impresa en Bombay.
Bajo el signo de la rupia,
Un estallido descarrilará,
Los pobres pasajeros viajarán al más allá.
A esas alturas, los servicios de inteligencia de las naciones más poderosas ya se habían percatado de aquellas coincidencias. La globalización y la difusión por internet, medio de comunicación bajo constante vigilancia, permitieron empezar a unir las piezas del rompecabezas. La repetición de la peculiar frase “Bajo el signo de…” se convirtió en la pista fundamental. Tenía que representar algún aspecto simbólico. Por otra parte, los mensajes comenzaban a ser más claros. Alrededor de este enigma, se formaron núcleos de investigación que permanecían alertas a la aparición de los poemas en cualquier parte del planeta.
Tras la publicación de otro el 25 de noviembre de 2008, de nuevo en The Times of India, las autoridades estuvieron a punto de reaccionar a tiempo.
Bajo el signo de la rupia,
calles llenas de gente tiemblan,
grandes hospederías arrasadas.
Sin embargo, conocer el significado parcial del mensaje supuso en aquel momento un exceso de información que confundió a los coordinadores e impidió organizar adecuadamente a las fuerzas de seguridad. Por eso, el asalto a los hoteles de Bombay se prolongó durante tres jornadas tomando la forma de un asedio medieval y cruento.
Mientras tanto, otro detalle había llamado la atención de los agentes internacionales. Diariamente, cada vez en una página diferente, aparecía la siguiente frase en el periódico iraquí al-Manara:
En paz descansen.
La publicación de esta especie de epitafio por las víctimas que perecían continuamente dentro de las fronteras del país invadido por las tropas del mundo occidental aportó la clave para descifrar el enigma y localizar al emisor.
Cuando el 10 de diciembre de 2008 se descubrieron otros tres versos en Le soir de Bruselas, la policía hizo su trabajo y detuvo a tiempo a los terroristas. Pero, además, se siguió el rastro de quien había enviado por correo electrónico la orden de publicación a la redacción del periódico. El autor fue hallado en Ginebra.
Al principio, lo más significativo del arresto fueron sin duda los documentos que se hallaron en poder del detenido. En las hojas de un cuaderno aparecían escritos cada uno de los extraños poemas que anunciaban los distintos atentados perpetrados desde el 11S de Nueva York por los defensores de la guerra santa del Islam. Al final, encontraron uno destinado a aparecer en Le Figaro de París el 10 de abril de 2009; obviamente aludía a la destrucción de los símbolos de la ciudad, la catedral de Notre Dame, la torre Eiffel y el arco de la Defense.
El sujeto en cuestión fue perseguido hasta un hotel de lujo de Ginebra. No pareció sorprenderse por su captura. Era un hombre joven de rasgos orientales y piel pálida que hablaba perfectamente varios idiomas sin acento. Respondía al nombre de Claus y decía ser un viajero del tiempo procedente del futuro.
-Si de verdad es usted un viajero del tiempo, como afirma, y ha venido a avisarnos de esos atentados –replicó el inspector de la policía internacional encargado del caso durante el interrogatorio a puerta cerrada-, ¿por qué no fue más directo y acudió a nosotros? ¿Por qué usó mensajes en clave?
-¿Acaso me hubieran creído? –preguntaba Claus lacónicamente-. Además, debía interferir de la manera más natural posible. Tenían que ser ustedes quienes percibieran las pautas para anticiparse a los terroristas.
-¿Y qué motivo le ha llevado a retroceder desde el futuro y detener los atentados, Claus? –añadió el colega norteamericano del inspector, que pertenecía a otro organismo de distinta calidad.
-En el tiempo del que provengo reina el caos. Para impedir que estos hechos trasciendan, me escapé de mi puesto de centinela espaciotemporal y me escondí en el siglo XX para prepararlo todo hasta que llegara el momento de actuar. Después de los últimos atentados en Europa, las Bolsas sufrieron una caída estrepitosa con pérdidas irrecuperables que agravaron la crisis mundial. Oriente aprovechó la oportunidad para ponerse a la cabeza. Me refiero a China y la India, que comenzaron su imperio económico. Pero también impusieron un modelo social casi feudal en el que murió el capitalismo. Nadie es feliz en mi época. Les hablo en pasado, pero para ustedes aún no ha ocurrido.
-Y para evitar eso debemos impedir que se produzcan los atentados, ¿no es así?
-En efecto –respondió tranquilamente Claus ante la pregunta formulada por el inspector. Claus estaba satisfecho de haber cumplido su misión y haber contribuido a la salvación del mundo.
El inspector y su colega salieron de la sala al pasillo e intercambiaron una mirada.
-Ya sabemos lo que tenemos que hacer –sentenció el norteamericano-. Es altamente previsible que todo termine tal como ha contado, con el poder en manos de China y la India. Así que ya sabemos dónde tiene que invertir dinero el nuevo presidente para asegurar nuestra posición, pase lo que pase. Saber lo que se nos viene encima favorece nuestra política. Daremos instrucciones inmediatamente.
Claus fue ejecutado sin que nadie más llegara a saber de su existencia.
Los atentados se sucedieron según había vaticinado.
China y la India gobernaron el planeta. Pero, contradiciendo toda previsión, no bastó todo el oro de las reservas federales para aplacar su ambición.
El 10 de septiembre de 2001 se publicó el siguiente texto anónimo en la sección de anuncios del New York Times:
Bajo el signo del dólar,
vuelan pájaros de fuego,
gigantes iguales se deshacen en el aire.
El 10 de marzo de 2004, el periódico El mundo incluyó otro poema similar en las páginas de la edición local de Madrid.
Bajo el signo del euro,
serpientes de hierro,
segmentos esparcidos por doquier.
La publicación de unos versos misteriosos se reiteró el 6 de julio de 2005 en The Times de Londres, pero también pasaron inadvertidos.
Bajo el signo de la libra,
como lombrices en la tierra,
humo y llamas las asaltan.
El asunto no quedó ahí. Los atentados se sucedían en todo el mundo y, alguien, que nunca se identificaba, enviaba poemas de esas características a uno de los principales diarios de la ciudad afectada para su publicación el día antes, previo pago. Esos mensajes eran, evidentemente, un presagio de lo que iba a ocurrir.
El 10 de julio de 2006 fue en The Times of India, dentro de la edición impresa en Bombay.
Bajo el signo de la rupia,
Un estallido descarrilará,
Los pobres pasajeros viajarán al más allá.
A esas alturas, los servicios de inteligencia de las naciones más poderosas ya se habían percatado de aquellas coincidencias. La globalización y la difusión por internet, medio de comunicación bajo constante vigilancia, permitieron empezar a unir las piezas del rompecabezas. La repetición de la peculiar frase “Bajo el signo de…” se convirtió en la pista fundamental. Tenía que representar algún aspecto simbólico. Por otra parte, los mensajes comenzaban a ser más claros. Alrededor de este enigma, se formaron núcleos de investigación que permanecían alertas a la aparición de los poemas en cualquier parte del planeta.
Tras la publicación de otro el 25 de noviembre de 2008, de nuevo en The Times of India, las autoridades estuvieron a punto de reaccionar a tiempo.
Bajo el signo de la rupia,
calles llenas de gente tiemblan,
grandes hospederías arrasadas.
Sin embargo, conocer el significado parcial del mensaje supuso en aquel momento un exceso de información que confundió a los coordinadores e impidió organizar adecuadamente a las fuerzas de seguridad. Por eso, el asalto a los hoteles de Bombay se prolongó durante tres jornadas tomando la forma de un asedio medieval y cruento.
Mientras tanto, otro detalle había llamado la atención de los agentes internacionales. Diariamente, cada vez en una página diferente, aparecía la siguiente frase en el periódico iraquí al-Manara:
En paz descansen.
La publicación de esta especie de epitafio por las víctimas que perecían continuamente dentro de las fronteras del país invadido por las tropas del mundo occidental aportó la clave para descifrar el enigma y localizar al emisor.
Cuando el 10 de diciembre de 2008 se descubrieron otros tres versos en Le soir de Bruselas, la policía hizo su trabajo y detuvo a tiempo a los terroristas. Pero, además, se siguió el rastro de quien había enviado por correo electrónico la orden de publicación a la redacción del periódico. El autor fue hallado en Ginebra.
Al principio, lo más significativo del arresto fueron sin duda los documentos que se hallaron en poder del detenido. En las hojas de un cuaderno aparecían escritos cada uno de los extraños poemas que anunciaban los distintos atentados perpetrados desde el 11S de Nueva York por los defensores de la guerra santa del Islam. Al final, encontraron uno destinado a aparecer en Le Figaro de París el 10 de abril de 2009; obviamente aludía a la destrucción de los símbolos de la ciudad, la catedral de Notre Dame, la torre Eiffel y el arco de la Defense.
El sujeto en cuestión fue perseguido hasta un hotel de lujo de Ginebra. No pareció sorprenderse por su captura. Era un hombre joven de rasgos orientales y piel pálida que hablaba perfectamente varios idiomas sin acento. Respondía al nombre de Claus y decía ser un viajero del tiempo procedente del futuro.
-Si de verdad es usted un viajero del tiempo, como afirma, y ha venido a avisarnos de esos atentados –replicó el inspector de la policía internacional encargado del caso durante el interrogatorio a puerta cerrada-, ¿por qué no fue más directo y acudió a nosotros? ¿Por qué usó mensajes en clave?
-¿Acaso me hubieran creído? –preguntaba Claus lacónicamente-. Además, debía interferir de la manera más natural posible. Tenían que ser ustedes quienes percibieran las pautas para anticiparse a los terroristas.
-¿Y qué motivo le ha llevado a retroceder desde el futuro y detener los atentados, Claus? –añadió el colega norteamericano del inspector, que pertenecía a otro organismo de distinta calidad.
-En el tiempo del que provengo reina el caos. Para impedir que estos hechos trasciendan, me escapé de mi puesto de centinela espaciotemporal y me escondí en el siglo XX para prepararlo todo hasta que llegara el momento de actuar. Después de los últimos atentados en Europa, las Bolsas sufrieron una caída estrepitosa con pérdidas irrecuperables que agravaron la crisis mundial. Oriente aprovechó la oportunidad para ponerse a la cabeza. Me refiero a China y la India, que comenzaron su imperio económico. Pero también impusieron un modelo social casi feudal en el que murió el capitalismo. Nadie es feliz en mi época. Les hablo en pasado, pero para ustedes aún no ha ocurrido.
-Y para evitar eso debemos impedir que se produzcan los atentados, ¿no es así?
-En efecto –respondió tranquilamente Claus ante la pregunta formulada por el inspector. Claus estaba satisfecho de haber cumplido su misión y haber contribuido a la salvación del mundo.
El inspector y su colega salieron de la sala al pasillo e intercambiaron una mirada.
-Ya sabemos lo que tenemos que hacer –sentenció el norteamericano-. Es altamente previsible que todo termine tal como ha contado, con el poder en manos de China y la India. Así que ya sabemos dónde tiene que invertir dinero el nuevo presidente para asegurar nuestra posición, pase lo que pase. Saber lo que se nos viene encima favorece nuestra política. Daremos instrucciones inmediatamente.
Claus fue ejecutado sin que nadie más llegara a saber de su existencia.
Los atentados se sucedieron según había vaticinado.
China y la India gobernaron el planeta. Pero, contradiciendo toda previsión, no bastó todo el oro de las reservas federales para aplacar su ambición.
