CPIV- Naturaleza viva -Ángel_Caído
Publicado: 07 Abr 2009 23:51
NATURALEZA VIVA
Cathy era una dulce niña pelirroja, cariñosa y respetuosa con todos aunque traviesa claro, solo tenía 8 años. Lo cierto es que lo que más le gustaba en el mundo era jugar con su perrita Kira, una mestiza blanca de 2 años. Vivía con sus padres en una casita baja en las afueras del pueblo, a un paso del bosque, lo que la permitía tener unas vistas privilegiadas desde su habitación.
Cada tarde Cathy salía a pasear con Kira. Nunca más allá de la zona de castaños centenarios, como su madre solía decir: “recuerda que sus grandes ramas bloqueando el camino te están diciendo que vuelvas a casa”. Aún así, hasta llegar allí tenía que atravesar un pequeño riachuelo que nunca llevaba mucha agua, lo que le permitía saltarlo sin problema a pesar de sus cortas piernas. Kira disfrutaba tanto como ella, era otoño y las dos corrían levantando las hojas caídas. Pero lo más especial de estos paseos eran las voces que le susurraban desde lo profundo del bosque, no sabía qué decían, pero eran muy dulces, a veces se reían y eso la hacía sentir bien.
- Mira Kira ¿las oyes? Nos están llamando.
Kira dejaba de correr y prestaba atención ladeando un poco la cabeza, pero no, definitivamente no las oía, así que seguía jugando.
Varias veces había intentado Cathy contárselo a sus amigas y a sus padres, pero parecía que ellos no las oían. Incluso la miraban raro y con gesto de preocupación cuando salía el tema, así que decidió no volver a mencionarlo. Lo cierto es que se sentía afortunada, y no quería que nadie interfiriera entre ella y sus amigos misteriosos.
Aquella tarde de viernes hacía un poco de frío.
- Hija, hoy no tardes mucho, que te vas a resfriar – le dijo su madre.
- No mamá, sólo vamos a jugar un ratito.
Como siempre, se dirijieron hacia el riachuelo. Había en el ambiente una fina capa de niebla y un frío que la hizo estremecerse; no se oía absolutamente nada, ni siquiera las voces del bosque, así que decidió darse la vuelta y volver a casa. Pero algo llamó su atención y la obligó a detenerse. Un rayo de luz deslumbrante parecía venir de los castaños. Se acercó lentamente.
- Pero ¿qué es eso, son personitas?
Asombrada vió pequeñas figuras de luz que se movían entre las ramas, bailando. Tan concentrada estaba en esa maravillosa visión que no vió la raíz del árbol, y tropezó. La mala suerte quiso que diera con la frente en una gran piedra del camino. Sintió un instante de dolor, ardiente e intenso, y luego…oscuridad.
Voces. Ahora las oía de nuevo ¡que alegres y cantarinas! Pero…¡que bien! Ahora entendía perfectamente lo que estaban hablando. Un grupo de preciosas hadas que desprendian una radiante luz dorada, la miraban con expresión alegre; llevaban vestiditos de vivos colores y flores en el pelo; parecían esperarla. Pero había algo muy extraño…Cathy no sentía nada. Ni frío, ni miedo, ni dolor, ni alegría. Miró a su alrededor y vió a su perrita sentada junto a una niña dormida, lamiéndole la cara. La llamó pero no le hizo caso.
- Kira – gritó - ¿Es que no me oyes? ¡Ven bonita!
Pero ella lentamente se acurrucó en el suelo.
- ¿Qué me pasa? ¿por qué ahora entiendo lo que hablais? – le preguntó a las hadas.
- Sólo personas muy especiales pueden hablar con nosotras, y tu eres una de ellas. Hemos esperado mucho tiempo este momento y ahora te enseñaremos cosas maravillosas.
- ¿Qué cosas?
- La auténtica vida del bosque, serás parte de nosotras y vivirás para siempre.
- ¿Y mis padres?
- Nosotras te cuidaremos, no te preocupes por ellos- sentenciaron las hadas.
Cathy se sintió como hipnotizada y las siguió. El bosque ahora se veía diferente, de repente era verano. Los colores brillaban al contacto del cálido sol, una suave brisa movía sus cabellos rojizos y lindas flores cubrían el suelo en un manto de terciopelo multicolor. Pero, si era todo tan bonito, ¿por qué no se sentía felíz?
Las hadas la guiaron hasta que llegaron a un árbol colosal, el inmenso tronco tenía un diámetro que Cathy no supo ni calcular y sus ramas, repletas de hojas, parecían abarcar hasta donde alcanza la vista; pero lo que más llamaba la atención era la corteza llena de enormes protuberancias rugosas. Cuando las hadas le tocaron, las raíces comenzaron a crujir y retorcerse hasta formar una entrada subterranea, por donde todas pasaron. Una vez dentro no se veía nada, Cathy llamó a las hadas, pero nadie respondió, estaba sola, así que empezó a gritar:
- ¡Socorro, hadas! ¿dónde estais? ¡quiero salir de aquí, por favor!
De repente, una voz ronca y fuerte como el sonido de un trueno estremeció el bosque cuando empezó a hablar:
- Soy el Árbol de las Almas del Bosque encargado de dar continuidad al Ciclo, más allá del tiempo y del espacio. Tu alma nos hará florecer, crecer, volar, cantar, brillar…como siempre ha sido y será. Bienvenida Cathy, a tu nuevo hogar…
Las brillantes hadas rodearon el árbol y comenzaron a cantar. Era una canción muy bella y alegre, como si su melodía encerrase el secreto de la vida. Los animales y demás criaturas se fueron acercando e incluso las flores se giraban a presenciar lo que parecía un rito poderos y antiguo, tanto como el mundo; algo nunca visto y ni siquiera imaginado por el hombre.
Cathy golpeó las paredes del árbol y gritó más fuerte. Quería volver a casa con su familia y no entendía por qué no podía hacerlo, las hadas parecían tan buenas…pero no la ayudaban. Intentó llorar, pero no era capáz y…pensándolo bien, tampoco tenía miedo, así que daba igual, poco a poco se dejó llevar por la dulce música. Sentía que su fuerza se debilitaba y que estaba siendo absorvida por las entrañas del árbol. A lo lejos le pareció escuchar una voz:
- ¡Cathy cariño, donde estás! – gritaron sus padres.
Pero era demasiado tarde, una ligera sacudida, como una descarga eléctrica, recorrió el bosque penetrando en todos los seres vivos que lo habitaban…el alma de Cathy se había fundido con la Naturaleza.
Los padres pasaron de largo, sin sentir nada, desesperados, ni siquiera se fijaron en una hermosa orquídea roja; estaba junto a un gran árbol con extrañas formas casi humanas. Siguieron buscando…
Cathy era una dulce niña pelirroja, cariñosa y respetuosa con todos aunque traviesa claro, solo tenía 8 años. Lo cierto es que lo que más le gustaba en el mundo era jugar con su perrita Kira, una mestiza blanca de 2 años. Vivía con sus padres en una casita baja en las afueras del pueblo, a un paso del bosque, lo que la permitía tener unas vistas privilegiadas desde su habitación.
Cada tarde Cathy salía a pasear con Kira. Nunca más allá de la zona de castaños centenarios, como su madre solía decir: “recuerda que sus grandes ramas bloqueando el camino te están diciendo que vuelvas a casa”. Aún así, hasta llegar allí tenía que atravesar un pequeño riachuelo que nunca llevaba mucha agua, lo que le permitía saltarlo sin problema a pesar de sus cortas piernas. Kira disfrutaba tanto como ella, era otoño y las dos corrían levantando las hojas caídas. Pero lo más especial de estos paseos eran las voces que le susurraban desde lo profundo del bosque, no sabía qué decían, pero eran muy dulces, a veces se reían y eso la hacía sentir bien.
- Mira Kira ¿las oyes? Nos están llamando.
Kira dejaba de correr y prestaba atención ladeando un poco la cabeza, pero no, definitivamente no las oía, así que seguía jugando.
Varias veces había intentado Cathy contárselo a sus amigas y a sus padres, pero parecía que ellos no las oían. Incluso la miraban raro y con gesto de preocupación cuando salía el tema, así que decidió no volver a mencionarlo. Lo cierto es que se sentía afortunada, y no quería que nadie interfiriera entre ella y sus amigos misteriosos.
Aquella tarde de viernes hacía un poco de frío.
- Hija, hoy no tardes mucho, que te vas a resfriar – le dijo su madre.
- No mamá, sólo vamos a jugar un ratito.
Como siempre, se dirijieron hacia el riachuelo. Había en el ambiente una fina capa de niebla y un frío que la hizo estremecerse; no se oía absolutamente nada, ni siquiera las voces del bosque, así que decidió darse la vuelta y volver a casa. Pero algo llamó su atención y la obligó a detenerse. Un rayo de luz deslumbrante parecía venir de los castaños. Se acercó lentamente.
- Pero ¿qué es eso, son personitas?
Asombrada vió pequeñas figuras de luz que se movían entre las ramas, bailando. Tan concentrada estaba en esa maravillosa visión que no vió la raíz del árbol, y tropezó. La mala suerte quiso que diera con la frente en una gran piedra del camino. Sintió un instante de dolor, ardiente e intenso, y luego…oscuridad.
Voces. Ahora las oía de nuevo ¡que alegres y cantarinas! Pero…¡que bien! Ahora entendía perfectamente lo que estaban hablando. Un grupo de preciosas hadas que desprendian una radiante luz dorada, la miraban con expresión alegre; llevaban vestiditos de vivos colores y flores en el pelo; parecían esperarla. Pero había algo muy extraño…Cathy no sentía nada. Ni frío, ni miedo, ni dolor, ni alegría. Miró a su alrededor y vió a su perrita sentada junto a una niña dormida, lamiéndole la cara. La llamó pero no le hizo caso.
- Kira – gritó - ¿Es que no me oyes? ¡Ven bonita!
Pero ella lentamente se acurrucó en el suelo.
- ¿Qué me pasa? ¿por qué ahora entiendo lo que hablais? – le preguntó a las hadas.
- Sólo personas muy especiales pueden hablar con nosotras, y tu eres una de ellas. Hemos esperado mucho tiempo este momento y ahora te enseñaremos cosas maravillosas.
- ¿Qué cosas?
- La auténtica vida del bosque, serás parte de nosotras y vivirás para siempre.
- ¿Y mis padres?
- Nosotras te cuidaremos, no te preocupes por ellos- sentenciaron las hadas.
Cathy se sintió como hipnotizada y las siguió. El bosque ahora se veía diferente, de repente era verano. Los colores brillaban al contacto del cálido sol, una suave brisa movía sus cabellos rojizos y lindas flores cubrían el suelo en un manto de terciopelo multicolor. Pero, si era todo tan bonito, ¿por qué no se sentía felíz?
Las hadas la guiaron hasta que llegaron a un árbol colosal, el inmenso tronco tenía un diámetro que Cathy no supo ni calcular y sus ramas, repletas de hojas, parecían abarcar hasta donde alcanza la vista; pero lo que más llamaba la atención era la corteza llena de enormes protuberancias rugosas. Cuando las hadas le tocaron, las raíces comenzaron a crujir y retorcerse hasta formar una entrada subterranea, por donde todas pasaron. Una vez dentro no se veía nada, Cathy llamó a las hadas, pero nadie respondió, estaba sola, así que empezó a gritar:
- ¡Socorro, hadas! ¿dónde estais? ¡quiero salir de aquí, por favor!
De repente, una voz ronca y fuerte como el sonido de un trueno estremeció el bosque cuando empezó a hablar:
- Soy el Árbol de las Almas del Bosque encargado de dar continuidad al Ciclo, más allá del tiempo y del espacio. Tu alma nos hará florecer, crecer, volar, cantar, brillar…como siempre ha sido y será. Bienvenida Cathy, a tu nuevo hogar…
Las brillantes hadas rodearon el árbol y comenzaron a cantar. Era una canción muy bella y alegre, como si su melodía encerrase el secreto de la vida. Los animales y demás criaturas se fueron acercando e incluso las flores se giraban a presenciar lo que parecía un rito poderos y antiguo, tanto como el mundo; algo nunca visto y ni siquiera imaginado por el hombre.
Cathy golpeó las paredes del árbol y gritó más fuerte. Quería volver a casa con su familia y no entendía por qué no podía hacerlo, las hadas parecían tan buenas…pero no la ayudaban. Intentó llorar, pero no era capáz y…pensándolo bien, tampoco tenía miedo, así que daba igual, poco a poco se dejó llevar por la dulce música. Sentía que su fuerza se debilitaba y que estaba siendo absorvida por las entrañas del árbol. A lo lejos le pareció escuchar una voz:
- ¡Cathy cariño, donde estás! – gritaron sus padres.
Pero era demasiado tarde, una ligera sacudida, como una descarga eléctrica, recorrió el bosque penetrando en todos los seres vivos que lo habitaban…el alma de Cathy se había fundido con la Naturaleza.
Los padres pasaron de largo, sin sentir nada, desesperados, ni siquiera se fijaron en una hermosa orquídea roja; estaba junto a un gran árbol con extrañas formas casi humanas. Siguieron buscando…