Una declaración de amor escribió:A pesar de los más de quince años que llevaba trabajando para la empresa, aquella era la primera vez que visitaba la casa de mi jefe. [...] Cuando entré y vi lo que había allí, comprendí los motivos de mi mísero sueldo.
Las dos partes citadas resultan muy contradictorias. A la hora de escribir un relato o una novela es importante considerar lo que lo que se narra le induce a pensar al lector, aunque no se cite explícitamente. En la primera de mis dos citas, se tiene la impresión de que el protagonista es un empleado cualquiera, de los de abajo de la pirámide; en la segunda, nos enteramos sorpresivamente de que era el segundo de abordo.Una declaración de amor escribió:El jefe se había estampado con su coche en la mediana de la autopista [...] Según el organigrama de la empresa, yo debía ser su sustituto.
Igualmente, tampoco tiene sentido que él le compre raticida a su amante. ¿Para qué? Algo tan insólito ha de justificarse de una forma plausible, para que no parezca un conejo que el autor se saca de la manga para resolver una trama que se le está enredando. Y de igual manera, el final resulta precipitado y, también, sin justificación.
Por último, tampoco me gusta el lenguaje, sobre todo al principio. Quizá es propio de géneros literarios vinculados a la narrativa romántica, como el chick-lit, pero a mí me desagrada que se ponga a parir a un persona de una forma tan burda y explícita como el narrador hace con su jefe.