El escritor - Ayrween
Publicado: 14 Oct 2012 12:32
EL ESCRITOR
Se sentía feliz. Había puesto punto y final a su novela. Había escrito y reescrito y podía darla por finalizada. El simple hecho de guardar los papeles impresos en el cajón le hacía sentirse bien, había cumplido un sueño. Aunque la novela nunca pudiera ver la luz y fueran contadas las personas a las que podría dejar leerla. El primero sería su amigo Andy, que le había animado a que escribiese y era uno de los pocos que conocía su secreto.
Al día siguiente, antes de las siete de la mañana, le llamó.
—Kazuki, es muy buena. Tiene que publicarse.
—Pásate por mi casa esta tarde. En dos días salgo para la estación lunar.
No quería hablar por teléfono, las conversaciones no siempre eran seguras. Ya en su casa siguieron hablando.
—Te entiendo, pero deberías encontrar la manera.
—Sabes que a los robots no se nos permite escribir libros, son actividades totalmente prohibidas. Ni siquiera debería haberla escrito, pero llevaba tanto tiempo queriendo escribir.
—Lo sé, he pensado que podríamos intentar publicarla con otro nombre.
—¿Quieres decir…?
—Sí, yo, ¿por qué no? No tendré ningún problema.
Las publicaciones en papel estaban totalmente desfasadas y solo existía la publicación digital. Sería un simple cambio de autor. No pusieron como autor a Andy, que sólo registró los derechos. Escogieron el pseudónimo de David Crawley, por una serie del siglo XXI que a Kazuki le gustaba mucho.
La promoción fue escasa y a la novela le costó despegar. Poco a poco empezó a recibir buenas críticas y a venderse un poco más. Medio año después las ventas eran bastante buenas.
Ese día Kazuki y Andy estaban en la estación lunar. Ambos trabajaban allí y eran amigos desde hacía más de cinco años. Los dos estaban sentados en el exterior, con los trajes espaciales puestos y contemplaban la Tierra. Andy rompió el silencio.
—Nunca me cansaré de la salida de la Tierra, da igual las veces que lo haya visto.
—Sí, es hermosa.
—Tú tienes talento para contar estas cosas. Supongo que es la razón de por qué eres escritor y yo me siento incapaz.
—Tal vez si lo intentaras…
—No, no es lo mío. Está bien así, no es algo que ansíe, tengo otros intereses. Quiero contarte una cosa. Me han llamado de un programa de televisión para hacerme una entrevista sobre el libro.
—Se supone que nadie sabe quién eres.
—Supongo que habrán investigado y que no era tan difícil de descubrir.
—Eso me preocupa. Si no llegas a ser tú me hubieran descubierto. Y es muy peligroso. Me encanta que me lean, cuando leo alguna buena crítica me siento orgulloso, incluso cuando no es tan buena veo en qué me he equivocado. Pero quizá no debí hacerlo.
—Claro que no, Kazuki, es el sueño de tu vida. Me parece muy injusto que a los robots no os permitan tantas cosas, que haya profesiones a las que no os podéis dedicar. La idea de que el arte es solo propio de humanos es absurda.
—Ya, pero no vamos a cambiar nada con revelarlo. Solo conseguiré que me desconecten.
—¿Te da pánico, verdad?
—¿Y a ti no te da miedo la muerte?
—Me da respeto. Todavía soy muy joven para morir, solo tengo treinta y dos años. Perdona, he sido un poco insensible.
—Tienes razón, he cumplido mi sueño, pero me preocupan las consecuencias.
—Creo que sería buena idea ir, solo una entrevista y alejaríamos sospechas.
Dos semanas después se realizó la entrevista en una televisión local. La presentadora le hizo las preguntas habituales que ya se habían preparado y no tuvo demasiados problemas en contestar. A partir de entonces el libro empezó a tener más éxito, una editorial importantísima le ofreció firmar un contrato y ellos se encargarían de la publicidad. Hubiera sido tonto no hacerlo, pero pronto se les hizo demasiado grande. Andy no quería ir a entrevistas y presentaciones, ponía excusas por su trabajo. Le proponían conferencias o grabaciones desde la Luna y rechazaba todas. Su editor le llamó enfadadísimo y él accedió a realizar otra entrevista en una televisión que era vista en todo el planeta.
—¡¿Andy, qué has hecho?! —gritó Kazuki—¡Nos pueden descubrir! Tal vez para ti sea una multa, ni siquiera pisarás la cárcel o saldrás enseguida porque no tienes antecedentes. ¡Pero ya sabes qué me pasará a mí!
—Seguramente sería el fin de mi profesión, y sabes que adoro trabajar aquí.
—¡Vas a comparar…!
—Calma, nunca te había visto tan alterado.
—Es para estarlo, ¿no te parece?
—Será la última. Ya he hablado con el editor. También vende la imagen de escritor distante, metido en su cueva escribiendo y a miles de kilómetros de la Tierra. Quizás haya que publicar algún artículo en alguna revista, escribir algún relato. De eso te encargarás tú, no es peligroso. A mí me disgusta tanto como a ti dar la cara por un trabajo que no he hecho yo. Venga, ganarás mucho dinero.
—No necesito el dinero. Mi sueldo me da bastante para vivir. No soy como vosotros, no tengo que pensar en mis hijos porque nunca tendré tal cosa ni nadie me heredará. El único lujo que tengo es viajar y ya lo he hecho muchísimo y me lo puedo seguir permitiendo.
La presentadora, Mei Simms, era menos dulce que la anterior presentadora y tenía bastante más mala idea. Buscaba la noticia y no se lo puso fácil.
—Es curioso que una persona que nunca ha destacado por sus notas en literatura aunque sí en otras asignaturas, no ha mostrado interés por escribir y que tampoco parece que lea mucho haya escrito una novela que ha sido éxito de ventas en todo el mundo.
—No había escrito hasta ahora pero es frecuente que muchos escritores se inicien en la escritura de adultos. Siempre estuve tan ocupado estudiando y preparándome para un trabajo tan exigente como el de cosmonauta que no tuve tiempo de pararme a pensar siquiera en que me gustaba escribir. Y sí leo, siempre he leído.
—¿Ahora sí tiene tiempo?
—Cuando algo interesa, se saca tiempo de donde sea, incluso quitándole horas al sueño.
—¿Qué géneros lee con mayor asiduidad?
—Leo de todo, ciencia ficción, misterio, literatura contemporánea, histórica por supuesto.
—Su novela está ambientada a mediados del siglo XXI con la aparición de los primeros robots inteligentes, en una época de grandes cambios sociales y económicos. Supongo que tuvo que documentarse mucho paraescribirla.
—Sí, por supuesto, me llevó dos años de buscar microfilms y libros, incluso busqué en antiguas bibliotecas, de las de libros de papel. Fue muy trabajoso pero fascinante.
—¿Qué es lo qué más le gusta de esa época?
—Fue una época convulsa, como lo han sido otras en nuestra historia. El desarrollo de la robótica tal como la conocemos hoy cambió muchas perspectivas sociales.
—¿Qué piensa usted de los robots? En su novela uno de ellos es uno de los personajes.
—Es una historia que merecía la pena contarse, era una situación de práctica esclavitud la que vivían los robots en aquellos primeros años de vida.
—¿Aboga por la igualdad de los robots?
—Solo he escrito una novela y el protagonista ni siquiera es un robot, aunque es un personaje importante. No me gustaría desvelarla por si están escuchando personas que tengan interés en leer el libro y aún no lo hayan hecho.
—No desvelaremos la historia de la novela, pero dígame, ¿cree en la igualdad de derechos de los robots con los humanos y apoya las protestas?
—Creo que deberían ser iguales en el acceso a las profesiones que quieran, sin estar restringidas a profesiones técnicas y a producción fabril. Creo que podrían desarrollar muchas otras facetas.
—¿Cómo la filosofía, el arte? ¿Cree que un robot podría componer una partitura musical, pintar un cuadro o escribir? ¿No cree que es algo más que conocimiento y técnica, que se necesita talento para ello? Es lo que me han contado muchos artistas.
—Eso daría para otra entrevista, es un tema complejo y peliagudo pero en mi opinión en un futuro no será infrecuente.
Kazuki se sentía más nervioso que en toda su vida. ¿Por qué se había dejado llevar por su amigo? Era cierto que publicar le había dado satisfacciones, si un escritor es leído solo por un puñado de personas no habrá dado su obra a conocer y que se sorprendía al leer otras opiniones, sobre todo de lectores que se habían sentido identificados con sus personajes y les veían muy humanos y a su historia algo universal. Pero vivía en la sociedad de mediados del siglo XXII, y la élite gobernante veía un peligro en los robots. Al principio resultaron útiles, hacían trabajos desagradables, no se equivocaban en los cálculos, en labores de cadenas de producción eran muy útiles, también lo eran para aplicar conocimientos técnicos, dado que aprendían mucho más rápido que cualquier humano. Fueron copando muchas profesiones, incluso la enseñanza, aunque no se dejaba el peso principal en manos de robots, ya que según los pedagogos para los niños era fundamental el contacto humano. Pero en disciplinas más humanísticas se cerraban en banda. Un lingüista, un juez, un sociólogo, ¿cómo iban a ejercer tales profesiones inteligencias artificiales? El arte en cualquiera de sus variedades también estaba vedado. Persistía la idea de que era esencialmente humano. También lo era la política y cualquier cargo público o jefatura en alguna empresa tendría que ejercerse por humanos. Si creían que era tan impropio de robots no haría falta prohibirlo en las leyes, pero se castigaba duramente, un libro que se probara que había sido escrito por un robot podría suponer la muerte para éste, mientras que era una pena que había desaparecido para los humanos desde hacía muchas décadas.
Le entrevista había terminado mal, Mei había puesto en duda el interés de Andy por la literatura y le parecía muy extraño que hubiera acabado hablando de los derechos robóticos, aunque era uno de los temas de la novela. Se sentía aturdido, no tardaría mucho en descubrirse toda la verdad.
Esa noche conectó el hilo de noticias.
«El conocido escritor David Crawley, que en realidad se llama Andy Stevens, ha sido detenido poco después de su entrevista en la televisión en Tokio. No se saben las causas pero se ha confirmado que está en la comisaría…»
Kazuki no lo dudó. Cogió lo mínimo imprescindible, se puso su traje espacial y se dirigió hacia el estacionamiento espacial. Allí se encontró a Carla de guardia. Era una robot con la que se llevaba bien. Tendría que inventarse algo para abandonar el satélite antes de su final de turno. En la Tierra, más grande y poblada, sería más fácil esconderse.
—Hola, Carla.
—Hola, ¿cómo tú por aquí?
—Necesito coger una nave para la Tierra.
—¿Para qué?
—Tengo que resolver un problema, es por un amigo —Pensó que para los humanos era fácil inventar una excusa, una abuela que se ha muerto, un cuñado al que han operado, un sobrino que acaba de nacer, pero los robots no tienen familia.
—Ah, claro, es por lo de Andy. Ya he oído que lo han detenido. No han dicho la razón, pero no será tan grave.
—No, bueno, es otra cosa.
—Bien, déjame la autorización.
—Sí, la tengo en la bolsa. Ahora la saco.
Hizo como que la buscaba pero naturalmente no la encontró.
—Mira, Carla, es un problema urgente y no puedo esperar. Ya lo arreglaré con Wang.
—El jefe no pasa ni una.
No le quedaba otro remedio. Tenía que inmovilizarla.
Ella pareció intuir lo que pretendía hacer.
—Una pregunta, Kazuki. ¿Tú has escrito el libro de Andy?
—¿Qué? ¿Por qué lo dices?
—Me parece que tú tienes mucho más interés por la literatura que él y sois tan amigos. No sé, hace tiempo que lo pienso y como te veo tan alterado casi me lo estás confirmando.
—Tengo que irme, Carla. Ahora sí que tengo que salir de aquí. Por favor.
—No voy a delatarte. Serás un pionero y abrirás el camino a muchos de los nuestros.
Él no supo qué contestar.
—Vete ya.
—Tendrás problemas por mi culpa.
—No pasa nada. Ya me las arreglaré.
—Muchas gracias, espero que volvamos a vernos algún día.
—Claro que sí —dijo sonriendo.
—Eres una buena amiga, te debo una.
Tardó cuatro horas en llegar. No pasó por su casa, quizá lo estuvieran esperando. Sí se acercó a coger su vehículo volador. Lo necesitaba para desplazarse y de encontrarle en uno robado tendría muchos problemas. Para alquilar uno necesitaba dar sus datos, así que tuvo que arriesgarse. No había nadie.
Salió demasiado deprisa, a más velocidad de la permitida. Al poco tiempo vio un vehículo de la policía detrás.
—La he fastidiado.
Intentó escapar pero al virar se encontró con otro vehículo casi de frente, y al intentar esquivarlo casi perdió el control y estuvo a punto de chocar con un rascacielos excepcionalmente alto, debía tener más de doscientos pisos. El policía lo detuvo con facilidad.
—Salga del vehículo. Si no hubiera hecho tonterías solo sería una multa pero ahora tendrá una acusación de conducción temeraria. Y dé gracias de que no ha herido a nadie.
No contestó. Tengo bastantes más problemas que una acusación de conducción temeraria, pensó.
Le llevaron a la comisaría central. No habló aunque tampoco el policía le hizo muchas preguntas. Allí tuvo que dar datos, identificarse y le hicieron el holograma para ficharle.
Le llevaron a la sala de detenidos.
—¡Andy!
—¿Qué haces tú aquí?
—Me acusan de conducción temeraria y exceso de velocidad.
Se dieron un abrazo.
—No me tenía que haber metido en ese bar, o no haber bebido tanto. Así no me hubiera metido en la pelea con ese tipo que me vio en la tele. Sobrio habría tenido más paciencia pero hay que ver qué latoso y sobre todo qué insultante era. Lo que me extraña es por qué conducías tan rápido, si no hay nadie con más paciencia que tú.
—Me hubieran cogido igual. Ya no hay remedio.
—¿De qué hablas?
—Me han descubierto, ¿no estás aquí por eso?
—¡No! Es por la pelea, ya te dije. Kazuki, ya hablaremos cuando nos saquen. Las acusaciones no son tan graves.
—¿Entonces, tú?
—Ese tipo buscó pelea, me había visto en la tele defendiendo a esos sucios robots, como decía él. Le tumbé del primer puñetazo, pero es que estaba a un paso del coma etílico.
Dos días después se reían de todo aquello.
—Carla tiene razón, eres un pionero. Algún día los libros de historia hablarán de ti, el primer escritor no humano.
—De momento no hace ninguna falta que lo sepan.
—Trae esa cerveza. Bueno, me la tomaré yo.
—No bebas demasiado, que mañana volvemos a la Luna.
Se sentía feliz. Había puesto punto y final a su novela. Había escrito y reescrito y podía darla por finalizada. El simple hecho de guardar los papeles impresos en el cajón le hacía sentirse bien, había cumplido un sueño. Aunque la novela nunca pudiera ver la luz y fueran contadas las personas a las que podría dejar leerla. El primero sería su amigo Andy, que le había animado a que escribiese y era uno de los pocos que conocía su secreto.
Al día siguiente, antes de las siete de la mañana, le llamó.
—Kazuki, es muy buena. Tiene que publicarse.
—Pásate por mi casa esta tarde. En dos días salgo para la estación lunar.
No quería hablar por teléfono, las conversaciones no siempre eran seguras. Ya en su casa siguieron hablando.
—Te entiendo, pero deberías encontrar la manera.
—Sabes que a los robots no se nos permite escribir libros, son actividades totalmente prohibidas. Ni siquiera debería haberla escrito, pero llevaba tanto tiempo queriendo escribir.
—Lo sé, he pensado que podríamos intentar publicarla con otro nombre.
—¿Quieres decir…?
—Sí, yo, ¿por qué no? No tendré ningún problema.
Las publicaciones en papel estaban totalmente desfasadas y solo existía la publicación digital. Sería un simple cambio de autor. No pusieron como autor a Andy, que sólo registró los derechos. Escogieron el pseudónimo de David Crawley, por una serie del siglo XXI que a Kazuki le gustaba mucho.
La promoción fue escasa y a la novela le costó despegar. Poco a poco empezó a recibir buenas críticas y a venderse un poco más. Medio año después las ventas eran bastante buenas.
Ese día Kazuki y Andy estaban en la estación lunar. Ambos trabajaban allí y eran amigos desde hacía más de cinco años. Los dos estaban sentados en el exterior, con los trajes espaciales puestos y contemplaban la Tierra. Andy rompió el silencio.
—Nunca me cansaré de la salida de la Tierra, da igual las veces que lo haya visto.
—Sí, es hermosa.
—Tú tienes talento para contar estas cosas. Supongo que es la razón de por qué eres escritor y yo me siento incapaz.
—Tal vez si lo intentaras…
—No, no es lo mío. Está bien así, no es algo que ansíe, tengo otros intereses. Quiero contarte una cosa. Me han llamado de un programa de televisión para hacerme una entrevista sobre el libro.
—Se supone que nadie sabe quién eres.
—Supongo que habrán investigado y que no era tan difícil de descubrir.
—Eso me preocupa. Si no llegas a ser tú me hubieran descubierto. Y es muy peligroso. Me encanta que me lean, cuando leo alguna buena crítica me siento orgulloso, incluso cuando no es tan buena veo en qué me he equivocado. Pero quizá no debí hacerlo.
—Claro que no, Kazuki, es el sueño de tu vida. Me parece muy injusto que a los robots no os permitan tantas cosas, que haya profesiones a las que no os podéis dedicar. La idea de que el arte es solo propio de humanos es absurda.
—Ya, pero no vamos a cambiar nada con revelarlo. Solo conseguiré que me desconecten.
—¿Te da pánico, verdad?
—¿Y a ti no te da miedo la muerte?
—Me da respeto. Todavía soy muy joven para morir, solo tengo treinta y dos años. Perdona, he sido un poco insensible.
—Tienes razón, he cumplido mi sueño, pero me preocupan las consecuencias.
—Creo que sería buena idea ir, solo una entrevista y alejaríamos sospechas.
Dos semanas después se realizó la entrevista en una televisión local. La presentadora le hizo las preguntas habituales que ya se habían preparado y no tuvo demasiados problemas en contestar. A partir de entonces el libro empezó a tener más éxito, una editorial importantísima le ofreció firmar un contrato y ellos se encargarían de la publicidad. Hubiera sido tonto no hacerlo, pero pronto se les hizo demasiado grande. Andy no quería ir a entrevistas y presentaciones, ponía excusas por su trabajo. Le proponían conferencias o grabaciones desde la Luna y rechazaba todas. Su editor le llamó enfadadísimo y él accedió a realizar otra entrevista en una televisión que era vista en todo el planeta.
—¡¿Andy, qué has hecho?! —gritó Kazuki—¡Nos pueden descubrir! Tal vez para ti sea una multa, ni siquiera pisarás la cárcel o saldrás enseguida porque no tienes antecedentes. ¡Pero ya sabes qué me pasará a mí!
—Seguramente sería el fin de mi profesión, y sabes que adoro trabajar aquí.
—¡Vas a comparar…!
—Calma, nunca te había visto tan alterado.
—Es para estarlo, ¿no te parece?
—Será la última. Ya he hablado con el editor. También vende la imagen de escritor distante, metido en su cueva escribiendo y a miles de kilómetros de la Tierra. Quizás haya que publicar algún artículo en alguna revista, escribir algún relato. De eso te encargarás tú, no es peligroso. A mí me disgusta tanto como a ti dar la cara por un trabajo que no he hecho yo. Venga, ganarás mucho dinero.
—No necesito el dinero. Mi sueldo me da bastante para vivir. No soy como vosotros, no tengo que pensar en mis hijos porque nunca tendré tal cosa ni nadie me heredará. El único lujo que tengo es viajar y ya lo he hecho muchísimo y me lo puedo seguir permitiendo.
La presentadora, Mei Simms, era menos dulce que la anterior presentadora y tenía bastante más mala idea. Buscaba la noticia y no se lo puso fácil.
—Es curioso que una persona que nunca ha destacado por sus notas en literatura aunque sí en otras asignaturas, no ha mostrado interés por escribir y que tampoco parece que lea mucho haya escrito una novela que ha sido éxito de ventas en todo el mundo.
—No había escrito hasta ahora pero es frecuente que muchos escritores se inicien en la escritura de adultos. Siempre estuve tan ocupado estudiando y preparándome para un trabajo tan exigente como el de cosmonauta que no tuve tiempo de pararme a pensar siquiera en que me gustaba escribir. Y sí leo, siempre he leído.
—¿Ahora sí tiene tiempo?
—Cuando algo interesa, se saca tiempo de donde sea, incluso quitándole horas al sueño.
—¿Qué géneros lee con mayor asiduidad?
—Leo de todo, ciencia ficción, misterio, literatura contemporánea, histórica por supuesto.
—Su novela está ambientada a mediados del siglo XXI con la aparición de los primeros robots inteligentes, en una época de grandes cambios sociales y económicos. Supongo que tuvo que documentarse mucho paraescribirla.
—Sí, por supuesto, me llevó dos años de buscar microfilms y libros, incluso busqué en antiguas bibliotecas, de las de libros de papel. Fue muy trabajoso pero fascinante.
—¿Qué es lo qué más le gusta de esa época?
—Fue una época convulsa, como lo han sido otras en nuestra historia. El desarrollo de la robótica tal como la conocemos hoy cambió muchas perspectivas sociales.
—¿Qué piensa usted de los robots? En su novela uno de ellos es uno de los personajes.
—Es una historia que merecía la pena contarse, era una situación de práctica esclavitud la que vivían los robots en aquellos primeros años de vida.
—¿Aboga por la igualdad de los robots?
—Solo he escrito una novela y el protagonista ni siquiera es un robot, aunque es un personaje importante. No me gustaría desvelarla por si están escuchando personas que tengan interés en leer el libro y aún no lo hayan hecho.
—No desvelaremos la historia de la novela, pero dígame, ¿cree en la igualdad de derechos de los robots con los humanos y apoya las protestas?
—Creo que deberían ser iguales en el acceso a las profesiones que quieran, sin estar restringidas a profesiones técnicas y a producción fabril. Creo que podrían desarrollar muchas otras facetas.
—¿Cómo la filosofía, el arte? ¿Cree que un robot podría componer una partitura musical, pintar un cuadro o escribir? ¿No cree que es algo más que conocimiento y técnica, que se necesita talento para ello? Es lo que me han contado muchos artistas.
—Eso daría para otra entrevista, es un tema complejo y peliagudo pero en mi opinión en un futuro no será infrecuente.
Kazuki se sentía más nervioso que en toda su vida. ¿Por qué se había dejado llevar por su amigo? Era cierto que publicar le había dado satisfacciones, si un escritor es leído solo por un puñado de personas no habrá dado su obra a conocer y que se sorprendía al leer otras opiniones, sobre todo de lectores que se habían sentido identificados con sus personajes y les veían muy humanos y a su historia algo universal. Pero vivía en la sociedad de mediados del siglo XXII, y la élite gobernante veía un peligro en los robots. Al principio resultaron útiles, hacían trabajos desagradables, no se equivocaban en los cálculos, en labores de cadenas de producción eran muy útiles, también lo eran para aplicar conocimientos técnicos, dado que aprendían mucho más rápido que cualquier humano. Fueron copando muchas profesiones, incluso la enseñanza, aunque no se dejaba el peso principal en manos de robots, ya que según los pedagogos para los niños era fundamental el contacto humano. Pero en disciplinas más humanísticas se cerraban en banda. Un lingüista, un juez, un sociólogo, ¿cómo iban a ejercer tales profesiones inteligencias artificiales? El arte en cualquiera de sus variedades también estaba vedado. Persistía la idea de que era esencialmente humano. También lo era la política y cualquier cargo público o jefatura en alguna empresa tendría que ejercerse por humanos. Si creían que era tan impropio de robots no haría falta prohibirlo en las leyes, pero se castigaba duramente, un libro que se probara que había sido escrito por un robot podría suponer la muerte para éste, mientras que era una pena que había desaparecido para los humanos desde hacía muchas décadas.
Le entrevista había terminado mal, Mei había puesto en duda el interés de Andy por la literatura y le parecía muy extraño que hubiera acabado hablando de los derechos robóticos, aunque era uno de los temas de la novela. Se sentía aturdido, no tardaría mucho en descubrirse toda la verdad.
Esa noche conectó el hilo de noticias.
«El conocido escritor David Crawley, que en realidad se llama Andy Stevens, ha sido detenido poco después de su entrevista en la televisión en Tokio. No se saben las causas pero se ha confirmado que está en la comisaría…»
Kazuki no lo dudó. Cogió lo mínimo imprescindible, se puso su traje espacial y se dirigió hacia el estacionamiento espacial. Allí se encontró a Carla de guardia. Era una robot con la que se llevaba bien. Tendría que inventarse algo para abandonar el satélite antes de su final de turno. En la Tierra, más grande y poblada, sería más fácil esconderse.
—Hola, Carla.
—Hola, ¿cómo tú por aquí?
—Necesito coger una nave para la Tierra.
—¿Para qué?
—Tengo que resolver un problema, es por un amigo —Pensó que para los humanos era fácil inventar una excusa, una abuela que se ha muerto, un cuñado al que han operado, un sobrino que acaba de nacer, pero los robots no tienen familia.
—Ah, claro, es por lo de Andy. Ya he oído que lo han detenido. No han dicho la razón, pero no será tan grave.
—No, bueno, es otra cosa.
—Bien, déjame la autorización.
—Sí, la tengo en la bolsa. Ahora la saco.
Hizo como que la buscaba pero naturalmente no la encontró.
—Mira, Carla, es un problema urgente y no puedo esperar. Ya lo arreglaré con Wang.
—El jefe no pasa ni una.
No le quedaba otro remedio. Tenía que inmovilizarla.
Ella pareció intuir lo que pretendía hacer.
—Una pregunta, Kazuki. ¿Tú has escrito el libro de Andy?
—¿Qué? ¿Por qué lo dices?
—Me parece que tú tienes mucho más interés por la literatura que él y sois tan amigos. No sé, hace tiempo que lo pienso y como te veo tan alterado casi me lo estás confirmando.
—Tengo que irme, Carla. Ahora sí que tengo que salir de aquí. Por favor.
—No voy a delatarte. Serás un pionero y abrirás el camino a muchos de los nuestros.
Él no supo qué contestar.
—Vete ya.
—Tendrás problemas por mi culpa.
—No pasa nada. Ya me las arreglaré.
—Muchas gracias, espero que volvamos a vernos algún día.
—Claro que sí —dijo sonriendo.
—Eres una buena amiga, te debo una.
Tardó cuatro horas en llegar. No pasó por su casa, quizá lo estuvieran esperando. Sí se acercó a coger su vehículo volador. Lo necesitaba para desplazarse y de encontrarle en uno robado tendría muchos problemas. Para alquilar uno necesitaba dar sus datos, así que tuvo que arriesgarse. No había nadie.
Salió demasiado deprisa, a más velocidad de la permitida. Al poco tiempo vio un vehículo de la policía detrás.
—La he fastidiado.
Intentó escapar pero al virar se encontró con otro vehículo casi de frente, y al intentar esquivarlo casi perdió el control y estuvo a punto de chocar con un rascacielos excepcionalmente alto, debía tener más de doscientos pisos. El policía lo detuvo con facilidad.
—Salga del vehículo. Si no hubiera hecho tonterías solo sería una multa pero ahora tendrá una acusación de conducción temeraria. Y dé gracias de que no ha herido a nadie.
No contestó. Tengo bastantes más problemas que una acusación de conducción temeraria, pensó.
Le llevaron a la comisaría central. No habló aunque tampoco el policía le hizo muchas preguntas. Allí tuvo que dar datos, identificarse y le hicieron el holograma para ficharle.
Le llevaron a la sala de detenidos.
—¡Andy!
—¿Qué haces tú aquí?
—Me acusan de conducción temeraria y exceso de velocidad.
Se dieron un abrazo.
—No me tenía que haber metido en ese bar, o no haber bebido tanto. Así no me hubiera metido en la pelea con ese tipo que me vio en la tele. Sobrio habría tenido más paciencia pero hay que ver qué latoso y sobre todo qué insultante era. Lo que me extraña es por qué conducías tan rápido, si no hay nadie con más paciencia que tú.
—Me hubieran cogido igual. Ya no hay remedio.
—¿De qué hablas?
—Me han descubierto, ¿no estás aquí por eso?
—¡No! Es por la pelea, ya te dije. Kazuki, ya hablaremos cuando nos saquen. Las acusaciones no son tan graves.
—¿Entonces, tú?
—Ese tipo buscó pelea, me había visto en la tele defendiendo a esos sucios robots, como decía él. Le tumbé del primer puñetazo, pero es que estaba a un paso del coma etílico.
Dos días después se reían de todo aquello.
—Carla tiene razón, eres un pionero. Algún día los libros de historia hablarán de ti, el primer escritor no humano.
—De momento no hace ninguna falta que lo sepan.
—Trae esa cerveza. Bueno, me la tomaré yo.
—No bebas demasiado, que mañana volvemos a la Luna.