CTN - Llueve - Kassiopea

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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kassiopea
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Mensaje por kassiopea »

Llueve



Llueve. Nubarrones preñados de tormenta se adueñan del cielo y las sombras cubren el mundo. El primer trueno me resuena en las entrañas y me estremezco, incapaz de moverme todavía, pero echo a correr cuando el rayo resquebraja las tinieblas.

Por suerte, estoy cerca de casa. Nunca me alejo demasiado porque es el único lugar donde me siento a salvo. Las tormentas llegan de una forma tan repentina que estaría perdida si me alejara. Vislumbro la silueta borrosa de la casa de mi abuela tras la cortina de agua y salto con fuerzas renovadas sobre los charcos. A punto estoy de resbalar y caer mientras subo a la carrera los empinados peldaños que conducen a la puerta, pero apoyo una mano en la barandilla de hierro forjado y recupero el equilibrio. Justo en ese instante cae otro rayo a mis espaldas y la llave que estaba sujetando se escurre entre mis dedos temblorosos. Suelto una maldición y se detiene el tiempo. Sé por experiencia que esto sucede cuando me invade el pánico y solo un gran esfuerzo de voluntad me permite recuperar la razón. Lo consigo tras unos segundos eternos que me llenan de angustia y luego cierro la puerta al mundo.

A pesar de ser muy vieja y tener las paredes descascarilladas y el tejado un poco torcido, la casita de mi abuela tiene los cimientos más sólidos que los de las modernas construcciones que la rodean. La flanquean dos altos edificios cubiertos de cristal que, cansados de elevarse hacia el cielo sin alcanzarlo jamás, optaron finalmente por apoyarse en la pequeña vivienda. Huracanes y tormentas han arremetido contra las mil y una ventanas acristaladas de esos colosos y, en la actualidad, la mayoría no son más que ojos abiertos al vacío.

El interior de mi refugio huele a lavanda, a galletas recién horneadas y a libros nuevos. La colonia con perfume de lavanda era la preferida de mi abuela. Las galletas las preparábamos los domingos cuando todos nos reuníamos en casa. Mamá y la abuela me enseñaron a hacerlas y esta pequeña tradición familiar me ayuda a recordarlas. Pero no. Pensándolo bien, y a pesar de que sé que es absurdo, creo que lo que intento es recuperar una brizna de esos buenos tiempos que se perdieron para siempre.

En cuanto a los libros, los amé incluso antes de aprender a leer. Han sido siempre mis compañeros más fieles, especialmente en los peores momentos, cuando más lo necesitaba. Me permitían desconectar de la cruda realidad y vivir apasionantes aventuras en maravillosos y lejanos universos. La sola presencia de los libros me reconforta, aunque también adoro su olor, en especial cuando son nuevos y huelen a tierra virgen y a fruta prohibida y todo está por descubrir...

Compruebo que todas las ventanas estén bien cerradas, cambio las prendas de ropa mojadas por otras más cómodas y luego me tumbo en el sofá, junto al brasero. Observo con nostalgia el sillón que está a mi derecha, en el que la abuela pasaba las horas cosiendo bajo la luz de la lámpara de pie, con una mantita sobre las rodillas para combatir el dolor de huesos y el costurero encima de la mesita de café. Sobre la tela desgastada del asiento hay algo que me llama la atención: una pluma blanca bastante grande y larga.

—¿De dónde has salido tú? —me pregunto en voz alta, muy sorprendida, mientras acaricio la pluma con las yemas de los dedos. En ese momento me invade una sensación de déjà vu tan intensa como inexplicable, como si se tratara de una escena ya vivida y luego olvidada.

Sigue lloviendo. No obstante, la tormenta ha amainado y ya no hay truenos ni relámpagos. El repiqueteo de la lluvia sobre el tejado se transforma poco a poco en un arrullo reconfortante y, sin darme cuenta, me quedo dormida en el sofá.

Sueño con mi abuela. Su cuerpo sin vida está en el suelo de la cocina, junto a un taburete roto. La sangre que ha manado de su cabeza cubre las baldosas blancas. De improviso irrumpe mucha gente en la casa; vecinos y algunos desconocidos. Les digo que se vayan, que nos dejen en paz, pero todos me ignoran. Empiezan a discutir sobre cómo proceder y, al fin, deciden acomodar el cuerpo de la abuela en su sillón favorito. «Así podremos bajarla mejor por las empinadas escaleras», comentan. Después empiezan a abrir todos los cajones, hasta que encuentran un mantel blanco y cubren con él el cadáver. «Siempre hay que respetar a los muertos», murmura alguien.

La escena que presencio a continuación me llena de horror. Dos hombres fornidos sujetan el sillón sobre sus hombros y el cuerpo de mi abuela se bambolea mientras van descendiendo por la escalinata de piedra. Todos enmudecen y permanecen inmóviles sin apartar la mirada, como si se tratara de una procesión en Semana Santa. En uno de los vaivenes, se separan las manos que la anciana había tenido unidas sobre el regazo y su brazo izquierdo oscila bajo la mortaja improvisada. El gesto resulta tan peculiar que parece que la finada esté saludando a la audiencia. Algunos presentes se persignan, otros se quitan el sombrero y yo comienzo a gritar.

Me despierto con el estómago revuelto y lágrimas secas sobre las mejillas. Miro el sillón que poco antes contemplé con cariño y decido que ha llegado la hora de librarme de él. Tengo la certeza de que nunca volveré a verlo sin que me recuerde aquel maldito sueño. Decido que mañana, cuando deje de llover, me encargaré de eso.

Ya no me siento cómoda en esta habitación, por lo que me dirijo al comedor. Esta casa antigua tiene una distribución muy particular; no hay un pasillo que facilite el acceso a las distintas estancias, si no que cada habitación conecta con la siguiente. Por lo tanto, para llegar a mi cuarto debo pasar por el salón, el comedor, la cocina, el baño y lavadero, el dormitorio de la abuela y la recámara donde guardamos los enseres de costura y la máquina de coser.

A medida que avanzo en mi recorrido voy encendiendo y apagando las luces de cada estancia porque la oscuridad me asusta. Esto me ocurre desde que era una niña muy pequeña y sufría horripilantes pesadillas en las que me atacaba un monstruo. Debo asegurarme de que ningún ser innombrable se esconde en la penumbra.

Paso el resto de la noche en mi cuarto, releyendo algunos de mis libros favoritos. En un momento dado, cuando dejo La historia interminable y saco El principito de la pila de libros que tengo sobre la mesita de noche, cae un papel al suelo. Lo recojo con curiosidad y veo que se trata de una fotografía. En ella hay tres personas que sonríen a la cámara: la abuela, mamá y yo a los diez años. Posamos ante un enorme árbol de Navidad. Advierto que alguien está abrazando a mi madre por la cintura, pero el lado derecho de la instantánea está rasgado y esa cuarta persona resulta imposible de identificar.

«¿Por qué está rota esta fotografía?», me pregunto. También me doy cuenta de que no recuerdo cuándo ni dónde la hicimos, aunque es obvio que yo estaba allí... «Qué raro». No obstante, decido guardarla dentro de un cajón sin darle más importancia al asunto. Al rato, comienzo a bostezar y me duermo.

El sol está muy alto cuando despierto en mi cama rodeada de libros. Lo sé porque siento la calidez de algunos rayos que se cuelan por la ventana y me acarician la cara. Ha dejado de llover. Ahora es el viento quien ha impuesto su dominio y, para demostrarlo, sacude con inclemencia las esqueléticas ramas de los árboles que bordean la calle. Se oye en la lejanía el chirrido de unos goznes y el golpeteo de una cancela.

Conozco muy bien todos los ruidos de esta casa; el goteo del grifo de la bañera, el murmuro de las viejas cañerías, los crujidos de los cimientos y las quejas del tejado cuando lo araña el viento. Todo ello conforma una cacofonía que me resulta de lo más confortable. Estoy pensando en cómo nos apegamos a ciertas cosas mientras acomodo los libros y la ropa de cama y, de improviso, se hace el silencio. Un silencio absoluto. Me acerco a la ventana y compruebo con estupefacción que los árboles siguen siendo torturados por la ventisca, pero el mundo ha enmudecido.

Entonces, como una melodía proveniente de ultratumba, llega hasta mí un único sonido. Un traqueteo inconfundible que me pone los pelos de punta porque hace años que no escuchaba: alguien está usando la máquina de coser de la abuela.

Abro la puerta de mi habitación, trago saliva y siento las piernas temblorosas cuando me asomo al cuarto de costura. El sonido cesa de forma abrupta y todo parece estar en su lugar. Todo menos una de las muñecas de trapo que la abuela solía confeccionar para cambiarlas por una cesta de huevos, frutas o verduras. La muñeca está tumbada sobre el tablero de la máquina con la cabellera de lana a medio coser y, por un momento, tengo la impresión de que los botones negros que lleva por ojos se entrecierran.

«¡No puede ser! ¿Estoy imaginando cosas?», pienso mientras me froto los ojos. Decido ir al baño para enjuagarme la cara y beber un poco de agua, por lo que entro en el dormitorio de mi abuela. Hay algo escondido bajo la colcha de ganchillo. Suelto un grito y retrocedo un paso de forma inconsciente, con tan mala fortuna que tropiezo con la alfombra y caigo de culo. Contemplo con horror cómo el bulto va moviéndose mientras intento incorporarme y esa cosa salta de la cama justo cuando consigo recuperar la verticalidad.

—¿Algodón? —digo con un hilo de voz. Ese nombre surge de algún lugar sombrío de mi memoria, un sitio tan recóndito y cerrado durante tanto tiempo que cayó en el olvido y dejó de existir. Sin embargo, mis ojos se humedecen al ver el hermoso pato de plumaje blanco y me acerco para acariciarle la cabeza.

Las cadenas de ese recuerdo se rompen y me golpean dolorosamente. Me veo a la edad de seis años, cuando tras visitar una granja me regalaron un pollito. Pero el animal creció y creció y mis padres ya no lo querían en casa. Así que, un día, tras llenar la bañera para jugar con él, estuve buscándolo y no lo encontré. Mi madre dijo que se había escapado porque quería conocer el mundo, y yo la creí, e incluso imaginé qué aventuras estaría viviendo Algodón, pero años después supe la verdad: el pobre animal fue sacrificado. Sentenciado por haber crecido demasiado.

Para aumentar mi confusión, en ese momento escucho dos voces detrás de mí:

—Tienes que recordarlo todo, cariño.

—Por más doloroso que sea.

El solo hecho de reconocer sus voces hace que me sienta al borde del abismo. Sin embargo, lo peor es enfrentarme a ellas cuando me giro. No quiero verlas, me niego a recordar su muerte, pero están frente a mí. La abuela lleva el mismo vestido que aquel día, cuando se subió a un taburete para alcanzar algo del estante más alto. Una de las patas de madera se rompió, ella perdió el equilibrio y se golpeó la cabeza contra el fregadero de piedra. De la herida que tiene en la frente sigue goteando sangre. En cuanto a mamá, viste un mono sucio de presidiaria y lleva una jeringuilla clavada en el brazo. Intenta sonreírme y solo es capaz de esbozar una mueca triste. Por la comisura de la boca le cae un hilo de saliva.

Echo a correr para huir de toda esta locura. Paso como una exhalación por la cocina, cruzo el comedor, llego al salón y no encuentro la puerta principal. ¡Ha desaparecido! «¿Y si salgo por la puerta de atrás que hay junto al lavadero?», se me ocurre a la desesperada. Doy media vuelta y recorro el trayecto a la inversa, pero de improviso me pierdo. Descubro habitaciones desconocidas, corredores secretos e incluso subo y bajo escaleras, a pesar de que soy muy consciente de que esta casa es de una sola planta.

Poco después creo que he logrado despistarlas y me detengo porque me falta el aliento. Me apoyo en la pared y aparece una puerta delante de mí, una puerta que conozco muy bien. Se entreabre, invitándome a entrar, pero yo retrocedo porque sé que el monstruo siempre está al acecho tras la mirilla. No obstante, mamá y la abuela me empujan de improviso al interior. «¡No puedes escapar de ti misma!», exclaman al unísono, y me encierran. Me estremezco porque estoy en mi dormitorio infantil, he regresado a la casa de mis padres.

Veo a mi papá durmiendo panza arriba sobre mi cama y una niña de unos diez años entra en escena. Viste un camisón blanco estampado con mariposas negras, va descalza y lleva un cuchillo en la mano. Su cuerpecito tiembla de arriba abajo y las lágrimas brillan sobre sus mejillas de nácar, pero no duda cuando clava el cuchillo en el pecho del monstruo. Lo hace una y otra vez mientras llora en silencio y el mundo se derrumba.

Lo recuerdo todo. Cuando mamá llegó de trabajar y me encontró acurrucada en un rincón. Cómo me besó, con más ternura que nunca, y llamó a la policía para confesarse culpable del crimen. Y cómo me miró por última vez cuando se la llevaron, con una tristeza tan inmensa que ni siguiera el mar podría abarcar. Y me veo a mí misma sumergida en un pozo profundo, en una depresión que se agravó más con la noticia de su muerte dentro de prisión.

Corro hacia la niña y la abrazo con fuerza mientras yo también lloro porque la verdad duele demasiado. Y le digo que no está sola, que la comprendo, que no lo merecía, que jamás tuvo la culpa. Y que la quiero, que nunca lo olvide, y que la perdono por lo que hizo, que estuvo mal, a pesar de que el monstruo lo mereciera con creces, pero que la entiendo muy bien. Y añado que nada ni nadie podrá separarnos a partir de ahora, y me lo creo.

Seguimos aún abrazadas cuando oímos un crujido en las vigas del techo y un buen pedazo de tejado sale volando por los aires con gran estruendo. La ventisca se ha transformado en un huracán y atrapa mi cuerpo entre sus garras. Me elevo y floto, intento agarrarme con desesperación a uno de los postes de la cama, pero el viento es mucho más fuerte. Salgo volando por el boquete que hay en el tejado y las furiosas ráfagas giran alrededor de mí, cada vez más rápido, hasta convertirnos en un tornado.






Abro los ojos. Estoy en una habitación completamente blanca. Hay fluorescentes en el techo y su luz me deslumbra. Me siento aturdida y desorientada. Intento mover una mano para tocarme la cara y descubro que no puedo. Compruebo con horror que tengo las piernas y los brazos sujetos a una especie de camilla o cama de hospital. No entiendo nada. Forcejeo y empiezo a gritar. Al rato, entra un hombre que lleva una bata de médico. Me dedica una mirada cansada.

«Los ataques son más recurrentes, hay que aumentar la medicación», murmura el hombre para sí, sin importarle que yo pueda oírlo. Intento resistirme y patalear cuando veo que se acerca con una jeringuilla, pero resulta inútil. Los músculos se relajan y los párpados se cierran.






Llueve. Nubarrones preñados de tormenta se adueñan del cielo y las sombras cubren el mundo. El primer trueno me resuena en las entrañas y me estremezco, incapaz de moverme todavía, pero echo a correr cuando el rayo resquebraja las tinieblas...
De tus decisiones dependerá tu destino.


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Tolomew Dewhust
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Re: CTN - Llueve

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Menuda historia y ¡qué bien escrita!, :eusa_clap:.

Brevemente y porque me ha gustado muchísimo la redacción anotaré un par de cosillas por si fuera de tu agrado cambiarlo en una posterior revisión: salen cuatro "de improviso", e igual con uno o dos sería suficiente. También dos o tres veces se repite la construcción "detrás de mí", "alrededor de mí" o "murmura para sí"; que podrías cambiarlo fácilmente -una de ellas al menos- por un detrás mía.

Parece que la chica se cargó de pequeña a su padre pero las enredaderas de la cabeza han ocultado el crimen, que se nos desvela casi al final del cuento, entre sueños, y después de que la madre y la abuela se le hayan aparecido para ayudarla a recordar. Está contado con mucho gusto, muy poco a poco y con arte, así que me quitaré el cráneo y te pondré, de momento, arriba del todo. Fantástico relato.
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Jarg
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Re: CTN - Llueve

Mensaje por Jarg »

El terror psicológico es el único que me gusta. Y si encima está escrito con un lenguaje tan sugerente, más aún. Me ha encantado el argumento, la estructura de esa casa sin pasillo en la que cada habitación te lleva a otra, los recuerdos alternados de la abuela y la madre, el sueño sobre la muerte de la abuela, el final... Y, sobre todo, las descripciones. Ese ... «cuando el rayo resquebraja las tinieblas» ha dibujado una tormenta en mi cabeza.

Gracias por compartirlo y enhorabuena :60:
Tolomew Dewhust escribió: 21 Ene 2024 15:03 podrías cambiarlo fácilmente -una de ellas al menos- por un detrás mía.
:no:
Yo amo a la humanidad. Es la gente lo que no soporto.
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Snorry
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Re: CTN - Llueve

Mensaje por Snorry »

La lluvia me dejó frío. Sabe mal, pero es tan solo una opinión tan peregrina como otra. El autor@ tiene pellizco, que dicen por la tierra de Tolo, desparpajo, soltura. Pero gasta sus energías, y se ve que muchas,en el tipo de historia que termina en "y entonces desperté" Así como he sido astutamente engañado en Dudar mata, aquí me parece burdo. Sabe muy mal hacer comentarios no muy buenos. Creo que el autor escribe bien, pero ha de buscar otra tipología de cuento.
Mil perdones
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Yayonuevededos
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Re: CTN - Llueve

Mensaje por Yayonuevededos »

Qué lástima, con lo bien que íbamos. El cuento, a falta de resolución, termina en un deus ex machina de manual.
Esto sucede cuando el autor se adentra en un jardín, y después no encuentra el camino de salida.
La narración funciona bien, incluso con algún lugar común aquí y allá. También se nota el trabajo del autor por brindarnos un buen relato.
Antiguo proverbio árabe:
Si vas por el desierto y los tuaregs te invitan a jugar al ajedrez por algo que duela, acepta, pero cuida mucho tu rey.
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Gavalia
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Re: CTN - Llueve

Mensaje por Gavalia »

Lo siento pero mucho no me ha gustado. La prosa es buena, aunque algunas frases a nivel sintaxis podrían mejorarse, me refiero a la estructura, supongo que puede ser cosa mía y la tuya sea la adecuada.
la casita de mi abuela tiene los cimientos más sólidos que los de las modernas construcciones que la rodean Para mi gusto ese artículo sobra.
una pluma blanca bastante grande y larga. No sé cómo interpretarlo ¿Qué es muy ancha aparte de larga o hermosa y estilizada?
Vale, son chorradas mías, pero de esas me he encontrado varias.
No me ha transmitido el agobio que pretende, aun estando bien narrado, por otro lado se adivina que se trata de una loca mucho antes de llegar al desenlace, creo que eso le quita cierto interés al cuento.
Seguro que otros sabrán apreciar mejor tu relato, cuestión de gustos, ya sabes.
Un saludo y a por ellos, :60:
En paz descanses, amigo.
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Isma
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Re: CTN - Llueve

Mensaje por Isma »

Entiendo que ella está en un psiquiátrico y que la medicación la obliga a revivir una y otra vez la tétrica historia familiar. Me gusta eso. Quizás lo que no me cuadra es que tenga un momento de lucidez, al encontrarse de pequeña y perdonarse, y sin embargo la medicación la vuelva a llevar de nuevo al pasado, como si no hubiera resuelto nada...

Lo encuentro entretenido. Buen trabajo.

Posdata. Un clásico eso de empezar los relatos con el parte del tiempo.
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posman
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Re: CTN - Llueve

Mensaje por posman »

Caramba, menuda historia, un menor que mata a un adulto. Los psiquiatras tienen mucho que agradecer a este foro.., aquí hay material para llenar una biblioteca. Menudo trauma debe tener la prota y todo ello por culpa del pato. Pero, ¿De quién fue la idea de regalarle un pato?. Y después van y se lo liquidan. Y todo porque al animal se le ocurrió crecer.., ya me parecía a mí que eso de crecer no es buena idea.., por eso yo me quedé pequeño. Ya te digo cuando se enteró de que este no se había ido a conocer el mundo.., la venganza se masca en el ambiente. ¡¡Alguien ha matado a mí patito!!
La verdad es que el relato me gusta como empieza, con esa tormenta que mete tensión al ambiente, esa casa laberíntica en la que no me gustaría perderme. Ese fatídico accidente de la abuela, el padre asesinado, la madre que muere en la cárcel.., y el pato sacrificado. Aquí hay demasiados muertos.., no me extraña cómo está la criatura. Menos mal, o eso parece, que al pobre animal no se lo comen.., meca, si llega a enterarse que a parte de matarlo se lo comen, ¡¡arde Troya y Roma juntas!!.
Me gusta como se va desgranando los sucesos, poco a poco sin prisa pero sin pausa, cada objeto, cada acción tiene su momento. Hay una cosa curiosa cuando se le aparecen la abuela y la madre. Mientras la primera tiene la misma pinta que cuando tuvo el accidente, la madre va vestida con ropa de presidiaria y.., lleva una jeringuilla en el brazo. Tiene toda la pinta de tener un buen colocón encima. Al principio creí que el autor o autora era fam de las películas de Torrente. Pero cuando llegué al final de la historia, como la prota está recibiendo medicación ella supone que a su madre también le hicieron lo mismo. Hay que tener en cuenta que todo lo recuerda desde el punto de vista de una niña. Es este punto de vista el que hace que la prota no vea que matar es un delito, simplemente, su padre es un monstruo y tiene que matarlo. La pregunta del millón; ¿por qué lo mata?. El relato no lo dice directamente, pero hay una pista; su padre está durmiendo en la cama de la niña. Es posible que abusara de ella por lo que puede que ese fuera el motivo. Si esto es así, es evidente que para la niña ese delito está justificado por lo que no se siente culpable. La cuestión es si a esa edad ella sabe que lo que hace su padre está mal hecho y por lo tanto debe matarlo. A no ser que alguien se lo diga.. pero eso ya es meterse en otros dilemas. Yo con diez años creía que los niños venían de París y los traía la Cigüeña.., anda cuando me enteré de que eso no era así.. pero que mentiras nos contaban los adultos.
Yo la verdad prefiero lo del pato.., la prota qué bien lo pasaba con Algodón en la bañera...
Última edición por posman el 28 Ene 2024 08:56, editado 2 veces en total.
—Estaba tan asustado que hasta el miedo me abrazaba..
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Iliria
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Re: CTN - Llueve

Mensaje por Iliria »

Yo también he pensado en un padre abusador. Lo del pato, una faena más en la vida de la niña.
Muy bien cómo has llevado el tema de la locura, cómo nos dejas entrever poco a poco los sucesos por los que ha pasado la prota y ese final circular.
Creo que es una buena historia, autor/a :60:

Gracias por participar y suerte :hola:
Si tienes un jardín y una biblioteca, tienes todo lo que necesitas - Cicerón :101:
-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
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Re: CTN - Llueve

Mensaje por Ginebra »

Me ha mantenido alerta todo el rato, la atmósfera que has creado me ha hecho entrar de lleno en el relato. Me gusta cómo enfocas la historia, muy detallista, que poco a poco vas contando, pero me da pena que pese al perdón de sí misma, al recuerdo asociado al trauma, que finalmente sale, la protagonista siga ligada a la cama de un hospital psiquiátrico y atiborrada de pastillas, pero eso es cosa mía, porque está muy bien escrito y se lee bien :D
Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias. Eduardo Galeano


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Re: CTN - Llueve

Mensaje por magali »

He terminado la lectura con el corazón encogido. Que la joven esté en bucle con sus recuerdos, me ha entristecido mucho. Por ese lado, bien conseguida la sensación.

En cuanto a la forma, algunas simbologías se me han escapado: ¿es la pluma blanca un símbolo de la niñez perdida, como el pato?, ¿está diciendo su mente que esa pluma es como su salud, un asunto sin resolver?

Sigo dándole vueltas.
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Re: CTN - Llueve

Mensaje por jilguero »

Muy buena historia y muy bien escrita (hay alguna cosilla, pero en un texto tan largo es normal), así que enhorabuena autora. Y digo autora porque leyéndolo se me ha venido a la cabeza otra historia. Igual estoy equivocada y mi subconsciente me ha traicionado. Ya se verá... :D

Me ha gustado mucho, sin bien el final me ha desencantado un poco, quizás porque es un recurso bastante visto o quizás porque estaba tan intrigada mientras veía a la niña moverse por la casa (el momento de la máquina de coser me encanta) que puse demasiadas expectativas en el desenlace.

Como a Magali, se me escapa el significado de esa pluma blanca que ella no sabe de dónde ha salido. Como Isma, me choca ciertos momentos de lucidez.

Pero lo dicho, muy buen relato y muy buena prosa. Me ha gustado.


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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Ratpenat
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Re: CTN - Llueve

Mensaje por Ratpenat »

He terminado y la verdad es que está muy bien y el tema es duro. Por hoy creo que he leído bastante. Y no quisiera parecer parco en palabras porque sea el mío ni nada de eso. Gracias por compartirlo :60:
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Re: CTN - Llueve

Mensaje por Berlín »

Un buen relato mal resuelto en los finales. Tal como yo entendí la muchacha o la mujer va de visita a casa de su abuela -aquí me hubiese gustado que me explicaras un poco el motivo, si iba de visita, si iba con intención de venderla o si vivía allí- y paseando le pilla una tormenta, vuelve a casa y de pronto la madeja de lana se va desenredando poco a poco y la caja de los recuerdos se abre. La mente es tan perfecta que esconde a buen recaudo lo que la daña, por eso a veces no recordamos ciertas cosas, porque están en el cajón de los recuerdos dolorosos. A veces un detonante los puede traer de vuelta, en este caso supongo que ha sido el ruido de la máquina de coser, porque luego ha sido un no parar de recordar hasta que ha salido todo. Y aquí ha sido donde yo he soltado un lagrimón. Gracias a ti, es mérito tuyo. Y yo, siendo sincera, lo hubiera dejado en el momento ese, cuando abraza a su yo pequeña, cuando se perdona, cuando la tormenta arranca una parte del tejado como cuando se cae la costra de la herida porque ya ha sanado.

Pero es un muy buen relato. :60:
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
Nuvem
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Re: CTN - Llueve

Mensaje por Nuvem »

Me ha tenido en vilo todo el tiempo y me ha dejado el corazón encogido. Creo que a nivel de relato (por extensión, me refiero), es suficiente la historia que se cuenta y el final que se le da a la misma. Por lo que veo, no todos somos de la misma opinión, pero eso es lo que resulta enriquecedor de que todos comentemos.

Un abrazo y felicidades, autor/a :60:
Vivir sin leer es peligroso, obliga a conformarse con la vida, y uno puede sentir la tentación de correr riesgos.
Michel Houellebecq

Publiqué una novela y está disponible aquí :hola:
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