CTN - Saponificación - Albatross (relato fuera de concurso)

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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kassiopea
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CTN - Saponificación - Albatross (relato fuera de concurso)

Mensaje por kassiopea »

Saponificación
A la memoria de Tadeus Nim, con cariño.


Además de una provisión de varios cientos de latas de lentejas con chorizo, primorosamente alineadas y ordenadas por fechas de consumo preferente, almaceno en mi despensa más de sesenta cajas de zapatos, en cuyo interior conservo las cenizas de otros tantos difuntos.
A pesar de ser un profesional del sector, siempre he creído que una caja de zapatos es un recipiente más apropiado que una urna mortuoria para albergar las cenizas de un muerto, ya que se asemeja a un ataúd pequeño y, al igual que en él, los restos de los difuntos —si bien deconstruidos— pueden descansar cómodamente acostados. La caja guarda, de alguna manera, unas proporciones más humanas —entiéndase en el sentido metafórico— que la urna al uso. El cartón, por otra parte, es un material cálido y flexible en contraposición con la chapa industrial con que fabrican las urnas.
En uno de los laterales menores de cada una de las cajas, los que quedan a la vista una vez dispuestas sobre las baldas de la despensa, fui rotulando las iniciales de sus moradores para que sus identidades no se prestasen a confusión. «El orden ante todo» es mi divisa.
Tengo setenta y ocho años. A la edad de dieciséis, entré a trabajar como aprendiz de tanatopráctor y embalsamador en la funeraria La Siempreviva, la única de mi localidad. Cuando, décadas más tarde, murió el dueño y fundador, nadie quiso quedarse con el negocio a pesar de no tener competidores y de que la contabilidad estaba saneada. Por alguna razón, la gente prefiere montar negocios de yogurt helado o de fundas de móviles, antes que dedicarse al noble arte de acompañar a sus conciudadanos en el tránsito hacia el «más allá». Yo no soy de naturaleza emprendedora pero, ante una ocasión que solo se presenta una vez en la vida, y tras un año de gerencia «en funciones», acabé por comprarle La Siempreviva a la viuda por un precio muy razonable que le fui pagando en cómodas mensualidades. Ambos ocupan ahora, uno junto al otro, las cajas rotuladas con las iniciales «J. C. T.» y «M. B. R.».
No me ha sido difícil dar el cambiazo a los familiares cada vez que he tenido la necesidad de apropiarme de las cenizas de las personas que han sido —para bien o para mal— relevantes en mi vida. Para esos menesteres está la trastienda de La Siempreviva, un lugar que separa el espacio de exposición abierto al público del otro donde habito, y que goza de una intimidad sacrosanta que nadie, salvo el profesional de las prácticas funerarias —o sea, yo— se atrevería a quebrantar.
Muchas veces me he tenido que morder los labios cuando he visto a familias enteras llorando, abrazándose a un urna que les acababa de entregar con mucha afectación y boato, sin que sospechasen que en su interior solo había cenizas de leña de algarrobo, de periódicos antiguos, y de basura que quemaba en la chimenea de mi casa, mientras que las auténticas cenizas de sus seres queridos ya reposaban, aún tibias, frente a la ringlera de latas de lentejas con chorizo.
Además de los antiguos dueños de La Siempreviva —mis mentores—, guardo en cajas de zapatos a mis padres y hermanos, a algunos de mis antiguos maestros, a mi sastre, a mi peluquero —que por fortuna murió cuando ya la calvicie colonizaba el último reducto de mi cráneo—, y a todos los integrantes de mi quinta, a los que conseguí sobrevivir, y que no se imaginaban dónde acabarían sus restos cuando antaño me gastaban aquellas pesadas novatadas cuartelarias.
Y conservo asimismo los residuos de la combustión de las mujeres que, a lo largo de mi vida, han pasado por mi lado despreciándome o, con suerte, ignorándome.
A. L. B. fue la primera que se negó a bailar conmigo en la verbena cuando ambos teníamos dieciséis años. Según sus palabras, «porque olía a muerto». Luego siguieron su ejemplo todas las demás.
La diabetes acabó con la vida de A. L. B. Cuando estuve a solas con ella de cuerpo presente, antes de la cremación —en la intimidad de la trastienda de mi local—, pude al fin ver su cuerpo, el que tanto deseé en un pasado ya tan remoto. Ya no era, claro, la niña de la que yo me enamoré. Era una señorona tumefacta de setenta años, llena de verrugas y de celulitis y cuyos paquetes adiposos se desparramaban azulados a ambos flancos del cuerpo.
El fuego purificador hizo su trabajo y desde entonces es un puñado de cenizas que descansan en una caja de zapatos con sus iniciales; son cenizas muy parecidas a las demás y, por lo tanto, no responden a la última imagen que proyectó la persona que era. Cada uno es libre de elegir la imagen que prefiere recordar de una persona una vez que la Parca la conduce a su orbe. Yo, a A. L. B., la recuerdo bellísima, vestida de verbena, diciéndome que no bailaba conmigo porque todos decían que yo olía a muerto; y la recuerdo bailando con otros —con muchos otros, con todos los demás— que no olían a muerto. Toda la noche.
Ahora, a veces, A. L. B. y yo cenamos juntos. Me abro una lata de lentejas con chorizo, me la caliento, y nos sentamos a la mesa. Yo con mi plato, media barra de pan y un vaso de vino tinto delante; ella serena y gris, en su caja abierta frente a mí, mostrando su superficie homogénea y sin grumos, fruto de una combustión completa y a conciencia, y conversamos en silencio como un viejo matrimonio; como tal vez hubiésemos podido conversar durante muchos años de no haber sido por mi supuesto olor a muerto y por su aprensión.
A veces, sin que A. L. B. se percate, me permito una pequeña trasgresión: acerco y entreabro la caja del que fuera mi compañero de juegos infantiles y después su marido, P. C. J. —quien desde que se hizo adulto me miró siempre con sorna—, para que vea lo bien que me llevo ahora con su señora y para que se joda.
Tengo una caja en la que solo hay una inicial: «H.». Nadie supo dar razón de su apellido, ni de si «H.» correspondía a su verdadero nombre. Fue mi adquisición más sencilla, porque nadie reclamó jamás las cenizas de H. a pesar de que casi todos los hombres del pueblo se habían acostado con ella. Fueron los servicios sociales los que se hicieron cargo de la factura y ni siquiera reclamaron las cenizas. H es una buena amiga. Ya lo fue en vida, porque yo también me acostaba con ella cuando cobraba algún trabajo. Fue la única a la que no le importaba que yo oliese a muerto o, si le importaba, nunca me lo dijo. H se conformaba con que le llevase algún detalle: unos dulces, unos zapatos, dinero... Al final de su vida, muchos años después de su jubilación forzosa, me seguía recibiendo en su casa alguna que otra noche, no ya para escarceos amorosos, sino para compartir unas lentejas y una botella de vino. Ahora sigo confiando en ella y le cuento mis confidencias. H era de las personas que siempre están para escucharlo a uno y ahora son sus cenizas las que me escuchan a mí. A veces, después de cenar un plato de lentejas con chorizo, media barra de pan y un vaso de vino tinto, le pongo un disco de mambos de Pérez Prado y pasamos un buen rato bailoteando hasta que yo caigo rendido y ella se agita en su caja dejando una nubecilla de polvo en suspensión que me hace estornudar. Qué risas más buenas echamos.
Hoy es un gran día: me traen el cuerpo de F. G. B., un hijo de puta. Llevo casi sesenta años esperando este momento. Cuando el aliado profesional de uno es la muerte, no tiene más remedio que desarrollar la virtud de la paciencia. No fue fácil convencer a su viuda, igual que me pasó con las demás, de que una cremación es mucho mejor y más limpia que un entierro tradicional. Tuve que conseguir que visualizase el proceso de putrefacción y hacerle ver que era denigrante, y tuve que ofrecerle una cremación a precio de coste, pero merece la pena.
F. G. B. fue el líder de mi quinta. Un gigante iletrado, pendenciero y bromista a quien todos seguían y veneraban. El instigador de las novatadas cuartelarias y el que hizo correr la voz, entre todas las chicas de nuestra edad, de que yo olía a muerto.
Mañana, su cuerpo será un puñado de cenizas en una caja de zapatos, y su viuda llorará sobre una lata con restos de basura quemada; de otro tipo de basura diferente del que en vida fuera F. G. B. Entonces celebraré una reunión; una «cena de quintos», como ellos la llamaban cada año sin invitarme jamás. F. G. B. era, sin contarme a mí, el último que faltaba por morir.
Buscaré a uno por uno; son cerca de quince cajas, y bien que recuerdo las iniciales de todos y cada uno de ellos. Los dispondré en círculo sobre la mesa y retiraré las tapas. Dejaré la de F. G. B. en el centro, como presidiendo, para que los demás le den la bienvenida y se sienta importante. Entonces calentaré una lata de lentejas con chorizo, me serviré un vaso de vino tinto y, mientras ceno con mis quintos, les hablaré de la tinaja donde sus cenizas serán mezcladas, del cremulador donde serán trituradas hasta que se conviertan en un polvo fino, y les hablaré del proceso de saponificación: les explicaré, por si no lo recuerdan, cómo se fabricaba antes el jabón en los patios de las casas de pueblo.
La saponificación, igual que las técnicas de embalsamado, tiene algo de alquimia. Toda la vida se ha hecho jabón con cenizas de leña mezclada con aceite o con grasa. No es muy diferente con cenizas de muertos. Solo hay que seguir los pasos, respetar los filtrados y los tiempos de las cocciones, y tener paciencia. Luego verteré el jabón líquido en los moldes de madera que me hizo el carpintero y, antes de que las pastillas se endurezcan del todo, les imprimiré el sello de una siempreviva que tallé yo mismo en mis ratos libres.
Recorreré el pueblo y, en nombre de la empresa, repartiré los jabones entre las clientas más exclusivas: las viudas de mis quintos. Las mismas que se alejaban de mí riéndose y pinzándose las narices en cada verbena, cuando yo era un joven con pelo y porvenir. Las que, ignorando mis sentimientos, se fueron casando, una tras otra, con mis compañeros de promoción, sin que yo fuese jamás invitado a una sola de sus bodas porque, según ellos, no querían que desluciese las ceremonias con mi olor a difunto.
Sin embargo, bien que recurrían a mí cuando había una desgracia en sus familias.
Ahora están todos muertos y aquello está olvidado y, para demostrarlo, tendré una atención comercial con todas sus viudas con motivo de las fiestas patronales. Seré generoso: dos o tres pastillas para cada una.
Con los jabones lavarán sus ropas y sus cuerpos ajados; se frotarán los vientres hinchados, los pechos vacíos, las axilas, la piel descolgada de los brazos y las entrepiernas, hasta que la impronta de la siempreviva comience a desdibujarse y, para entonces, llegará la noche de la verbena.
A ver entonces quién es el que huele a muerto.



NOTA:
Relato fuera de concurso. Por expreso deseo del autor, este relato no será tenido en cuenta durante las votaciones.
De tus decisiones dependerá tu destino.


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noramu
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Re: CTN - Saponificación (relato fuera de concurso)

Mensaje por noramu »

Este relato del enterrador que sustrae las cenizas de las urnas y crea su propia colección en cajas de zapatos, pequeños ataúdes, y ordenadas y apiladas a su antojo, marcadas con las iniciales, me parece muy original. Que ninguna chica quisiera acercarse a él porque se había corrido el rumor de que olía a muerto, triste, claro. Pero muestra de los estragos que pueden causar los rumores. El homenaje a H, en este caso convertida en mujer, dice mucho del autor.
La prosa es más que correcta, quizá lo único que se me ha atragantado sean tantas lentejas con chorizo ( y eso que si es picante y de León, me encanta).

Gracias por participar :60: :60:
1
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DarkLady Juliet
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Re: CTN - Saponificación (relato fuera de concurso)

Mensaje por DarkLady Juliet »

Madre mía. Qué peazo relato.

:60:
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posman
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Re: CTN - Saponificación (relato fuera de concurso)

Mensaje por posman »

Esto es una auténtica Vendetta que haría vomitar a los capos de la mafia. Qué mejor cosa es ser propietario de una empresa fúnebre, incinerar a tus peores amigos/as, meter sus cenizas en cajas de zapatos, comerte un plato de lentejas y tomarte un buen vino en su compañía.., y como colofón; que sus cenizas sirvan para hacer jabón. Sólo hay un pequeño problema; que te mueras tú antes que ellos... Sería una pu××××..
—Estaba tan asustado que hasta el miedo me abrazaba..
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jilguero
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Re: CTN - Saponificación (relato fuera de concurso)

Mensaje por jilguero »

Jajaja, a pesar de su temática, está escrito con una guasa que me ha hecho leerlo con una sonrisa.

Muy logrado en el fondo y en la forma, y muy buen remate lo de la saponificación.

Estoy de acuerdo con Noramu en que quizás hubiera estado mejor con menos lentejas con chorizo. Pero es un homenaje a T.N. y quizás tenga una razón que se me escapa.

¡Enhorabuena, autor, por este gran relato que seguro ha encantado a Tadeus!


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

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Re: CTN - Saponificación (relato fuera de concurso)

Mensaje por Yayonuevededos »

Es una lástima que el autor se haya declarado fuera de concurso.
El relato destila venganza y una fina ironía. Me encantaron las cenas con la despreciable A. L. B. y con sus amigos.
Y muchas, muchísimas, lentejas con chorizo.
Antiguo proverbio árabe:
Si vas por el desierto y los tuaregs te invitan a jugar al ajedrez por algo que duela, acepta, pero cuida mucho tu rey.
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Isma
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Re: CTN - Saponificación (relato fuera de concurso)

Mensaje por Isma »

Es un relato redondo, con muchísima calidad. Con sonrisa y humor negro. Me ha recordado a Albatross. Tengo curiosidad por las iniciales, no enlazo ninguna (A.L.B, ¿Ábretelibro Lucía Bartolomé? :hombros: ).
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Re: CTN - Saponificación (relato fuera de concurso)

Mensaje por Berlín »

Isma escribió: 23 Ene 2024 21:27 Es un relato redondo, con muchísima calidad. Con sonrisa y humor negro. Me ha recordado a Albatross. Tengo curiosidad por las iniciales, no enlazo ninguna (A.L.B, ¿Ábretelibro Lucía Bartolomé? :hombros: ).

Yo también pensé en Albatross, gigante mío. :60: Tiene la calidad de su prosa y su estilo pausado y redondo. En fin, sus motivos tendrá.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Isma
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Re: CTN - Saponificación (relato fuera de concurso)

Mensaje por Isma »

Berlín escribió: 24 Ene 2024 08:32
Isma escribió: 23 Ene 2024 21:27 Es un relato redondo, con muchísima calidad. Con sonrisa y humor negro. Me ha recordado a Albatross. Tengo curiosidad por las iniciales, no enlazo ninguna (A.L.B, ¿Ábretelibro Lucía Bartolomé? :hombros: ).

Yo también pensé en Albatross, gigante mío. :60: Tiene la calidad de su prosa y su estilo pausado y redondo. En fin, sus motivos tendrá.
Nos recuerda a Albatross y quizás el autor sea otro y esté siguiendo nuestros desvaríos con la paciencia del santo Job. No obstante, pensaba en lo que has comentado y se me ocurrió que Albatross ha tenido quejas de otros autores con los que se presentaba a concursos de relatos a nivel nacional. Estos le achacaban algo así como "abusar" por presentarse, siendo un escritor profesional. En mi opinión no son más que rabietas, porque tiene derecho para ganarse la vida como cualquier otro y compite desde el anonimato. En fin, que pensé que pudiera tener esto en mente y, siendo una persona noble, tal vez no haya querido que la menor sombra de un debate así pudiera empañar el homenaje a Tadeus, en el que no habrá ganadores sino mucho cariño compartido...
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Berlín
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Re: CTN - Saponificación (relato fuera de concurso)

Mensaje por Berlín »

Isma escribió: 25 Ene 2024 19:16
Berlín escribió: 24 Ene 2024 08:32
Isma escribió: 23 Ene 2024 21:27 Es un relato redondo, con muchísima calidad. Con sonrisa y humor negro. Me ha recordado a Albatross. Tengo curiosidad por las iniciales, no enlazo ninguna (A.L.B, ¿Ábretelibro Lucía Bartolomé? :hombros: ).

Yo también pensé en Albatross, gigante mío. :60: Tiene la calidad de su prosa y su estilo pausado y redondo. En fin, sus motivos tendrá.
Nos recuerda a Albatross y quizás el autor sea otro y esté siguiendo nuestros desvaríos con la paciencia del santo Job. No obstante, pensaba en lo que has comentado y se me ocurrió que Albatross ha tenido quejas de otros autores con los que se presentaba a concursos de relatos a nivel nacional. Estos le achacaban algo así como "abusar" por presentarse, siendo un escritor profesional. En mi opinión no son más que rabietas, porque tiene derecho para ganarse la vida como cualquier otro y compite desde el anonimato. En fin, que pensé que pudiera tener esto en mente y, siendo una persona noble, tal vez no haya querido que la menor sombra de un debate así pudiera empañar el homenaje a Tadeus, en el que no habrá ganadores sino mucho cariño compartido...
Mira, si Albatross lo lee se va a sentir contento de que recordemos la calidad de su prosa y si no es de Albatross el autor se sentirá aún más contento, que confundirte con el maestro lo considero un elogio y de los grandes. Todo arreglado. Lo otro que comentas, pues ya sabes lo mala que es la envidia.

Y nada más, que es un magnífico relato sea de quien sea.
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Re: CTN - Saponificación (relato fuera de concurso)

Mensaje por Gavalia »

Albatros? Y por qué no el Yayo. El estilo, la calidad, fluidez y sobre todo la coña que destila le van como anillo al dedo a su forma de escribir.
Dicho esto, algo bastante intrascendente, lo que más me ha gustado es la comicidad del cuento y más por como lo cuenta que por lo que cuenta, al fin y al cabo es otro personaje al que se le ha ido la olla. Lo he pasado bien con su lectura.
Quizá tanta lenteja en la cena no sea muy buena idea, mejor a la hora de la comida y un paseito después, o un baile de esos que se marca para una mejor digestión.
Saludos, autor.
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Re: CTN - Saponificación (relato fuera de concurso)

Mensaje por Jarg »

Autor/a, me ha encantado. Es divertido, vengativo, tierno y tétrico al mismo tiempo. Toda la vida del protagonista gira en torno a los muertos y en ese pueblo, donde lo tienen como un mal necesario. Recurren a él para los entierros, pero lo evitan por ese "olor a muerto". Y él bien que se venga, al compás de sus lentejas con chorizo, eso sí (igual lo evitaban por el olor a lentejas :cunao: ).

La venganza final me ha parecido brillante, y hace que el relato pase de costumbrista a oscuro. Un gran trabajo, si no estuviera fuera de concurso entraría en mi podio personal, eso seguro. Gracias por compartirlo :60:
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Re: CTN - Saponificación (relato fuera de concurso)

Mensaje por Yayonuevededos »

El relato no es mío, Don Chucho.
Como mencioné, es una pena que el autor haya decido dejarlo fuera de concurso.
En cuanto a los olores personales, que tanto estigmatizan al personaje, recordé "Esquirol", de Asimov.
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Re: CTN - Saponificación (relato fuera de concurso)

Mensaje por Ginebra »

Un tanatorio que se llama Simpreviva? “paquetes adiposos”... En serio?! :lol: Un relato muy bien escrito, muy negro, con una ironía muy fina –alguien dijo algo de Saramago o es en otro? Porque me ha hecho pensar en el maestro- y bastante mala leche. Me encanta el final. Es una pena que esté fuera de concurso :(

Por cierto, yo hago jabones, pero mi materia prima no son muertos, los míos huelen muy bien, los jabones :cunao:
Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias. Eduardo Galeano


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Iliria
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Re: CTN - Saponificación (relato fuera de concurso)

Mensaje por Iliria »

Otro que "juega" con los muertos y se sirve de su compañía :cunao: Si ya dicen que, para vengarse bien, sólo se necesita paciencia...
Una cosita: tener un negocio fúnebre y otro paralelo de jabones, ¿no despertará sospechas? Yo no aceptaría un jabón de esos :roll:
Buen relato, entretenido y bien escrito.

Gracias por compartirlo :hola:
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-¿Y con wi-fi?
-Mejor.
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