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Calafateando

Venía el amanecer oliendo a lluvia desde hacía mucho rato. Cuando Pedro puso los pies en el interior del hogar, las primeras gotas rabiosas caían ya sobre el camino de tierra, y pensó, complacido, que al medio día todo el pueblo olería a tierra mojada.

—Ya estoy aquí—anunció, dejando las llaves del taxi sobre la mesita de noche.
—Raro sería escuchar tu voz y que no estuvieses aquí—dijo ella sin darse la vuelta.
—Anda, mujer, no seas así y déjame sitio, que vengo reventado—dijo, evitando las balas de cañón.
—¿Y ayer? No viniste a cenar.
—Me entretuve en el bar de Antonio. La partida se alargó. Ya sabes.
—Sí, ya sé.

Soledad suspiró asqueada y se levantó de ese catre donde solo podían yacer dos si era uno encima del otro o ferozmente abrazados, y como esto ya no sucedía desde hacía mucho tiempo se colocó la bata y se dirigió descalza a la cocina para preparar café. La casa estaba fría y la lluvia caía atronadora sobre el techo de uralita. Parecen caballos corriendo— pensó—, y abrió la ventana para oler la tormenta entera. Bajo el cielo huraño y sobre el mar inquieto, un esforzado velero luchaba a sotavento contra la furia del oleaje. Se lo va a tragar –pensó—, y se puso a calcular cuánta soledad le cabría después en su pecho de madera, allí en el fondo del mar.

A mediodía el olor a barro era abrumador y Pedro, sentándose a la mesa,  pensó que a esas alturas todos los caminos del pueblo debían estar llenos de lombrices y miró su caña de pescar.

—¿Cómo fue la noche?—preguntó la mujer, porque a veces el silencio pesa.
—Extraña—dijo, sin dejar de mirar las noticias televisivas—. Una joven fue violada justo en el patio de su casa. Me presté a llevarla al hospital, pero la policía aseguró que se encargaba de ello y me marché.
—¿Una joven de por aquí? ¿La conozco?
—Bueno…, se trata de esa chica apocada, esa que vive en la casa azul, justo al lado del mar—dijo Pedro.
—Casi todas las casas son azules. Todos vivimos al lado del mar.
—Mujer, la hija de esa loca que siempre se queja de que las olas se le meten en la cocina.

Soledad se llevó las manos a la boca.

— ¿La hija de Justa? ¡Cómo no me lo has dicho antes, desgraciado!
Pedro vio los cañones y le vino el olor de la batalla.
—No sabía de tu amistad con ella—dijo encogiéndose de hombros.
Soledad lo miró con un profundo desprecio y agarrando una botella de aguardiente salió burlándose de la tormenta.

Cuando llegó a la casa, la madre, chorreando agua, barría con furia el patio en mitad de la tormenta.

—Es el mar, Soledad, que se quiere meter dentro de mi casa. No sé qué viene a llevarse.
—Justa, hija, ¡que me acabo de enterar!
—¿Quién te lo ha dicho? ¡Mira que no quiero rumores…!
—¡Bah! Me lo ha contado el desgraciado de mi marido, que pasaba por allí con el taxi. ¿Cómo está tu chica?
—Frotándose todo el cuerpo con el estropajo. Dice que no se le va la peste.

Otro cascarón a la deriva— pensó Soledad—, otra nave que no ha visto venir las rocas. Otro montón de esqueletos de madera que una mañana la marea olvidará en la orilla.

—La peste. Esa peste…—dijo Soledad.
—Si—dijo la madre—. Esa.
—Es el olor del abordaje.

Soledad pensó que es así como deben oler los barcos cuando son tomados a traición, en mitad de una noche callada.

—Ven—dijo mientras le arrebataba la escoba—. Ahora vas a beber conmigo y me vas a hablar, que lo que no se cuenta se pudre dentro y luego la porquería anida en las tripas. Y un buen día te levantas con un tumor en la panza de pura podredumbre.
— ¡Qué te voy a contar, hija! Pues que ella no escuchó sus pasos. Debió colarse por entre los cañaverales. Tal vez la siguió por la orilla y la arena amortiguó el ruido. ¡Que se dejó hacer, dice, para que él no le hiciese un daño irreparable! Un daño irreparable. ¡Como si lo que le ha hecho tuviese arreglo! ¿Pero sabes lo peor de todo? ¡Que yo dormía tranquila! Sí, dormía como si todo en el mundo funcionase a la perfección. No me despertó la alarma.
—La alarma…
—Sí, esa alarma. ¡La que tiene toda madre! Yo dormía en paz mientras ese hijo de puta le bajaba las bragas a mi niña a diez metros de mi cama.

Soledad se llevó las manos a su vientre yermo y buscó palabras de alivio, pero mirando los ojos encharcados de la madre supo que ninguna palabra se ajustaba a esa desesperación.
Y no encontrándolas guardó silencio.
Después del dolor amargo llegará la rabia dando coces ciegas, pensó. Para la negociación faltaba mucho y la aceptación la veía muy lejana, así que acostó a la madre en su cama ancha, que no por ser más grande estaba más llena de amor que la suya, porque todos los desiertos son iguales.

En el baño el agua corría imparable.

Iba a marcharse ya cuando una fotografía llamó su atención. Clara posaba radiante, con esa sonrisa  cautivadora que sólo proporciona la caída de los dientes de leche. Soledad sonrió mirando las manitas gordezuelas enlazadas al talle flaco de Justa. El difunto padre posaba orgulloso detrás de las dos, feliz.

No, Soledad no tenía ninguna prisa por volver a su casa vacía. De hecho, lo que más le apetecía en el mundo era quedarse allí sentada, en aquella orilla oscura, para esperar los restos de la marea.

Este relato lo he escrito yo.

Me ha quedado redondo. Es cierto que he coincidido con otros dos foreros más, parece que nos hubiésemos puesto de acuerdo los tres para dar nuestro punto de vista sobre la violación de una niña, pero, nada más lejos de la realidad.

El mío, además, está escrito con muchísimo gusto (no digo que los otros no...). Mi historia nos retrotrae a un tiempo tal vez pretérito, esbozándose la idea de una aldea casi se diría que sin duende, sin vida, llena de protagonistas sin suerte. Una de esas ciudades que podrían salir en Sin City 2, en blanco y negro.

¿Quién es el violador? ¿Dónde anda? No es la primera vez que actúa, o eso dejo entrever.

¿Qué pasa en esa aldea? ¿En ese matrimonio? Preguntas sin respuestas para que juzguéis vosotros mismos. Lo he bordado.

Soledad no es feliz, se nota bastante, pero, tiene la garra que una mujer precisa para decirle a la que tiene delante que ahí está ella para lo que necesite.

Hay una frase que no me gusta como la he dejado, De hecho, lo que más le apetecía en el mundo era quedarse allí sentada, en aquella orilla oscura, para esperar los restos de la marea.

Ahora que vuelvo a leer mi relato y pienso que, solo tal vez, hubiera quedado mejor así:
De hecho, lo que más le apetecía en el mundo, era quedarse allí, sentada, en aquella desnuda orilla, esperando los restos de la marea.


Creo que habréis disfrutado con mi historia. De nada.

En general me gusta la historia. Soledades en un pueblo pequeño con el mar de fondo. Va saltando de personaje en personaje y eso le da agilidad. Los diálogos no están mal, pero tanta referencia al mar y alos naufragios me ha saturado un poco Esas frases contundentes de los personajes no me han gustado demasiado. Sin embargo, el cómo tiene algo que me engancha. Seguramente candidato a relectura.

Buen relato. Me ha gustado.

Al principio no tanto, pero va a más. La historia se queda corta, pero es más que suficiente para hilar los acontecimientos por mucho que queden cabos sueltos.

Para empezar, la primera frase me ha gustado mucho. Eso ya me predispone a leer un relato que espero sea de mi agrado. La prosa es innegable que es buena. Lenguaje bien utilizado y contundente en momentos cruciales.
Me han gustado en especial los pensamientos de Soledad y la metáfora con los naufragios.

Por otra parte, la historia también está muy bien. Cotidiana, sórdida y muy humana. La conversación entre las mujeres es buenísima por lo natural y creíble que resulta.

Calafatear -que no sabía qué era -, un título extraño, que no me entraba por los ojos, pero que ahora entiendo.

Enhorabuena

Creo que presentas un trabajo muy bueno. La veo tan clara como a la vez crïptica. Me gustan los símiles que utilizas para hacerme sentir el roce de la soledad y también el del conformismo y la impotencia. La redacción es buena y fluida. Enhorabuena.

888

Cuando me pongo de cara al mar y dejo que la sal y la humedad invadan mis fosas nasales, puedo cerrar los ojos y sentirme anclado al suelo, a la vez que náufrago a la deriva en esa extensión azul y yerma. Son sensaciones contradictorias y reales, tan verdaderas como puede serlo cualquier cosa en esta vida. Como verdadero es este relato. Al menos así me llega a mí. Aquí hay alguien que me toca el corazón y sospecho que no es la primera vez.

Lo siento autor a mí la historia no ha terminado de llegarme, aunque el tono poético del cuento sí que me ha gustado me ha faltado algo

Cito: "Otro cascarón a la deriva— pensó Soledad—, otra nave que no ha visto venir las rocas. Otro montón de esqueletos de madera que una mañana la marea olvidará en la orilla."

Una maravilla de imagen.
También cuando dice cuanta soledad le cabría.

Me has ganado por completo autor con esta historia cruda y real escrita de una forma tan hermosa que lo acentúa.

No conocía el verbo del título, lo he tenido que buscar.
car. Lo debería haber mirado al empezar pero no he sabido dejar de leer. Es redondo.

Calafatear: tr. Cerrar las junturas de las maderas de las naves con estopa y brea para que no entre el agua.

Me dejas con la curiosidad por esos personajes.

Enhorabuena

Buen relato. Los personajes están muy bien relatados.

No tengo ninguna queja tampoco.

Muy buen trabajo. Bien escrito y fluido. La historia engancha.
Sin embargo, me he quedado con las ganas al final, esperaba algo que no ha ocurrido. Si no lo he entendido mal, han violado a una chica y la vecina va a hablar con la madre de la víctima, pero no solucionan nada, solo se desahogan. Ya está. No quiero con este comentario menospreciar lo que cuentas, solo digo que yo necesito que me cuentes algo más. Esto podría ser la introducción a una historia. Una muy buena introducción, pero introducción al fin y al cabo. Es cuestión de gustos, por supuesto, por lo que leo has gustado a la mayoría, me alegro por eso

El título no decepciona, aire marinero muy logrado, con unas frases,... La historia por otra parte me deja un poco fría, se me quedó coja, no sé qué querías contar, la soledad? No la veo yo tan sola visitando vecinas con aguardiente bajo el brazo . La violación de la chica? No nos aclaras nada más tampoco por ahí. Coincido con lo de introducción. Introducción muy buena por cierto. Gracias por compartirlo.

Este es otro de los que considero que son más parte de un relato más largo que no ha cabido en la extensión límite que relato entero y completo. He echado en falta algo más, más historia, y eso me ha dejado un poco fría. Una pena, porque la ambientación es buenísima.

Ese aire costumbrista de aldea cerrada me ha encantado, con ese vocabulario tan cuidado y cotidiano con el que los personajes se expresan.

Pero me dejas con muchas dudas, saber quién es el violador, por qué Justa tiene fama de loca, por qué el matrimonio va tan mal, qué sucederá después. Lo malo (con todo el cariño) de estos relatos es que te dejan muchas puertas abiertas a la imaginación. ¿Será Pedro el violador, que llegó tan tarde la noche anterior y además estuvo en la escena del crimen?

Un relato para nada veraniego, pero sin duda muy bien trabajado.