CP XI Filosofía de la oscuridad - Prófugo
Publicado: 17 Abr 2016 22:33
Filosofía de la oscuridad
Nubes grises y copiosas acorralan mi existencia. Densa humedad acompañada de oscuridad permanente. Lento camino de tristeza latente y de vacío consecuente.
Sensación de pérdida, partida finalizada con amplio marcador en contra. Voces del más allá, pregonando gran sabiduría y fortaleza me invitan a levantarme, a no perder la guerra y a luchar por lo que más quiero. Pero… ¿Qué es lo que realmente deseo en esta vida? ¿A quién quiero? ¿Acaso existe algo o alguien que pueda cambiar este rumbo sin freno y sin destino de un fracaso total sin vuelta atrás? En caso afirmativo ¿tendré fuerzas para ello y poder asumirlo?
Camino despacio, no hay prisa. Llega un punto en que da igual la hora, el día y la estación del año. Lo verdaderamente importante es una incógnita. Ni siquiera poseo una pregunta interesante a la cual pueda considerar como un acertijo simple o complejo. Cuando parece que todo es obvio y fácil recibo un recto al mentón que desarbola mi estabilidad, terrible golpe que siembra el germen de las dudas propiciando su creciendo sin vacilar en mi interior sin pausa ni sosiego, y lo que es peor, sin respuestas.
He vuelto a perder el rumbo. Terrible calamidad esta de no tener el dominio de la situación y verte rodeado de seres extraños que dicen quererte y conocerte. No les creo pero quiero dar la sensación de ser un hombre afable y cordial. Me llevan de su mano, elevan sus brazos y me alzan abrazándome fijamente. Los veo divagar al igual que yo, pero ellos lloran, sienten, sus ojos enrojecidos los delatan. Los míos, dicen ellos, parecen inexpresivos y perdidos.
Entro en un espacio cerrado lleno de obstáculos. Se encienden luces, se difuminan catones pero yo sigo a oscuras. Siento como me manipulan y manosean sin oponer resistencia. Me dicen que soy su muñeco, su maniquí de boutique. Me despojan de mis harapos húmedos y malolientes. Agua caliente que desatasca mis poros, relaja mis músculos y purifica mi piel. Golpe terrible e inmediato de cambio de calor sacude mi ser poniéndome firme mientras tirito del frío. Mi piel es pálida al igual que estas cuatro paredes que ahora me privan de libertad.
Vuelvo a oler bien. Desconozco a que asociar este instinto, esta agradable sensación. Me siento más liviano, hasta el punto de creer que puedo flotar, volar y perderme como una hoja en plena noche por la inmensidad de los bosques, hasta acabar caído y abandonado entre miles de otras hojas sin brillo y sin vida que han sido derrotadas y que nunca más volverán a levantarse. La lluvia, el viento y el rocío vendrán a visitarme cuando les llegue su turno. Seguiré estando durante mucho tiempo húmedo, lleno de moho. Gusanos e insectos posarán sobre mí, pero en un futuro no muy lejano quedaré terriblemente seco hasta resquebrajarme y perder para siempre mi insípida integridad.
Cada vez la congregación es mayor a mi alrededor. Vienen a visitarme y aun así me siento solo. Si pudiera recordar algo o a alguien, quizás no sentiría esta impotencia. ¿Quiénes son? ¿Por qué parece que sufren por mí? ¿Cómo es posible que no sepa nada de ellos ni de este mundo y pueda ahora estar haciendo todo este balance filosófico existencial? Hasta puedo dar la sensación de tener cordura y cierta coherencia. Definitivamente es contradictorio. Misterios de la ciencia seguramente. Ignorancia en modo «ON».
Siento posar sobre mi rostro unas manos cálidas. Me abrasan unas lágrimas densas que caen de sus ojos hasta surcar cada arruga de mi piel. Alcanzo a ver borrosamente sus labios que me dicen: «Padre, no marches aún por favor. Recuérdame. Invítame a tus sueños. Te amo». Después de mucho divagar -no sé si días, meses o años, la noción del tiempo vuelve a ser otra gran incógnita en mi mente- creo que empiezo a sentir emociones profundas. Mi corazón late fuerte, puedo oírlo. Intento no ahogarme y busco naufragar ante esas lágrimas que van llenando mi espacio con ese goteo incesante cayendo de sus ojos.
Llegan a mi nublada mente pequeños flashes inesperados. Un niño con gafas sonriendo mientras monta en un carrusel y fija su mirada en mí; exclamaciones e improperios de una mujer que se lo lleva vilmente sin motivo aparente; gritos de desesperación del niño y de impotencia de mi parte; ruptura y consecuente alejamiento; dolor en el alma compartido que la distancia ha alimentado hasta convertirla en crónica; abatimiento y desplomo. Ahora algo ha cambiado. Siento eso que llaman amor puro e inquebrantable. Primeras lágrimas que humedecen mis pupilas en mucho tiempo, dice alguien que se identifica como mi amigo del alma.
Un hombre anciano cargado de telas claras, adornos en el cuello y una cruz en la mano empieza a decirme en forma de susurros una verborrea de palabras en un idioma desconocido. Me unta con uno de sus dedos la frente de algo líquido y viscoso. Vuelvo a oír muchas voces melancólicas y desgarradoras repitiendo al unísono los mismos susurros ininteligibles, pero intento concentrarme solo en ese sonido dulce y a la vez triste de ese ser que ha aparecido fugitivamente en mis sueños y que me vuelve a decir «Padre, te amaré siempre». Retumba en mí como un eco sin parar, no logro disminuir ni acallar su persistencia quizás porque es algo que deseo seguir saboreando y que me proporciona un profundo bienestar. He vuelto a recordar a mi hijo.
Me pesan los párpados, no soy capaz de levantar ni un dedo. Las fuerzas me han abandonado, ya no me queda nada. Intento hacer el último esfuerzo al volver a sentir esas manos cada vez más más cálidas y dulces acariciando ahora las mías, y alimentado por ello, sacando todo instinto moribundo pero aún vivo en mi ser, logro decir de manera casi inentendible y sorpresiva: «Hijo, yo también te he amado toda mi vida y así será siemp…».
Perderte fue un golpe bajo del cual nunca pude levantarme. Para ti seguramente fue más duro separarnos abruptamente a tan corta edad pero fuiste fuerte y supiste salir adelante. No permitas que tus nuevas generaciones sufran miseria semejante. No dejes que dos corazones que bombean la misma sangre dejen de latir juntos en armonía y amor.
Nubes grises y copiosas acorralan mi existencia. Densa humedad acompañada de oscuridad permanente. Lento camino de tristeza latente y de vacío consecuente.
Sensación de pérdida, partida finalizada con amplio marcador en contra. Voces del más allá, pregonando gran sabiduría y fortaleza me invitan a levantarme, a no perder la guerra y a luchar por lo que más quiero. Pero… ¿Qué es lo que realmente deseo en esta vida? ¿A quién quiero? ¿Acaso existe algo o alguien que pueda cambiar este rumbo sin freno y sin destino de un fracaso total sin vuelta atrás? En caso afirmativo ¿tendré fuerzas para ello y poder asumirlo?
Camino despacio, no hay prisa. Llega un punto en que da igual la hora, el día y la estación del año. Lo verdaderamente importante es una incógnita. Ni siquiera poseo una pregunta interesante a la cual pueda considerar como un acertijo simple o complejo. Cuando parece que todo es obvio y fácil recibo un recto al mentón que desarbola mi estabilidad, terrible golpe que siembra el germen de las dudas propiciando su creciendo sin vacilar en mi interior sin pausa ni sosiego, y lo que es peor, sin respuestas.
He vuelto a perder el rumbo. Terrible calamidad esta de no tener el dominio de la situación y verte rodeado de seres extraños que dicen quererte y conocerte. No les creo pero quiero dar la sensación de ser un hombre afable y cordial. Me llevan de su mano, elevan sus brazos y me alzan abrazándome fijamente. Los veo divagar al igual que yo, pero ellos lloran, sienten, sus ojos enrojecidos los delatan. Los míos, dicen ellos, parecen inexpresivos y perdidos.
Entro en un espacio cerrado lleno de obstáculos. Se encienden luces, se difuminan catones pero yo sigo a oscuras. Siento como me manipulan y manosean sin oponer resistencia. Me dicen que soy su muñeco, su maniquí de boutique. Me despojan de mis harapos húmedos y malolientes. Agua caliente que desatasca mis poros, relaja mis músculos y purifica mi piel. Golpe terrible e inmediato de cambio de calor sacude mi ser poniéndome firme mientras tirito del frío. Mi piel es pálida al igual que estas cuatro paredes que ahora me privan de libertad.
Vuelvo a oler bien. Desconozco a que asociar este instinto, esta agradable sensación. Me siento más liviano, hasta el punto de creer que puedo flotar, volar y perderme como una hoja en plena noche por la inmensidad de los bosques, hasta acabar caído y abandonado entre miles de otras hojas sin brillo y sin vida que han sido derrotadas y que nunca más volverán a levantarse. La lluvia, el viento y el rocío vendrán a visitarme cuando les llegue su turno. Seguiré estando durante mucho tiempo húmedo, lleno de moho. Gusanos e insectos posarán sobre mí, pero en un futuro no muy lejano quedaré terriblemente seco hasta resquebrajarme y perder para siempre mi insípida integridad.
Cada vez la congregación es mayor a mi alrededor. Vienen a visitarme y aun así me siento solo. Si pudiera recordar algo o a alguien, quizás no sentiría esta impotencia. ¿Quiénes son? ¿Por qué parece que sufren por mí? ¿Cómo es posible que no sepa nada de ellos ni de este mundo y pueda ahora estar haciendo todo este balance filosófico existencial? Hasta puedo dar la sensación de tener cordura y cierta coherencia. Definitivamente es contradictorio. Misterios de la ciencia seguramente. Ignorancia en modo «ON».
Siento posar sobre mi rostro unas manos cálidas. Me abrasan unas lágrimas densas que caen de sus ojos hasta surcar cada arruga de mi piel. Alcanzo a ver borrosamente sus labios que me dicen: «Padre, no marches aún por favor. Recuérdame. Invítame a tus sueños. Te amo». Después de mucho divagar -no sé si días, meses o años, la noción del tiempo vuelve a ser otra gran incógnita en mi mente- creo que empiezo a sentir emociones profundas. Mi corazón late fuerte, puedo oírlo. Intento no ahogarme y busco naufragar ante esas lágrimas que van llenando mi espacio con ese goteo incesante cayendo de sus ojos.
Llegan a mi nublada mente pequeños flashes inesperados. Un niño con gafas sonriendo mientras monta en un carrusel y fija su mirada en mí; exclamaciones e improperios de una mujer que se lo lleva vilmente sin motivo aparente; gritos de desesperación del niño y de impotencia de mi parte; ruptura y consecuente alejamiento; dolor en el alma compartido que la distancia ha alimentado hasta convertirla en crónica; abatimiento y desplomo. Ahora algo ha cambiado. Siento eso que llaman amor puro e inquebrantable. Primeras lágrimas que humedecen mis pupilas en mucho tiempo, dice alguien que se identifica como mi amigo del alma.
Un hombre anciano cargado de telas claras, adornos en el cuello y una cruz en la mano empieza a decirme en forma de susurros una verborrea de palabras en un idioma desconocido. Me unta con uno de sus dedos la frente de algo líquido y viscoso. Vuelvo a oír muchas voces melancólicas y desgarradoras repitiendo al unísono los mismos susurros ininteligibles, pero intento concentrarme solo en ese sonido dulce y a la vez triste de ese ser que ha aparecido fugitivamente en mis sueños y que me vuelve a decir «Padre, te amaré siempre». Retumba en mí como un eco sin parar, no logro disminuir ni acallar su persistencia quizás porque es algo que deseo seguir saboreando y que me proporciona un profundo bienestar. He vuelto a recordar a mi hijo.
Me pesan los párpados, no soy capaz de levantar ni un dedo. Las fuerzas me han abandonado, ya no me queda nada. Intento hacer el último esfuerzo al volver a sentir esas manos cada vez más más cálidas y dulces acariciando ahora las mías, y alimentado por ello, sacando todo instinto moribundo pero aún vivo en mi ser, logro decir de manera casi inentendible y sorpresiva: «Hijo, yo también te he amado toda mi vida y así será siemp…».
Perderte fue un golpe bajo del cual nunca pude levantarme. Para ti seguramente fue más duro separarnos abruptamente a tan corta edad pero fuiste fuerte y supiste salir adelante. No permitas que tus nuevas generaciones sufran miseria semejante. No dejes que dos corazones que bombean la misma sangre dejen de latir juntos en armonía y amor.