CF 2 - Crónicas de Imaginadantia: La puerta -David P(1º Jur)

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CF 2 - Crónicas de Imaginadantia: La puerta -David P(1º Jur)

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Crónicas de Imaginadantia: La puerta

Oscuridad. El Sol aparece por el horizonte y lo tiñe todo de naranja intenso. Luego tenderá al amarillo. Toca una ventana y la persiana de esta salta como un resorte. Luz. Un hombre se despereza bajo las sábanas. Se levanta. Es muy alto y muy arrugado. Su cabeza es desproporcionadamente grande y su cuello casi inexistente. Da la impresión de que aquella le salga de los hombros. Camina ligeramente encorvado. Es muy veloz para la fragilidad que transmite su aspecto. Se asea y se viste con un traje de rayas blancas y negras. Las rayas son curvas y desiguales, no siguen un patrón determinado. Además, se mueven, resultan hipnóticas. Desayuna. Sale al exterior y se despereza de nuevo. Mira hacia arriba y se extraña al no encontrar lo que busca. Otea los alrededores con ansiedad hasta que se detiene en un punto. Resopla aliviado. Entra en la casa y activa varios interruptores de palanca bastante voluminosos. Unos mecanismos en las vigas escupen vapor a presión y silban con violencia. Las vigas crujen y salen de la tierra despacio liberando la casa, que flota en el aire a medio metro del suelo. El hombre sale de nuevo al exterior, mira en la dirección en la que antes encontró lo que buscaba y rodea la casa para empujarla hacia allí.

La profesora de matemáticas se pasea entre los pupitres dejando los exámenes encima de éstos. Algunas notas las dice en voz alta. Las más destacadas, no siempre por buenas.
—Un dos con cuatro, Francisco. Hay que esforzarse más. Muy bien Noemí, un diez. Otra vez —dice.
Noemí se sonroja y esconde la mirada. La profesora le pone la mano en el hombro, no es su intención incómodarla, pero cree que es bueno que sus compañeros vean en ella un ejemplo en el que fijarse.
Terminan las clases. Noemí vive a un par de kilómetros de la escuela campo a través. Le gusta recorrer esos caminos. Algunos de ellos lo son porque ella pasa por allí todos los días, si no, serían más trigo, o más margaritas, o más amapolas. Camina casi con los ojos cerrados, mirando con la nariz, como los perros. Le gusta mirar así, puede ver cosas que los ojos no conocen, como la vanidad de las flores o el petricor, arrogancia de la lluvia que anuncia su llegada porque se sabe inexorable. También puede ver que algo no encaja. Se detiene, abre los ojos y mira alrededor por su derecha y luego por su izquierda. Ahí está. Pero no puede distinguir de qué se trata a tanta distancia, así que camina hacia allí taciturna moviendo la nariz. Parece una casa en medio de la nada. «¿De dónde habrá salido?», se pregunta. «¿Quién vivirá en ella?».

El hombre deja de empujar la casa. Se asoma por el lateral y mira hacia arriba. Resopla. «Pensaba que no pararía nunca», piensa. Da unos pequeños empujones más hasta que está a su gusto y entra para activar los interruptores de nuevo. Las vigas penetran en el suelo anclándola. Coge una silla plegable y sale al exterior, la abre y se sienta. Se levanta, cierra la silla y entra en la casa. Al rato sale con un sillón que coloca en el mismo sitio. Se sienta. Se levanta de nuevo, coge el sillón y entra en la casa. Vuelve a salir con un tablón de madera de unos dos metros de largo que deja en el suelo. Mira a su alrededor buscando algo que no encuentra. Entra otra vez en la casa. Sale con unos ladrillos, hace cuatro columnas y pone la tabla encima a modo de mesa. Regresa al interior de la casa y sale con un colchón que acomoda encima de la tabla. Se tumba y se relaja. «Ahora, sí», piensa.
—Hola —dice una voz.
—¡¿Qué?! ¡¿Quién anda ahí?! —grita sobresaltado.
—Me llamo Noemí. Su casa huele a coco. Se puede oler desde el camino —dice señalando.
—Está hecha con cáscara de coco. Ahora lárgate de aquí, niña —dice el hombre con desdén tumbándose de nuevo.
—Tengo quince años, ya no soy una niña.
—Pues lárgate de aquí, mujer. Déjame descansar. Llevo horas empujando la casa, estoy exhausto.
—¿Empujando la casa? ¿Así la ha traído hasta aquí? ¿Por qué?
—Porque sí. ¿Te vas a ir?
—Qué gracioso es usted —dice Noemí con una sonrisa inocente.
—Gracioso. Soy gracioso —Gruñe el hombre entre dientes.
—¿Y por qué no descansa dentro?
—Porque tengo que vigilar la puerta. —La chica mira la puerta de la casa extrañada—. Esa puerta no. ¡Esa puerta! —sentencia el hombre señalando hacia arriba.
Noemí mira sorprendida. Una puerta de madera muy vieja se suspende en el aire a diez metros del suelo. No tiene bisagras ni pomo.
—¡Hala! —exclama maravillada—. ¿Adónde va?
—Si prometes que después te vas a ir, te lo digo. —Ella asiente—. A Imaginadantia. Adiós.
—¿Imaginadantia? ¿Qué lugar es ese?
—Si contestas a una pregunta te lo digo: ¿Qué comen los perros?
—¿Los perros?, pienso, supongo.
—¿Quieres saber qué pienso? —La chica asiente con la cabeza—. Pues pienso que deberías irte... ¡y dejarme tranquilo! —grita el hombre. La cabeza le adquiere un tono rojo fuerte, parece que le vaya a estallar.
Noemí se queda paralizada unos instantes hasta que estalla en carcajadas. Cuando para de reírse, mira al hombre con ternura y se marcha. La esperan en casa y ya se ha entretenido demasiado.

Terminan las clases. Noemí coge un par de libros que utilizará para hacer un trabajo de redacción, una caja de metal con dulces caseros y se apresura a salir de allí.

La casa de cáscara de coco se tambalea de un lado a otro. Se oyen ruidos de golpes que salen del interior. También se oye un motor. Y un martillo neumático. Y un grito de dolor. Y esparadrapo. Y más golpes. Algunas paredes se comban violentamente hacia el exterior dejando escapar chorros de humo y luego vuelven a su sitio. Poco a poco cambia de forma. Más ruidos. Más contorsiones. Una casa completamente distinta. De cáscaras de coco.
El hombre sale al exterior jadeando. Tiene la ropa empapada en sudor. También la cabeza. Se desnuda en un lateral de la casa y acciona una manivela. Varios tubos con una ligera curvatura en la punta salen de la pared y giran sobre sí mismos repartiendo agua en espiral. Acciona otra manivela y el agua se convierte en espuma jabonosa. Se frota bien. De nuevo agua sola para aclararse. Cierra el agua y acciona una tercera manivela. Ahora soplan aire. El hombre abre los brazos y da vueltas sobre sí mismo. Cuando está seco, desconecta los tubos, se viste con un traje limpio igual que la anterior y se tumba en la cama visiblemente cansado.
—Hola.
—¡¿Pero qué...?! —exclama sobresaltado—. ¿Tú otra vez? ¿Se puede saber qué es lo que quieres?
—Le he traído unos dulces —dice Noemí. Extiende los brazos con la caja.
—¿Por qué no...? ¿Por qué...? —balbucea el hombre sin apartar la vista de la caja que la chica le ofrece—. ¿Unos dulces, dices?
—De avellanas, vainilla y miel. Los he hecho yo.
—¿Tú? Seguro que están malos —dice con desdén. La chica abre la caja, coge un dulce y lo muerde. El hombre retira la mirada—. ¡Quiero que te vayas! —refunfuña.
—Bueno, si es lo que quiere... —dice ella con la boca llena. Apenas se la entiende.
—Puedes dejar la caja si quieres —dice él de espaldas a la chica.
—Podría dejarla —contesta ella con los carrillos. Habla como puede—. Si no los hubiese probado.
El hombre mira por encima del hombro y farfulla de mala gana:
—Está bien, puedes quedarte —dice. Se incorpora, se sienta en el borde de la cama y extiende los brazos—. Dámelos.
—Se los doy si me contesta a una pregunta.
—No, me los das porque dejo que te quedes —protesta—. Dámelos te digo.
Noemí le da un buen bocado al dulce y lo saborea. El hombre aparta la mirada. Ella hace ruidos de placer. Él se tapa los oídos. Ella acerca la caja a su nariz y él intenta arrebatársela, pero Noemí es más rápida. El hombre la mira con el morro arrugado.
—Está bien —refunfuña con resignación—. Una pregunta.
—¿Qué es imaginadantia? —dice ella. El hombre se hace el remolón y Noemí introduce la mano en la caja—. Creo que cogeré otro.
—¡¿Qué haces?! ¡Te los vas a comer todos!
—Si no los quiere —dice ella masticando. Apenas se la entiende.
—¡Vale, vale! Pero dame uno, por favor.
Noemí le da un dulce, se sienta a su lado en la cama y durante un rato mastican sin hablar. Solo se miran. El hombre coge otro. Y otro. Y otro más.
—Pues... sí que... están ricos —dice a carrillos llenos—. ¿Y dices... que... los has... hecho tú?
—¿Le gustan?
—Deliciosos. Deliciosos.
—¿Se los va a comer todos? —dice Noemí.
—Creía que los habías traído para mí. —Ella asiente—. Entonces yo decido cuando me los como. —Noemí sonríe con ternura—. Imaginadantia —dice el hombre limpiándose la boca con la manga. Coge otro dulce de la caja y lo sostiene frente a la chica—. Imagina que este dulce tiene ojos. —Noemí asiente con entusiasmo—. Ahora imagina que tiene brazos. Y piernas. Imagina también que te habla. ¿Lo has hecho? ¿Lo has imaginado? —Ella asiente de nuevo—. Si lo has imaginado, ya existe.
—No lo entiendo.
El hombre señala la puerta arriba, en el aire. Noemí se maravilla.
—Cualquier cosa que hayas imaginado está ahí. Y lo que imagines, estará.
Durante un buen rato, Noemí no deja de mirar la puerta con anhelo. El hombre come dulces sin parar.
—¿Ha ido usted alguna vez? —dice ella.
—Muchas.
—¿Puedo ir yo?
—No.
—¿Por qué?
—Porque no.
—Eso no es una respuesta —dice Noemí indignada.
—Pues yo creo que lo es. Y no puedes ir.
—Pero usted va.
—Cuando es necesario. Es mi trabajo —dice el hombre sin parar de comer.
—¿Y cuándo es necesario? Creía que su trabajo era vigilar la puerta.
—Haces muchas preguntas, jovencita. ¿Sabes contar? Porque yo sé contar y hace tiempo que has sobrepasado el límite de una.
—No es justo. Usted sigue comiendo.
—Los términos del acuerdo los has establecido tú. Y yo he cumplido mi parte. Tú, sin embargo, sigues aquí. Y sigues haciendo preguntas —dice el hombre. Ladea la caja de los dulces, ya vacía, le da unos golpecitos para despegar las migas de las paredes, las amontona en un rincón y se la lleva a la boca. Hecha la cabeza hacia atrás y deja caer las migas—. No hay más, puedes irte —gruñe con desdén dejando la caja en el regazo de la chica.
—¿Por qué está ahí arriba?
—Las puertas están donde están. Saber por qué está ahí arriba no te ayudará a cruzarla. ¿Tienes hora? —dice mirando las muñecas desnudas de la chica.
—No —contesta ella confundida.
—Yo sí. ¿Quieres saber qué hora es? —La chica se encoge de hombros—. ¡Es hora de que te vayas! —exclama con energía. Se tumba en la cama y se gira hacia el otro lado.
Noemí está desconcertada. Pero en seguida se recompone y ríe a carcajadas. El hombre mueve la cabeza para mirarla.
—¿Aún sigues aquí? —dice.
—Es usted muy gracioso.
—Pues no quiero ser «un hombre gracioso», quiero ser «un hombre solo». ¿Me ayudas?
—¿Tampoco quiere ser «un hombre comiendo más dulces»?
—¿De qué hablas?, se han acabado —dice él con desdén.
—He imaginado una caja llena de los dulces que se acaba de comer. Ahora estará allí —dice señalando la puerta arriba.
—Cualquiera puede imaginarlo —refunfuña.
—Sí, cualquiera puede imaginar unos dulces con el aspecto que tenían los míos, pero solo yo conozco los ingredientes y la proporción de cada uno —dice Noemí. Mira de reojo al hombre—. La caja que he imaginado es de color marrón con lunares blancos. Podríamos ir a buscarla.
—Podrías irte a tu casa.
Después de una pausa, Noemí se levanta.
—Pues si no quiere que vayamos a buscarlos, me marcho.
El hombre se incorpora y se gira para comprobarlo. La sorpresa de su rostro da paso a la oportunidad. Ella, de espaldas a él, Sonríe.
Noemí cree que es suficiente, da media vuelta y regresa. Se oculta en la distancia para no ser descubierta. El hombre no está en la cama. La puerta de la casa se abre y este sale de ella con una escalera de madera sencilla de un metro de altura. La apoya en el suelo debajo de la puerta de Imaginadantia y los largueros crecen y los peldaños se reproducen hasta alcanzarla. Sube por ella y cruza al otro lado. Noemí se acerca a la escalera, la agarra con firmeza y duda. Mira hacia arriba y sin darse cuenta tiene un pie en el primer escalón. El segundo pie sube al segundo escalón. El primer pie avanza al tercero... Está arriba. Empuja la puerta. Entra.
Color. Rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil, violeta, rosa. Camina. El intenso aroma le hace entornar los ojos y respirar profundamente. Pero no los cierra, no esta vez. No quiere perder detalle de todo lo que ve. Nota un tirón en la muñeca izquierda, alguien intenta arrancarle el reloj.
—¿Qué haces? —dice Noemí mientras retira el brazo en un acto reflejo. Se sorprende al ver quién quiere robarle—. ¿Eres un violín?
—Sí, lo soy. ¿Por qué? ¿Acaso eres linonofóbica? —Ella frunce el ceño y niega con la cabeza—. ¿Xilofóbica? ¿Melofóbica? —Noemí se encoge de hombros—. ¿Me lo das? —dice. Forcejea con la chica para quitárselo de la muñeca.
—No —contesta ella. Retira la mano y la correa se desprende de la caja—. ¡Me lo has roto!
—¿Entonces ya no lo quieres? —dice el violín con tono suave.
—¡Claro que sí! —contesta Noemí.
—Lo necesito. ¿Por qué no me lo das?
—Porque es mío.
—Eso no es un motivo, si me lo das dejará de ser tuyo. Anda, dámelo.
—No. ¿Por qué necesitas mi reloj?
—Porque no tengo sentido del tiempo —Noemí se extraña—. Te haré una demostración. Interpretaré un tema que me gusta mucho: November, de Max Richter.
El arco ataca con violencia las cuerdas y un ruido atronador de tan solo unos segundos obliga a Noemí a taparse los oídos.
—¿Qué ha sido eso? —pregunta.
—Te lo he dicho: November, de Max Richter. De principio a fin.
—¿La has tocado entera?
—Enterita. ¿Ves lo que te digo? Necesito tu reloj.
—No es un reloj lo que necesitas —dice Noemí. Cierra los ojos, extiende una mano, se concentra y un metrónomo de madera aparece en ella—. Toma —dice. Pone el metrónomo en el suelo y lo hace funcionar—. Prueba con esto. Interprétala otra vez.
El violín desconfía, nunca ha visto algo así y no sabe lo que es, pero alza el arco y este se desliza con suavidad por las cuerdas al ritmo marcado por el metrónomo. El violín se sorprende y se deja llevar. Las notas se abren paso por los oídos. Noemí tuerce la cabeza, le gusta lo que oye. Otros violines, violas y chelos se acercan y lo acompañan en la interpretación. Noemí se emociona. Guarda el reloj roto en el bolsillo, se despide con la mano y se marcha con la música de fondo. El violín sonríe agradecido. Y sigue interpretando.
Noemí ve un río que serpentea a metro y medio del suelo. Se acerca, mete una mano en el agua y se la lleva a la boca. Está fresca. Y dulce. Se agacha para cruzar al otro lado por debajo. Puede ver martillos con ojos nadando corriente arriba. Un diminuto submarino va tras ellos disparando clavos. Al otro lado, una manada de elefantes de patas extraordinariamente largas y delgadas cruza delante de ella. Llevan edificaciones en sus lomos. Sigue caminando, el hombre no debe estar lejos. Cruza un camino de baldosas amarillas para llegar a una construcción, tal vez el hombre esté dentro. Una especie de oso erguido con aspecto de simio peludo, de un metro de altura, vigila una puerta. Sostiene un palo un poco más alto que él con una punta de lanza atada a un extremo. Le niega el paso. Ella intenta preguntar, pero no se entienden. El centinela se pone agresivo y Noemí retrocede y cae al suelo.
—¿Necesitas ayuda? —dice una voz a su espalda.
Noemí gira la cabeza con recelo. Un hombre joven le tiende una mano. Su aspecto es agradable. Viste un traje de dos piezas de color azul y beis, pero de patrón indefinido, cambiante: El pantalón es azul y se va tiñendo de beis de abajo arriba, mientras que la chaqueta es beis y se va tiñendo de azul de arriba abajo, ambos sincronizados. Cuando el proceso termina, el pantalón se vuelve azul de repente, la chaqueta beis, y comienza de nuevo.
—Estoy buscando a un hombre —dice ella. Coge su mano y se levanta.
—Pues no lo encontrarás ahí dentro, te lo aseguro. Vayámonos de aquí.
—¿Cómo te llamas? —pregunta Noemí. Se sacude la ropa y caminan.
—Onai. Eres nueva por aquí, ¿verdad?
—Yo me llamo Noemí. Sí, soy nueva.
—Encantado, Noemí. ¿Y cómo es ese hombre que buscas?
Noemí le describe al hombre y le cuenta lo de la caja de dulces.
—¿Una caja de dulces, dices? ¿La imaginaste en algún sitio en concreto, o solo la imaginaste?
—Solo la imaginé —dice la chica.
—Entonces debe estar en Dulceria. Aquí las cosas funcionan con cierta coherencia, ¿sabes? Si imaginas un pastel en tu mano, aparecerá ahí, pero si no imaginas un contexto, aparecerá en Dulceria.
—¿Dulceria?
—Te gustará, ya lo verás. Está por allí, a unos pocos pasos. —Noemí frunce el ceño mirando en la dirección que Onai señala. Hasta donde puede ver, no hay nada. Le mira a él confusa—. No vamos a ir andando —dice divertido—. Solo tienes que imaginar que estás allí —señala—, donde alcanzas a ver, y estarás. A eso le llamamos paso.
Noemí se fascina y lo pone en práctica. De repente está donde había imaginado. Mira a su alrededor con los ojos bien abiertos. Onai señala en una dirección y ella vuelve a imaginar para desplazarse hacia allí. Y otra vez. Y otra. Y llegan a un bosque. Noemí siente que algo cruje a sus pies. Lo recoge. Es un fruto de cáscara muy dura, parecida a la de las almendras. Termina de romperla y observa que la semilla es una moneda. Mira hacia arriba y descubre con asombro que las hojas de los árboles son billetes. Onai le toca el hombro y señala de nuevo. Ella se guarda la moneda en el bolsillo e imagina. Desde donde aparecen esta vez pueden ver Dulceria y deciden caminar el último tramo. Un número cuatro de un metro de altura se acerca a ellos y les ofrece un tarro.
—¿Un deseo? —dice con voz profunda.
—No, gracias —contesta Onai con cortesía. Noemí le mira extrañada—. Son deseos —explica él—. Deseas algo, abres el tarro y se cumple.
—¿En serio? —Saca la moneda que se guardó en el bolsillo y se la ofrece al cuatro—. Deme uno.
—¿Qué demonios es eso? ¿Una moneda? Pero si crecen en los árboles —dice el cuatro —. ¿No tienes otra cosa? ¿Un aspa? ¿Una radical? ¿Unos paréntesis?
—Tengo un reloj, pero está roto. —El cuatro retira la mirada con desdén—. ¿De dónde saco esas cosas? —dice la chica mirando a Onai.
—Solo tienes que imaginarlas.
—Entonces, ¿para qué sirven los tarros? —pregunta confusa. Onai asiente con condescendencia.
—Me quedaré con la moneda —dice raudo el número. La coge de la mano de Noemí y pone el tarro en su lugar—. Estoy cansado de ser un cuatro.
Noemí se guarda el tarro y el número cuatro se transforma en cinco. Este observa su nuevo aspecto y se congratula. La chica lo mira confusa hasta que oye la voz de Onai que apremia a su espalda.
—Vamos. Está ahí mismo —dice—. ¿Qué le ha pasado a tu reloj?
—Me lo ha roto un violín poco después de entrar por la puerta.
Noemí le explica toda la historia con el violín. Onai se extraña.
—¿Una puerta, dices? Pensé que habías aparecido sin más. Aquí las cosas aparecen de la nada, no están y, de repente, están.
—No, no he aparecido sin más. Vengo del mundo real —dice ella.
Onai se interesa por el origen de Noemí. Existe un libro: Realidades, que habla de un mundo diferente a Imaginadantia, pero él siempre ha creído que se trataba de fabulaciones. Habla de una puerta y su guardián, pero no dice nada de su localización. Interroga a Noemí sobre las cosas que ha visto desde que la cruzó para descubrir dónde está con exactitud.
—Hemos llegado—dice señalando—. Yo no puedo acompañarte.
—¡Oh! —exclama Noemí con tristeza—. Muchas gracias, me has ayudado mucho. ¿Seguro que no puedes quedarte? ¿Es que no te gustan los dulces?
—Me gustan, pero tengo que marcharme. Seguro que nos vemos pronto.
Onai da media vuelta y camina con paso ligero. Noemí mueve la mano para despedirse y observa cómo se aleja durante un rato. Se gira, mira el gran arco que da la bienvenida a Dulceria y camina hacia él.
Huele muy bien. A vainilla, a canela, a chocolate... A la derecha hay un pasillo flanqueado por sendas filas de tallos a ambos lados, terminados estos en una base redonda, en las que descansan toda clase de tartas. El pasillo parece no tener final. A la izquierda, cientos de acacias mimosas florecen racimos de golosinas. Más adelante unos arbustos se dejan vencer por el peso para que millares de cupcakes cuelguen de sus ramas como gotas de agua a punto de caer. Noemí camina durante varios minutos mirando a izquierda y derecha hasta que llega a un edificio con la palabra: empaquetados, en un letrero bien grande y visible en lo alto de la entrada. Se asoma con recelo al interior y pasa despacio. Es más grande por dentro que por fuera. Mucho más grande. Las dimensiones no encajan, pero eso es algo que ya no le extraña. Hasta donde le alcanza la vista hay bolsas, paquetes y cajas de todos los tamaños y diseños. Sin duda es el lugar, su caja de dulces debe estar aquí. Y el hombre, también. Recorre largos y laberínticos pasillos de estanterías llenas hasta que oye ruidos. Los sigue. Gira a derecha e izquierda una vez, y otra, hasta que le encuentra. Está sentado comiendo dulces de dos en dos. Hay una caja marrón con lunares blancos, vacía, a sus pies. Levanta la cabeza sorprendido y deja de masticar. Se pone colorado. Durante unos instantes no hace nada, luego frunce el ceño, se levanta y camina hacia Noemí.
—Tú no puedes estar aquí —dice con brusquedad—. Venga vámonos.
—¿Por qué no? —pregunta Noemí.
—Porque no. —Ella se detiene y adopta una postura que no cambiará si no obtiene una explicación—. Porque los habitantes del mundo real no saben de la existencia de Imaginadantia y viceversa —dice el hombre con resignación.
—No lo entiendo, ¿por qué ocultarse los unos de los otros?
—De acuerdo, pero sigamos, tenemos que salir de aquí —dice tirando de ella—. Los humanos sois capaces de lo mejor y de lo peor al mismo tiempo. Si conocieseis este lugar no tardaríais en venir, imaginar un arma superpoderosa y regresar con ella para usarla contra vuestros enemigos. También ellos vendrán, y harán lo mismo. ¿Y quién quedará al final? Además, aquí hay criaturas diabólicas que no deberían cruzar la puerta al otro lado, criaturas imaginadas por vosotros.
—¿Por eso la vigila? —El hombre asiente—. ¿Y cómo podría usted impedir que una criatura diabólica la cruce? —pregunta Noemí.
El hombre se detiene, mira a su alrededor y se acerca a una mariposa que revolotea. Extiende la mano debajo de ella y esta cae paralizada. La coge con cuidado, se la muestra a la chica y la deposita en una rama con suavidad. Hace lo mismo con una abeja azul y naranja que se alimenta del polen de una flor cercana. Cuando se aleja de ellos, los insectos vuelven a la vida. Noemí sonríe maravillada.
—Es el traje —dice el hombre. Ella se señala y hace ademán de hablar, pero él se adelanta—. Solo funciona con los habitantes de aquí. Alguien lo imaginó así —dice encogiéndose de hombros.
—¿Alguien? ¿Quién?
—¡Haces muchas preguntas! Venga, démonos prisa.
—¿Y por qué ha dejado la puerta sola si es tan importante?
—Si no se lo dices a nadie, yo no diré que tú has estado aquí. Además, ha sido culpa tuya, tú has imaginado los dulces. —La chica le ofrece una mano y asiente. El hombre se la estrecha—. No te preocupes, ya te he dicho que ninguno conoce la existencia del otro y, por tanto, no conocen la puerta.
—Pero podrían imaginar una —dice Noemí.
—¿Imaginar una? ¿Adonde? No puedes imaginar una puerta si no conoces el otro lado, no iría a ningún sitio. No, solo hay una y nadie la sabe de su existencia—. Noemí se detiene—. ¿Qué te pasa? —Ella agacha la cabeza—. ¿No habrás imaginado una? —Ella niega con la cabeza—. ¿Entonces? ¿Le has hablado a alguien de la puerta? —Noemí no contesta—. ¿Lo has hecho?
El hombre monta en cólera y apremia aún más a Noemí para que se de prisa y llegar cuanto antes al mundo real. En el viaje la interroga para saber qué es lo que ha contado y a quién. Ella no omite ningún detalle. Cuando llegan y cruzan al otro lado, el hombre inspecciona la puerta en busca de indicios.
—De todos los habitantes de Imaginadantia tenías que contárselo a él —gruñe con la nariz pegada a la puerta—. Espero que no haya cruzado. Si lo ha hecho, es el fin. ¡Si te hubieras ido cuando te lo dije y no me hubieses molestado más! —grita.
La chica agacha la cabeza apesadumbrada, pero, de repente, cambia el gesto a uno más duro y grita:
—¡Si me hubiera explicado usted las cosas en vez de ser tan gruñón!
—¡Si no hubieras venido por aquí a molestar no tendría que explicarte nada! —El hombre da un salto hacia atrás confundido—. ¿Has notado eso? —pregunta. La chica se encoge de hombros—. Esa sensación de haber vivido esto antes.
—Pues sí —contesta Noemí—. ¿Usted también? ¿Qué significa?
—Ha sido él, está aquí. Es el fin —se lamenta—. Y ha sido culpa mía. ¡No, ha sido culpa tuya! —grita.
—¿Cómo sabe que está aquí?
—Onai es atemporal. He debido descubrir algo en la puerta que me ha indicado que ha cruzado, he ideado alguna manera de dar con él y devolverlo a Imaginadantia y él ha venido, ha destruido esa pista en la puerta y no he descubierto nada. Por eso tenemos lesa sensación los dos, porque ya lo hemos vivido antes.
—¿Puede viajar en el tiempo?
—No, te lo he dicho, es atemporal. —Noemí se encoge de hombros. El hombre suspira con resignación—. Significa que vive fuera del tiempo, en el pasado, el presente y el futuro al mismo tiempo. Y ahora está aquí y me temo que no hay ninguna manera de devolverlo allí, porque él desbaratará todo lo que hagamos —se lamenta de nuevo.
Durante unos minutos, el hombre da vueltas pensativo. Sopesa las consecuencias de lo que acaba de descubrir. Noemí hace lo propio, pero se centra en intentar solucionar el problema que ha creado.
—Puede que sí la haya —dice con la mano en el bolsillo. El hombre la mira confuso—. Una manera de devolverlo allí —explica. El hombre se acerca y se interesa por lo que tiene que decir. Noemí saca el reloj roto de su bolsillo y se lo muestra—. Se me rompió después de cruzar la puerta. Le hablé a Onai de ella cuando me preguntó qué le había pasado. —El hombre frunce el ceño—. Imaginaré una trampa para atrapar a Onai que solo funcione con este reloj tal y como está: roto. Para impedir que le atrapemos, él deberá evitar que el reloj se rompa. Si no se rompe, no me preguntará por él y yo no le hablaré de la puerta.
El gesto del hombre se suaviza poco a poco. Va de la confusión a la sorpresa y de la sorpresa a la alegría. Los ojos se le llenan de agua y una lágrima resbala.
—¿Está llorando? —pregunta Noemí.
El hombre señala el reloj de la chica. Ella lo mira: no está roto.
—¿Qué significa?
—Que lo hemos hecho y ha funcionado —dice. Se limpia los ojos, se suena la nariz y se sienta en la cama—. Ahora puedes irte—. Ella sonríe, se gira y camina—. ¿Vendrás mañana a molestar? —Noemí asiente— ¿Traerás dulces?

Una luz intensa dibuja líneas en el aire. Cuando se apaga, hay una puerta en su lugar. Se abre. Un hombre joven de aspecto agradable la cruza. Viste un traje de dos piezas de color azul y beis, pero de patrón indefinido, cambiante: El pantalón es azul y se va tiñendo de beis de abajo arriba, mientras que la chaqueta es beis y se va tiñendo de azul de arriba abajo, ambos sincronizados. Cuando el proceso termina, el pantalón se vuelve azul de repente, la chaqueta beis, y comienza de nuevo.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Re: CF 2 - Crónicas de Imaginadantia: la puerta

Mensaje por Berlín »

Bueno, no he podido evitar pensar en Alicia en el país de las maravillas y en una peli en la que sale una casa que vuela y en un viejo gruñón, pero solo me lo ha recordado, porque luego tu relato se sostiene solo todo el tiempo. Y muy bien. Me ha parecido un gran despliegue de imaginación y los diálogos son deliciosos e ingeniosos, cosa difícil. Muy bien, por mi parte ninguna pega. Ha sido un gran placer leerte.

Creo que he visto un par de errorcillos sin importancia, pero está muy bien escrito.

Felicidades. Has llevado a tu hijo muy bien peinado al colegio.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Frigg
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Re: CF 2 - Crónicas de Imaginadantia: la puerta

Mensaje por Frigg »

A mí también me ha recordado a un montón de historias de fantasía conocidas, pero con el toque original del autor/a, al que desde luego no le falta imaginación.
Me gusta la personalidad del guardián de la puerta. Me lo imagino como el típico leprechaun, avaro, gruñón y precisamente por ello enternecedor y divertido.
Hay algo en la historia que me chirría bastante...
Al principio, el guardián de la puerta le dice que si sabe qué hora es al observar que la chica no tiene reloj. Sin embargo, luego el resto de la historia gira precisamente en torno a ese reloj, que aparece en la muñeca de la protagonista sin darnos una explicación a por qué de repente sí que lleva.
Son ese tipo de incoherencias (que a lo mejor tienen un sentido y a mí se me escapa) las que me hacen salir un poco del relato, y es una pena, porque por lo demás me parece que es un texto divertido y con gancho.
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Landra
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Re: CF 2 - Crónicas de Imaginadantia: la puerta

Mensaje por Landra »

*perdón comentario duplicado y no sé borrarlo.
Última edición por Landra el 17 Oct 2016 22:44, editado 1 vez en total.
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Landra
Me estoy empezando a viciar
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Re: CF 2 - Crónicas de Imaginadantia: la puerta

Mensaje por Landra »

Copio/pego desde el word:

La historia me gusta, el personaje cascarrabias es el típico personaje que adoro, los mecanismos que activan la casa me han sorprendido al igual que la puerta suspendida en el aire.

Dicho esto, cuidado con la ortografía (peor soy yo que me tienen que ayudar a darle un repaso a todos mis textos…) y las incoherencias como
el reloj
… es el error más gordo que has cometido. Pero que sepas que la historia me ha gustado y no vas mal de puntuación.

Enhorabuena y suerte Autor!
F: 5 H: 5 E: 4 G: 7
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Topito
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Re: CF 2 - Crónicas de Imaginadantia: la puerta

Mensaje por Topito »

Hasta que cruzan lq puerta me ha encantado el relato. Luego... se me desinfla como un globo roto.

Cierto es que el inicio, lo que más me ha gustado se asemeja a la gran película "Up", tanto en la casa volante como en los personaje de viejo gruñón y adolescente toca pelotas. Pero es que es tan buena "Up" como el inicio de tu relato que no me importa las semejanzas.

Después, me parece que sobra ciertos pasajes para darle más fluidez al texto. Centrarse en los puntos que necesitamos para concluir el relato. Se me ha hecho algo tedioso el andar de la protagonista por Imaginadantia.

No obstante, me parece una gran historia infantil.

Buen trabajo. Y suerte en el concurso.
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zilum
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Re: CF 2 - Crónicas de Imaginadantia: la puerta

Mensaje por zilum »

:hola:

¡Menudo mundo que has creado! :alegria: Originalidad por los cuatro costados. Primero destacar que la lectura me resultó muy fluida y agradable, escribes muy bien. Lo único que me chirrió es que se me hizo un poco largo cuando empleas el recurso de las frases cortas con punto y seguido. Entiendo lo que buscas, pero como lector se me hizo largo, incluso me agobió hasta que luego el cielo se despejó con tu excelente narración.

La relación entre el hombre y Noemí (tiene 15, pero me encaja más que tuviera 10, 11...) es lo mejor sin duda. Sus conversaciones son una delicia y ambos son unos cracks!! Menudo guardián de la puerta jejeje, que deja su puesto por unos dulces. Parecía tal cuál un niño pequeño gruñón. Luego la historia creo que está muy bien, sobre todo por la fantasía que desprende cada escena. Sí, recuerda a Alicia en algunas cosas, pero mejor... Aquí puedes tener lo que imagines... Eso es un sueño, pero también peligroso si no tienes control.
Imagínate que Gavalia atraviesa esa puerta... la que puede liar!!! :noooo:
.

El final me dejó el pensamiento de que la historia queda abierta para una segunda parte... Onai atraviesa la puerta!! ¡¡¡Aclaraciones autor/ra!!!

Felicidades por tu trabajo, has creado un mundo con posibilidades infinitas. Mucha suerte!!
:60: :60: :60:
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jilguero
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Re: CF 2 - Crónicas de Imaginadantia: la puerta

Mensaje por jilguero »

:hola: En pista de despegue. Aunque el vuelo no será hasta la tarde. Toca trabajar... :wink:


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Isma
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CF 2 - Crónicas de Imaginadantia: la puerta

Mensaje por Isma »

La niña estaba sentada en la acera. Con un brazo se sujetaba las rodillas, pensativa, y con la otra mano jugaba con un palito y unas hojas. Cubría su cuerpo una gabardina demasiado grande que le obligaba a remangarse. El pelo negro, revuelto y encrespado, dejaba entrever una cara redonda en la que unos ojos grandes miraban con intensidad. Iba descalza.
—¿Qué te ha parecido?
Había llegado a su lado y le había recitado el cuento. Ella me había dejado hacer, y yo me había crecido ante su escucha paciente. Le había puesto voces a los personajes e incluso había decorado con algunas onomatopeyas los eventos más sorpresivos. Ella se había limitado a sonreir y a escuchar. De vez en cuando asentía. Y eso era todo.
—¿Entonces? ¿Qué?
Soplaba una brisa ligera que hacía aletear los bajos de la gabardina en el suelo y revolotear a las hojas caídas. Al final de la calle me pareció ver a un barrendero, que se movía tan despacio que parecía no estar allí. Yo estaba desconcertado. ¿Será que no le había gustado el relato? Iba a levantarme cuando ella habló.
—Los adultos siempre tenéis prisa. Quédate conmigo un rato más.
Esperé. La brisa formaba remolinos en el asfalto. Una de las hojas parduzcas quedó atrapada en una pequeña hélice de papelitos y polvo, y se elevó danzando frente a nosotros. Ella estaba con la boca abierta y sus ojos chispeaban de alegría. La hoja giró y giró, tocando el suelo con la punta para volver a elevarse, ballet de lágrimas de árbol, dedo de rama, bebedora de sol, hermana del aire. Quise que ese momento durara para siempre.
—Ajá. Ahora sí —dijo ella—. Todo llega si uno sabe esperar.
»La niña del cuento me ha recordado mucho a mí misma. Imaginandia se encuentra en el corazón y sus puertas están por todas partes. Quisiera que cada persona pudiera encontrar su Imaginandia particular. Creo que muchos de los problemas de nuestro mundo se resolverían si todos lo hicieran.
—¿Crees que es una metáfora, entonces?
Ella me miró. Sus ojos eran tan cálidos. Sonrió y extendió una de sus manos, arremangada en la enorme gabardina, para limpiar una lágrima de mi rostro.
—¿Tú que crees? —respondió. Yo me demoré un rato antes de responder. El barrendero había avanzado por la calle y ahora se encontraba muy cerca de nosotros. Me sorprendió el tiempo que llevábamos allí sentados. Quizás horas, pero ¡cuán placenteras!
—Yo creo que Imaginandia eres tú.
Última edición por Isma el 22 Oct 2016 00:01, editado 2 veces en total.
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Isma
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Re: CF 2 - Crónicas de Imaginadantia: la puerta

Mensaje por Isma »

Ahora que he dejado a Momo ahí, te comento alguna cosa más.

A mí me ha gustado, aunque creo que es más adecuado para un concurso de literatura infantil que para fantasía. Me está pasando eso con otros relatos del concurso así que será cosa mía. Pero la idea es buenísima y la ejecución espectacular. Los diálogos le dan un ritmo estupendo, porque eso es lo que hacen, dar ritmo y tono dramático. Los personajes están muy bien caracterizados y se distinguen con facilidad. Y la imaginación te sobra, autor, te sale por los poros. Eso es genial y fantasía al 100%.

Te comento algunas cosillas que quizás se puedan mejorar. El arranque, con el tema del sol que sale, es algo convencional. Me recuerda el cliché del estado del tiempo, aunque no es lo mismo. Otra cosa es que me ha parecido algo largo de extensión, pero bueno, está en el concurso así que nada que objetar. Además no se hace pesado ni mucho menos. El final me ha chocado un poco: cuando pensaba que el tema de Onai estaba resuelto, nos enteramos de que no lo está. Y ya había sido necesaria una cierta credulidad para entender el tema atemporal previo, así que esa nueva vuelta de tuerca puede que sea mejor evitarla. Y por último una tontería.
Se oyen ruidos de golpes que salen del interior. También se oye un motor. Y un grito de dolor. Y esparadrapo. Y más golpes.
Supongo que se puede oir el ruidito que hace el esparadrapo al cortarse, pero piensa que es un objeto rodeado de sonidos. Creo que no queda bien.

Es un relato trabajadísimo y muy muy resultón. Ojalá que lo extiendas a un formato más largo, si esa es tu intención por el título. ¡Enhorabuena!
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jilguero
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Re: CF 2 - Crónicas de Imaginadantia: la puerta

Mensaje por jilguero »

Autor, lo de la casa echando vapor y el hombre empujándola para colocarse debajo de la puerta me ha encantado. Tan es así, que esa primera parte te diría que está entre los textos en cabeza de los que llevo leídos. El comienzo del diálogo también me resultó simpático, pero luego me llega a cansar un pelín (solo un pelín, ojo), tal como me pasa con Alicia, con quien guarda cierto aire, pero sin dejar por eso tu texto de tener originalidad. Eso sí, aunque no sé decirte bien por qué, una vez traspasa la puerta, la historia ya me interesa menos. Bueno, tal vez si sé por qué: soy, por desgracia, una adulta y, como tal adulta, crearme un mundo nuevo que me satisfaga es casi imposible. Es decir, para lectores como yo, que ya no son muy aficionados a las historias infantiles, hubiese sido mejor no traspasar la puerta y recrearte en este lado: tu realidad me ha ha parecido preciosa. Así, pues, muy bien por la primera mitad de la historia y solo bien por la segunda parte. Y el final no lo he entendido. :shock:

En lo formal lo veo bastante bien. No es mi forma de escribir y por eso poco te puedo aportar.

Autor, a pesar de lo que te he dicho, no te engañes: tu relato me ha dejado muy buen sabor de boca. ¡Mucha suerte! :60:


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Gisso
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Re: CF 2 - Crónicas de Imaginadantia: la puerta

Mensaje por Gisso »

Esta es una historia que le encantaría a Tim Burton (o haber escrito yo :lol: ). Está llena de fantasía y de buenos momentos, pero, ¿sabes qué? Me deja la sensación de "deja vu", como les pasa a los personajes al final, de haber visto ciertas cosas antes. Por otro lado, justo en el momento que le hacen la trampa no me convence, porque ellos no viajan en el tiempo sino Onai (vale, es atemporal). Aunque pueden crear una máquina del tiempo imaginándola :roll: . De todas formas, si lo hicieran, tal como va contando la trampa se debería de ir cumpliendo, con lo cual no se sorprenderían de que el reloj estuviera bien. No sé si me explico... o mejor me lo explicas que ha ocurrido ahí al finalizar el concurso :lista: . El personaje gruñón es el que más me gusta y sus conversaciones con la niña, aunque esta me falla un poquito. Onai me lo he imaginado personificado en Jhonny Depp :lol:
Por último, autor/a, ¿Imaginadantia es un mundo paralelo o vecino de mi Imagimundo :cunao: ? Pueden hacer grandes cosas juntos...
Última edición por Gisso el 21 Oct 2016 23:57, editado 1 vez en total.
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Megan
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Re: CF 2 - Crónicas de Imaginadantia: la puerta

Mensaje por Megan »

Estoy de acuerdo con Gisso, sería un buen guión para Tim Burton :D (al cual admiro mucho)
La primer parte, cuando se encuentra el gruñón y la niña, es perfecta.
Después se complica un poco seguirla, a pesar de que describes muy bien las situaciones y los personajes.
Que tengas mucha suerte :60:
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Gabi
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Re: CF 2 - Crónicas de Imaginadantia: la puerta

Mensaje por Gabi »

También me hizo acordar a Up.
La verdad es que no me convenció mucho. Lo veo poco original, trillado.
Lo siento, lo bueno es que a la mayoría le gusto :D
Muchas gracias por compartirlo y suerte!
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Escritoradesueños
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Re: CF 2 - Crónicas de Imaginadantia: la puerta

Mensaje por Escritoradesueños »

Lo primero que voy hacer en mi comentario es felicitar al autor por ceñirse tan bien al tema del concurso. Por ahora es el relato más fantástico que he leído. Repleto de recursos de fantasía, con personajes, historia y elementos realmente mágicos.
Pero a pesar de esto la obra es bastante confusa en algunas partes, sobretodo al final. No me enteré de nada al final. Quizás la culpa es mía y ando algo espesa.
Me chirriaron varias cosas;
- El abuso de diálogos. Alguno por ahí escrito erróneamente,  pues se abre guión dos veces seguidas para que hable el mismo personaje.

- Si algo me dejó con sensación de leer algo incoherente es lo del reloj de Noemí. Recuerdo que ella tenía sus muñecas desnudas, sin reloj alguno y lo primero que le aparece en Imaginadantia es un reloj, como si ya lo trajese de la Tierra o vida real y sin haberlo imaginado.

- Técnicamente le hace falta mucha corrección. Está algo emborronado y le falta más narración, aunque te reconozco las buenas descripciones.
Hay gazapos por ahí a eliminar. Pero vamos, que pasándole unas buenas correcciones puede quedar un texto muy mono y lleno de ternura.

- Debo decirte que no comprendí nada de cuando atrapan a Onai con el reloj, siendo este atemporal y al final el tipo anda suelto por ahí, después de haber llorado el hombre de emoción, al saberlo atrapado. ???? No entiendo nada.

- La escena de una profesora alabándola por un sobresaliente repetido y dejando por tierra a un compañero que no vuelve a aparecer,  me parece que sobra totalmente. Esta escena no pinta nada en este relato, a mi forma de verlo.

Y dicho esto, me ha encantado el personaje del gruñón y su traje que cambia, como si fuese 3 D. Comencé a leer el relato con muchas expectativas gracias a tu descripción sobre este personaje; que realizó actividades extrañas que jamás comprenderé tampoco. :roll:
Al principio su casa me pareció como la de El castillo ambulante, que es un castillo que se pone a andar por campo, ciudad y por dónde sea.
Lo dicho. Me encantó el gruñón, la niña alegre que no se rinde con él porque ve su trasfondo de bondad y la relación que mantienen estos dos, sobretodo cuando el viejecito goloso se comunica con ella a través de sus adorados dulces, que Noemí fábrica con sus manos.
Este relato nos viene a dejar mensajes como; ¿Porqué la imaginación del hombre se centrará muchas veces en guerras, crear armas y derrotar a enemigos en vez de anhelar cosas hermosas como la paz o el amor? Por eso, como todo, la puerta a Imaginadantia es un arma que según como se utilice así te dará unos frutos u otros. Como lo que dicen de una piedra; Uno la puede ver cómo algo que lo hace tropezar, otro como arma para lanzarla contra alguien, otro como material para construir una casa o un castillo. Imaginadantia la llevamos todos dentro y los que escribimos, quizás algo más, ya que también la tenemos repleta de personajes.
Me llegó a preguntar ¿Será el viejo gruñón producto de la imaginación de alguien más?
Es bueno que la historia te haga plantearte preguntas y lo mejor, sacarle mensaje. Ayyy si pudiéramos convertir en realidad lo que imaginamos...creo que sería lo mismo que cumplir deseos. A mi me encantaría aunque dicen por ahí; Cuidado con lo que deseas pues se te puede cumplir.
Y lo peor es cuando los deseos de toda la humanidad se entremezclaran , unos contrapuestos a otros ¡Que locura!
La idea de esta obra es maravillosa, pero el relato no le hace justicia a su propia idea.
Me quedo con las imágenes de los árboles y arbustos repletos de golosinas y cupcackes (mágica imagen).
También me quedo con la ternura y el aire a dulce fantasía que desprende el relato.
Con sus pros y sus contras, te deseo mucha suerte, autor. :60: :60:
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