CF 2 - Los hermanos valientes - Megan
Publicado: 16 Oct 2016 15:25
Los Hermanos Valientes
Érase una vez un pequeño feudo donde vivían los reyes y sus dos hijos adolescentes, Marco y Carlo, eran venerados por su pueblo por ser magnánimos y muy justos.
Sucedió una hermosa tarde de primavera, en el que la mayoría de los pueblerinos estaban haciendo sus tareas. De pronto, observaron, que del volcán que se erguía a lo lejos, salía una fuerte humareda, el temor de apoderó de todos ellos, pues nunca habían visto tal suceso.
La noticia llegó al castillo real y los reyes se asomaron a la terraza para confirmarlo. Sus rostros, siempre amables, se volvieron sombríos, porque ellos eran los únicos que conocían la verdad sobre lo que sucedía.
El relato del volcán fue contado a varias generaciones de reyes, y, a pesar de que ellos tenían dudas acerca de su veracidad, en ese momento se dieron cuenta que podía ser real.
La leyenda decía que dentro del volcán dormía un gigantesco dragón que despertaba cada quinientos años y asolaba los reinos del lugar.
El humo se hacía más denso y para la noche se notaba un reflejo color naranja en sus cenizas, nadie pudo entrar a sus casas, el horror al mirar el volcán no permitía pensar en otra cosa, en su interior sabían que el peligro era inminente.
A primera hora de la mañana, el humo formaba una muy negra columna que parecía llegar al cielo, de pronto, escucharon un grito infernal que provenía de dentro del volcán, tan espantoso que muchos taparon sus oídos horrorizados, los reyes sabían, la bestia se había despertado.
De inmediato formaron a las tropas del ejército y les ordenaron evacuar al pueblo, sin decir la verdad, pues no querían aterrorizar más a su gente, sólo ellos sabían que el dragón había despertado y que debían huir desesperadamente de allí.
Sus hijos, que desde pequeños sabían la leyenda, decidieron que lo único que podían hacer era enfrentar a la bestia con sus espadas antes de que llegara al pueblo. Según contaba la leyenda, el dragón devoraba todo lo que encontraba a su paso, con su fuego incendiaba reinos enteros y luego de haber asolado las comarcas, volvía satisfecho a su guarida dentro del volcán, donde dormía hasta su próxima salida.
Marco dijo a sus padres que no permitiría que su pueblo fuera pasto del dragón y menos que se consumiera por las llamas. Por lo que comenzó a afilar sus espadas esculpidas en oro y, con toda su osadía, pensaba en enfrentarse a la bestia.
Ya era media mañana cuando otro rugido infernal volvió a hacer temblar la tierra, todos miraron al volcán, el dragón había salido.
La escena horrorizaba hasta al más valiente, no era posible creer que algo tan gigantesco y brutal viviera dentro del volcán. El dragón se situó sobre una de las orillas de la boca del volcán. Desde allí rugía fuego y miraba hacia todas partes, como eligiendo por dónde empezar.
A pesar de la pesadilla en que vivían, los reyes observaban como las tropas ayudaban a los habitantes del reino a salir en forma urgente de allí, con pocas pertenencias, pues debían correr lo más que pudieran.
Marco tomó sus dos espadas, su arco y su bolso de flechas, por su parte, Carlo tenía tanta valentía como Marco, pero no podía dejar de pensar en Eloísa, su amada, una chica del pueblo, que, seguramente estaría huyendo en esos momentos, y le dijo a su hermano que debía ayudar a evacuar el reino.
Marco empuñó sus armas y salió raudo en su corcel blanco a matar a la bestia, a pesar de los ruegos de sus padres que le suplicaban que no fuera, pero él había salido absolutamente decidido.
Entre una lluvia de cenizas y fuego, Marco logró llegar hasta la base del volcán, pero la bestia, en ese momento, emprendió el vuelo hacia el pequeño reino de sus padres. Por ello volvió sobre sus pasos e intentó alcanzarlo con sus flechas, al ser rasguñado por una de ellas, el dragón miró hacia donde cabalgaba Marco y fue hacia él.
Marco se dio cuenta que debía refugiarse en algún lugar donde la bestia no pudiera entrar y eligió unas cuevas que habían cerca del mar que rodeaba el reino. Llegó a ellas en el momento en que el dragón emanaba una furia de fuego hacia él, pero al entrar en una de las cuevas, pudo salvarse del fuego y salir ileso.
Mientras esto sucedía, los reyes habían llamado a la pitonisa del reino, para que los ayudara a salvarse y salvar a su pueblo de la gran bestia.
La pitonisa llamada Erma, era a quien recurrían todos los habitantes del pueblo cuando tenían problemas. Pues todos eran conscientes de su gran sabiduría y sus vaticinios en general se hacían realidad.
Erma que sabía la leyenda, dijo a los reyes que el dragón arremetería contra todos los reinos de la comarca. Dijo que cuando cerraba los ojos observaba que había alguien que podía enfrentarlo, mas no lograba divisar claramente quién era.
Los reyes le contaron que su hijo estaba intentando ir contra él y Erma les dijo que no veía que fuera Marco quien los salvaba del dragón y que se encontraba en grave peligro, debían hacer que volviera al reino porque no podría con la bestia.
La reina lloraba desconsoladamente por el horror de perder a uno de sus hijos y le suplicó a Erma que les dijera quien era el que podría vencer al dragón. La pitonisa cerró nuevamente los ojos y les dijo que no era ese hijo el que ganaría la partida, sino el otro, Carlo.
Ella lo veía matarlo con una espada de oro que estaba escondida en el hueco de un árbol que se encontraba en un bosque no muy lejano. Carlo debía ir por ella y enfrentarse a la bestia, pero había una dificultad, según las historias de algunos viajeros que pudieron salir del bosque, allí habitaban brujas muy malvadas que secuestraban a quien pasara y se lo llevaban para hacerle maleficios.
Carlo observó fijamente a Erma sin dar crédito a lo que había vaticinado, miró hacia al dragón con cara de horror y pensó en su hermano, del que no sabía en qué situación se encontraría frente a la bestia enfurecida. Se levantó y dijo que, de inmediato, partiría hacia a ese bosque y encontraría la espada, mientras pensaba también en su pueblo y en Eloísa, que huían aterrorizados.
La pitonisa dijo que podía ayudarlo dándole una pócima que lo haría invisible, pero solamente en dos oportunidades y por espacio de una hora y que las espadas o flechas no hacían nada a las brujas.
Pero también le dijo, que en el bosque vivía un hada, a quien las brujas temían porque tenía un aura de bondad que las brujas no podían traspasar. Le indicó que podría contar con ella sólo si, en el momento más crítico, silbaba la tonada de una vieja canción de cuna que ella le enseñaría.
Con estas recomendaciones partió Carlo hacia el bosque embrujado. Cabalgaba asustado, pero podía más el amor a sus seres queridos y a su pueblo, por lo que tomó todo el coraje. Tarareó la canción de cuna que Erma le había enseñado y tocó las pócimas que llevaba en un bolso atado a su cintura.
Mientras tanto, Marco continuaba en la cueva hostigado por el dragón que daba rugidos infernales llenos de fuego hacia él, pero que no lograban llegar hasta Marco parapetado tras unas rocas gigantes que había dentro de la cueva.
Marco no lo sabía pero le estaba haciendo un gran favor a Carlo pues, al concentrar al dragón sobre sí mismo, le daba tiempo para cabalgar sin temor de que la bestia lo persiguiera. Mas no sabía hasta cuándo podría soportar esa situación puesto que el dragón golpeaba con mucha fuerza las rocas que formaban la cueva y Marco sentía caer pequeños trozos de piedras que lo lastimaban y temía que el techo de la cueva se viniera abajo y él no pudiera salvarse.
En tanto Carlo cabalgó unas horas y divisó el lugar, era un enorme bosque frondoso de árboles y maleza que obstruían todo paso. Debió hacerse lugar con su espada, observando todo, pues no sabía que podía pasar y cuándo podía enfrentarse con alguna de las brujas.
Cabalgaba muy suavemente y de pronto, frente a él, saltó de unos de los árboles una asquerosa bruja que lo tomó con un lazo del cuello y lo tiró del caballo. Carlo aturdido, y casi inconsciente observó como la bruja lo arrastraba por entre las malezas, mas, por su condición, no logra alcanzar la pócima ni tampoco silbar la canción de cuna.
Cuando logró despejarse, observó como la bruja entraba a una sucia casucha, entonces reaccionó y logró alcanzar la pócima y tomar un sorbo, la bruja soltó la soga y dio un grito de estupor al ver que su cautivo había desaparecido por lo que Carlo logró deshacerse de la soga y salir corriendo del lugar.
Recordó que tenía sólo una hora para estar invisible, por lo que caminó más adentro del bosque, buscó desesperadamente el árbol donde estaba la espada, pero aún no lograba encontrarlo. Tras casi una hora de infructuosa búsqueda, se encontró con un elfo que cabalgaba rápidamente, Carlo intentó hablarle, pero observó que era seguido por un enorme oso, en ese momento se volvió visible, el oso lo vio, embistió y tiró al suelo, y erguido con los dientes puntiagudos a punto de morderlo, logró tomar su espada y luchar con el animal, hasta acuchillarlo con su espada y darle muerte.
Estaba agotado, y había sido herido por el oso en ambos brazos y piernas, por lo que le costaba caminar, pero eso no fue óbice para que declinara su objetivo, caminó y buscó sin hallar nada. Aún estaba algo débil cuando observó que una bruja lo está siguiendo, ya cansado, sólo atina a silbar la canción de cuna, al principio suavemente y después más fuerte, entonces siente que lo toman del cinturón y lo alzan a lo alto de un árbol, la bruja queda desorientada y se va.
En tanto, Carlo observó a su salvadora, una bellísima hada vestida de blanco y con un rostro de infinita bondad, que le pregunta qué hace allí. Él le cuenta desesperadamente toda la historia y el hada le dice que va a ayudarlo, pero que no será fácil, pues un ogro habita cerca del árbol en el que se encuentra la espada.
Carlo no puede defraudar a quienes lo esperan ansiosos, por lo que le dice al hada que tiene que ir por la espada, que si debe enfrentar al ogro lo hará pero no puede salir de allí sin lo que salvará a su pueblo del furioso dragón.
Entonces el hada lo tocó con su varita mágica y le dijo que fuera, y si se enfrenta al ogro, debe concentrarse en sus ojos, que destellarán un brillante color azul, que mareará al ogro y así podrá asestar su espada contra él, tomar la espada del árbol y salir de allí muy rápido.
Carlo lo logra, y sale rápidamente de su alcance, encuentra su caballo y galopa muy rápido hacia el dragón, que ha dejado de embestir la cueva donde se halla su hermano para dirigirse hacia donde corren los habitantes del pueblo.
Con gran valentía llegó al lugar donde estaba el dragón y recordó la segunda pócima de Erma, la tomó y en forma invisible comenzó a darle puntazos con la espada que había tomado del árbol, con ello logró que la bestia dejara de andar y se centrara en lo que lo lastimaba.
No era fácil para Carlo cabalgar entre las patas del dragón, pues era insignificante a su lado, pero al volverse invisible podía acercarse e intentar blandir la espada sobre algunos lugares de su cuerpo.
El dragón está muy desorientado porque no puede ver a quien lo ataca y comienza a rugir y lanzar fuego, por lo que cuando Carlo se acerca otra vez, y, mediante un salto, consigue enterrar la espada en el corazón de la bestia y quedar colgado de ella, pues el dragón se levanta y da un alarido aterrador al verse mortalmente herido.
Carlo debe dejarse caer para salir de la posición en que está, y huye cabalgando hacia los acantilados que dan al mar. En tanto la bestia, con la espada en su corazón, deja de lanzar fuego, camina desorientado y cae muerta cerca del volcán.
El júbilo en los corazones de todos es inmenso, el pueblo y los soldados dan gritos de alegría, los reyes se abrazan casi sollozando por la valentía de su hijo y Carlo no puede creer que haya sido él quien matara a un animal tan enorme.
Todos rebozaban de júbilo, pero nadie sabía que fin había llevado Marco, que podía estar herido o quizás muerto, en algún lugar de las montañas. Carlo no fue al castillo ni al pueblo, cabalgó ansiosamente hacia las cuevas y tras bajar de su caballo, comenzó a gritar el nombre de su hermano, sin obtener respuesta alguna.
Entró a las cuevas y no había rastro de él, ya no sabía qué hacer y con el corazón destrozado, pensó que su hermano había muerto y decidió seguir para recuperar su cuerpo.
Siguió caminando, cuando de pronto sintió un leve sonido, buscó de dónde provenía y entre unas rocas muy grandes, estaba Marco, herido pero vivo, Carlo no cabía en sí de tanta alegría, fue corriendo hacia él, lo levantó con cuidado y lo llevó hasta el caballo, se puso al frente y cabalgando suavemente llegó a las puertas del palacio.
La multitud vitoreaba a Carlo, pero al ver a Marco herido, quedaron mudos de angustia, sus padres corrieron a buscarlos y entre todos tomaron a Marco y lo llevaron a curarse, la pitonisa Erma estaba allí y le dio de beber una pócima.
Todos quedaron sin habla, nadie sabía qué pasaría, hasta que Marco abrió los ojos y preguntó por su hermano, la alegría que sintieron fue indescriptible, se había salvado gracias a su hermano. Los reyes reían de tanta alegría y el pueblo todo vitoreó a ambos hermanos.
La normalidad había vuelto al reino y los dos hermanos fueron adorados por su pueblo, Carlo se casó con Eloísa, con quien vivió toda su vida y Marco se convirtió en el rey más querido por sus súbditos.
Fue así que la odisea de Marco y Carlo, fue contada de generación en generación, como los dos hermanos que con su valentía habían salvado el reino tras matar a un dragón.
FIN
Érase una vez un pequeño feudo donde vivían los reyes y sus dos hijos adolescentes, Marco y Carlo, eran venerados por su pueblo por ser magnánimos y muy justos.
Sucedió una hermosa tarde de primavera, en el que la mayoría de los pueblerinos estaban haciendo sus tareas. De pronto, observaron, que del volcán que se erguía a lo lejos, salía una fuerte humareda, el temor de apoderó de todos ellos, pues nunca habían visto tal suceso.
La noticia llegó al castillo real y los reyes se asomaron a la terraza para confirmarlo. Sus rostros, siempre amables, se volvieron sombríos, porque ellos eran los únicos que conocían la verdad sobre lo que sucedía.
El relato del volcán fue contado a varias generaciones de reyes, y, a pesar de que ellos tenían dudas acerca de su veracidad, en ese momento se dieron cuenta que podía ser real.
La leyenda decía que dentro del volcán dormía un gigantesco dragón que despertaba cada quinientos años y asolaba los reinos del lugar.
El humo se hacía más denso y para la noche se notaba un reflejo color naranja en sus cenizas, nadie pudo entrar a sus casas, el horror al mirar el volcán no permitía pensar en otra cosa, en su interior sabían que el peligro era inminente.
A primera hora de la mañana, el humo formaba una muy negra columna que parecía llegar al cielo, de pronto, escucharon un grito infernal que provenía de dentro del volcán, tan espantoso que muchos taparon sus oídos horrorizados, los reyes sabían, la bestia se había despertado.
De inmediato formaron a las tropas del ejército y les ordenaron evacuar al pueblo, sin decir la verdad, pues no querían aterrorizar más a su gente, sólo ellos sabían que el dragón había despertado y que debían huir desesperadamente de allí.
Sus hijos, que desde pequeños sabían la leyenda, decidieron que lo único que podían hacer era enfrentar a la bestia con sus espadas antes de que llegara al pueblo. Según contaba la leyenda, el dragón devoraba todo lo que encontraba a su paso, con su fuego incendiaba reinos enteros y luego de haber asolado las comarcas, volvía satisfecho a su guarida dentro del volcán, donde dormía hasta su próxima salida.
Marco dijo a sus padres que no permitiría que su pueblo fuera pasto del dragón y menos que se consumiera por las llamas. Por lo que comenzó a afilar sus espadas esculpidas en oro y, con toda su osadía, pensaba en enfrentarse a la bestia.
Ya era media mañana cuando otro rugido infernal volvió a hacer temblar la tierra, todos miraron al volcán, el dragón había salido.
La escena horrorizaba hasta al más valiente, no era posible creer que algo tan gigantesco y brutal viviera dentro del volcán. El dragón se situó sobre una de las orillas de la boca del volcán. Desde allí rugía fuego y miraba hacia todas partes, como eligiendo por dónde empezar.
A pesar de la pesadilla en que vivían, los reyes observaban como las tropas ayudaban a los habitantes del reino a salir en forma urgente de allí, con pocas pertenencias, pues debían correr lo más que pudieran.
Marco tomó sus dos espadas, su arco y su bolso de flechas, por su parte, Carlo tenía tanta valentía como Marco, pero no podía dejar de pensar en Eloísa, su amada, una chica del pueblo, que, seguramente estaría huyendo en esos momentos, y le dijo a su hermano que debía ayudar a evacuar el reino.
Marco empuñó sus armas y salió raudo en su corcel blanco a matar a la bestia, a pesar de los ruegos de sus padres que le suplicaban que no fuera, pero él había salido absolutamente decidido.
Entre una lluvia de cenizas y fuego, Marco logró llegar hasta la base del volcán, pero la bestia, en ese momento, emprendió el vuelo hacia el pequeño reino de sus padres. Por ello volvió sobre sus pasos e intentó alcanzarlo con sus flechas, al ser rasguñado por una de ellas, el dragón miró hacia donde cabalgaba Marco y fue hacia él.
Marco se dio cuenta que debía refugiarse en algún lugar donde la bestia no pudiera entrar y eligió unas cuevas que habían cerca del mar que rodeaba el reino. Llegó a ellas en el momento en que el dragón emanaba una furia de fuego hacia él, pero al entrar en una de las cuevas, pudo salvarse del fuego y salir ileso.
Mientras esto sucedía, los reyes habían llamado a la pitonisa del reino, para que los ayudara a salvarse y salvar a su pueblo de la gran bestia.
La pitonisa llamada Erma, era a quien recurrían todos los habitantes del pueblo cuando tenían problemas. Pues todos eran conscientes de su gran sabiduría y sus vaticinios en general se hacían realidad.
Erma que sabía la leyenda, dijo a los reyes que el dragón arremetería contra todos los reinos de la comarca. Dijo que cuando cerraba los ojos observaba que había alguien que podía enfrentarlo, mas no lograba divisar claramente quién era.
Los reyes le contaron que su hijo estaba intentando ir contra él y Erma les dijo que no veía que fuera Marco quien los salvaba del dragón y que se encontraba en grave peligro, debían hacer que volviera al reino porque no podría con la bestia.
La reina lloraba desconsoladamente por el horror de perder a uno de sus hijos y le suplicó a Erma que les dijera quien era el que podría vencer al dragón. La pitonisa cerró nuevamente los ojos y les dijo que no era ese hijo el que ganaría la partida, sino el otro, Carlo.
Ella lo veía matarlo con una espada de oro que estaba escondida en el hueco de un árbol que se encontraba en un bosque no muy lejano. Carlo debía ir por ella y enfrentarse a la bestia, pero había una dificultad, según las historias de algunos viajeros que pudieron salir del bosque, allí habitaban brujas muy malvadas que secuestraban a quien pasara y se lo llevaban para hacerle maleficios.
Carlo observó fijamente a Erma sin dar crédito a lo que había vaticinado, miró hacia al dragón con cara de horror y pensó en su hermano, del que no sabía en qué situación se encontraría frente a la bestia enfurecida. Se levantó y dijo que, de inmediato, partiría hacia a ese bosque y encontraría la espada, mientras pensaba también en su pueblo y en Eloísa, que huían aterrorizados.
La pitonisa dijo que podía ayudarlo dándole una pócima que lo haría invisible, pero solamente en dos oportunidades y por espacio de una hora y que las espadas o flechas no hacían nada a las brujas.
Pero también le dijo, que en el bosque vivía un hada, a quien las brujas temían porque tenía un aura de bondad que las brujas no podían traspasar. Le indicó que podría contar con ella sólo si, en el momento más crítico, silbaba la tonada de una vieja canción de cuna que ella le enseñaría.
Con estas recomendaciones partió Carlo hacia el bosque embrujado. Cabalgaba asustado, pero podía más el amor a sus seres queridos y a su pueblo, por lo que tomó todo el coraje. Tarareó la canción de cuna que Erma le había enseñado y tocó las pócimas que llevaba en un bolso atado a su cintura.
Mientras tanto, Marco continuaba en la cueva hostigado por el dragón que daba rugidos infernales llenos de fuego hacia él, pero que no lograban llegar hasta Marco parapetado tras unas rocas gigantes que había dentro de la cueva.
Marco no lo sabía pero le estaba haciendo un gran favor a Carlo pues, al concentrar al dragón sobre sí mismo, le daba tiempo para cabalgar sin temor de que la bestia lo persiguiera. Mas no sabía hasta cuándo podría soportar esa situación puesto que el dragón golpeaba con mucha fuerza las rocas que formaban la cueva y Marco sentía caer pequeños trozos de piedras que lo lastimaban y temía que el techo de la cueva se viniera abajo y él no pudiera salvarse.
En tanto Carlo cabalgó unas horas y divisó el lugar, era un enorme bosque frondoso de árboles y maleza que obstruían todo paso. Debió hacerse lugar con su espada, observando todo, pues no sabía que podía pasar y cuándo podía enfrentarse con alguna de las brujas.
Cabalgaba muy suavemente y de pronto, frente a él, saltó de unos de los árboles una asquerosa bruja que lo tomó con un lazo del cuello y lo tiró del caballo. Carlo aturdido, y casi inconsciente observó como la bruja lo arrastraba por entre las malezas, mas, por su condición, no logra alcanzar la pócima ni tampoco silbar la canción de cuna.
Cuando logró despejarse, observó como la bruja entraba a una sucia casucha, entonces reaccionó y logró alcanzar la pócima y tomar un sorbo, la bruja soltó la soga y dio un grito de estupor al ver que su cautivo había desaparecido por lo que Carlo logró deshacerse de la soga y salir corriendo del lugar.
Recordó que tenía sólo una hora para estar invisible, por lo que caminó más adentro del bosque, buscó desesperadamente el árbol donde estaba la espada, pero aún no lograba encontrarlo. Tras casi una hora de infructuosa búsqueda, se encontró con un elfo que cabalgaba rápidamente, Carlo intentó hablarle, pero observó que era seguido por un enorme oso, en ese momento se volvió visible, el oso lo vio, embistió y tiró al suelo, y erguido con los dientes puntiagudos a punto de morderlo, logró tomar su espada y luchar con el animal, hasta acuchillarlo con su espada y darle muerte.
Estaba agotado, y había sido herido por el oso en ambos brazos y piernas, por lo que le costaba caminar, pero eso no fue óbice para que declinara su objetivo, caminó y buscó sin hallar nada. Aún estaba algo débil cuando observó que una bruja lo está siguiendo, ya cansado, sólo atina a silbar la canción de cuna, al principio suavemente y después más fuerte, entonces siente que lo toman del cinturón y lo alzan a lo alto de un árbol, la bruja queda desorientada y se va.
En tanto, Carlo observó a su salvadora, una bellísima hada vestida de blanco y con un rostro de infinita bondad, que le pregunta qué hace allí. Él le cuenta desesperadamente toda la historia y el hada le dice que va a ayudarlo, pero que no será fácil, pues un ogro habita cerca del árbol en el que se encuentra la espada.
Carlo no puede defraudar a quienes lo esperan ansiosos, por lo que le dice al hada que tiene que ir por la espada, que si debe enfrentar al ogro lo hará pero no puede salir de allí sin lo que salvará a su pueblo del furioso dragón.
Entonces el hada lo tocó con su varita mágica y le dijo que fuera, y si se enfrenta al ogro, debe concentrarse en sus ojos, que destellarán un brillante color azul, que mareará al ogro y así podrá asestar su espada contra él, tomar la espada del árbol y salir de allí muy rápido.
Carlo lo logra, y sale rápidamente de su alcance, encuentra su caballo y galopa muy rápido hacia el dragón, que ha dejado de embestir la cueva donde se halla su hermano para dirigirse hacia donde corren los habitantes del pueblo.
Con gran valentía llegó al lugar donde estaba el dragón y recordó la segunda pócima de Erma, la tomó y en forma invisible comenzó a darle puntazos con la espada que había tomado del árbol, con ello logró que la bestia dejara de andar y se centrara en lo que lo lastimaba.
No era fácil para Carlo cabalgar entre las patas del dragón, pues era insignificante a su lado, pero al volverse invisible podía acercarse e intentar blandir la espada sobre algunos lugares de su cuerpo.
El dragón está muy desorientado porque no puede ver a quien lo ataca y comienza a rugir y lanzar fuego, por lo que cuando Carlo se acerca otra vez, y, mediante un salto, consigue enterrar la espada en el corazón de la bestia y quedar colgado de ella, pues el dragón se levanta y da un alarido aterrador al verse mortalmente herido.
Carlo debe dejarse caer para salir de la posición en que está, y huye cabalgando hacia los acantilados que dan al mar. En tanto la bestia, con la espada en su corazón, deja de lanzar fuego, camina desorientado y cae muerta cerca del volcán.
El júbilo en los corazones de todos es inmenso, el pueblo y los soldados dan gritos de alegría, los reyes se abrazan casi sollozando por la valentía de su hijo y Carlo no puede creer que haya sido él quien matara a un animal tan enorme.
Todos rebozaban de júbilo, pero nadie sabía que fin había llevado Marco, que podía estar herido o quizás muerto, en algún lugar de las montañas. Carlo no fue al castillo ni al pueblo, cabalgó ansiosamente hacia las cuevas y tras bajar de su caballo, comenzó a gritar el nombre de su hermano, sin obtener respuesta alguna.
Entró a las cuevas y no había rastro de él, ya no sabía qué hacer y con el corazón destrozado, pensó que su hermano había muerto y decidió seguir para recuperar su cuerpo.
Siguió caminando, cuando de pronto sintió un leve sonido, buscó de dónde provenía y entre unas rocas muy grandes, estaba Marco, herido pero vivo, Carlo no cabía en sí de tanta alegría, fue corriendo hacia él, lo levantó con cuidado y lo llevó hasta el caballo, se puso al frente y cabalgando suavemente llegó a las puertas del palacio.
La multitud vitoreaba a Carlo, pero al ver a Marco herido, quedaron mudos de angustia, sus padres corrieron a buscarlos y entre todos tomaron a Marco y lo llevaron a curarse, la pitonisa Erma estaba allí y le dio de beber una pócima.
Todos quedaron sin habla, nadie sabía qué pasaría, hasta que Marco abrió los ojos y preguntó por su hermano, la alegría que sintieron fue indescriptible, se había salvado gracias a su hermano. Los reyes reían de tanta alegría y el pueblo todo vitoreó a ambos hermanos.
La normalidad había vuelto al reino y los dos hermanos fueron adorados por su pueblo, Carlo se casó con Eloísa, con quien vivió toda su vida y Marco se convirtió en el rey más querido por sus súbditos.
Fue así que la odisea de Marco y Carlo, fue contada de generación en generación, como los dos hermanos que con su valentía habían salvado el reino tras matar a un dragón.
FIN