CPXII - Malos hábitos - Kharonte

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CPXII - Malos hábitos - Kharonte

Mensaje por lucia »

MALOS HÁBITOS

Emilio respira hondo y observa de nuevo el montón de tierra. Entre los terrones asoman finas raíces de color claro que contrastan sobre el negro de la tierra, como venas fuera de su cuerpo. Ese pensamiento le revuelve el estómago. Se lleva la mano derecha a la cara, buscando un cigarro que nunca ha estado ahí. Hace diez años que dejó de fumar.
Necesito una copa, piensa. Bourbon. O vodka. Mejor el vodka. Es más fuerte. Aparta la vista del montón de tierra e intenta mirar a la cara a Sara, pero las fuerzas le fallan. Un paquete de cigarrillos y una botella. Eso es lo que necesito.
Todo comenzó con los pollitos. Aquello fue tan determinante que debería haber sabido que un día estaría aquí, en este mismo momento. En cierto modo, lo ha estado temiendo durante años. Pero es el tipo de cosas que te niegas a ver. Se volvió ciego y tonto por voluntad propia.
Aquel día, el del asunto de los pollitos, rompió una regla que se había impuesto desde que conoció a Sara: evitar los conflictos entre ella y Abel. Al entrar esa tarde en el despacho de Sara, sabía que iba a provocar uno. Pero ¿qué otra cosa podría haber hecho? ¿Ocultarlo?
—Tienes que ver esto.
Sara puso los ojos en blanco, con los dedos aún sobre el teclado; como hacía cada vez que la interrumpía mientras trabajaba.
—Por favor. Es serio. De verdad.
Emilio se acercó, le acarició el cuello y se mordió el labio inferior antes de volver a hablar. Su mirada, capturada durante un momento por el marco electrónico que coronaba la mesa de Sara; la imagen de ella sosteniendo a Abel en el paritorio. La expresión en su rostro era de pura felicidad.
—Por favor —repitió, y la besó en la frente.
El segundo beso la levantó de la silla.
—Tengo que enviar ese artículo por la mañana, así que más te vale que sea importante.
Emilio la llevó de la mano hasta la habitación de Abel. Una vez allí la hizo entrar y esperó a que dijera algo.
Sara tardó medio minuto en articular palabra.
—¿Cómo ha podido...? —Emilio se encogió de hombros mientras ella se agachaba junto a la caja de madera que servía de jaula a los pollitos —. Mis sobrinas pisaron a sus tortugas jugando con ellas. Tuvieron un gato que se puso muy malo porque le dieron de comer chocolate. Hasta la perfecta de Laurita mató por accidente la carpa japonesa de mi hermano.
—Por accidente, sí —apostilló Emilio.
—Lo ha hecho con la cuchilla del sacapuntas.
Sara se levantó y se pasó la mano por la corta melena pelirroja. Como si necesitara colocar algún mechón en su sitio. Miraba a la caja, paseaba luego la vista por la habitación, recubierta con imágenes de películas para niños, y volvía a bajar la mirada a la caja.
—Tenemos que hacer algo. Regañarle. Para que no vuelva a hacerlo.
Emilio asintió de nuevo.
—Y sería mejor darle un sacapuntas que no pueda desmontar.
Abel estaba entretenido en el salón con un programa infantil de dibujos animados. A su lado descansaban dos muñecos articulados y sobre la mesa tenía olvidados unos folios y los lápices de colores.
—Abel, cariño, mamá quiere decirte una cosa.
El niño se volvió hacia ellos, sin perder de vista las evoluciones de los personajes en la pantalla.
—¿Sí, mamá?
Sara suspiró, meneó la cabeza y se puso frente a Abel, interponiéndose entre el niño y el televisor. Emilio se colocó tras ella.
—Cariño, he entrado en tu cuarto para ver si habías hecho la cama y he encontrado a los pollitos muertos. Los pollitos.
Abel hizo un mohín de disgusto y luego les miró de medio lado, evitando cruzar sus ojos con los de Sara.
—Cariño, cuéntame qué ha pasado.
—Estaba jugando con ellos y se han muerto.
—¿Se han muerto? ¿Así, sin más?
Abel frunció los labios y asintió muy despacio. Una sola vez.
—Abel, has hecho daño a los pollitos. Mucho daño. El sacapuntas no es para hacer... eso... ¿No te he dicho muchas veces que te podías cortar?
Abel asintió.
—Entonces, ¿por qué les has hecho daño a los pollitos? ¿No has visto que les dolía?
—Pero es que ellos eran malos. Se comieron mis galletas. Y se hacían caca en mi mesa cuando los sacaba.
Emilio pudo ver cómo Sara se quedaba congelada. Las manos tensas, cruzándose por delante del pecho para luego acariciarse los hombros. Incapaces de quedarse quietas. Giró la cabeza hacia él, con la mandíbula crispada.
Aquella fue la primera vez que miraron para otro lado. Sara castigó a Abel, por supuesto, pero ni ella ni él quisieron ver lo que significaba en realidad. Aunque Emilio tardó mucho en olvidar las vísceras empapadas en sangre. De hecho, cuando los perros de un par de vecinos desaparecieron de la noche a la mañana, el recuerdo de los pollitos le estuvo rondando la cabeza durante días. Aquellos chuchos no hacían más que molestar por las noches con sus ladridos, y a Sara no le gustaba cruzarse con ellos, pero nunca les habría deseado ningún mal. A sus dueños sí, pero a los animales no. Agobiado por la sospecha, había llegado a inspeccionar sus herramientas y los útiles de manualidades de Abel, en un arrebato de lo que luego quiso convencerse que no era más que pura paranoia.
El primer vaso de vodka se lo bebe de un trago. Sin hielo. El alcohol baja como napalm por su garganta. Abre la nevera, saca una cubitera y la golpea contra el fregadero. Llena el vaso de hielo. Es un vaso ancho. Entonces coge la botella, se sirve y vuelve a beber, casi sin respirar.
Abel y Sara se unieron aún más cuando ella convirtió el patio trasero en un huerto, y los pollitos acabaron relegados a una escena macabra que sólo recordaba en pesadillas.
Al apoyar el vaso en la encimera, una pregunta le cruza por la mente.
¿Por qué no ha venido detrás de mi?
Porque sabe que no te has ido. Pueden ver tu sombra correteando por la cocina. Te están oyendo. No ha salido en tu busca porque no tiene que buscarte.
Desde donde está él, no puede ver el patio trasero. Pero sí tiene frente a frente, al fondo del pasillo, la puerta de la casa. Rellena el vaso, esta vez con rabia, y deja que su mirada vaya de los hielos que flotan en el vodka a la puerta. De un lado a otro. Resoplando hasta que al fin agarra el vaso y vuelve a beber.
Al principio, había pensado que podrían llegar a ampliar la familia. A Sara la faltaban cinco años para los cuarenta cuando le dijo que sí, Abel era relativamente pequeño... Después de tantas desilusiones con otras parejas, al fin parecía que había encontrado a alguien con quien tener un futuro en común. Un futuro en el que, desde hacía unos años, también se imaginaba como el padre de su propio hijo.
Sin embargo, Emilio no quiso forzarla y la decisión se fue postergando hasta que intentarlo se convirtió en un riesgo que ninguno querría correr.
Para Emilio, asimilar esa decisión había sido dolorosa. Pero para entonces ya estaba compartiendo con Abel todo lo que esperaba hacer para sentirse como un buen padre: ayudarle con los deberes, recomendarle libros con los que había disfrutado de pequeño, llevarle a museos y exposiciones...
Le había enseñado todo lo que pensaba que ayudaría a convertirle en una buena persona.
Con la botella bajo el brazo y el vaso en la mano echa a andar por el pasillo. Aún le queda más de la mitad del vodka. La sensación de náusea se niega a abandonarle, pero ni siquiera se plantea ir al baño. Pasa de largo y abre la siguiente puerta. La del garaje.
Con cuidado baja los dos escalones, acciona el interruptor y camina alrededor del único coche que ocupa el interior: un turismo que aún están pagando. Y en la ventana del maletero, sujeto con cuatro pedazos de celofán, un cartel fotocopiado a color.
Sergio Martinez.
Desaparecido el 7 de Febrero cerca del polideportivo. Viste cazadora de aviador, camiseta negra, vaqueros y deportivas adidas.
Si tiene algún dato sobre su paradero, llame por favor al siguiente teléfono.
Su madre es una compañera del trabajo. Ella misma le pidió que llevase el cartel en el coche. La foto del crío es la de un perro apaleado. El amago de sonrisa y la mirada huidiza de quien ha sufrido una infancia complicada. Emilio le recuerda por un incidente con Abel, cinco años atrás, en una de las competiciones de natación que montaban en la piscina. Abel le recriminó a Sergio que se hubiera adelantado al silbato del árbitro, y que por eso le había ganado. Acabaron haciéndose aguadillas y pegándose patadas debajo del agua, pero los jueces le dieron la razón a Sergio y todo terminó ahí. Incluida la afición de Abel a la natación.
Un ruido de pasos le hace girarse hacia la puerta. Sara le está observando desde allí. Las rodillas y los bajos del pantalón manchados de tierra. La mueca compungida de sus labios le recuerda el día en que se olvidó de su cumpleaños. Se sirve otra copa y bebe un trago.
—¿Desde cuándo? —la pregunta.
—¿Eso importa ahora?
Emilio bebe de nuevo. Un trago más largo. Un pedazo de hielo se le mete en la boca y lo mastica.
—Aún recuerdo el día en que trajimos las jardineras. Tuve que desmontar los asientos traseros. Iba conduciendo con el volante clavado en el esternón —una sonrisa amarga le cruza el rostro-. Pensamos que tendrías que quedarte en la tienda y esperar a que volviera a por ti. ¿Fue entonces?
Apura el vaso de un trago y lo vuelve a llenar. Sara se acerca sin mudar el rostro y al fin asiente.
—¿No hay otra manera?
—Le he castigado. Cada vez que ocurre, le castigo. Te lo juro. Pero no puede evitarlo. Es un mal hábito —la mano de Sara le roza el antebrazo y luego le quita el vaso y la botella—. Es mi niño. Nuestro niño. Tenemos que ayudarle.
Emilio se deja llevar con docilidad por el pasillo, y sólo se detiene bajo la puerta del patio trasero. Más allá, Abel continúa atareado junto al montón de tierra y las jardineras vacías. Incluso a la luz de las estrellas reconoce las manchas en su ropa. Y sin embargo, al verle allí arrodillado, se acuerda de cuando le enseñó a montar en bicicleta, las veces que le ayudó con los experimentos de química, los paseos hasta la biblioteca...
—Es nuestro hijo.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Berlín
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Re: CPXII - Malos hábitos

Mensaje por Berlín »

Este relato está muy bien escrito y aunque el tema está pelin trillado, a mi me ha gustado lo suficiente como para tenerlo en cuenta. Buen trabajo, autor.
Que repelús el jodido niño.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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rubisco
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Re: CPXII - Malos hábitos

Mensaje por rubisco »

Querido autor, querida autora:

Debe haber pocas situaciones más desagradables que las de saber que tu hijo se encamina hacia un futuro desesperanzado sin que puedas hacer nada. Muchas veces me he preguntado qué pensarían los padres de tal estafador, de tal asesino o de tal terrorista.

Creo que has recreado la situación sin caer en el dramatismo ni la sensiblería. Has mantenido a los padres con una entereza que parece artificial, pero que es típica de quienes arrojan la toalla ante la falta de resultados. Además, muestras los elementos del relato poco a poco, sin apabullar.

Por mi parte estarás en los puntos casi con total seguridad.

Gracias por compartirlo :hola: .
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Edgardo Benitez
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Re: CPXII - Malos hábitos

Mensaje por Edgardo Benitez »

Pienso en la trama de este texto, un poco aburrido y no tiene sorpresa. No encuentro algo atractivo que me permita leerlo por completo.
¡Hay vida antes de la muerte!
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni les importa.
Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
Pero por poesía, serás mi centro.
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Sinkim
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Re: CPXII - Malos hábitos

Mensaje por Sinkim »

Me ha gustado mucho este relato, aunque desde el principio se intuye por donde va a ir la historia está contada de una forma que mantiene el interés :lol:

El momento en que deciden no tener otro hijo por miedo a que el niño lo pueda matar es impresionante :eusa_clap:

Habrá que ver hasta donde son capaces de aguantar esos padres, porque está claro que el niño no va a cambiar, yo les recomendaría que le pusieran la serie de Dexter :twisted: :twisted: :cunao: :cunao:
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
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rubisco
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Re: CPXII - Malos hábitos

Mensaje por rubisco »

Había olvidado decir que por un momento me imaginé al crío como si fuera Stewie Griffin :noooo:
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Sinkim
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Re: CPXII - Malos hábitos

Mensaje por Sinkim »

:meparto: :meparto: :meparto: :meparto:
"Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano" (Friedrich von Schiller)

:101:
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Landra
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Re: CPXII - Malos hábitos

Mensaje por Landra »

Lo siento autor, al principio reconozco que se me pusieron los pelos de punta con el niño, pero a medida que iba leyendo de desinflaba el relato y casi acabo en diagonal. El desarrollo del relato no ha seguido la misma tensión que el principio tan tétrico que me habías mostrado.

Un saludo y mucha suerte!
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Mario Cavara
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Re: CPXII - Malos hábitos

Mensaje por Mario Cavara »

Un relato interesante. Sin embargo, el exceso de frases cortas impide saborear la lectura. Apenas hay tampoco metáforas, comparaciones u otras figuras retóricas que confieran belleza al texto.
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prófugo
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Re: CPXII - Malos hábitos

Mensaje por prófugo »

Estimado(a) autor(a):

Me ha gustado tu trabajo..vaya que sí.
He quedado enganchado a su lectura de principio a fin..y aunque esperaba un desenlace final diferente entre Abel y su padrastro o madre..igual lo he disfrutado mucho.

Ahora mismo no sé que más decirte..estoy intentando asimilar la conducta de Abel..que debe tener cierta condición de autismo. Para él, supongo, todo es en línea recta...el que le hace mal o le molesta debe ser eliminado como castigo y él ser su ejecutor.

Me has dejado pensando y mucho...te lo agradezco.

En conclusión, muy bien escrito. Me ha gustado. Un fuerte abrazo y gracias por compartir tu criatura :60:

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Paraná
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Re: CPXII - Malos hábitos

Mensaje por Paraná »

Uau, catatónica me ha dejao! :shock: Casi casi un bebé de Rosemary... No es que el tema no haya sido tratado antes; pero en realidad, todas las historias tienen esa cruz: detalles más o menos, ya están antes penadas y escritas. Por eso se vuelve imprescindible el cómo se llevan al papel; es lo que les hace renovar su interés o perderlo del todo. Me ha parecido un excelente relato, de los mejores que voy leyendo.
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Gabi
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Re: CPXII - Malos hábitos

Mensaje por Gabi »

Te felicito autor, de los relatos que leí es el que más me gustó.
Es verdad que la historia es un poco tópica, pero siempre será actual. Porque por los siglos de los siglos los que somos padres temeremos por nuestros hijos y temeremos que no sean como nosotros esperamos y nos imaginamos qué haríamos en una situación así. Uff, terrible.
Un conductor de la tele una vez dijo: "Si una de mis hijas me dice que mató a alguien, yo primero agarro la pala y después le hago las preguntas".

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jilguero
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Re: CPXII - Malos hábitos

Mensaje por jilguero »

Mario Cavara escribió:Un relato interesante. Sin embargo, el exceso de frases cortas impide saborear la lectura. Apenas hay tampoco metáforas, comparaciones u otras figuras retóricas que confieran belleza al texto.
Vengo leyendo tus comentarios y veo que eres enemigo total de las frases cortas :D


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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jilguero
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Re: CPXII - Malos hábitos

Mensaje por jilguero »

Te iba a decir, autor, que el tema es un pelín tópico, pero me he dicho que eso lo podría decir de casi todos los relatos presentados: hay honrosas excepciones, pero poquísimas. Creo, por tanto, que es más bien que no me ha resultado llamativa la forma de tratarlo como para tener la sensación de encontrarme ante algo distinto.

Te diría que es un texto muy digno, que no está mal escrito, que se entiende, que no has dramatizado ni dado detalles escabrosos innecesarios...., con lo cual tampoco te puedo dar ningún consejo para mejorar, porque no le veo fallos importantes. Pero lo cierto es que no tiene tan poco un algo al que agarrarme para que destaque ante mis ojos del resto del "pelotón" de textos del concurso. Otra vez será. :60:




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Ratpenat
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Re: CPXII - Malos hábitos

Mensaje por Ratpenat »

Pues el relato está bien, pero no me ha maravillado. Está entretenido. Gracias por compartirlo :hola:
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