CPXII - “Vu…in..do..” - Landra
Publicado: 14 Abr 2017 10:06
“Vu…in..do..”
La alarma estaba sonando de manera estridente en mi cabeza, la borrachera que había cogido la noche anterior me estaba pasando factura. El sonido se clavaba en las sienes como si me estuvieran insertando agujas a martillazos. Logré gritar el comando para detener la alarma y silenciar la pequeña habitación donde estado instalado los últimos meses. Volví a gritar las palabras, pero el sistema seguía sin entenderme. Las repetí nuevamente pero al parecer el alcohol me había afectado más de lo que pensaba, tenía problemas de vocalización, recordaré no volver a mezclar nunca las bebidas destiladas del mecánico, son veneno incluso para mí.
Cogí la pistola que tenía debajo de la almohada y apunté hacia la consola del ordenador y apunto estuve de apretar el gatillo varias veces, pero paré justo en el momento en el que pensé todos los problemas de protocolo que tendría con la compañía y las sanciones económicas que me hubieran condenado a trabajar gratis el resto de mi vida. Por el contrario le tiré uno de los zapatos que tenía a mano y le gruñí como si fuera un animal a quien pudiera retar a duelo con una mirada asesina, enseñándole los dientes babeantes de saliva impregnada de rabia. Me calmé durante unos segundos, aclaré la garganta y dije en voz alta:
- Anulación de sistema, código de seguridad número cinco.
Las luces del habitáculo se apagaron, los sistemas de insonorización hicieron su trabajo y una vez todo en oscuridad y en silencio, me volví a meter en la cama. No tardé en volver a dormirme, el mismo tiempo que otra voz empezó a sonar por los altavoces:
- ¡Capitán!, aquí el teniente de primera desde el puesto de mando. Hemos llegado a nuestro destino.
El teniente, un soldado correcto y eficiente, siempre con su uniforme planchado, perfecto sin arrugas, era el típico subordinado que odiaba con todas mis fuerzas. Si no hubiera sido porque yo mismo le di las órdenes de que me despertara, habría salido corriendo en pelotas desde mi habitación a partirle su cara de don perfecto. Lo que me hubiera acarreado pagar otra infracción de protocolo, ¡bah!, total, otra más que se añadiría a la larga lista.
No me molesté en acicalarme para la ocasión. La barba era un desastre, el poco pelo que me quedaba tapaba la calva de manera errática y grotesca, el uniforme era el mismo que había utilizado la noche anterior, aunque arrugado, milagrosamente se había salvado de ensuciarse con cualquier tipo de líquido desconocido. Unas deportivas blancas terminaban de redondear mi aspecto irrisorio y poco usual para alguien de mi importancia.
Llegué al puesto de mando y muchos me miraron con cara de desacuerdo, otros prefirieron no mirar y unos pocos se pusieron firmes al verme. Uno de ellos fue el teniente por seguir con su estúpida y controlada rectitud. Y el resto habían servido a mi mando durante muchos años y me debían mucho más que respeto. Me debían sus vidas. Tomé asiento.
- ¡Buenos días capitán!- comenzó a hablar el teniente- falta apenas unos minutos para salir del pliego temporal y llegar a nuestro destino.
El teniente me miró esperando alguna reacción por mi parte y yo no le hice esperar. Saqué un puro del bolsillo del uniforme junto con un mechero y lo encendí tirándole todo el humo a la cara. El teniente tosió y recriminó mi actitud.
- Capitán, en el puesto de mando no se puede fumar…
- Incluya la infracción en mi lista personal.
Me levanté y comencé a andar hasta llegar a la gran pantalla que había a modo de ventana para observar el exterior. Una voz femenina comenzó una cuenta atrás:
- Salimos del pliegue temporal en cinco, cuatro, tres, dos, uno…
Una pequeña vibración se sintió en toda la nave, el pequeño mareo que suele dar al salir del pliegue temporal se volvió mucho más acentuado tras mi estado actual. Hizo que me doblara sobre mi estómago y apunto estuve de vomitar lo que aún no había desayunado. Alcé la mirada hacia la ventana y allí estaba.
- Capitán, tripulación de abordo, hemos llegado a nuestro destino. La Tierra.
¡Estúpido planeta!, llevaba meses encerrado en la nave para ver una puta roca inerte hacía más de mil años.
- Estamos ante la Tierra madre, es un hecho histórico que la humanidad vuelva a su planeta natal, hacía siglos que nadie…
- ¡Bah!- le hice callar- esta es una estúpida misión, planificada por estúpidos científicos y subvencionada por unos locos místicos que creen que pueden ascender y alcanzar una nueva evolución ¡hagan los preparativos para bajar a ese trozo de piedra!, teniente, usted se viene con nosotros.
La sonrisa que le dirigí lo dejó más helado que los polos del planeta que teníamos delante de nosotros. El teniente no era científico, ni tenía la preparación militar necesaria para este tipo de misión, pero no puedes pretender recriminar la actitud de tu capitán sin sufrir las posibles consecuencias. Su rectitud era su esclavitud, no profirió sonido alguno para intentar no acatar la orden.
Aunque todo estaba dispuesto de ante mano para comenzar la misión al poco de llegar a la tierra, decidí retrasarla varias horas con las consecuentes quejas de los científicos que estaban ansiosos por bajar y poner en marcha su experimento. Segundo orgasmo de placer que se llevaba mi sucia alma. Pasaba el tiempo lentamente mientras yo seguía pensando en mi próxima víctima, nada me hacía más feliz que abusar de mi posición con pequeñas pero fastidiosas decisiones. Pero el teniente me sacó de mis ensoñaciones “orgasmastronicas”:
- ¡Capitán!, han pasado varias horas y los científicos están al borde de la sublevación, recuerde que han traído su propia seguridad privada, aconsejo que dé la orden para bajar cuanto antes.
Y se acabaron los orgasmos mentales. Di la orden y en apenas otra hora, todos teníamos puestos los trajes especiales de radiación y soporte vital para posibles contingencias. Los científicos locos portaban en sus manos unas pequeñas máquinas provistas de micrófonos y pantallas especiales para dibujar varios espectros, tanto de luz como de sonido. Aun no podía creer que hubiera aceptado esta mierda de misión, “cancelaremos todas sus deudas si vuelves de allí vivo y sin haber causado más daños” dijeron los muy cabrones. No solo era una locura usar el pliego temporal para viajar hasta esta puta galaxia llena de escombros de todo tipo, sino que encima no sabíamos en qué condiciones se encontraría la Tierra al llegar. Al ser una localización de difícil acceso todos los viajes turísticos y de carácter científico habían sido prohibidos hacía cientos de años atrás, varios accidentes mortales les invitaron a tomar la medida, aunque era fácil pensar que hubiera un factor económico realmente decisivo para ello.
A cambio vigilaron la tierra desde la distancia pero con el tiempo perdieron el interés y en vez de mirar hacia el pasado, siguieron observando el futuro. Habían miles de galaxias esperando ser descubiertas y colonizadas, nuestra galaxia natal era solo un vago recuerdo de lo que fue la humanidad. Ahora somos mejores… ¡Ja!
Abordamos la nave de descenso y nos desacoplamos de la nave en que habíamos viajado todo este tiempo. Una nave gigante fabricada especialmente para esta misión, con los últimos y mejores avances tecnológicos, la llamaron Spectral sound. El planeta se veía de color gris, si alguna vez tubo agua y atmósfera y se contemplaba azul desde su órbita, ya no existe el recuerdo ni imágenes de ello. Algo realmente interesante hubiera sido encontrarse con ruinas de nuestra antigua civilización, pero no estábamos aquí por eso. “El sonido es energía, la energía no se destruye, se transforma”. Manda cojones, los listos estos que vienen ahora a recuperar antiguas leyes de física para proseguir con sus locuras fascinaciones místicas.
Aparte del gris, no se apreciaba color ninguno, un gris feo, soso y que invitaba a irse de allí lo más rápido posible. Los escáneres de la mano no habían encontrado radiación en el p planeta lo que les parecía a los científicos algo muy extraño. Siempre se había dicho que el planeta había sido destruido por las antiguas armas nucleares en una guerra a escala mundial, al menos eso es lo que nos habían enseñado en las academias del gobierno desde hacía siglos. Tampoco los escáneres de la nave pudieron hacer un escaneo topográfico del planeta. Algo estaba interfiriendo en el sistema y fueron incapaces de buscar una zona llana donde poder aterrizar. Poco a poco nos íbamos acercando y los escáneres seguían sin poder darnos referencia de lo que había debajo de nosotros. Yo estaba sentado al lado del piloto y observé lo tenso que se puso cuando entramos en una especie de nube grisácea. Pequeñas partículas del mismo color se adhirieron a los cristales y dificultaban la visión.
Avisé por megafonía a los tripulantes que se prepararan para una posible colisión. Aunque en otro momento me hubiera gustado ver las caras de pánico de los científicos, yo tampoco estaba para bromas. Esto era serio, y la idea de morir en este antiguo y estúpido planeta no era mi objetivo prioritario. Los sensores no indicaban a que distancia estábamos del suelo o de cualquier cosa física que hubiera debajo de nosotros, simplemente descenderíamos a ciegas.
El piloto suspiró de alivio cuando las nubes grises desaparecieron y todos los sensores volvieron a la normalidad. Estábamos a penas a cien metros del suelo y la nave pudo aterrizar sin problemas sobre terreno liso. Comprobamos que no había radiación en el exterior y p reparamos todos los aparatos y comenzamos el descenso por la plataforma.
Primero bajaron los dos guardias de seguridad, ambos con armas de asalto preparadas para lo peor, ¿qué podrían encontrar en un mundo sin vida?, yo llevaba mi propia arma porque directamente no me fiaba de nadie. Siguieron los tres científicos con sus aparatos para el experimento y les seguíamos el teniente y yo. Estábamos conectados mediante transmisión por radio y oía su respiración muy agitada, lo estaba pasando realmente mal, casi me dio lástima, casi.
Los científicos comenzaron a andar sin dirección concreta mientras manipulaban sus aparatos. Aunque habíamos atravesado la nube gris, en el terreno tampoco había desaparecido del todo, formaba una especia de niebla que no nos dejaba ver más allá de veinte metros a nuestro alrededor, por lo tanto andábamos lenta y cuidadosamente. El paisaje era desolador, no encontrábamos nada más que tierra y polvo, todo era llano a nuestro alrededor, yo estaba impaciente por encontrarnos con algo diferente que hiciera más interesante la exploración.
Abrí los canales de radiofrecuencia de los médicos para poder escuchar sus conversaciones, fue una de las pocas imposiciones que conseguí negociar si yo iba a comandar esta misión, quería estar enterado de todo lo que sucediese sin excepción:
- Aquí las lecturas son negativas.
- Es posible que fuera una zona sin civilización- dijo otro.
- También es posible que los espectros de sonido no estén bien calibrados en este planeta. Seguramente habría que probar con diferentes rangos…
- Sigamos como hasta ahora. No hay prisa, podemos hacer pruebas según avanzamos los resultados.
- ¡De acuerdo jefe!- confirmaron los otros dos al unísono.
Cuando me contaron de qué trataba esta misión simplemente pensé que estaban locos de remate, pero viendo los grandes beneficios que iba a obtener a cambio, era todo o nada. Pero ahora mismo la incertidumbre estaba sobrepasando las recompensas. Había estado en muchos planetas, había visto muchos mundos hostiles diferentes, pero sinceramente este era distinto al resto. Aquí no había a quien aniquilar, no había vida, no teníamos un enemigo identificado y quizás era eso lo que más nervioso hacía sentirme.
- ¡Aquí!, aquí tenemos lecturas.
Los otros dos científicos corrieron hacia donde estaba el que les hacía gestos con las manos. Les seguí con la vista pero no me moví ni un ápice esperando sus palabras.
- Tenemos lecturas, muchas, debemos almacenar los datos, volver a la nave y buscar resultados.
Estaban realmente entusiasmados al contrario que yo que estaba totalmente escéptico. No tardaron ni un minuto más en querer volver y salir raudos hacia la nave. Tuvieron que esperar al menos media hora más mientras los de seguridad y mi teniente montaban una baliza que proyectaría señales a los escáneres para que esta vez la niebla no fuera un problema a la hora de bajar nuevamente.
Una vez en la nave los científicos se perdieron en el laboratorio y yo fui directo a mi habitación, no quería perderme nada de lo que allí dentro ocurriese:
- Sistema, código rojo laboratorio, proceda confirmación de voz.
- Confirmación de voz positiva, laboratorio activado.
Varias ventanas holográficas aparecieron delante de mí, elegí precisamente donde estaban los tres, aumenté el sonido y escuché atentamente:
- Esto no puede ser. El espectro de sonido es plano, no debería de haber sonido, pero lo hay. No tiene sentido.
- Podría ser un fallo de los aparatos. Habría que volver a calibrar…
- No conocemos a fondo esta tecnología y ha sido probado con bastantes errores en el pasado, sabíamos que algo así podía pasar.
Debemos intentar separar todos los sonidos sin importar el espectro y transformarlos en algo comprensible.
El ritmo de trabajo era frenético, pero yo me aburría cada vez más. Era imposible que hubieran inventado un aparato capaz de recoger sonidos que fueron realizados hacía siglos, miles de años atrás. Piensan que la energía se transforma y queda ocupando un lugar en el espacio-tiempo allí donde se creó y que son capaces de recoger esos pedazos del pasado, juntarlos y oírlos. Quieren saber que le pasó realmente a la Tierra, porque murió, cual fue la causa. Buscan una posible conversación entre alguien, un mensaje, algo grabado en las ondas por el tiempo de manera infinita que explique lo que ocurrió. No era posible, era una locura.
- ¡Tengo sonido!, escuchad: “vu…in…do”
- Es el espectro plano, el que no debía tener sonido, ¿Qué podrá significar?, debemos volver abajo nuevamente- estaban completamente entusiasmados.
Aunque yo mismo escuché esas palabras sueltas, no quería creérmelo. Me adelanté a ellos y ordené que estuviera todo preparado para bajar de inmediato bajo amenaza de calabozo. Llegaron los científicos y se extrañaron de ver todo preparado para bajar al planeta, pero prefirieron aprovechar la coyuntura y no preguntar.
Esta vez tardamos menos porque la baliza hizo bien su trabajo. El teniente se quedó en la Spectral, aunque era un remilgado estaba totalmente capacitado para dirigir la nave en mi ausencia. Una vez bajada la plataforma los científicos corrieron hasta el lugar donde habían captado los sonidos y siguieron grabando por los alrededores. Habían bajado otro aparato que podría decodificar in situ los nuevos espectros grabados. Tras varias pruebas y correcciones conectaron el aparato al traje y emitieron los sonidos:
- “Vu…in…do”
El sonido era como de una voz de hombre, pero muy grave y profunda. Las sílabas se repetían una y otra vez y los científicos no paraban de reajustar los parámetros buscando completar esas palabras:
- “Vu…in…do, vues…in...ado”- poco a poco parecía que las palabras se iban completando.
- “Vu..tro..in…ado, Vuestro fin ha llegado”
El científico que llevaba el aparato lo tiró al suelo asustado por lo que acababa de oír, pero el jefe lo recogió rápidamente y siguió emitiendo:
- “Vuestro fin ha llegado. De nuevo como especie habéis llegado al límite, que estéis aquí otra vez lo confirma. Matasteis nuevamente a la madre tierra y os comportáis como verdaderos parásitos colonizando galaxias enteras. Nuestro experimento con vosotros nos hace pensar cada vez más que estamos en lo correcto, no podemos dejar una especie al libre albedrio, sería una insensatez por nuestra parte. Debemos seguir dominando al resto de especies y al resto del universo. Somos los únicos capaces de que la paz prospere en el infinito. Volved y avisad a vuestros gobiernos, vuestra raza será iniciada nuevamente, la vida en la tierra volverá y una nueva oportunidad se os será concedida. De vosotros depende ser liberados a la verdad y al conocimiento, conseguid someteros a la pacificación y la evolución dimensional y podremos añadiros como nueva especie en el universo…”
No quise terminar de oír esa voz espectral. Desenfundé mi arma y con dos disparos precisos maté a los guardias de un tiro a cada uno en la cabeza. Los científicos que no sabían que estaba ocurriendo me miraron aterrorizados.
- Malditos bastardos, mirad lo que habéis conseguido con vuestro estúpido experimento, ¡el fin de la humanidad!- descargué el resto de la munición en sus cuerpos y en los aparatos que contenían el mensaje de nuestra extinción- ¡Escuchadme atentamente!- grité con todas mis fuerzas- Sé que me estáis escuchando raza miserable, ¿Quiénes sois vosotros para ponernos en tela de juicio cuando nos estáis utilizando como experimento?, ¿Quiénes sois para juzgarnos cuando estáis dominando el universo decidiendo sobre el resto de especies?, ¿aún no habéis aprendido como es la humanidad?
Subí rápidamente a la pequeña nave y grité apuntando a la cabeza al piloto que me llevara rápidamente a la Spectral a lo que accedió sin hacer preguntas. Mientras llegábamos me puse en contacto con el teniente:
- Teniente, nada más llegue yo a la nave, tiene orden de abrir fuego, plasma azul código veintitrés, aniquile ese planeta, no haga preguntas.
- Pero señor, no podemos…
- Teniente, me conoce de sobra, puedo ser el ser más horrible que conozca, pero jamás y lo sabe bien, he dado una orden sin tener una razón de peso para hacerla. Y hablo de las decisiones importantes teniente, repito, plasma azul código veintitrés, destruya ese planeta teniente y entre en el pliego temporal para volver a la compañía.
- Si Capitán- esta vez la voz era firme y decidida.
Y aquí me encuentro, camino de vuelta a casa, asustado por lo que se nos viene encima. No sé cómo será nuestro fin, nuestro exterminio y dónde está esa especie que controla a las demás. Ni si quiera sé si esto es real, pero no sería la primera vez, que un experimento se escapa del control de las manos de quien lo hace.
La alarma estaba sonando de manera estridente en mi cabeza, la borrachera que había cogido la noche anterior me estaba pasando factura. El sonido se clavaba en las sienes como si me estuvieran insertando agujas a martillazos. Logré gritar el comando para detener la alarma y silenciar la pequeña habitación donde estado instalado los últimos meses. Volví a gritar las palabras, pero el sistema seguía sin entenderme. Las repetí nuevamente pero al parecer el alcohol me había afectado más de lo que pensaba, tenía problemas de vocalización, recordaré no volver a mezclar nunca las bebidas destiladas del mecánico, son veneno incluso para mí.
Cogí la pistola que tenía debajo de la almohada y apunté hacia la consola del ordenador y apunto estuve de apretar el gatillo varias veces, pero paré justo en el momento en el que pensé todos los problemas de protocolo que tendría con la compañía y las sanciones económicas que me hubieran condenado a trabajar gratis el resto de mi vida. Por el contrario le tiré uno de los zapatos que tenía a mano y le gruñí como si fuera un animal a quien pudiera retar a duelo con una mirada asesina, enseñándole los dientes babeantes de saliva impregnada de rabia. Me calmé durante unos segundos, aclaré la garganta y dije en voz alta:
- Anulación de sistema, código de seguridad número cinco.
Las luces del habitáculo se apagaron, los sistemas de insonorización hicieron su trabajo y una vez todo en oscuridad y en silencio, me volví a meter en la cama. No tardé en volver a dormirme, el mismo tiempo que otra voz empezó a sonar por los altavoces:
- ¡Capitán!, aquí el teniente de primera desde el puesto de mando. Hemos llegado a nuestro destino.
El teniente, un soldado correcto y eficiente, siempre con su uniforme planchado, perfecto sin arrugas, era el típico subordinado que odiaba con todas mis fuerzas. Si no hubiera sido porque yo mismo le di las órdenes de que me despertara, habría salido corriendo en pelotas desde mi habitación a partirle su cara de don perfecto. Lo que me hubiera acarreado pagar otra infracción de protocolo, ¡bah!, total, otra más que se añadiría a la larga lista.
No me molesté en acicalarme para la ocasión. La barba era un desastre, el poco pelo que me quedaba tapaba la calva de manera errática y grotesca, el uniforme era el mismo que había utilizado la noche anterior, aunque arrugado, milagrosamente se había salvado de ensuciarse con cualquier tipo de líquido desconocido. Unas deportivas blancas terminaban de redondear mi aspecto irrisorio y poco usual para alguien de mi importancia.
Llegué al puesto de mando y muchos me miraron con cara de desacuerdo, otros prefirieron no mirar y unos pocos se pusieron firmes al verme. Uno de ellos fue el teniente por seguir con su estúpida y controlada rectitud. Y el resto habían servido a mi mando durante muchos años y me debían mucho más que respeto. Me debían sus vidas. Tomé asiento.
- ¡Buenos días capitán!- comenzó a hablar el teniente- falta apenas unos minutos para salir del pliego temporal y llegar a nuestro destino.
El teniente me miró esperando alguna reacción por mi parte y yo no le hice esperar. Saqué un puro del bolsillo del uniforme junto con un mechero y lo encendí tirándole todo el humo a la cara. El teniente tosió y recriminó mi actitud.
- Capitán, en el puesto de mando no se puede fumar…
- Incluya la infracción en mi lista personal.
Me levanté y comencé a andar hasta llegar a la gran pantalla que había a modo de ventana para observar el exterior. Una voz femenina comenzó una cuenta atrás:
- Salimos del pliegue temporal en cinco, cuatro, tres, dos, uno…
Una pequeña vibración se sintió en toda la nave, el pequeño mareo que suele dar al salir del pliegue temporal se volvió mucho más acentuado tras mi estado actual. Hizo que me doblara sobre mi estómago y apunto estuve de vomitar lo que aún no había desayunado. Alcé la mirada hacia la ventana y allí estaba.
- Capitán, tripulación de abordo, hemos llegado a nuestro destino. La Tierra.
¡Estúpido planeta!, llevaba meses encerrado en la nave para ver una puta roca inerte hacía más de mil años.
- Estamos ante la Tierra madre, es un hecho histórico que la humanidad vuelva a su planeta natal, hacía siglos que nadie…
- ¡Bah!- le hice callar- esta es una estúpida misión, planificada por estúpidos científicos y subvencionada por unos locos místicos que creen que pueden ascender y alcanzar una nueva evolución ¡hagan los preparativos para bajar a ese trozo de piedra!, teniente, usted se viene con nosotros.
La sonrisa que le dirigí lo dejó más helado que los polos del planeta que teníamos delante de nosotros. El teniente no era científico, ni tenía la preparación militar necesaria para este tipo de misión, pero no puedes pretender recriminar la actitud de tu capitán sin sufrir las posibles consecuencias. Su rectitud era su esclavitud, no profirió sonido alguno para intentar no acatar la orden.
Aunque todo estaba dispuesto de ante mano para comenzar la misión al poco de llegar a la tierra, decidí retrasarla varias horas con las consecuentes quejas de los científicos que estaban ansiosos por bajar y poner en marcha su experimento. Segundo orgasmo de placer que se llevaba mi sucia alma. Pasaba el tiempo lentamente mientras yo seguía pensando en mi próxima víctima, nada me hacía más feliz que abusar de mi posición con pequeñas pero fastidiosas decisiones. Pero el teniente me sacó de mis ensoñaciones “orgasmastronicas”:
- ¡Capitán!, han pasado varias horas y los científicos están al borde de la sublevación, recuerde que han traído su propia seguridad privada, aconsejo que dé la orden para bajar cuanto antes.
Y se acabaron los orgasmos mentales. Di la orden y en apenas otra hora, todos teníamos puestos los trajes especiales de radiación y soporte vital para posibles contingencias. Los científicos locos portaban en sus manos unas pequeñas máquinas provistas de micrófonos y pantallas especiales para dibujar varios espectros, tanto de luz como de sonido. Aun no podía creer que hubiera aceptado esta mierda de misión, “cancelaremos todas sus deudas si vuelves de allí vivo y sin haber causado más daños” dijeron los muy cabrones. No solo era una locura usar el pliego temporal para viajar hasta esta puta galaxia llena de escombros de todo tipo, sino que encima no sabíamos en qué condiciones se encontraría la Tierra al llegar. Al ser una localización de difícil acceso todos los viajes turísticos y de carácter científico habían sido prohibidos hacía cientos de años atrás, varios accidentes mortales les invitaron a tomar la medida, aunque era fácil pensar que hubiera un factor económico realmente decisivo para ello.
A cambio vigilaron la tierra desde la distancia pero con el tiempo perdieron el interés y en vez de mirar hacia el pasado, siguieron observando el futuro. Habían miles de galaxias esperando ser descubiertas y colonizadas, nuestra galaxia natal era solo un vago recuerdo de lo que fue la humanidad. Ahora somos mejores… ¡Ja!
Abordamos la nave de descenso y nos desacoplamos de la nave en que habíamos viajado todo este tiempo. Una nave gigante fabricada especialmente para esta misión, con los últimos y mejores avances tecnológicos, la llamaron Spectral sound. El planeta se veía de color gris, si alguna vez tubo agua y atmósfera y se contemplaba azul desde su órbita, ya no existe el recuerdo ni imágenes de ello. Algo realmente interesante hubiera sido encontrarse con ruinas de nuestra antigua civilización, pero no estábamos aquí por eso. “El sonido es energía, la energía no se destruye, se transforma”. Manda cojones, los listos estos que vienen ahora a recuperar antiguas leyes de física para proseguir con sus locuras fascinaciones místicas.
Aparte del gris, no se apreciaba color ninguno, un gris feo, soso y que invitaba a irse de allí lo más rápido posible. Los escáneres de la mano no habían encontrado radiación en el p planeta lo que les parecía a los científicos algo muy extraño. Siempre se había dicho que el planeta había sido destruido por las antiguas armas nucleares en una guerra a escala mundial, al menos eso es lo que nos habían enseñado en las academias del gobierno desde hacía siglos. Tampoco los escáneres de la nave pudieron hacer un escaneo topográfico del planeta. Algo estaba interfiriendo en el sistema y fueron incapaces de buscar una zona llana donde poder aterrizar. Poco a poco nos íbamos acercando y los escáneres seguían sin poder darnos referencia de lo que había debajo de nosotros. Yo estaba sentado al lado del piloto y observé lo tenso que se puso cuando entramos en una especie de nube grisácea. Pequeñas partículas del mismo color se adhirieron a los cristales y dificultaban la visión.
Avisé por megafonía a los tripulantes que se prepararan para una posible colisión. Aunque en otro momento me hubiera gustado ver las caras de pánico de los científicos, yo tampoco estaba para bromas. Esto era serio, y la idea de morir en este antiguo y estúpido planeta no era mi objetivo prioritario. Los sensores no indicaban a que distancia estábamos del suelo o de cualquier cosa física que hubiera debajo de nosotros, simplemente descenderíamos a ciegas.
El piloto suspiró de alivio cuando las nubes grises desaparecieron y todos los sensores volvieron a la normalidad. Estábamos a penas a cien metros del suelo y la nave pudo aterrizar sin problemas sobre terreno liso. Comprobamos que no había radiación en el exterior y p reparamos todos los aparatos y comenzamos el descenso por la plataforma.
Primero bajaron los dos guardias de seguridad, ambos con armas de asalto preparadas para lo peor, ¿qué podrían encontrar en un mundo sin vida?, yo llevaba mi propia arma porque directamente no me fiaba de nadie. Siguieron los tres científicos con sus aparatos para el experimento y les seguíamos el teniente y yo. Estábamos conectados mediante transmisión por radio y oía su respiración muy agitada, lo estaba pasando realmente mal, casi me dio lástima, casi.
Los científicos comenzaron a andar sin dirección concreta mientras manipulaban sus aparatos. Aunque habíamos atravesado la nube gris, en el terreno tampoco había desaparecido del todo, formaba una especia de niebla que no nos dejaba ver más allá de veinte metros a nuestro alrededor, por lo tanto andábamos lenta y cuidadosamente. El paisaje era desolador, no encontrábamos nada más que tierra y polvo, todo era llano a nuestro alrededor, yo estaba impaciente por encontrarnos con algo diferente que hiciera más interesante la exploración.
Abrí los canales de radiofrecuencia de los médicos para poder escuchar sus conversaciones, fue una de las pocas imposiciones que conseguí negociar si yo iba a comandar esta misión, quería estar enterado de todo lo que sucediese sin excepción:
- Aquí las lecturas son negativas.
- Es posible que fuera una zona sin civilización- dijo otro.
- También es posible que los espectros de sonido no estén bien calibrados en este planeta. Seguramente habría que probar con diferentes rangos…
- Sigamos como hasta ahora. No hay prisa, podemos hacer pruebas según avanzamos los resultados.
- ¡De acuerdo jefe!- confirmaron los otros dos al unísono.
Cuando me contaron de qué trataba esta misión simplemente pensé que estaban locos de remate, pero viendo los grandes beneficios que iba a obtener a cambio, era todo o nada. Pero ahora mismo la incertidumbre estaba sobrepasando las recompensas. Había estado en muchos planetas, había visto muchos mundos hostiles diferentes, pero sinceramente este era distinto al resto. Aquí no había a quien aniquilar, no había vida, no teníamos un enemigo identificado y quizás era eso lo que más nervioso hacía sentirme.
- ¡Aquí!, aquí tenemos lecturas.
Los otros dos científicos corrieron hacia donde estaba el que les hacía gestos con las manos. Les seguí con la vista pero no me moví ni un ápice esperando sus palabras.
- Tenemos lecturas, muchas, debemos almacenar los datos, volver a la nave y buscar resultados.
Estaban realmente entusiasmados al contrario que yo que estaba totalmente escéptico. No tardaron ni un minuto más en querer volver y salir raudos hacia la nave. Tuvieron que esperar al menos media hora más mientras los de seguridad y mi teniente montaban una baliza que proyectaría señales a los escáneres para que esta vez la niebla no fuera un problema a la hora de bajar nuevamente.
Una vez en la nave los científicos se perdieron en el laboratorio y yo fui directo a mi habitación, no quería perderme nada de lo que allí dentro ocurriese:
- Sistema, código rojo laboratorio, proceda confirmación de voz.
- Confirmación de voz positiva, laboratorio activado.
Varias ventanas holográficas aparecieron delante de mí, elegí precisamente donde estaban los tres, aumenté el sonido y escuché atentamente:
- Esto no puede ser. El espectro de sonido es plano, no debería de haber sonido, pero lo hay. No tiene sentido.
- Podría ser un fallo de los aparatos. Habría que volver a calibrar…
- No conocemos a fondo esta tecnología y ha sido probado con bastantes errores en el pasado, sabíamos que algo así podía pasar.
Debemos intentar separar todos los sonidos sin importar el espectro y transformarlos en algo comprensible.
El ritmo de trabajo era frenético, pero yo me aburría cada vez más. Era imposible que hubieran inventado un aparato capaz de recoger sonidos que fueron realizados hacía siglos, miles de años atrás. Piensan que la energía se transforma y queda ocupando un lugar en el espacio-tiempo allí donde se creó y que son capaces de recoger esos pedazos del pasado, juntarlos y oírlos. Quieren saber que le pasó realmente a la Tierra, porque murió, cual fue la causa. Buscan una posible conversación entre alguien, un mensaje, algo grabado en las ondas por el tiempo de manera infinita que explique lo que ocurrió. No era posible, era una locura.
- ¡Tengo sonido!, escuchad: “vu…in…do”
- Es el espectro plano, el que no debía tener sonido, ¿Qué podrá significar?, debemos volver abajo nuevamente- estaban completamente entusiasmados.
Aunque yo mismo escuché esas palabras sueltas, no quería creérmelo. Me adelanté a ellos y ordené que estuviera todo preparado para bajar de inmediato bajo amenaza de calabozo. Llegaron los científicos y se extrañaron de ver todo preparado para bajar al planeta, pero prefirieron aprovechar la coyuntura y no preguntar.
Esta vez tardamos menos porque la baliza hizo bien su trabajo. El teniente se quedó en la Spectral, aunque era un remilgado estaba totalmente capacitado para dirigir la nave en mi ausencia. Una vez bajada la plataforma los científicos corrieron hasta el lugar donde habían captado los sonidos y siguieron grabando por los alrededores. Habían bajado otro aparato que podría decodificar in situ los nuevos espectros grabados. Tras varias pruebas y correcciones conectaron el aparato al traje y emitieron los sonidos:
- “Vu…in…do”
El sonido era como de una voz de hombre, pero muy grave y profunda. Las sílabas se repetían una y otra vez y los científicos no paraban de reajustar los parámetros buscando completar esas palabras:
- “Vu…in…do, vues…in...ado”- poco a poco parecía que las palabras se iban completando.
- “Vu..tro..in…ado, Vuestro fin ha llegado”
El científico que llevaba el aparato lo tiró al suelo asustado por lo que acababa de oír, pero el jefe lo recogió rápidamente y siguió emitiendo:
- “Vuestro fin ha llegado. De nuevo como especie habéis llegado al límite, que estéis aquí otra vez lo confirma. Matasteis nuevamente a la madre tierra y os comportáis como verdaderos parásitos colonizando galaxias enteras. Nuestro experimento con vosotros nos hace pensar cada vez más que estamos en lo correcto, no podemos dejar una especie al libre albedrio, sería una insensatez por nuestra parte. Debemos seguir dominando al resto de especies y al resto del universo. Somos los únicos capaces de que la paz prospere en el infinito. Volved y avisad a vuestros gobiernos, vuestra raza será iniciada nuevamente, la vida en la tierra volverá y una nueva oportunidad se os será concedida. De vosotros depende ser liberados a la verdad y al conocimiento, conseguid someteros a la pacificación y la evolución dimensional y podremos añadiros como nueva especie en el universo…”
No quise terminar de oír esa voz espectral. Desenfundé mi arma y con dos disparos precisos maté a los guardias de un tiro a cada uno en la cabeza. Los científicos que no sabían que estaba ocurriendo me miraron aterrorizados.
- Malditos bastardos, mirad lo que habéis conseguido con vuestro estúpido experimento, ¡el fin de la humanidad!- descargué el resto de la munición en sus cuerpos y en los aparatos que contenían el mensaje de nuestra extinción- ¡Escuchadme atentamente!- grité con todas mis fuerzas- Sé que me estáis escuchando raza miserable, ¿Quiénes sois vosotros para ponernos en tela de juicio cuando nos estáis utilizando como experimento?, ¿Quiénes sois para juzgarnos cuando estáis dominando el universo decidiendo sobre el resto de especies?, ¿aún no habéis aprendido como es la humanidad?
Subí rápidamente a la pequeña nave y grité apuntando a la cabeza al piloto que me llevara rápidamente a la Spectral a lo que accedió sin hacer preguntas. Mientras llegábamos me puse en contacto con el teniente:
- Teniente, nada más llegue yo a la nave, tiene orden de abrir fuego, plasma azul código veintitrés, aniquile ese planeta, no haga preguntas.
- Pero señor, no podemos…
- Teniente, me conoce de sobra, puedo ser el ser más horrible que conozca, pero jamás y lo sabe bien, he dado una orden sin tener una razón de peso para hacerla. Y hablo de las decisiones importantes teniente, repito, plasma azul código veintitrés, destruya ese planeta teniente y entre en el pliego temporal para volver a la compañía.
- Si Capitán- esta vez la voz era firme y decidida.
Y aquí me encuentro, camino de vuelta a casa, asustado por lo que se nos viene encima. No sé cómo será nuestro fin, nuestro exterminio y dónde está esa especie que controla a las demás. Ni si quiera sé si esto es real, pero no sería la primera vez, que un experimento se escapa del control de las manos de quien lo hace.