MIGUEL LORENTE: “LA REALIDAD NO SON LAS DENUNCIAS FALSAS SINO LAS QUE NO SE HACEN, LA VIOLENCIA DE GÉNERO VERDADERA QUE QUEDA INVISIBLE”
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Cuando Miguel Lorente (Serón, 1967) comenzó a trabajar como forense y a tratar con mujeres que habían sido víctimas de violencia de género y llegaban a él llenas de señales de los golpes que acababan de recibir se dio cuenta de que algo no iba bien. Realizaba estudios doctorales y, un buen día, un catedrático le soltó: “Miguel, no pierdas tiempo en esas tonterías y dedícate al ADN, que tú vales mucho”. Por suerte, no le hizo caso, o no del todo. En abril de 2008, tras dos décadas de carrera académica y profesional, con distintos cargos de responsabilidad en Andalucía, se convirtió en el delegado del Gobierno para la Violencia de Género, un cargo adscrito al entonces Ministerio de Igualdad creado por José Luis Rodríguez Zapatero. Lorente es una de las principales autoridades en materia de violencia de género en el país, un especialista en medicina legal con un discurso muy claro sobre las raíces culturales de este problema social y la necesidad de ir precisamente ahí: a las raíces.
Cada año se producen en España, aproximadamente, unos 600.000 casos de violencia de género, de los cuales se denuncian alrededor de 125.000, entre el 20 y el 22%, y son asesinadas una media de entre 60 y 70 mujeres. Lorente matiza: “Es decir, entre 60 y 70 hombres, porque estamos hablando de conductas masculinas, asesinan a sus mujeres cada año”. Y va más allá: “Fijaos la que se organizó cuando un aficionado del Deportivo de la Coruña fue asesinado en el entorno del Vicente Calderón, o cuando hay un homicidio a un joyero, a un taxista… En España matan todos los años a 70 mujeres, 70, más 70, más 70, 70, 70… ¿y dónde está la revolución?”.
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Para Lorente, esta construcción social explica que los hombres entiendan que tienen la función y la prerrogativa de resolver los conflictos, y la forma de hacerlo, generalmente, es utilizando su posición de ventaja, el poder. “Muchos maltratadores en el despacho forense te dicen que sí, que han pegado a su mujer, pero es que ella se empeñaba en llevarles la contraria. La simple disparidad de opinión es para ellos un ataque porque su posición se toma como referente, ellos perciben que les llevan la contraria y se justifican en el uso de la violencia. La violencia, en estos casos, refuerza el mandato cultural: una persona no encaja en lo que se espera de ella y hay una corrección para recuperar el orden”.
La cultura patriarcal ha normalizado determinados comportamientos o ideas. Muchas veces, nos convertimos en transmisores de esa misma cultura de manera inconsciente. Hace un tiempo, al acabar una conferencia en un pueblo, cuenta Lorente que se le acercó una mujer y tras intercambiar unas palabras le dijo: “No se vaya a pensar usted que yo he venido a escucharle porque mi marido me pega. A mí mi marido no me ha puesto nunca una mano encima, claro que yo nunca le he dado motivo”. “Aquí se ve claramente toda la construcción social de la violencia de género, si tú, mujer, haces lo que se espera de ti yo, hombre, no tengo que utilizar el instrumento –la violencia- para corregirte o castigarte porque estás asumiendo tu rol”, subraya el forense. Roles, por otra parte, que son los mismos independientemente de la clase social, como bien se refleja en el caso del juez decano de Barcelona, un hombre que había maltratado y agredido a su esposa, notaria, y que dijo que él no la había maltratado sino que todo había sido un conflicto familiar. “Este no es solamente un problema de pobres”, espeta Lorente.
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“La realidad nunca es un accidente, es el resultado de lo que hagamos o dejemos de hacer. Hoy estamos viendo cosas que dentro de unos años nos parecerán súper machistas pero tenemos que adelantarnos porque el tiempo, en términos de desigualdad y violencia de género, no transcurre en días sino en vidas. Si no hacemos nada, el tiempo nos va a generar una deuda irreparable”.
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