Joderte de frio |
Atentos, prestad atención.
Michael Craig-Martin: Un árbol de roble
Al lado del vaso de agua es el siguiente texto:( traducción Google )
P. Para empezar, ¿podría describir este trabajo?
R. Sí, por supuesto. Lo que he hecho es cambiar un vaso de agua en un roble adulto, sin alterar los accidentes del vaso de agua.
P. ¿Los accidentes?
R. Sí. El color, tacto, peso, tamaño ...
P. ¿Quiere decir que el vaso de agua es un símbolo de un roble?
R. No. No es un símbolo. He cambiado la apariencia física del vaso de agua a la de un roble.
P. ¿Se parece a un vaso de agua.
A. Por supuesto que sí. No cambiar su apariencia. Pero no es un vaso de agua, es un roble.
P. ¿Se puede probar lo que hemos afirmado que ha hecho?
R. Bueno, sí y no. Me dicen haber mantenido la forma física del vaso de agua y, como se puede ver, lo he hecho. Sin embargo, como normalmente se busca la evidencia de un cambio físico en términos de forma alterada, tal prueba no existe.
Q. ¿simplemente llamó a este vaso de agua un árbol de roble?
A. Por supuesto que no. No es un vaso de agua más. Me han cambiado su esencia real. Que ya no sería correcto llamar a un vaso de agua. Se podría llamar cualquier cosa que uno deseaba, pero que no altera el hecho de que se trata de un roble.
P. ¿No es este un caso de la ropa nueva del emperador?
R. No. Con gente nueva ropa del emperador afirmaron haber visto algo que no estaba allí porque pensaban que no debería. Yo estaría muy sorprendido si alguien me dijo que vio un roble.
P. ¿Fue difícil hacer el cambio?
A. Ningún esfuerzo en absoluto. Pero me llevó años de trabajo antes de darme cuenta que podía hacerlo.
P. ¿Cuándo fue precisamente el vaso de agua se convierten en un árbol de roble?
A. Cuando puse el agua en el vaso.
P. ¿Esto sucede cada vez que llene un vaso con agua?
R. No, por supuesto que no. Sólo cuando tengo la intención de convertirlo en un árbol de roble.
P: ¿Entonces la intención causa el cambio?
R. Yo diría que precipita el cambio.
P. ¿No sabes cómo lo haces?
A. Esto contradice lo que yo siento que sé acerca de causa y efecto.
P. Me parece que usted está afirmando haber obrado un milagro. ¿No es ese el caso?
A. Me halaga que te parece.
P. ¿Pero no eres la única persona que puede hacer algo como esto?
A. ¿Cómo podría saberlo?
P. ¿Podría enseñar a otros a hacerlo?
R. No, no es algo que se puede enseñar.
P. ¿Considera usted que cambiar el vaso de agua en un árbol de roble que constituye una obra de arte?
R. Sí.
P. ¿Cuál es, precisamente, la obra de arte? El vaso de agua?
R. No hay un vaso de agua más.
P. ¿El proceso de cambio?
R. No hay un proceso involucrado en el cambio.
P. ¿El árbol de roble?
R. Sí. El árbol de roble.
P. Pero la encina sólo existe en la mente.
R. No. El roble real está físicamente presente, sino en la forma del vaso de agua. Como el vaso de agua fue un vaso de agua en particular, el roble es un árbol de roble en particular. Concebir la categoría 'roble' o imagen de un árbol de roble en particular no es entender y experimentar lo que parece ser un vaso de agua como un roble. Al igual que es imperceptible también inconcebible.
P. ¿El árbol de roble en particular existen en otro lugar antes de que tomara la forma de un vaso de agua?
R. No. Este roble en particular no existía anteriormente. También debo señalar que no puede ni podrá nunca tener cualquier otra forma que la de un vaso de agua.
P. ¿Cuánto tiempo seguirá siendo un roble?
A. Hasta que lo cambie.
Y ara finalizar, la otra cara de la moneda.
ANTONIO LUCAS
Ese otro «arte» subnormal (18.10.2009)
Lo mejor y lo peor del arte es que lo acepta todo: de los angelotes maricas de El Greco a un tiburón enlatado. El arte dejó hace mucho de ser un milagro de los ojos del hombre, de las manos, de la idea, del zarpazo del corazón. El arte, así, a lo grueso, el arte comercial y ruidoso, es un mercadeo pilotado por marchantes agrios con cara de pavo que travisten verdades sin verdad dentro. Cada cuarto de hora irrumpe por las esquinas de internet un elemento, un ociosillo, un desocupado, un tiracartas que ha inventado el agua caliente con una instalación de última hora. Al menos Duchamp -ese sí que fue grande- se centró en el grifo, en las cosas, en lo útil, para hacer un arte turbador e inútil. Profundo y nuevo. Pero este Ottmar Hörl de Alemania que ha llenado una plaza con enanos de jardín saludando a lo nazi representa esa modernidad pasajera, perezosa, subnormal, efectista y cutre que cree más en el invento que en la idea. Los museos están igual: se han llenado de sarcasmos, de fracasos, de un halo frío y tecnológico que pone a 100 a las viudas rampantes de la ultramodernidad, que son como obras momificadas con las uñas de los pies cortadas a láser. El mercado se excita al mismo ritmo. Pues el trapicheo de obras y sucedáneos es una lavandería fabulosa de dinero para ricos que luego no pagan. Los creadores serios no necesitan eructar después de cada cuadro, de cada foto, de cada vídeo. Ese espectáculo está reservado para la casquería de pseudobobos que van dando sustos a la peña detrás de un marco vacío o de un enano de jardín con un sacacorchos. Estos tíos nutren la juguetería de la falsa intelectualidad. En verdad son la mano de obra de unos snobs gallináceos que se hacen un sándwich con la mierda del artista en lata -la conmoción máxima-. Unos y otros están apoyados por un cuerpo crítico que suele legitimar tanta horterada haciendo gárgaras y con faltas de ortografía cuando escupen en el folio. Para escribir no valen, pero andan ataviados de una autoridad tocinera con gafas de carey. Por una extraña razón, las alcantarillas del arte no se cuestionan. Y cuando uno echa un mixto dentro lo que ve es una catástrofe de gente, una costura de idioteces sublimadas. Este Ottmar Hörl es una prueba irrefutable. Y mientras, no lo duden, los buenos artistas están a lo suyo, trabajando.