Si te comes un limón sin hacer muecas - Sergi Pàmies
Publicado: 30 Mar 2007 13:06
“Me tuve que morir para saber si me querían. En vida, nunca fui demasiado popular, y eso me creó un problema de autoestima que combatí con mucha disciplina y poco éxito. En casa, si yo no iniciaba la conversación, ni mis hijos ni mi mujer sentían la necesidad de decirme ni mu, más allá de los comentarios estrictamente funcionales. En el trabajo, si me ponía enfermo, nadie me echaba de menos. Quizá por eso no me sorprendieron las reacciones que produjo mi muerte, La discreta consternación que invadió el domicilio familiar guardaba más relación con los cambios que acompañan este tipo de situaciones –sumados a cierta inquietud económica– que con una pérdida irreparable. Una vez quedó claro que cobrarían la prima del seguro de vida, mis hijos se mostraron igual de inexpresivos que de costumbre. Sólo cuando, en el tanatorio, la pequeña acaricio el ataúd de pésima calidad en el que me habían metido, percibí una punta de aflicción relacionada, me pareció intuir, con algunos recuerdos de infancia. En el transcurso del funeral, la mayoría de los asistentes miraron el reloj…”
Así comienza el primero (‘La otra vida’) de estos veinte relatos cortos, traducidos del catalán por el propio Sergi Pàmies, de lectura deliciosa e inteligente, o ácida como advierte el título del conjunto, aunque en algunos será difícil no hacer muecas, las muecas de la risa. De entrada os recomiendo este libro, no lo dudéis.
Dice José María Pozuelo Yvancos en ‘ABCD’: “Sergi Pàmies logra lo que parecía imposible en el cuento: ser distinto a pesar de construirlos como si se hiciesen solos, con el material leve de la cotidianidad. Vista a una luz nueva, especial, tan suya, que el lector, cuando cierra el libro, le da la razón a Vila-Matas cuando lo proclama en la presentación. Pero lo que resalta de esa rareza es que tal cosa ocurra con cuentos breves”.
En el prólogo del libro, Vila-Matas afirma que, una vez leído, “te preguntas si Pàmies no te ha traicionado y, al igual que el título, que es más bien largo, el libro esconde en realidad tres mil páginas más”, y que el libro es “como un pozo inagotable, es como «El pozo», uno de sus relatos más perfectos y, por cierto, el más breve. Es tan breve que no se acaba nunca”, un relato que comienza así: “El charlatán predica delante del pozo. «Quien se tire dentro», dice, «será feliz». Los que nos detenemos a escucharlo contenemos la curiosidad con una expresión incrédula. Pero estamos atentos”.
Pozuelo Yvancos señala en su reseña: “En el fondo, aunque sólo parezcan metaliterarios algunos de los cuentos y singularmente esa obra maestra que ha titulado ‘Ficción’, la única ventana del urbanita a la salvación y a la condena es su mente imaginativa. Funciona sin que lo quiera, y enreda pensamientos, que van enlazando pasadizos por los que discurren los deseos, los miedos, las impotencias, y también la poesía, como ocurre en la formidable evocación metafórica del iceberg con la muerte del padre en el cuento titulado ‘El desenlace’. De tal forma, cada cuento crea un mundo imaginativo por el que discurre el ser más radical, el mental, que define al hombre, sea en la forma de recuerdo, frustración, delirio, y cuantas otras posibilidades inserta la distancia entre realidad y deseo, limitación y quimera”, y continúa a renglón seguido: “Agudeza irónica. En el fondo, estos cuentos son tan eficaces por dos motivos: porque las historias que cuentan suceden (la ficción más honda comunica inextricablemente con la realidad, siquiera sea la mental), y porque tienen la dimensión justa. Son suficientemente largas para que no puedan ser calificadas de relatos hiperbreves. Solamente ‘El pozo’ (otra obra maestra) entraría en esa dimensión genérica. Su mayor dimensión las exonera del inconveniente de que la agudeza las atenace. Eso sí, son intensas, y la agudeza irónica campea por ellas. Pero lo importante es que siempre fluyen desde fuera hacia dentro”.
También lo ha reseñado Ricardo Senabre en ‘El Cultural’: “Se diría que Pàmies experimenta con cada cuento, intentando saltar fuera de los cauces previsibles, siguiendo derroteros narrativos que nada tienen que ver con los planteamientos tradicionales de esta modalidad literaria, recortando y podando todo aquello que pueda parecer superfluo, en busca de una intensidad conseguida mediante la sugerencia y la búsqueda de correspondencias simbólicas nacidas de situaciones en apariencia triviales e incluso anodinas. Lo importante no son los motivos –siempre relacionados con un reducido haz de problemas generales–, sino la originalidad de los desarrollos”, y en el siguiente párrafo de nuevo incide en el carácter de esencia de estos relatos: “Pàmies tiene una gran habilidad para plantear situaciones e historias de larga duración en muy poca superficie textual, como sucede en «Sangre de nuestra sangre», donde los procedimientos de condensación permiten plasmar la relación de una niña con sus padres desde el nacimiento hasta la adolescencia en apenas cinco páginas, donde caben, además, reflexiones implícitas sobre la educación, la libertad y las diferencias generacionales”.
El propio Pàmies advirtió en la presentación de su libro (lo tomo de Europa Press) que, inspirándose en la artesanía, desnuda "todo aquello que obstaculice una visión nítida", y "quitar cosas debería ser lo más fácil siempre que se sepa qué hay que quitar". Sus relatos se centran en "el detalle", porque "esta es la explicación de mundos mucho más complejos", e igualmente que durante el proceso de escritura debe existir "dosis de renuncia a todo aquello que no sea a favor del lector", y así recortar "la parte de ego" del autor.
Sobre el relato ‘Nuestra guerra’, dijo Pàmies que es una respuesta crítica a la expansión de los libros con esta temática: “En estos libros veo una explotación, es más importante el tío que escribe que las personas que han muerto. Esto me indigna”. Este relato comienza así:
“En el momento de sentarme ante el ordenador tengo el propósito de escribir la historia de una batalla sin que se note a favor de qué bando estoy. Si puedo, relataré los hechos con un distanciamiento que refuerce la idea –no demasiado original, lo admito– de lo absurdo de las guerras. Cuando haya descrito la carnicería provocada por las bombas caídas sobre una trinchera no me recrearé en la atrocidad de la escena. Empiezo a escribir, pues, con voluntad de asepsia. Tres horas más tarde, cuando ya he situado la acción en un campo de batalla cualquiera, me pregunto a qué viene tanta contención, y si ese deseo de ecuanimidad no será, en el fondo, una especie de miedo: miedo a manifestar lo que realmente deseo decir. No se trata de una duda nueva, y tengo argumentos para rebatirla. Por ejemplo: del mismo modo que hay escritores que practican la torrencialidad de palabra y el análisis minucioso de la psicología de los personajes, en otro la parquedad y la carencia de detalles describen, por omisión, todo lo que no dicen. Siempre he creído que el exceso de información distrae al lector, pero ¿lo sigo creyendo? Una vez he contado que las bombas han caído y que casi todos los soldados han muerto, oigo una voz interior que me susurra: «Cuenta algo más.» La tentación de transgredir los mandamientos que yo mismo me he impuesto es fuerte: me muero de ganas de acercarme al sargento que, muy malherido, agoniza…”
De ‘El pozo’ y ‘Una fotografía’ afirmó que son “poemas encubiertos”, y en ‘Como dos gotas de agua’ hace un homenaje al las películas de animación, como 'Toy Story' o 'Monstruos S.A' que son “brutales a nivel narrativo”, reconstruyendo con las palabras “un cortometraje de animación”. Del género del cuento, Pàmies resaltó que trata “las pasiones universales, pero cocinadas con una mirada muy actual”. Y como maestros señaló sobre todos a Chejov y Carver.
Este libro os gustará, os encantará. Y me despido con el arranque de otro gran relato, el titulado ‘Escabeche’: “Me despierto con unas ganas tremendas de llorar, pero como tengo mucho trabajo decido que ya lloraré más tarde”, y el final de ‘El viaje’, un viaje programado para ver a un maestro o gurú, la última esperanza de salvación y cura para quienes se acercan a visitarlo: “Del viaje de regreso sólo puedo decir que alguien ha empezado a cantar y que los demás le han imitado, unidos por una melodía de taberna, universal y eufórica. Yo me he mantenido callado. Me habría gustado decirles que, del mismo modo que habría resultado injusto avergonzarse de la tristeza y del pánico que sentíamos en la ida, tampoco deberíamos enorgullecernos del entusiasmo y la confianza de ahora. Y ha sido entonces cuando me he agarrado a un pensamiento que me ha reconfortado: si sentirse mejor significa cantar así, quizá prefiero seguir como hasta ahora”.
Buena lectura.
Así comienza el primero (‘La otra vida’) de estos veinte relatos cortos, traducidos del catalán por el propio Sergi Pàmies, de lectura deliciosa e inteligente, o ácida como advierte el título del conjunto, aunque en algunos será difícil no hacer muecas, las muecas de la risa. De entrada os recomiendo este libro, no lo dudéis.
Dice José María Pozuelo Yvancos en ‘ABCD’: “Sergi Pàmies logra lo que parecía imposible en el cuento: ser distinto a pesar de construirlos como si se hiciesen solos, con el material leve de la cotidianidad. Vista a una luz nueva, especial, tan suya, que el lector, cuando cierra el libro, le da la razón a Vila-Matas cuando lo proclama en la presentación. Pero lo que resalta de esa rareza es que tal cosa ocurra con cuentos breves”.
En el prólogo del libro, Vila-Matas afirma que, una vez leído, “te preguntas si Pàmies no te ha traicionado y, al igual que el título, que es más bien largo, el libro esconde en realidad tres mil páginas más”, y que el libro es “como un pozo inagotable, es como «El pozo», uno de sus relatos más perfectos y, por cierto, el más breve. Es tan breve que no se acaba nunca”, un relato que comienza así: “El charlatán predica delante del pozo. «Quien se tire dentro», dice, «será feliz». Los que nos detenemos a escucharlo contenemos la curiosidad con una expresión incrédula. Pero estamos atentos”.
Pozuelo Yvancos señala en su reseña: “En el fondo, aunque sólo parezcan metaliterarios algunos de los cuentos y singularmente esa obra maestra que ha titulado ‘Ficción’, la única ventana del urbanita a la salvación y a la condena es su mente imaginativa. Funciona sin que lo quiera, y enreda pensamientos, que van enlazando pasadizos por los que discurren los deseos, los miedos, las impotencias, y también la poesía, como ocurre en la formidable evocación metafórica del iceberg con la muerte del padre en el cuento titulado ‘El desenlace’. De tal forma, cada cuento crea un mundo imaginativo por el que discurre el ser más radical, el mental, que define al hombre, sea en la forma de recuerdo, frustración, delirio, y cuantas otras posibilidades inserta la distancia entre realidad y deseo, limitación y quimera”, y continúa a renglón seguido: “Agudeza irónica. En el fondo, estos cuentos son tan eficaces por dos motivos: porque las historias que cuentan suceden (la ficción más honda comunica inextricablemente con la realidad, siquiera sea la mental), y porque tienen la dimensión justa. Son suficientemente largas para que no puedan ser calificadas de relatos hiperbreves. Solamente ‘El pozo’ (otra obra maestra) entraría en esa dimensión genérica. Su mayor dimensión las exonera del inconveniente de que la agudeza las atenace. Eso sí, son intensas, y la agudeza irónica campea por ellas. Pero lo importante es que siempre fluyen desde fuera hacia dentro”.
También lo ha reseñado Ricardo Senabre en ‘El Cultural’: “Se diría que Pàmies experimenta con cada cuento, intentando saltar fuera de los cauces previsibles, siguiendo derroteros narrativos que nada tienen que ver con los planteamientos tradicionales de esta modalidad literaria, recortando y podando todo aquello que pueda parecer superfluo, en busca de una intensidad conseguida mediante la sugerencia y la búsqueda de correspondencias simbólicas nacidas de situaciones en apariencia triviales e incluso anodinas. Lo importante no son los motivos –siempre relacionados con un reducido haz de problemas generales–, sino la originalidad de los desarrollos”, y en el siguiente párrafo de nuevo incide en el carácter de esencia de estos relatos: “Pàmies tiene una gran habilidad para plantear situaciones e historias de larga duración en muy poca superficie textual, como sucede en «Sangre de nuestra sangre», donde los procedimientos de condensación permiten plasmar la relación de una niña con sus padres desde el nacimiento hasta la adolescencia en apenas cinco páginas, donde caben, además, reflexiones implícitas sobre la educación, la libertad y las diferencias generacionales”.
El propio Pàmies advirtió en la presentación de su libro (lo tomo de Europa Press) que, inspirándose en la artesanía, desnuda "todo aquello que obstaculice una visión nítida", y "quitar cosas debería ser lo más fácil siempre que se sepa qué hay que quitar". Sus relatos se centran en "el detalle", porque "esta es la explicación de mundos mucho más complejos", e igualmente que durante el proceso de escritura debe existir "dosis de renuncia a todo aquello que no sea a favor del lector", y así recortar "la parte de ego" del autor.
Sobre el relato ‘Nuestra guerra’, dijo Pàmies que es una respuesta crítica a la expansión de los libros con esta temática: “En estos libros veo una explotación, es más importante el tío que escribe que las personas que han muerto. Esto me indigna”. Este relato comienza así:
“En el momento de sentarme ante el ordenador tengo el propósito de escribir la historia de una batalla sin que se note a favor de qué bando estoy. Si puedo, relataré los hechos con un distanciamiento que refuerce la idea –no demasiado original, lo admito– de lo absurdo de las guerras. Cuando haya descrito la carnicería provocada por las bombas caídas sobre una trinchera no me recrearé en la atrocidad de la escena. Empiezo a escribir, pues, con voluntad de asepsia. Tres horas más tarde, cuando ya he situado la acción en un campo de batalla cualquiera, me pregunto a qué viene tanta contención, y si ese deseo de ecuanimidad no será, en el fondo, una especie de miedo: miedo a manifestar lo que realmente deseo decir. No se trata de una duda nueva, y tengo argumentos para rebatirla. Por ejemplo: del mismo modo que hay escritores que practican la torrencialidad de palabra y el análisis minucioso de la psicología de los personajes, en otro la parquedad y la carencia de detalles describen, por omisión, todo lo que no dicen. Siempre he creído que el exceso de información distrae al lector, pero ¿lo sigo creyendo? Una vez he contado que las bombas han caído y que casi todos los soldados han muerto, oigo una voz interior que me susurra: «Cuenta algo más.» La tentación de transgredir los mandamientos que yo mismo me he impuesto es fuerte: me muero de ganas de acercarme al sargento que, muy malherido, agoniza…”
De ‘El pozo’ y ‘Una fotografía’ afirmó que son “poemas encubiertos”, y en ‘Como dos gotas de agua’ hace un homenaje al las películas de animación, como 'Toy Story' o 'Monstruos S.A' que son “brutales a nivel narrativo”, reconstruyendo con las palabras “un cortometraje de animación”. Del género del cuento, Pàmies resaltó que trata “las pasiones universales, pero cocinadas con una mirada muy actual”. Y como maestros señaló sobre todos a Chejov y Carver.
Este libro os gustará, os encantará. Y me despido con el arranque de otro gran relato, el titulado ‘Escabeche’: “Me despierto con unas ganas tremendas de llorar, pero como tengo mucho trabajo decido que ya lloraré más tarde”, y el final de ‘El viaje’, un viaje programado para ver a un maestro o gurú, la última esperanza de salvación y cura para quienes se acercan a visitarlo: “Del viaje de regreso sólo puedo decir que alguien ha empezado a cantar y que los demás le han imitado, unidos por una melodía de taberna, universal y eufórica. Yo me he mantenido callado. Me habría gustado decirles que, del mismo modo que habría resultado injusto avergonzarse de la tristeza y del pánico que sentíamos en la ida, tampoco deberíamos enorgullecernos del entusiasmo y la confianza de ahora. Y ha sido entonces cuando me he agarrado a un pensamiento que me ha reconfortado: si sentirse mejor significa cantar así, quizá prefiero seguir como hasta ahora”.
Buena lectura.