En este si sería capaz de ver una cierta connotación sexual, si consideramos la sexualidad como una fusión temporal de los cuerpos, y puede que de algo más. Tenemos al Acteón, al buscador, que encuentra una supuesta víctima y esta accede, y acabamos con ambos cuerpos fusionados, sin saber dónde acaba el de uno y donde empieza el del otro. Pero también con esas voces de las que se nos dice que no era fácil distinguir quién decía una cosa y quién otra:
"En este punto no sabría decir quién pronunció la última frase, pues, como quiera que acompañábamos la acción a la palabra, nuestras manos iban penetrando regiones más profundas de nuestros pechos respectivos, y como acompañábamos igualmente la palabra a la acción (hubiera sido imposible distinguir entre una y otra voz: mi voz correspondía a su acción; su acción a mi voz) sucedía que nos hacíamos una sola masa, un solo montículo, una sola elevación, una sola cadena sin término." |
Pero, al margen de eso, este relato, con sus construcción absurda partiendo de un mito clásico, pero también con ese final donde no hay vencedor ni vencido, porque no puede haberlos, porque se nos ha dicho que "Tanto podrían ser los perros las víctimas como los victimarios; y en este caso, ya sabe usted lo que también podría ser Acteón.”, me recuerda mucho al relato de Kafka El buitre, o su otra versión El zopilote (son casi idénticas). Y tanto en el caso de Kafka como de Piñera, lo que me trasmiten estas historias es la impotencia del ser humano ante el destino, su falta de libertad. De ahí que, según la perspectiva desde la que se mire, la victima y el verdugo pueden llegar a ser intercambiables, cuestión de la escala de valores por la que uno se rija. El uno necesita al otro, imágenes especulares asimétricas, complementarias más que idénticas (en La caída, la barba que busca ser admirada versus los ojos que la contemplan). Y en los cuentos de ambos autores, los dos destinos (dos papeles complementarios) terminan fusionados en uno solo (la muerte comun en Kafka; final más abierto en Piñera).
Por último, la mención de Acteón en este cuento me ha hecho, no solo repasar el mito clásico del cazador que acaba siendo cazado por su propios perros, sino conocer lo que Sartre denominaba el complejo de Acteón, donde a diferencia del voyeur convencional, al buscador lo que le interesa es más la búsqueda que el encuentro. Y eso me ha hecho pensar que, como lectora, quizás soy un poco Acteón con el autor que hay detrás, de ahí que lo busque entre líneas en sus textos.
Conclusión, otro cuento interesante .
PD: Batrleby, sé que ahora mismo Irma os está sacudiendo y os deseo mucha suerte .