Viento del Norte - Elena Quiroga

Narrativa española e hispanoamericana

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Viento del Norte - Elena Quiroga

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Viento del Norte (Edición especial, 2023) (*)
Editorial: Bamba; N.º 1 edición (13 septiembre 2023)
Tapa blanda: 284 páginas
ISBN-10: ‏ 8412595742
ISBN-13:978-8412595741
Ilustración de Natalia Bosques
Más información: https://bambaeditorial.com/viento-del-n ... a-quiroga/

Primera publicación: 1951
Premio Nadal 1951


Sinopsis
“Siendo pelirroja, no tenía pecas en el rostro, ni era blanca de cutis, sino del color moreno de la tierra cuando la abren para arrojar la semilla al surco”.

El deseo y un destino marcado. Viento del norte, galardonada con el Premio Nadal situó a Elena Quiroga en primera línea de la narrativa española.

En La Sagreira, un pazo al norte de Galicia, nace Marcela, hija de una madre que la abandona y un padre sin nombre. Álvaro de Castro, el amo, la acoge en la casa y encarga su cuidado a la vieja Ermitas. Marcela crece feliz cerca de la naturaleza, libre y salvaje, pero La Sagreira es un lugar hermético que no perdona la mancha de su procedencia: su único hogar es también un entorno hostil, cubierto de supersticiones, rechazos, habladurías y celos. Con el paso de los años, Álvaro se sentirá atraído por ella, y esta inclinación amorosa, como el fuerte viento del norte, hará tambalear los cimientos del pazo y su rígida jerarquía.

Quiroga construye personajes de una gran profundidad, aquejados por un dolor que será transversal en su obra: el de la soledad y el silencio. A través de Marcela y Álvaro, sus protagonistas, y el conflicto entre ellos, la autora indaga en temas tan trascendentales como el sentido de la vida y la muerte, la identidad, el legado, el deseo y el amor por la tierra; todo ello desde un punto de vista intimista, que desgrana las emociones con una prosa pulida y honesta.
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Prólogo

Lourdes Ortiz
A veces, demasiadas, nos dejamos llevar por los críticos, las modas, los empeños editoriales y nos perdemos obras que deberíamos haber leído y amado en su momento. Leer ahora, con medio siglo de distancia, esta hermosa novela de Elena Quiroga -pecado personal, ignorancia que no se justifica- es un descubrimiento tardío pero no por ello menos gozoso. Probablemente el tiempo añade a la novela -y a mi propia experiencia como lectora- cualidades y matices que tal vez entonces, en esa posguerra de tomas de partidos y descréditos a priori, no hubiera podido atrapar. Mi generación, los niños del cincuenta, año en que Viento del Norte fue galardonada con el premio Nadal, creció mirando hacia fuera; hacia la gran literatura universal o hacia esa literatura vigorosa que nos llegaba del otro lado del Atlántico. Desconfiábamos de todo aquello que de algún modo relacionábamos con la España oscura, censora y timorata, en la que nos había tocado crecer. Pero la buena literatura tiene el poder de la pervivencia y se nos abre como una alcancía, un cántaro al final del arco iris para ofrecernos sus tesoros.

Viento del Norte es una novela sorprendente, sobre todo por el momento en que fue escrita y por la riqueza léxica y coloquial que encierra. Novela del pazo, novela rural. Denominaciones que utilizan los estudiosos pero que se quedan cortas y que, tal vez, han contribuido a que la autora quedara relegada a un tipo de novela regionalista o de género, cuando de algún modo, al enfrentarnos al texto, descubrimos en él esa riqueza de imágenes, de lenguaje, esa libertad de escritura, ese mestizaje que tanto nos fascinó en la literatura latinoamericana y en ese padre de los grandes escritores gallegos, en ese anarquista del lenguaje que fue don Ramón del Valle-Inclán. Escritura donde se mezclan con el castellano -ampliándolo y enriqueciéndolo- modismos, giros, frases enteras de una lengua gallega popular, llena de sabor y de gracia y, por aquel entonces, reprimida y silente. Pero de esa mezcla, de ese desparpajo, de esa libertad brota una sinfonía de imágenes y de ritmos, una ruptura del castellano apelmazado de muchos escritores de la época y un legado que a lo mejor se pierde, y es una lástima, cuando las dos lenguas se hacen autónomas y cada una bebe exclusivamente de su pasado.

Lenguaje vivo, rápido, lleno de sugerencias; diálogos vertiginosos, precisos. Y un relato con esa carga de la leyenda, de las viejas tradiciones rurales, donde se mezcla, como en la mejor novela latinoamericana escrita en esos mismos años: la creencia popular, la fantasía y el sueño.

Hay pasión por la palabra y amor en estas páginas. Amor y savia de la naturaleza, de lo cercano, de ese ámbito, que es un ámbito cerrado, ligado todavía al sentido narrativo de la gran novela del XIX, pero contado con una violencia soterrada, la violencia de la tragedia, tragedia rural, pero también el espacio de las grandes sagas familiares, de los temores, los miedos, los odios y los rencores que nos remiten a esos gigantescos personajes, turbulentos y terribles, acosados por sus miedos y sus deseos, sus envidias y sus rencores. El mundo de Faulkner, pero también el mundo de Cumbres borrascosas, porque algo hay en esa Marcela sin domar, en esa niña salvaje y tenebrosa, pero rebelde, de la fuerza incontenible de uno de los más feroces y magníficos personajes femeninos creados por la literatura, la Catalina Earnshaw, esa muchacha indómita y brutal que corre por los pdramos y que curiosamente fue creada también por una joven novelista, una mujer, Emily Bronte, cuando sólo tenía veintiocho años.

Hay un hálito poético en todo el relato. Un restañar de los sentidos y de las sensaciones que se va filtrando en cada página. No es una novela dócil o sensiblera, sino terca y vigorosa como son tercos y como tallados en madera, pero complejos, los personajes de ese mundo de familias de toda la vida, señoritos y criados; un mundo de formalismos y pasiones encontradas, de padres terribles y mujeres acobardadas por la rutina, el qué dirán y la costumbre. La naturaleza se filtra en las reacciones de esos personajes, atrapados y al mismo tiempo soberbios, altaneros. La violencia de ese mundo de hidalgos que de nuevo nos remite al Valle-Inclán de Águilas de blasón pero también de algún modo al ambiente cerrado, de pasiones encontradas, de locura y miedo del Lorca de La casa de Bernarda Alba.

Elena Quiroga nos narra en Viento del Norte la historia truculenta de una pasión y una derrota. Y la cuenta con todos los matices, centrando su relato en ese Álvaro, al que nos describe con esa minuciosidad psicológica que sólo alcanzan los grandes novelistas. Un señor en sus tierras y un pobre hombre, víctima de una fiebre amorosa incontenible que le lleva a quebrantar las normas aceptadas en el pequeño ámbito rural, entronizando a aquella que de algún modo será también víctima de los recelos, la incomprensión y el miedo. Como en Romeo y Julieta y en todas las grandes tragedias amorosas, la pasión sólo lleva a la destrucción, el destino aparece marcando a los protagonistas y conduciéndoles hasta el drama final que acaba con la muerte. No hay salida. Pero en ese recorrido los personajes han ido creciendo, transfigurándose, sufriendo en su carne y en su sangre la torpeza que las limitaciones sociales, los hábitos y la cicatería imponen. Marcela está marcada desde el comienzo, cordero expiatorio por su nacimiento y se somete, descubriendo al final que tal vez en esa entrega de Álvaro, en esa veneración podía haber encontrado la calma y un lugar en ese mundo que la niega. Pero
como en toda tragedia el descubrimiento llega tarde.

No son personajes de una pieza sino contradictorios, vacilantes, airados y tiernos y en eso reside su grandeza. Elena Quiroga ha contado con valentía -curiosa en aquellos años de mujeres mojigatas y tímidas ante el vendaval rastrero y castrador del nacional catolicismo imperante- y acierto (ese acierto que sólo tienen los grandes narradores) la fuerza del deseo; un deseo casi animal, indómito, deseo que arrastra y trastoca el orden. Sus personajes masculinos son el contrapunto de esa Marcela desorientada y libre, como un potrillo sin domar, y no están condenados de antemano sino descritos con toda su fuerza, su debilidad y su torpeza o su generosidad. Hay mucha sabiduría, mucho haber mamado de las obras del pasado en esta novela, como esas criadas y criados que forman una especie de coro a la manera de la gran tragedia o esa Ermita, criada que cumple las funciones de nodriza, cerca siempre, vigilante, mitad Celestina, mitad madre. Voz del pueblo, cargada de razones, como el buen Sancho; voz que percibe y anuncia la tragedia, que es el contrapunto nunca callado de ese mundo ya caduco de señorones y blasones, encarcelados en sus propias reglas.

Frente al Álvaro, señoritingo juerguista, donjuanesco y cínico de La Regenta, galán a la caza, o ese Quintanar, el marido abúlico y aburrido que tortura a Ana, el Álvaro de Viento del Norte está contemplado con ternura y cierto respeto que le rescata. Y es su amor el que le da ímpetu y fuerza, aunque todo lo demás le impida volar, ya que es hijo, a pesar de todo, de sus prejuicios y de las convenciones, frente a las cuales se rebela una y otra vez para volver a caer en su trampa. Y es que frente al mundo plomizo y polvoriento de Vetusta, la Sagreira aporta un viento huracanado, el viento de las meigas, el paisaje umbrío y fascinante de la Galicia inmemorial, de los riachuelos y las brumas sobre la ría en calma. El paisaje de los bosques y las leyendas, vivas en sus gentes, el rumor de las ánimas y las llamadas de ultratumba. Lo maravilloso en cada piedra del camino. El orballo que se filtra en el corazón.

La soledad y la vejez, el tiempo destruyendo frente a esa juventud que trae la vida y que aparece como tentación en la frescura insultante y natural de Marcela, la muchacha sin pulir que tiene la lozanía de los caballos salvajes. Y ese viento de la naturaleza da a la novela un carácter que la aleja de la tradición castellana y le da la soltura y el ímpetu de las novelas del otro lado del Atlántico. El brío de lo irracional demoliendo los salones, irrumpiendo como irrumpe y nos arrastra ese lenguaje mixto, lleno de colorido, irreverente con la norma académica, fluido y lleno de resonancias, musical y conciso al mismo tiempo. Para mí la lectura ha sido un hallazgo que espero compartan los lectores que a partir de este momento se adentren en sus páginas. Frente a una literatura muerta, tópica, sin destellos, la novela de Elena Quiroga es un regalo.

(*) Actualización de imagen, datos y sinopsis por moderación, octubre 2023
Última edición por 1452 el 31 Ene 2012 19:37, editado 1 vez en total.
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Re: Viento del Norte - Elena Quiroga

Mensaje por 1452 »

Maravillosa esta novela, en mi caso, como apunta Lourdes Ortiz, también "pecado personal e ignorancia que no se justifica", el haber tenido tantos años esta fantástica novela en una estantería sin dirigirle ni una sola mirada hasta que el año pasado la escogí al "azar"; y ciertamente, hago mías de nuevo las palabras de Ortiz, fue un regalo.
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primopons
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Re: Viento del Norte - Elena Quiroga

Mensaje por primopons »

El año pasado me leí tres novelas de esta señora: Algo pasa en la calle, La careta y La última corrida. La que más me gustó fue la primera, recomendación de Julia. Bueno es saber que ésta de Viento del Norte te ha gustado, 1452. Gracias. :wink:
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Re: Viento del Norte - Elena Quiroga

Mensaje por 1452 »

Primopons, no he leído nada más de Quiroga, así que no puedo decir si Viento del Norte es mejor o no que otras suyas, pero a mí me pareció muy buena.
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Ceinwyn
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Re: Viento del Norte - Elena Quiroga

Mensaje por Ceinwyn »

He empezado esta novela de casualidad, porque ahora mismo no encontraba otra cosa a mano, la verdad, y sospecho que me va a pasar como a 1452, que me va a dar pena no haber reparado en ella. Tiene una pinta maravillosa.
Silba la calandria y nos sorprende en vela, amuchados, con ganas de seguir.
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Ivanovich
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Re: Viento del Norte - Elena Quiroga

Mensaje por Ivanovich »

Leí esta novela hace muchos años, y tengo un recuerdo muy bueno ella, de una historia costumbrista en Galicia. Formaba parte de una colección de El Mundo, de las 100 (o nosécuántas mejores novelas españolas del s. XX. Ya contarás.
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Ceinwyn
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Re: Viento del Norte - Elena Quiroga

Mensaje por Ceinwyn »

Sí, esa es la edición que tengo, @Ivanovich .
Avanzo poco, pero me encanta.
Me recuerda un poco a Doña Emilia.
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Ceinwyn
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Re: Viento del Norte - Elena Quiroga

Mensaje por Ceinwyn »

Terminé este libro pero no tuve oportunidad de comentarlo.

Sólo hablaré de la angustia que me produjo leerlo por la falta de comunicación de los personajes, sobre todo el de Marcela, protagonista de la historia, que es alguien encerrada absolutamente en ella misma, que no procesa los sentimientos, ni las emociones, ni valora sus necesidades, ni siquiera es capaz de hacer un análisis sobre ella misma ni lo que está sintiendo, así es que calcula cómo evalúa a los demás.

Esta es una de las cosas que peor tolero en el humano, así es que me ha dao coraje tolrrato. También suponía el final desde la mitad. Aún con estas, que son percepciones personales, me ha encantado leerlo. Un libro muy bonito, duro, producto de su tiempo.
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Buccan
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Re: Viento del Norte - Elena Quiroga

Mensaje por Buccan »

Leyendo... con calma y sosiego.

¡Salud y buen viento!
Luciendo los tatuajes de un pasado bucanero, de un velero al abordaje...

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