Vaya, leí hace un montón esta novela y he visto que no comenté nada. Al terminarla tuve la impresión de que para mí era la mejor obra de Rosa Ribas y pensé que hubiera sido un perfecto Premio Planeta a años luz de los concedidos desde hace muchos años, que no han hecho más que devaluarlo.
Me impactó. Creo que un texto así sólo lo puede escribir alguien de la generación de Rosa. Ella y yo vivimos aquella época dura, rara, pero apasionante. La lejanía y la visión que tuvo de niña puede que falsee las cosas y puede que no. ¿Quién dice que la esencia de aquellos años no está en realidad en los recuerdos que quedaron en los niños?
Lali resume cómo ve el mundo de los adultos cuando describe su entorno, “así eran las historias reales: feas.” Por ahí va también esa reflexión acerca de que las palabras para mutilaciones son siempre feas y de dos sílabas: cojo, manco, tuerto, ciego, mudo, etc. En esta novela todos los adultos están heridos, físicamente o no. Los niños por su parte ya empiezan a acumular lo suyo. Como Lali angustiándose ante su primera gran frustración con la que creía su mejor amiga. La vida misma.
En la novela, el mundo de los mayores se intuye turbio y pautado por tragedias. Contribuyen tanto pacto de silencio y el cotilleo de la gente metiéndose donde no le llaman. La historia del abuelo resulta coherente. Todo encaja y no se ve venir.
Lo de Amado, tremendo. Sin recrearse en la situación, es un puntazo la asociación con santa Eulalia. Nada es blanco o negro. No se recurre a los tópicos de la época y no se cargan las tintas contra aquella religiosidad tan absurda, agobiante y plagada de niños mártires a emular.
Perfecta la ambientación en Poble Sec, una zona que desconozco de Barcelona. Siempre que voy hago promesa de recorrerla y nada. Por desgracia creo que se va desnaturalizando a pasos agigantados. Eso decía González Ledesma. No sabía que hubo en Barcelona otra sala Price, además de la de Madrid. La he buscado en la red y hay que ver qué buena pinta tenía.
Rosa Ribas recurre a los detalles justos para avivar recuerdos. La crema Atrix o la enciclopedia de ciencias naturales de Bruguera con esa elegantísima encuadernación verde, negra y dorada. Me pregunto si fue copia de la original norteamericana. Pienso que no, las editoriales españolas en general tenían buen gusto. Como tuvo éxito la colección, Bruguera la prolongó un par de tomos más traduciendo una cosa italiana de curiosidades del mundo animal, muy vistosa, manteniendo la misma encuadernación.
Y como guinda, la importantísima cultura –sin entrecomillar- que se adquiría entonces con los tebeos. Qué envidia me dan los que tienen cerca el mercado de San Antonio.
Hay ideas ingeniosas, marca de la casa, como aquéllas del marino en la pensión sobre la historia de Europa según sea la costa mediterránea o atlántica. Para hacer una tesis.
Siempre lo digo, me encanta el humor negrísimo de Rosa. Lo que me pude reír con el brazo incrustado en la chapa del tranvía, con lo que Lali pensaba del carnicero o con los teatrillos de terror de los Rafecas, secuestro incluido.