Querida siempre,
Un día, pensé que algo sucedía y es que notaba tu ausencia de sabias palabras y profundos sentimientos. Como sigo siendo torpe, pensé que había tristeza y dolor, sólo se me ocurrió, desde el silencio, ofrecerte un sitio para llorar. No sé, si lo conseguí, pero, al menos, lo intenté.
Ahora, como siempre, el rompecabezas va llegando a su fin y las piezas tienen su lugar: el tiempo nos ayuda, aunque no sepamos darle su lugar y su momento. A veces, cuanto todo se desvanece, nos queda esa poesía del espacio y del tiempo, sobre los cuales tanto escribió mi querido exiliado onubense, y deseo que algún día podamos leerlo juntos.
Mientras recibe, desde lo más profundo, mas dosis de espacio y de tiempo para seguir respirando,
