Madame du Deffand y su mundo - Benedetta Craveri

Aquellas maravillosas cartas.

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madison
La dama misteriosa
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Madame du Deffand y su mundo - Benedetta Craveri

Mensaje por madison »

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Personaje clave para entender el espíritu del siglo XVIII francés, Madame du Deffand (1697-1780) se ha convertido en la más perfecta y lúcida encarnación de cierta enfermedad del alma, el ennui, el tedio de vivir, el escepticismo llevado a sus últimas consecuencias: el aburrimiento. En 1718 se casó con el marqués Du Deffand y, tras una discreta separación de hecho, se hizo amante del regente. Invitada habitual en la corte de Sceaux, fue íntima amiga de la duquesa Del Maine y amante del presidente del parlamento. Cerca ya de los 50 años, se decidió a formar su propio salón en París, al cual acudirían, entre otros, Voltaire, D’Alembert, Montesquieu, Madame de Staal, y el último y más apasionado amor de su vida: el escritor inglés Horace Walpole. Su extensa correspondencia descubre un estilo que, según Sainte-Beuve, es «junto al de Voltaire, en la prosa, el más clásico y puro de esta época». Madame du Deffand pasa revista a los acontecimientos de una sociedad en donde el ingenio, la defensa del gusto y el culto a la inteligencia eran valores en alza. Sin embargo, sus cartas rebasan con mucho el género de la crónica mundana, y ello porque la marquesa vive, como ha dicho Cioran, azotada por el «flagelo de la lucidez».

23 mayo 1767

¿Quereis que espere a vivr noventa años? ¿Ay, Dios mío, qué maldita esperanza! ¿Ignorais que detesto la vida, que me aflige profundamente el haber vvido tanto, y que no me consuelo de haber nacido? Yo no estoy hecha para este mundo, y no sé si habrá otro; si así fuera, sea el que sea, lo temo. No hay forma de estar en paz con los otros, ni consigo mismo; se disgusta a todo el mundo: a los unos, porque creen que no se les estima ni se les ama lo bastante, a los otros por lo contrario; se tendría que hacer sentimientos al gusto de cada cual, o al menos fingirlos, y de eso es de lo que no soy capaz; uno alaba la sencillez y la naturalidad, y odia a los que la poseen; y aún sabiendo todo eso se teme a la muerte; y, ¿por qué se la teme?. No sólo por la incertidum,bre del porvenir, sino porque se siente una gran repulsión por la propia destrucción, que la razón no sabría destruir, ¡Ay, la razón, la razón! ¿Qué es la razón? ¿Qué poder es el que tiene? ¿Cuándo habla? ¿Cuándo se la puede escuchar? ¿Qué bien procura? ¿Triunfa sobre las pasiones? Pués no; y si triunfara sobre los movimientos de nuestra alma, sería cien veces más contraria a la dicha de lo que puedan serlo las pasiones; sería como vivir para sentir la nada, y la nada (a la que tengo muy en cuenta) sólo es buena porque no se siente. Esto sí que es metafísica de tres al cuarto, os pido muy humildemente perdón. Estais en vuestro derecho de decirme: "Contentaos con aburrios a vos y absteneos de aburrir a los demás".
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madison
La dama misteriosa
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De madame du deffand a Voltaire

Mensaje por madison »

Vuestras cartas(....) me han llevado a hacerme la siguiente reflexión: ¿creeis que hay verdades que no conoceis y que es importante conocer?
Y por lo tanto, puesto que procurais el conocimiento de lo que es,¿ pensáis que no basta con saber lo que no es? Pensáis que ese conocimiento es posible. ¿lo creéis además necesario?. A esto es lo que os ruego que me contestéis. Hasta ahora siempre había imaginado que el poder, las facultades y el enlace de nuestros sentidos limitaban nuestros conocimientos; ya sé que nuestros sentidos están sujetos a la ilusión, pero ¿qué otra gia podriamos tener?. decidme con claridad: ¿qué inclinación o qué motivo os arrastra a la búsqueda que os ocupa?.
Si es la simple curiosidad, ¿cómo podría este solo sentimiento ofreceros la garantía de todos los objetos que os rodean? por ueriles que ean en las vagas ideas que son para nosotros el caos, o incluso la nada. En cuanto a mi, señor, lo confieso, sólo tengo un pensamiento, un sentimiento, un infortunio y una desdicha: el dolor de haber nacido; no hay ningún papel que pueda representarse en el teatro del mundo que prefiera yo a la nada, y lo que os parecerá del todo inconsecuente, es que cuando tenga la evidencia de tener que partir, no sentiré un horror menor por la muerte. explicadme, ilustradme, hacedme tomar parte en las verdades que descubrís; enseñadme el medio de soportar la vida o de contemplar su fin sin repugnancia. Siempre tenéis ideas claras y precisas; sólo con vos me gustaría razooonar; pero a pesar de la opinión que me merecen vuestras luces; me sentiría muy confundida si pudierais satisfacer la preguntas que os hago.(....)
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